miércoles, 15 de diciembre de 2010

Más allá de las apariencias


Para comprender nuestra verdadera naturaleza, es necesario abandonar por completo toda idea preconcebida.

Se ha de empezar por descartar la idea de la existencia o de que todo es sustancial, es decir, con sustancia propia o una naturaleza permanente. La noción usual de la vida está basada firmemente en la idea de la existencia.
Para la mayoría, lo que se percibe es real y existe; se piensa que todo lo que se ve y se oye existe tal cual ahi afuera. Desde ya, el pájaro que vemos y oímos existe, pero lo que uno percibe en este instante puede no ser exactamente lo mismo que lo que otra persona percibe.

La comprensión profunda de la vida debe incluir a la vez la existencia y la no existencia. El pájaro existe y no existe al mismo tiempo.
Esta a su vez es una comprobación científica. Los electrones aparecen y desaparecen todo el tiempo. Más allá de los átomos que componen la materia aparentemente sólida, todo existe en una superposición infinita de posibilidades. La esencia de la materia es tan sólida como un pensamiento.

Nosotros mismos aparecimos de la nada, o mejor dicho del “vacío” y un día desapareceremos en esa misma “nada”.
Para el budismo la noción de la vida basada exclusivamente en la existencia es falsa.
Tomar las cosas demasiado en serio, como si tuvieran sustancia propia o permanente, está considerado una ilusión y fuente de error.

La verdadera existencia viene de la vacuidad y vuelve nuevamente a la vacuidad. Lo que aparece a partir de la vacuidad es la verdadera existencia. Hay que atravesar la puerta de la vacuidad para comprender la verdadera existencia.
La existencia incluye a la no existencia.

Existimos y al mismo tiempo no tenemos existencia sustancial.
Esta idea de la existencia es muy difícil de explicar y comprender intelectualmente.

En la actualidad se comienza ya a sentir, por lo menos intuitivamente, la vacuidad del mundo moderno, la contradicción manifiesta de su cultura. Los valores morales y espirituales, e incluso materiales, van cambiando.
Ya esta claro, por lo menos para muchos, que el “sueño americano” se parece más bien a una pesadilla. La ilusión de la realización material se termina, generalmente, pagando caro. Es evidente, la realidad material es densa, limitada, pesada y deja muchos residuos.

Mientras mantengamos una idea definida del futuro o alguna esperanza respecto de éste, no es posible tomar totalmente en serio el momento presente. Se dirá "puedo hacerlo mañana o el año que viene", pensando que algo que existe hoy existirá mañana. Uno se esfuerza, se preocupa e incluso teme las posibles consecuencias de un futuro que ya se da por hecho. Se espera siempre que si se sigue cierto camino, fijado previamente, al final se alcanzará algo prometedor. Pero no hay camino fijo que exista permanentemente. No hay un camino establecido para nosotros. Tenemos que encontrar el propio camino en todo momento. Paso a paso, punto a punto. Y para cada uno es diferente.

Cualquier idea o camino establecidos por otra persona, por muy perfectos que parezcan, no son el verdadero camino para nosotros.
Cada uno debe trazarse su verdadero camino y, una vez trazado, él expresará el camino universal. Éste es el secreto.

No hay un mapa de ruta. Podemos cambiar de dirección cuando sea necesario. Cada punto contiene a la eternidad. Cada momento es único. Esta es la verdadera comprensión.

Cuando se comprende totalmente una cosa, se comprende todo.

Cuando uno trata de comprender todo, acaba por no comprender nada. Lo mejor es entenderse, conocerse a si mismo y así se comprende todo.

Cuando miramos a los demás buscando alguna certificación, o alguien que nos diga que hacer, terminamos perdidos, generalmente subiendo al autobús equivocado.

Pero si uno se esfuerza en trazar su propio camino y deja de lado las apariencias, ayuda a los demás y estos lo ayudarán a uno. Si no conocemos nuestro propio camino, no podemos ayudar a nadie, y nadie puede ayudarnos.

Para ser independientes en el verdadero sentido, hay que descartar todo lo que se tiene en la mente, las ideas preconcebidas, los prejuicios, los hábitos, los miedos y descubrir algo enteramente nuevo y diferente, momento tras momento. Así es como se vive en este mundo.
Por eso la verdadera comprensión proviene de la vacuidad.

Lo importante es hacer regularmente "una limpieza general de la casa". En términos informáticos: desfragmentar la información y eliminar los programas y archivos que no sirven.
Hay que sacar todo lo que se tiene en la mente y limpiarlo bien; si es necesario, puede volverse a poner en su lugar y si no nos sirve más, lo descartamos. También se hace un orden, algunas cosas se pueden reubicar y así tener más espacio para nuevas cosas (ideas, programas, nueva información).
Muchos piensan solo en obtener, en acumular y guardar. Con este tipo de actitud se termina agotado, bloqueado, no queda lugar para nada nuevo y si uno debe buscar algo, en todo ese tumulto de pensamientos, emociones y vieja información, es muy difícil encontrarlo.

Para conocer la verdadera libertad hay que aprender a renunciar. La libertad, es renuncia.

La mayor parte del tiempo se tienen varios pensamientos en la mente, uno tras otro en un flujo incesante. Pero si uno quiere detener el pensar, puede hacerlo, porque no hay nadie sobre nosotros que nos impulse a pensar de una manera. No hay muchas mentes, solo hay una mente, la mayoría del tiempo fragmentada en múltiples actividades, como un mar agitado y lleno de olas. Pero el mar se puede calmar, la agitación puede cesar y las olas desaparecer. Parece difícil, pero con la práctica se vuelve natural.

Por lo tanto, cuando se es capaz de detener la agitación de la mente, se aprecia la sensación del propio esfuerzo. Pero mientras tenemos una idea fija o nos aferramos a alguna manera habitual de hacer las cosas, no podemos apreciar las cosas en su verdadero sentido. Nos falta dimensión.

Cuando se busca la libertad, no se la puede encontrar. La libertad absoluta ya existe antes de que uno pueda obtenerla. Ésa es la esencia de la práctica del Zen.
Nuestro camino no va siempre en la misma dirección. Algunas veces vamos a la izquierda, otras a la derecha. Es como ir remando en un bote. Podemos tomar en una dirección o en otra, depende adonde uno quiera ir. A veces, incluso, podemos dejar de remar y permitir que la corriente nos lleve, soltamos los remos y relajados, disfrutamos del viaje.
Esto es libertad. Sin esta libertad, no es posible concentrarse en lo que se hace.

A veces se siente cierto malestar en lo que se está haciendo. Como uno generalmente está sujeto a alguna idea prefabricada de ir a la izquierda o a la derecha, la actividad enfrenta una dualidad. Aparecen la contradicción y la duda a cada momento.
Mientras se está sujeto a esta dualidad, no se puede ser libre y uno no puede concentrarse en lo que debe hacer, ni disfrutar del momento.

La verdadera libertad, es absoluta, ya existe, no se trata de huir o de luchar como un esclavo.

La libertad no es una aspirina.

El espíritu es libre e infinito por naturaleza, no tiene límites.

La concentración no consiste en esforzarse por observar algo de forma rígida. Por ejemplo, durante la meditación (zazen), si uno trata de mirar un punto fijo, se cansa después algunos minutos. Eso no es concentración. Concentración significa libertad. Por eso el esfuerzo no ha de estar dirigido hacia algo. En todo caso es el tipo de esfuerzo que se olvida, que no deja huellas. Uno debe concentrarse en la nada.
Obviamente cuando tenemos que hacer algo, no hay que dudar, hay que hacerlo y punto, sin dejar huellas ni residuos.

En la práctica de zazen, se suele decir que la mente debe concentrarse en la respiración, pero para mantener la mente en la respiración, lo mejor es olvidarse completamente de uno mismo, simplemente sentarse y sentir la respiración.
Si se concentra en la respiración, uno se olvida de sí mismo; al hacerlo, la mente se concentra en la respiración. Así, pues, en realidad no hay necesidad de esforzarse demasiado por concentrarse en la resplración. De la misma manera que ser libre no es un producto del esfuerzo, es más bién un sentimiento y no un concepto o una idea.
Lo práctico es hacer lo que esté al alcance de uno. Ser natural.
La esencia del ser no es algo que se encuentre fuera de cada uno.

La gran mente lo incluye todo.

Todas las existencias son parte de nuestro espíritu.
Cuando se practica así, finalmente se experimenta la verdadera existencia proveniente de la vacuidad.

El verdadero ser existe más allá de las apariencias.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El tiempo de la transformación


Estamos al final de un ciclo de 12.000 años.
Esto afecta no solo la conciencia sino también a la totalidad de nuestra existencia.

Desde el cuerpo energético al ADN, las emociones, e incluso el cuerpo físico, donde pueden manifestarse una serie de síntomas o trastornos, como fatiga, malestares inespecíficos, insomnio, nerviosismo, aumento de la sensibilidad general, etc., que son en general mal interpretados por la medicina convencional dándole forma de enfermedad, cuando en realidad son manifestaciones de transformaciones profundas.

Es obvio que hay un despertar que está ocurriendo de nuevo. La ciencia comienza a identificarlo.

Ya hace algunos años que se descubrió que el centro del espiral de nuestra galaxia está cambiando su pulso, su resonancia. Más recientemente, el estudio del sol, mediante sondas enviadas y la observación por telescopios revelaron cambios cada vez mayores en su estructura. Su campo magnético está decayendo, esto tiene relación con las manchas solares y con la cantidad de radiación que expulsa al espacio. Hay una increíble actividad de llamaradas solares que se ha ido incrementando y que evidentemente nos afecta.

El sol está cambiando, y cuando el sol cambia, nosotros también.

La Tierra se está viendo afectada. También su campo electromagnético está cambiando.
Esto se ha comprobado. El pulso de la Tierra se va acelerando (resonancia Schumann), y su campo electromagnético se va modificando. (para más data ver).

Desde la época de este descubrimiento, en 1899 y hasta 1986, la frecuencia era de 7,8 Hz/segundo (ciclos por segundo), siempre constante. Pero en 1987 comenzó a cambiar y acelerarse, y mucha gente empezó a despertar, en número creciente, al igual que la frecuencia. En 1998 ya llegaba a los 10 Hz/segundo y las proyección es que para 2012 alcanzará los 13 Hz/seg.

Muchos calendarios de la antigüedad, incluido el Maya, apuntan a este período como el final de un ciclo y el comienzo de otro.
Al mismo tiempo que la frecuencia del pulso de la Tierra aumenta, su magnetismo decrece, al igual que ocurre con el Sol, al punto que se prevé un enlentecimiento cada vez mayor de la rotación terrestre, que culminará, probablemente, con una inversión de los polos magnéticos. Cabe aclarar que lo que genera este campo electromagnético es precisamente la rotación de la Tierra.
Hace unos 2000 años, el magnetismo terrestre, estaba en su pico y ha ido decayendo exponencialmente desde entonces. Este fenómeno se corresponde, como se puede comprobar, con ciclos de la humanidad. Esto ha pasado ya otras veces en el planeta, y siempre ha causado consecuencias serias y cambios importantes.

Estamos conectados a la Tierra.

La frecuencia resonante del planeta penetra en los seres humanos por el chakra del corazón y de ahí va al cerebro que conecta con el resto del cuerpo.
Es por esto que cada vez más gente se está despertando.

Los cambios que están ocurriendo son de origen cósmico.

Del centro de la galaxia al sol, de este a la Tierra y a todos los seres vivos. De hecho, estos cambios en la energía van modificando profundamente la vida en la Tierra.

Por eso, si cerramos nuestro corazón y solo seguimos la programación intelectual, de seguro cortaremos la conexión con el Cosmos y en lugar de evolucionar y beneficiarnos con los cambios, los padeceremos. No olvidemos que todo funciona retroalimentándose, recibimos y emitimos ondas todo el tiempo. Percibimos en función de lo que proyectamos y también generamos o proyectamos una realidad de la manera en la que percibimos.

Esta es una de las razones, de porque el sistema educativo forma individuos cortados de su entorno, aislados. Seres programados para percibir y proyectar una realidad limitada, generada en el cerebro izquierdo. Solo lógica, conceptos e individualidad y una visión material de la vida. Sin corazón, sin creatividad, sin libertad y sin el sentimiento de conexión que brinda el hemisferio cerebral derecho.

Si observamos a las instituciones de educación, de ciencia, de diferentes áreas de información, como los medios de comunicación, están constantemente bombeando información para el cerebro izquierdo y suprimiendo el derecho.

Llegamos al punto en que lo que llamamos educación funciona así: hay un bombardeo de información al cerebro izquierdo, generalmente pura basura, falsa y tendenciosa, y a los estudiantes se les exige que lo aprendan de memoria, que guarden esto en sus cerebros y en el momento del examen lo regurgiten sobre el papel. Si lo recuerdan y lo repiten a la perfección, entonces son premiados, aprueban y progresan, si no, se convierten en malos o mediocres, con menos posibilidades y muy poca autoestima.

Lo interesante es que si tomaran toda esa tonelada de datos y la pasaran al lado derecho, comenzarían a filtrar esta información y a hacerse preguntas, ¿Para que sirve toda esta mierda?, ¡No estoy de acuerdo con esto o con aquello! o ¡Para que pasamos tanto tiempo aprendiendo cosas sin sentido! Claro que si ponen esto en la hoja del examen seguro que serán reprobados, resultado: muchos jóvenes simplemente lo aceptan como parte de la vida, y luego de adultos aceptaran igualmente hacer lo que no les gusta y lo que se espera de ellos para no fracasar en la vida.

El sistema educativo está construido para producir prisioneros del cerebro izquierdo, que básicamente son esponjas de la versión oficial de la vida. Pasa lo mismo con científicos, con especialistas, etc. Todos encerrados en sus intelectos limitados.

Por otra parte vivimos un tiempo artificial, puesto arbitrariamente. En algún momento del siglo XVI se impuso el calendario Gregoriano, por órdenes del Vaticano para tener una regularidad en las fiestas religiosas (Pascua, etc.), pero en el que las horas, días y meses no siguen para nada el ritmo natural.

Desde sus orígenes el ser humano se guió por los ciclos lunares, es lo natural, 13 meses lunares. La Luna rige las mareas, las cosechas, la menstruación, el embarazo (no 9 meses sino 10 lunas). Los pueblos nativos conocen esto desde sus origenes y están mucho mejor sintonizados con la naturaleza y con sus ciclos.
Los horarios cambian sin ningún sentido natural. Las horas se adelantan o se atrasan periódicamente y esto afecta la fisiología y la conciencia de las personas.

Cuando el ser humano se ve cortado de su ritmo natural, empieza a perder conexión con la fuente y con el flujo de energía universal, obviamente de esta manera se siente perdido, se pierden las raíces y la conciencia queda fácilmente prisionera en un cuerpo aislado. En estos términos es muy fácil sentir miedo, preocupación y pérdida de identidad: ¿Quién soy? No sé, díganme!, ¿Qué debo hacer para ser feliz? Muy fácil, siga la fila y no piense, haga como los demás!.

El primer paso para liberar la conciencia es dejar de identificarse con el mensaje mediático del sistema y con la idea prefabricada que tenemos de nosotros mismos. Aceptar que tenemos el control de nuestras vidas y que somos responsables de ella en todos sus niveles, incluido el espiritual.
Luego comprender con todo nuestro ser que estamos conectados con todo. Que en esencia somos conciencia universal, infinita, ilimitada. Este es el tiempo de nuestra experiencia humana y debemos usarlo para aprender, para disfrutar y para participar de la evolución de la vida.
Nacer con forma humana es un regalo. Mejor no desperdiciarlo ni perder la preciosa energía vital corriendo detrás de ilusiones y deseos programados ni manteniendo malos hábitos.
Si abrimos el corazón y la mente, si rompemos los condicionamientos, podremos disfrutar del equilibrio de ambos hemisferios cerebrales y potenciar nuestras habilidades, expandir la conciencia, mejorar la salud, ganar en energía e información y además influir en el entorno y en los demás de manera positiva.

El lugar es aquí y ahora es el tiempo de la transformación.

martes, 7 de diciembre de 2010

El poder del inconsciente


Uno de los principios de la física cuántica es que no descubrimos la realidad sino que participamos en crearla.

Cuanto más ahondamos en los niveles más allá de los átomos, esta naturaleza participativa se hace evidente.

Quizás lo que pensamos que estamos descubriendo, lo estamos creando.

Esto significa que no hay una realidad objetiva fuera de nosotros.

El observador y la realidad forman parte de un todo continuo que se retroalimenta sin cesar.
En esencia todo se encuentra conectado. La realidad fundamental es unidad.
Pero hay diferentes niveles de manifestación de la realidad.

Por ejemplo, en un nivel de realidad, nos parece que nuestro cuerpo es concreto y ocupa un lugar en el espacio, en este nivel también existe el tiempo.

Pero en otro nivel, nuestros cuerpos físicos se diluyen en una nube de electrones, en esta realidad solo hay campos de energía e información, sin límites, más allá del espacio y del tiempo.

Hasta ahora se creía que el que piensa es el cerebro, pero en realidad, el cerebro se encarga de traducir e integrar la información y proyectar una respuesta, es decir, convierte la información sensorial en un lenguaje de frecuencias.

Pero si en los niveles fundamentales no tenemos límites y existimos conectados con todo lo demás, ¿Qué pasa con la mente? Si el cerebro y el cuerpo físico son proyecciones de la conciencia, o la parte más densa de un continuo de campos de energía cada vez más sutiles. ¿Dónde ubicamos a la mente?.

Algunas investigaciones revelan datos interesantes.
Los neurofisiólogos Libet y Feinstein, del Mount Sion Hospital en San Francisco (USA), midieron el tiempo que tarda un estímulo táctil en la piel en llegar al cerebro como señal eléctrica.

El paciente debía presionar un botón cuando se diera cuenta que lo tocaban. Descubrieron que el cerebro registraba el estímulo una diezmilésima de segundo luego de producido mientras que el paciente tocaba el botón una décima de segundo después del estímulo, o sea más tarde. Hay que agregar, por otro lado, que el paciente no dijera que era conciente del estímulo o que apretaba el botón durante casi medio segundo sin darse cuenta. Lo que significa que el inconciente del paciente era el que tomaba la decisión de responder.

El consciente fue el último en llegar, es decir, el más lento.

Obviamente ninguno de los sujetos de la prueba advirtieron que fue el inconsciente el que les hizo apretar el botón. De alguna manera el cerebro creaba el engaño reconfortante de que habían controlado la acción concientemente. Entonces, ¿Es la libre voluntad una ilusión?.

Estudios posteriores han demostrado que casi 1 segundo antes de que decidamos mover un músculo, el cerebro ya ha comenzado a generar las señales necesarias para que ocurra el movimiento.
Uno puede preguntarse, ¿Quién toma las decisiones, la mente consciente o el inconsciente?
Todavía hay más. Se observó que el campo de energía humano responde a los estímulos aun antes que el cerebro.

Esto nos lleva a replantear la función del cerebro y la verdadera naturaleza de la mente.
La mente no se sitúa solo en el cerebro, existe también en nuestros cuerpos más sutiles y no físicos.
Una célula es una unidad de conciencia.

Sabe que hacer, se da cuenta, responde.

En salud y felicidad vibra de una manera, en la enfermedad de otra.

Nuestra mente es un emergente de todas esas conciencias, que son una, en diferentes planos de realidad.
Los aspectos más fundamentales de nuestra vida se desarrollan sin la intervención de la conciencia o la voluntad, por ejemplo: la respiración, el metabolismo y la división celular, el latido del corazón, la temperatura del cuerpo, la resistencia a las enfermedades, la duración de nuestras vidas, etc. Sin embargo, con la mente ( y nuestros hábitos) podemos influir e incluso modificar estos aspectos.

Podemos pensar con cualquier parte del cuerpo, incluso fuera de este.

Todo depende del lugar donde se ubique el observador.

Si pensamos a partir del cuerpo físico y de la realidad material, los pensamientos vibraran en consecuencia y la realidad que se creará será siempre la misma: limitada y material.
Pero cuando trascendemos la mente conciente, el parloteo incesante y fuera de control, el pensamiento puede ir más lejos y más profundo, manifestando otros aspectos de nuestro ser, más creativos y más libres.
Nuestra mente es también la mente universal, somos creaciones de la conciencia,

el verdadero poder está en el inconciente y para acceder a él hay que cambiar la dirección de la mirada. En el silencio y la calma.
La práctica cotidiana de la meditación (ver zazen) nos permite conectarnos con este océano inconsciente de potencialidad y hacer que se manifieste en nuestra realidad cotidiana.

Inconsscientemente, naturalmente.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Una realidad poco sólida


El universo entero es una proyección de la conciencia.

Esta afirmación que a priori puede parecernos poco “científica”, es lo que justamente una buena parte de la ciencia actual está descubriendo.
El universo es un inmenso espacio de realidad virtual, un holograma compuesto por campos de realidad, o dicho de otra manera, formado por realidades diferentes.

Somos los creadores de nuestro universo.

Lo hemos creado como un instrumento que nos permite experimentar, creamos las leyes que lo gobiernan y cuando alcanzamos el límite de lo que conocemos, podemos realmente cambiar las leyes, de modo que también estamos creando la física a medida que avanzamos.

La ciencia nunca podrá ser la última palabra, ni podrá describir la verdad última, simplemente porqué es un instrumento de la conciencia para poder entender, en términos humanos, la realidad que se crea.

La verdadera naturaleza de la realidad está más allá de los conceptos y de cualquier fórmula matemática. Podemos acceder a ella cuando trascendemos los límites de la percepción ordinaria.

A veces el inconciente se manifiesta de manera que podemos tener destellos de la naturaleza de la realidad, con el fin de que podamos comprender que el mundo que creamos para nosotros mismos es, en última instancia, tan infinitamente creativo como la realidad de nuestros sueños.
Algunas leyes o “verdades” están más arraigadas que otras, algunas son muy antiguas, incluso anteriores al ser humano, de manera que acceder a ellas y sobretodo cambiarlas es más difícil.

Lo cierto es que estamos tan profundamente convencidos de que nuestros cuerpos son sólidos y objetivamente reales, que nos cuesta considerar que en realidad estén hechos de la misma materia que nuestros sueños.

Somos conciencia, observadores, percibimos y nos damos cuenta.

No tenemos solidez ni límites.

El mundo de los objetos y las cosas es una creación que nos permite hacer nuestro paso por la tierra más conveniente, es decir, son instrumentos creados por la conciencia para ayudarnos, de la misma forma que un vehículo nos permite viajar. El problema es que olvidamos que la realidad que percibimos es solo una descripción, una interpretación y quedamos atrapados, incluso de por vida, en esta ilusión, en esta descripción. La totalidad del ser queda reducida y encerrada en los límites de una percepción estrecha y arbitraria.

Nos identificamos con la herramienta o con el envase y olvidamos el sentido, el verdadero propósito.

Olvidamos las preguntas fundamentales.

Por eso para muchos es difícil despertar del sueño y asumir el rol de observadores y creadores de realidad y que el cuerpo físico es simplemente un instrumento, un vehículo del espíritu.

Muchos cientificos no pueden descubrir que es la conciencia ni donde se origina, por lo tanto la sacan de la fórmula y solo se quedan con la realidad física. Otros, con la mente un poco más abierta, piensan que la conciencia se origina en el cerebro. Hay científicos reputados, como Penrose y Hameroff, que consideran que la conciencia es una propiedad emergente de los microtúbulos en las neuronas, a nivel cuántico, en fin, esa es su teoría.
Pero para un buen número de investigadores modernos, al igual que las antiguas tradiciones espirituales y contrariamente a lo que se piensa convencionalmente, es la conciencia la que crea la materia, el espacio, el tiempo, el cerebro y todo lo que nos gusta interpretar como universo físico, incluidos nuestros cuerpos.

La solidez de nuestro mundo físico es un límite de la percepción.

La descripción que hacemos del mundo se basa únicamente en la información percibida por los sentidos que a su vez es interpretada según la programación -o condicionamiento- del cerebro.

El cerebro es especialista en crear una imagen coherente, independientemente de lo que perciba. Si hay un error lo corrige, si hay una agujero perceptual, lo rellena.

Los neurofisiólogos saben esto desde hace ya tiempo.

Hay muchas investigaciones al respecto, en monos y en humanos. Por ejemplo, según Karl Pribram, la información visual que recibe un mono a través del nervio óptico, no va directamente a la corteza visual, si no que interconecta previamente con otras zonas del cerebro.

Numerosos estudios han puesto de manifiesto que pasa lo mismo con la visión humana. El lóbulo temporal prepara y modifica la información visual que recibe el cerebro antes de que llegue a la corteza visual (en el lóbulo occipital). Según algunos estudios, el 50% de lo que vemos corresponde a información recibida del exterior y el 50% restante se va reconstruyendo de acuerdo al aspecto que creemos que debe tener el mundo. Así que, aunque los ojos sean los órganos de la visión, el que ve es el cerebro.
Y si no como se explican las ilusiones ópticas, los espejismos, incluso las alucinaciones visuales…
El ojo tiene un punto ciego, que es por donde penetra el nervio óptico, sin embargo ni nos enteramos, y eso es porque el cerebro rellena el hueco y nos engaña.

Entonces, si vemos menos de la mitad de lo que hay afuera, ¿Qué hay afuera que no vemos? La respuesta es: una enormidad.

Lo que podemos percibir del mundo exterior está limitado a la capacidad de los órganos de los sentidos, que como sabemos, solo captan una pequeña franja de la totalidad del rango de frecuencias.
Nuestros cerebros han aprendido a eliminar todo lo que no encaje con su programación.

Nos acostumbramos a ver el mundo por partes, armamos la realidad con retazos de percepción e información previamente programada en el cerebro.

El mundo que percibimos es solo una descripción.
Las leyes de la física son una descripción, la teoría del yin y yang es una descripción, las enfermedades son una descripción, la realidad material que creamos es una descripción. Son formas de poder entender y experimentar la vida.

Pero nada de lo que percibimos tiene sustancia sólida ni fija, ni siquiera nuestro cuerpo.
Estamos hechos de la misma sustancia que los sueños, aunque nos cueste aceptarlo.

Pero si por un momento dejamos de aferrarnos a este cuerpo físico podremos comprender que en esencia somos espíritu, conciencia infinita experimentando una realidad física pasajera.

Moldeamos al universo con nuestros pensamientos y a su vez el universo moldea nuestra mente.

Hay que reflexionar sobre esto.

Si comprendemos la naturaleza ilusoria de lo que creemos que es objetivo y “real”, podremos trascender con más facilidad los límites y contradicciones de nuestra vida y crear una realidad más amplia, más feliz y más sana.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La evolución y los hábitos


En este universo vivo y conciente en el que vivimos, no hay leyes de la naturaleza, solo hábitos.
No hay nada externo al universo que fuerce una ley en él.

La ilusión que tenemos de que en el universo hay leyes fijas es el resultado de no tener la necesidad de cambiar esos hábitos.
Cuando los hábitos deben cambiarse para asegurar la supervivencia del organismo, vemos este evento de la naturaleza y lo llamamos evolución.
Dicho de otra manera, la evolución es una cambio de hábitos para que el organismo sobreviva. .
En 1988 John Karat y su equipo hicieron el siguiente experimento: pusieron células intolerantes a la lactosa rodeadas solo de este azúcar como alimento. Si hubiera una “ley” de la naturaleza estas células habrían estado condenadas a morir, sin embargo, todas sobrevivieron. Cada una entendió el problema al que se enfrentaban y reemplazaron la enzima defectuosa que no les permitía metabolizar la lactosa por otra enzima funcional, para poder así alimentarse.

Si una célula comprende como cambiar, y es capaz de evolucionar para poder sobrevivir y evitar la extinción, con más razón un organismo o un ser vivo puede hacerlo.

La creencia generalizada es que nuestro cuerpo es como una máquina biológica controlada por genes, un cuerpo físico compuesto por células sin conciencia, regidas por leyes inmutables y nuestros pensamientos, emociones y conductas están separados y no pueden modificar estas “leyes” establecidas arbitrariamente.

De manera que siguiendo esta creencia convencional, somos más bien como víctimas de esta “legislación” natural y de una herencia genética sin el poder para influir ni muchos menos cambiar cualquier cosa en nuestra vida, incluso nuestra salud y felicidad.

En los años ´60, el biólogo Bruce Lipton tomó células madres que eran el producto de la división de una única célula madre, o sea, compartían exactamente la misma información genética y las dividió en tres grupos. Cada grupo fue puesto en un medio diferente, es decir, cambiando los componentes de su ambiente. El resultado fue que el primer grupo formó células óseas (osteocitos), el segundo células musculares (miocitos) y el tercero células grasas (adipocitos). O sea: hueso, músculo y tejido adiposo.
¿Qué fue lo que controló el destino de cada célula si eran genéticamente idénticas?, lo único diferente era el medio en el que crecieron.

Las propias células controlaron sus cambios, adaptándose al entorno.

Podemos controlar los cambios, tenemos ese poder, esa habilidad.

Cada uno puede controlar y crear su vida, depende de cómo se percibe el ambiente y de la realidad que proyecte el cerebro.

Si comprendes esta capacidad, entonces podrás vivir plenamente y guiarte a ti mismo a la más grande y hermosa experiencia en esta tierra.
Sentirse vivos y sanos, conectados a un universo que también está vivo y conciente.

La mente colectiva moldea nuestra evolución.

Las crisis sociales y los grandes cambios energéticos a nivel planetario que estamos experimentando, están movilizando una gran cantidad de energía a la superficie de la mente colectiva.

Esto está acelerando los cambios. Las células, el ADN, incluso los cuerpos sutiles están sufriendo una profunda transformación que nos modificará como individuos y como especie, de hecho es lo que viene pasando.
Lo importante es acompañar estos cambios, adaptarse, volverse íntimo consigo mismo y con sus procesos internos y no creer cualquier cosa ni dejarse confundir por la información mediática tendenciosa y alarmista. No es necesario seguir al rebaño ni identificarse con la falsa información.

De esta manera uno puede verse beneficiado y participar en esta verdadera mutación.

El secreto está en el cambio de hábitos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La sincronicidad



La sincronicidad es una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, es un evento que sucede fuera del tiempo y del espacio: sucede en otra dimensión.
Se puede explicar por la teoría de los campos morfogénicos, y la interconección, referida a fenómenos de la física cuántica, en los cuales se ha comprobado que no existe “separatividad” entre las cosas. Todo está conectado.

El universo es un “continuo” sin fisuras ni separaciones.

La sincronicidad ocurre porque simplemente formamos parte de un campo unificado, la ciencia tiene problemas para formular esto matemáticamente, pero eso no impide que esta sea una verdad universal.

Justamente, uno de los elementos más dinámicos de este campo unificado es la sincronicidad que conecta a todos los seres y cosas implicadas más allá de la conciencia y de la tridimensionalidad en la que aparentemente nos movemos.

El término “sincronicidad” se debe a Carl G. Jung y al premio Nobel de física, Wolfgang Pauli.
A Pauli le atraía el asunto porque se sentía perseguido por singulares coincidencias, sucesos que sus colegas, malignamente, denominaban “efecto Pauli”. Pauli, físico más bien teórico que experimental, pasaba poco tiempo en laboratorios, pero cuando lo hacía, acontecían inexplicables roturas de aparatos o imprevistas averías de instrumentos. Estos sucesos ocurrían con mayor frecuencia de lo que la mera casualidad podía explicar. Ni siquiera tenía que suceder el incidente junto a él, bastaba con que estuviera presente a diez o veinte metros. Jung y Pauli concluyeron que existían dos clases de principios de conexión en la naturaleza. El primero era la causalidad ordinaria, lo que la ciencia normalmente estudia. Esta causalidad se estructura de forma lineal: si A causa B, entonces para que se dé B, debe ocurrir primero A.

El otro principio de conexión era el acausal (no causal).

Este principio fue denominado por Jung y Pauli “sincronicidad” porque asumieron que, contrariamente al principio de causalidad, los acontecimientos no causales se estructuraban en el espacio y podía relacionarse de forma atemporal.

O lo que es lo mismo: la sincronicidad admite que dos hechos se relacionen simultáneamente, de manera no lógica ni lineal, sin intervención del tiempo.

La sincronicidad, denominado por la mayoría de las personas como “casualidades” es el principio que rige esa serie de circunstancias y acontecimientos, cuando sin saber porque las cosas nos llegan cuando las necesitamos, nos encontramos con alguien que nos resuelve un problema cuando acabamos de pensar en el, o aparece la puerta abierta perfecta para el siguiente paso tras haber completado el anterior, eso es la sincronicidad.

Es la sucesion de acontecimientos sincronizados en pos de un objetivo marcado, conciente o inconciente, y las llamamos casualidades porque nos sorprende que todo este ocurriendo de forma tan perfecta y contínua, tal vez porque generalmente se desconoce las causas. Muchos, incluso algunos científicos, creen que es producto del azar, de eventos casuales.

La sucesion de acontecimientos que llegan a nosotros en el momento en que necesitamos que lleguen es infinita. Si estamos dándole vueltas a un tema que nos preocupa y de repente alguien nos deja un libro de forma totalmente espontánea que nos proporciona la información buscada, si resulta que estamos pensando secretamente en cambiar de trabajo y un compañero comenta que ha oído que en la empresa tal buscan alguien, etc. Todo aquello que marcamos como casualidad forma parte del mundo de la sincronicidad.

¿Como funciona?

La sincronicidad tiene una analogía con el funcionamiento de la ley de la atracción. “Cuando deseas algo, todo el universo conspira para que lo consigas“. Otra frase a propósito: “Cuidado con lo que deseas, ya que puede realizarse”.

Nuestro pensamiento conciente, el subconciente y el inconciente colectivo están interconectados.
El pensamiento conciente es el conjunto de nuestra actividad mental cotidiana.

La mente subconciente es nuestra mente automática de la que, obviamente, no somos concientes, pero es la que absorbe todos los datos que le llegan sin discriminar y ejecuta sus propios programas, algunos de estos, como vimos en otras entradas (ver), han sido instalados desde muy temprana edad por otros. El subconsciente es también el mediador entre la mente conciente y el inconciente colectivo.

Finalmente, el inconciente colectivo es la mente infinita que contiene toda la información en el pasado, presente y futuro de todas partes, de todas las personas, es el océano de potencialidad, el campo de infinitas posibilidades no manifestadas.

Como vemos, los pensamientos están conectados, los cerebros forman una verdadera “red” donde la información se intercambia todo el tiempo. Muchos de nuestros pensamientos, no son propios y a su vez nuestra actividad mental está enviando información al medio (y a los otros cerebros de la red) continuamente.

La mente subconciente de cada ser humano está continuamente explorando activamente en el inconciente buscando cualquier cosa con la cual resuene, es decir, cuya frecuencia vibratoria sea la misma que la del deseo expresado, en función también de los programas que tenga instalado.

Por eso, según lo que deseemos crearemos una realidad en consecuencia.

Pero esto que parece tan fácil, depende en gran medida de dos cosas: de la fuerza del "deseo" al expresarlo y del grado de “conectividad” y conocimiento que tengamos de la naturaleza de este funcionamiento y de uno mismo. Evidentemente, cuanto más concientes somos de nuestra conexión con todas las cosas y seres en el universo, mejor funciona. O sea: por fuerza entendemos, energía y por conocimiento, información.

El universo se autorregula, es inteligente, recibe información y responde. Está continuamente retroalimentando la realidad en función de la información que recibe.

Cuanto más sepas acerca de la sincronicidad, más “coincidencias” ocurrirán en tu vida y mas podrás beneficiarte de este poder.

Creas tu realidad pero tu realidad también te crea a ti, es decir, piensas en algo y esto ocurre, pero siempre es un poquito diferente de cómo lo imaginaste, ya que lo que alimentas dentro del universo te vuelve modificado, porque ha sido modificado por todos los demás alimentando también de información al universo.

De manera que esta retroalimentación crea una absoluta coordinación de la Creación, ocurriendo como resultado de la estructura del vacío, y cuanto más arriba consigas estructurar la naturaleza vibratoria del vacío, mejor te vuelves en crear tu propia realidad.

Es una cuestión de energía e información.

Estamos conectados con el “vacío” creador, somos emergentes de este “océano de potencialidad infinita. Se le llama “vacío” porque representa las infinitas posibilidades de lo no manifestado, pero en realidad es un “pleno”, no está para nada vacío.

Vivimos en un universo de abundancia, todo lo que necesitamos esta disponible. El secreto es saber lo que uno quiere y lo que necesita para realizar su vida, sus experiencias y esto no lo encontramos preguntando a los demás ni mirando con ojos de búho para todos lados.

La verdad está donde estuvo siempre: en el interior de cada uno.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El camino de la libertad

Desde hace muchos siglos que se ha privado a una buena parte de la humanidad del verdadero conocimiento, de un saber auténtico proveniente del mundo antiguo.

Muchas de estas verdades universales fueron olvidadas y otras ocultadas del dominio público mediante la destrucción de las culturas nativas, la persecución y muerte de sabios, chamanes, maestros espirituales y hombres-medicina (medicine man) de las tribus indígenas.

Los conquistadores europeos no solo se encargaron de invadir pueblos y robar riquezas, si no de realizar un verdadero genocidio verdaderamente calculado, para hacer desaparecer conocimientos y prácticas contrarias a sus creencias, conocimientos ancestrales que ayudaban a las personas a elevar sus conciencias y fortalecer sus raíces y vínculos con la tierra. Esto evidentemente para poder controlarlos y esclavizarlos con más facilidad.

Cabe agregar que posteriormente estas culturas, esta forma de conocimiento, fueron ridiculizadas por la propia ciencia e incluso la industria del cine nos ha mostrado siempre la imagen del negrito sumiso o del indio salvaje y bruto en comparación con el blanco protagonista inteligente y “civilizado”.
Desde hace siglos y en todas partes donde nos fijemos veremos que los conquistadores se encargaron de exterminar a las tribus nativas y sus culturas milenarias.

La verdadera razón de estas conquistas no se enseña en las escuelas, al igual que muchas otras cosas.

Muchos documentos, papiros y libros fueron destruidos deliberadamente, basta con echar un vistazo a la historia: la quema de grandes bibliotecas esotéricas, como la de Alejandría, o la destrucción pública de libros, documentos y tratados que desafiaban (o contradecían las creencias impuestas por un pequeño grupo).
La “Santa Inquisición”, fue un modelo de esta forma de dominación.
Así se impusieron, incluso por la fuerza y el miedo, creencias religiosas de baja dimensión, esclavizantes y creadoras de culpas y pecados.

Galileo Galilei tuvo que desdecirse y arrepentirse para no ser quemado en la hoguera, solo por afirmar que la tierra no era el centro del universo, si no que giraba alrededor del sol, al igual que el resto de los planetas conocidos. Esto hoy en día nos parece ridículo. Proyectemos este mismo razonamiento en el futuro. Las generaciones venideras seguramente se reirán de nuestra ignorancia presente.

Otro ejemplo, se sabe que las brujas quemadas por la “Inquisición”, eran principalmente sanadoras, parteras, mujeres con conocimientos de medicina tradicional y plantas medicinales, que fueron literalmente exterminadas, la iglesia en acuerdo con los médicos de la época eliminaban a la competencia para imponer otra forma de medicina y además poder ejercer un control sobre la conciencia de las personas.

En los tiempos modernos, la iglesia católica fue perdiendo poder en la gente, pero fue reemplazada en esta tarea por la ciencia y los medios de comunicación, que ahora son los encargados de controlar el saber y establecer un modelo de conocimiento e información, que continua la línea de sus predecesores: mantener a la mayoría de las personas en una frecuencia vibratoria baja, mediante el miedo, la desinformación y la confusión.

La educación actual en la mayoría de las escuelas y universidades es pobre, los programas educativos están desactualizados y la tendencia dominante es preparar individuos para que encajen perfectamente en las pautas sociales vigentes: producir y consumir.

Y no solo en occidente, en China el comunismo se encargó de eliminar y controlar culturas y enseñanzas espirituales muy antiguas y profundas, como en el Tibet. No es casualidad su interés por invadir y sojuzgar una tierra pobre y apartada, donde solo habitan lamas y algunos animales y cuyo único tesoro es la espiritualidad . Esto fue parte también de la llamada "revolución cultural china".
Karl Marx escribió: “La religión es el opio de los pueblos”, es comprensible esta reacción, pero el materialismo dialéctico del comunismo, finalmente representó otra forma diferente de sojuzgar y controlar al ser humano, y también empobrecerlo, anulando cualquier vinculación con lo espiritual y la libertad de expresión.

Cuando una persona sintoniza con sus planos superiores comienza a vibrar en una frecuencia más alta, esto hace que perciba y proyecte una realidad más amplia (en energía e información), más normal, benéfica e inteligente.

Al activarse una mayor cantidad de centros energéticos y nerviosos se potencian sus posibilidades, se comienza a pensar con otras zonas del cerebro, particularmente el hemisferio derecho y el cerebro profundo, de esta forma el pensamiento se hace más vasto, mas calmo, armónico y creativo.

Hace miles de años que esto se conoce: todo depende del nivel de vibración del pensamiento, de la palabra y del cuerpo mismo. Las danzas, los rituales y ceremonias, los sonidos, los cánticos, buscaban elevar (expandir) la conciencia mediante una determinada forma de vibración.

Como vimos antes, la nueva ciencia lo confirma: la realidad que percibimos y creamos depende de cómo vibre el ADN.

El universo vibra. La tierra vibra. Los cuerpos físicos y sutiles vibran.

Cuando un ser humano resuena con esta vibración esencial, se vuelve libre, se ilumina. Toda su vida cobra sentido y como es una parte del todo que incluye al todo, esta actitud influye en la totalidad, inconciente y naturalmente.

¿Cómo hacer para sintonizar con frecuencias superiores del ser?

En primer lugar, abandonando las emociones parásitas como el miedo y la preocupación y reemplazarlas por un sentimiento positivo de autoconfianza y amor, hacia uno mismo y por extensión hacia todo lo demás.

La frustración (que genera bloqueos y enojo) proviene de un exceso de deseos no realizados.
La inseguridad y el egoísmo son estados de la mente.

Pero la mente es vacío, no tiene sustancia propia, existe por interdependencia, como un reflejo.

Todos los pensamientos son relativos, ilusorios, insustanciales.

La realidad que percibimos depende de la mente, por eso es ilusoria.

Para penetrar la verdadera naturaleza de la realidad, hay que abandonar la mente.

Bodhidharma, que fue un gran maestro zen del siglo VI, escribió: “Usar la mente para buscar la realidad es ignorancia. No usar la mente para buscar la realidad es conocimiento. Liberarse uno mismo de las palabras es liberación. Cuando la mente deja de moverse, penetra en el nirvana. Nirvana es una mente vacía. Cualquiera que sepa que la mente es una ficción y está vacía de cualquier cosa real, sabe que su propia mente existe y no existe.

Si utilizas tu mente para estudiar la realidad, no entenderás ni tu mente ni la realidad. Si estudias la realidad sin utilizar la mente, entenderás ambas.

Cuando comprendes, entonces la realidad depende de ti. Cuando no comprendes, eres tú quien depende de la realidad. Cuando la realidad depende de ti, lo que no es real se convierte en real. Cuando eres tú quien depende de la realidad, lo que es real se convierte en falso. Cuando dependes de la realidad, todo es falso.
Cuando la realidad depende de ti, todo es verdad
.”

El secreto está en el conocimiento de sí mismo.

Conocerse a si mismo es la única manera de trascender las limitaciones y las ilusiones. Para aprender a pensar hay que aprender a no pensar.

Parar el movimiento de la mente y permitir que la conciencia se armonice con la vibración del cielo y de la tierra.

La practica de la meditación como zazen, es un verdadero tesoro, ya que en la quietud y el silencio interior nos permite conocernos en profundidad y que se exprese nuestra naturaleza más elevada, nuestra esencia divina, de forma natural y sin intermediarios.

El auténtico conocimiento lo encontramos mirando el interior de nuestro ser.

La verdadera sabiduría vibra en la frecuencia del amor universal.

El camino de la libertad pasa por el corazón.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Como gotas en el océano



Todo existe como un campo de energía, un modelo vibracional único de energía e información.
Todo lo que existe es esta misma energía en distintas manifestaciones.

Estos modelos infinitos crean infinitas formas, al igual que el agua puede manifestarse como líquido, nubes, vapor o hielo. Se ven y se sienten muy diferentes, pero en definitiva, son agua en distintas formas.
Algunos modelos de energía se manifiestan como el cuerpo físico, otros como la mente humana, otros como aves, árboles, insectos, agua, fuego, cielo y tierra.

En el nivel de energía pura todo está conectado con todo lo demás. No existe un yo y los demás, sólo uno.
Potencialmente tenemos la habilidad de acceder a todo este campo de energía cósmica o universal y, como energía y conciencia son lo mismo, poseemos la habilidad o la capacidad de acceder a la conciencia total, la mente infinita, que llamamos Dios o Buda, la gran mente.

Este 'Dios' no está separado de nosotros, es nosotros y nosotros somos él. Somos un aspecto de la mente infinita (como lo es todo lo que existe) y, por lo tanto, tenemos el potencial para conectarnos con esta conciencia porque, en nuestra más elevada expresión, eso es lo que todos somos: unidad, es decir, somos todo.

Somos como gotas en un océano infinito,

individuos hasta cierto punto, pero juntos hacemos el todo, la suma total de pequeñas gotas. Sin estas gotas no puede existir el océano. Sin embargo, la pregunta es: ¿Nos sentimos conectados con este océano, o solo nos identificamos como gotas?
Un antiguo proverbio dice: “¿Como hacer para que una gota de agua no se seque?... ¡arrojándola al océano!”.

Si conectamos solo con una pequeña porción del océano, será inevitable estar desvinculado del potencial infinito de energía, amor, comprensión y sabiduría. De esta forma se vivirá una vida previsible y rutinaria dominada por la preocupación y el miedo. Una existencia común y corriente sin el poder para controlar su propio destino.

Pero al abrir la mente y el corazón y salir del capullo, uno se conecta con más y más del océano infinito y, al hacerlo, podemos comprender que no somos solamente un cuerpo físico experimentando un tiempo de vida sin sentido.

Somos conciencia infinita experimentando este mundo, este nivel de realidad, como parte del eterno viaje del espíritu a través de la experiencia.

Somos una parte del todo, que contiene al todo y tenemos por lo tanto el potencial de acceder al todo.

Cuando se dice: “somos hijos de dios”, ¿Qué significa esto?

Significa que poseemos la misma genética, la misma naturaleza. Somos dioses en potencia. La semilla de dios habita en nosotros, solo hay que dejar que crezca y permitir que se exprese en nuestra vida esta conciencia infinita: la naturaleza de Buda, nuestra esencia universal.

No hace falta creer en dioses externos, en imágenes. En culpas y pecados o falsas morales. Las viejas supersticiones son caca. Hay que creer en uno mismo, en su propia naturaleza. Practicar meditación (zazen), es una ayuda de una alta dimensión.

Nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, es el océano de potencialidad infinita del cual surgen (y retornan) todos los seres, todas las formas, todos los fenómenos, al igual que las olas que se forman por un breve momento, vuelven al mar.

Todo esto puede parecer muy profundo, nuestra mente puede aceptarlo, incluso en su diálogo interno. Pero no es necesario pensar en eso, ya que somos eso. No se comprende intelectualmente, no es un saber libresco, todo esto es imaginación. Se debe realizar con la totalidad de la existencia. Seguro que incluye la reflexión y el pensamiento, pero verdaderamente surge desde el silencio interior, de la meditación, más allá de las dualidades y de cualquier lógica.

Depende también de cómo vibremos, mejor dicho, de la frecuencia en la que vibre el ADN en nuestras células.

Hay científicos que en la actualidad han demostrado que el miedo posee una frecuencia vibratoria baja y por lo tanto, una larga longitud de onda, mientras que la emoción que llamamos amor resuena con una elevada vibración y con una corta longitud de onda. Cuanto más alta sea la frecuencia en la que vibre el ADN, más sitios de su molécula se activarán, o sea, ganará en potencia y en eficacia.

El ADN, posee el material genético del cuerpo humano y responsable de la formación (síntesis)de proteínas, pero fundamentalmente es un transmisor y receptor de frecuencias muy sofisticado. El ADN es un verdadero dispositivo transceptor , es una antena que emite y recibe información.

Los experimentos demuestran que cuando se coloca una porción de ADN en un tubo de electrones (o fotones), estos se forman juntos y se alinean siguiendo la misma forma del ADN. Cuando se retira el ADN, las partículas mantienen la misma forma. En otras palabras, el ADN está constantemente influyendo en la energía a nuestro alrededor.

Nuestro estado vibracional (emociones y pensamientos) influye en el entorno a cada instante. (ver: el lenguaje del ADN).

Cuando cambiamos las actitudes y el estado de espíritu o la mentalidad (como prefieras) cambiamos el todo, porque somos parte del todo, de hecho somos el todo.
¿Todavía te sientes común y sin poder?.

Hay otra manera de ver esto. Nuestra conciencia es una serie de campos de energía interconectados. Tenemos nuestro intelecto, emociones, un cuerpo físico y cuerpos sutiles, todos vibrando en frecuencias diferentes, pero impregnándose unos a otros. Múltiples dimensiones coexistiendo al mismo tiempo. El animal y el dios, el cuerpo y el espíritu.

Estos niveles de energía, que también corresponden a dimensiones del espíritu se manifiestan a través de unos vórtices de energía conocidos como chakras, palabra sánscrita que significa ‘rueda de luz’. (ver: "La Matriz")
Como lo vimos anteriormente, es a través de los chakras, que los desequilibrios emocionales pasan al nivel mental y si persisten, al nivel físico.

Los planos sutiles y el físico son diferentes aspectos de una única realidad.

Es así cómo el estrés causa enfermedades físicas y la razón de porque dejamos de pensar claramente cuando estamos afectados emocionalmente. Todos los niveles están interconectdos (de hecho son uno solo).

Encontramos los siete chakras principales entre la parte inferior de la columna vertebral y la parte superior de la cabeza. Los tres más bajos nos conectan a la tierra y los tres superiores nos conectan al espíritu, al "océano infinito".
En un estado de equilibrio, el ser humano representa la conexión entre lo físico y lo espiritual: entre la tierra y el cielo.

El punto de equilibrio en el sistema de chakras es el 4º chakra, el del corazón, desde el que expresamos la emoción de amor u odio (mejor dicho: falta de amor), las expresiones más altas y más bajas del rango de frecuencias de este chakra.

Cuando estás expresando amor en su sentido verdadero y más puro, el amor incondicional, que no juzga ni discrimina, podemos llamarlo también compasión, entonces este chakra del corazón se abre como una flor y gira muy rápidamente con enorme poder y, al hacerlo, lo reconecta con sus dimensiones más altas que vibran en esa elevada frecuencia de amor.

Lo que ocurre a veces, sin embargo, es que la conciencia inferior se desconecta de los niveles más altos del ser y una vez que eso ocurre la conciencia inferior puede correr detrás de deseos mas bien bajos o básicos: sexo, comida, supervivencia, dinero, seguridad material e incluso llegar a la violencia y el engaño para lograr esto.

Los niveles más bajos están relacionados con el paleoencéfalo , lo que actualmente se denomina complejo reptiliano, nuestra parte del sistema nervioso evolutivamente más antigua.

El cerebro reptil (ver) es el encargado de mantener la vida y la reproducción pero carece de emociones y de razón. No posee ninguna creatividad, su visión está limitada a su objetivo, por lo tanto, en términos de supervivencia es muy eficaz pero su capacidad (y su calidad) de acción es muy reducida. (no esperes que un cocodrilo cambie sus rutinas).

Hay una tendencia en la actualidad a manipular a las personas hacia un rango más inferior de conciencia, mediante un control mental y emocional masivo.
Si tomamos la definición de control mental como la manipulación de la mente de un individuo para que piense y actúe de una manera determinada, muchas personas están siendo hoy en día controladas mentalmente. Este tema es tratado en otras entradas, pero solo basta con observar como funciona una buena parte de la sociedad moderna.
Pero la manipulación de la mente y las emociones, y la desconexión del océano infinito de potencialidad, tienen verdaderamente raíces profundas en la historia de la humanidad.

continúa...

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Múltiples dimensiones



Estamos habituados, mejor dicho, programados, a considerar a nuestro cuerpo solo desde el nivel físico.

La ciencia dominante lo considera así, aunque por otra parte se comprueba que todo en esencia es energía e información en distintos grados de condensación y lo que consideramos “físico” o material corresponde simplemente a un nivel más denso de organización y a una más lenta frecuencia vibratoria.

Pero un ser humano posee varios cuerpos de acuerdo a la frecuencia en la que vibren, desde los niveles más sutiles como el espíritu, las emociones, la energía vital, que vibran en una rápida frecuencia hasta llegar al nivel físico y a la densidad de la materia. Los planos sutiles, que nos conectan con todo, vibran más rápido y el plano físico que nos separa e individualiza, lo hace con una frecuencia más lenta.
En realidad esta diferenciación se hace para comprender mejor y facilitar su estudio, pero de hecho es uno solo cuerpo, una sola conciencia. En esencia la materia y la energía son lo mismo.

Somos conciencia infinita animando un cuerpo físico por un corto período de tiempo. Seres multidimensionales hechos a imagen y semejanza del universo, reflejando su misma forma de organización.

Así como cada uno de nosotros es una parte del universo que contiene la información del todo. Cada parte de nuestro cuerpo contiene también la información del todo. Cada átomo que compone nuestro cuerpo es un universo en si mismo.

Actualmente se ha desarrollado la teoría de los múltiples universos, y nosotros a pequeña escala poseemos también una multiplicidad de universos, tenemos la posibilidad de interrelacionarnos con diferentes dimensiones, ya que la energía y la conciencia son una, y están conectadas con todo. Son todo.

Un átomo y su electrón son objetos multiverso, ¿que significa?, que existen y dejan de existir de un instante al otro. Aparecen y desaparecen. Cuando se los intenta medir (ver principio de incertidumbre) la cosa se complica.

Las partículas, en mecánica cuántica, no siguen trayectorias definidas.

No es posible conocer exactamente el valor de todas las magnitudes físicas que describen el estado de movimiento de la partícula en ningún momento, sino sólo una distribución estadística.

Por lo tanto no es posible asignar una trayectoria a una partícula, como lo describe la física clásica y las leyes de Newton.

Lo que se puede decir es que hay una determinada probabilidad de que la partícula en cuestión se encuentre en una determinada región del espacio en un momento determinado.

Las partículas aparecen y desaparecen, pero ¿A donde van?.

Los universos paralelos existen.

Así de contundentes fueron los resultados del estudio efectuado en el 2007 por científicos de la Universidad de Oxford, en el que demuestran matemáticamente que el concepto de estructura de árbol de nuestro universo es real.

Esta propiedad del universo es la que sirve de base para crear nuestra realidad.

La teoría de los universos paralelos fue propuesta por primera vez en 1950 por el físico estadounidense Hugh Everett, en la que intentaba explicar los misterios de la mecánica cuántica que resultaban completamente desconcertantes para los científicos. Expresado de una manera muy simplificada, lo que propuso Everett fue que cada vez que se explora una nueva posibilidad física, el universo se divide. Para cada alternativa posible se “crea” un universo propio.

Un ejemplo puede ayudarnos a entender este concepto: imaginemos que un peatón escapa por poco de ser atropellado por un coche. Este evento tiene lugar en un universo, pero en otro puede haber resultado atropellado y estar recuperándose en un hospital. Y en un tercero, puede haber muerto. El número de posibilidades es infinito.

Este concepto resultaba muy extraño para los científicos, quienes generalmente lo descartaban considerándola una fantasía. Por supuesto, en la Literatura, muchos escritores aprovecharon esta idea para crear numerosas historias (ver: "La noche boca arriba" de J. Cortázar). Incluso en Hollywood se realizaron varios films (por ej: ¨The one" con Jet Li).

Sin embargo, las nuevas investigaciones realizadas en Oxford demuestran que los universos paralelos y las multiples dimensiones son matemáticamente posibles.

El equipo dirigido por el Dr. David Deutsch, demostró matemáticamente que la estructura del universo contiene infinitas bifurcaciones creadas al dividirse en versiones paralelas de sí mismo, que pueden explicar la naturaleza probabilística de la mecánica cuántica.

Haciendo un gráfico, la línea de tiempo del universo podría verse como si fuese un árbol infinitamente grande.

La mecánica cuántica predice que una partícula no existe realmente hasta que es observada. Hasta entonces, las partículas ocupan una nebulosa de estados “superpuestos” al mismo tiempo. (superposición cuántica)

El hecho de ser observadas, “fuerzan” a las partículas a adoptar un estado particular de realidad, de la misma manera que una moneda girando en el aire solo muestra “cara” o “cruz” una vez que se detiene. Según la teoría de los universos paralelos, cada decisión de este tipo generaría un nuevo universo por cada uno de los posibles resultados.

Lo interesante es que el aspecto de la realidad del universo paralelo es aplicable a los objetos de todos los tamaños: galaxias, estrellas, humanos, átomos…todo.

Se la llama teoría de los universos paralelos pero se podría llamar teoría de los electrones paralelos.

Y lo que aquí se afirma es que los átomos existen en más de un lugar a la vez, en diferentes universos al mismo tiempo y los seres humanos, compuestos de átomos, existimos también en más de un lugar, en más de un estado mental, en diferentes cuerpos y formas de organización, es decir en múltiples universos.

Esto nos lleva a modificar la percepción que tenemos de la realidad y de nosotros mismos, y nos coloca en un nuevo lugar: el del observador que crea su realidad con cada mirada, con cada pensamiento, con cada deseo.
Somos conciencia infinita y estamos ligados a todo lo que existe.

Esto no es posible medirlo o comprobarlo con nuestra percepción limitada ni con ningún tipo de tecnología, porque el nivel último de la realidad es fundamentalmente vacío. (ver "el vacío creador")

Ya vimos en entradas anteriores que incluso nuestra apariencia y todo lo que percibimos es simplemente una imagen tridimensional proyectada por nuestro cerebro a partir de su programación y de nuestras creencias.

La realidad tiende al cambio y a la diversidad, a la variedad infinita.

Existe un número ilimitado de universos y, en realidad no hay tal cosa como el pasado, el presente y el futuro, tal como los percibimos nosotros.

Lo que está ocurriendo ahora ya ha ocurrido y está por ocurrir. Pasado, presente y futuro se funden en Uno, en el eterno presente. Ahora y aquí.

Solo existe la realidad de este momento.

Este momento incluye al pasado y al futuro.

Por este motivo, al realizar con la totalidad de nuestro ser nuestra verdadera naturaleza, este hecho unificador (cuerpo y espíritu en unidad), desprende una cantidad enorme de energía y luz, que se irradia e ilumina a todas los seres, con los cuales estamos íntimamente conectados, en todas las direcciones, en todas las dimensiones, en el pasado y en el futuro.

Natural y armoniosamente.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El gran ilusionista


A medida que se va estudiando el funcionamiento del cerebro a lo largo de las épocas, se van descubriendo características asombrosas de nuestro CPU biológico.
En la antigüedad ni se tenía idea de su funcionamiento.

La medicina tradicional china se refiere al cerebro como un órgano accesorio, entendían la percepción, las emociones y el conjunto de funciones neurofisiológicas como el resultado de la dinámica conjunta de todos los órganos internos.

Con el advenimiento de la ciencia en el siglo XVII, se comenzó a tener otra forma de conocimiento sobre el cerebro.

Primero se llegó a su descripción anatómica estudiando cadáveres, luego el interés científico llevó a experimentar (y sacrificar) animales pequeños y grandes, e incluso seres humanos, tratando de conocer su funcionamiento. Así se fueron estableciendo y clasificando las diferentes áreas y estructuras del cerebro (áreas de Brodmann, tallo cerebral, sistema límbico, núcleos, corteza, etc).
De manera que hoy en día, la mayor parte del conocimiento científico acerca del funcionamiento cerebral es el producto de incontables años de disecciones, autopsias y pruebas (muchas de ellas cruentas) en pacientes.

Esto ha llevado, aún en la actualidad, a tener una visión localizada de las funciones cerebrales, es decir, cada parte o estructura del cerebro tiene una función específica y determinada y la alteración o el daño de esta parte producirá a su vez una enfermedad ya conocida y debidamente clasificada.

Sin embargo, esto no explica verdaderamente lo que sucede en el cerebro y como funciona.
Hay fenómenos como la memoria, el aprendizaje, la percepción e incluso la sensibilidad, que no pueden ser verdaderamente localizados en una parte específica del cerebro, a pesar de que existan zonas que tengan una mayor relación con estas funciones.


Podemos ver esta forma “científica” de interpretación en otras áreas de la ciencia como la física.

Hasta el advenimiento de la mecánica cuántica se consideraba al átomo y sus electrones como los componentes últimos de la materia. Hoy se habla de los átomos más en términos de posibilidades y de insustancialidad que como materia sólida.

La forma en que percibimos la realidad es un arreglo que hace el cerebro para darnos una sensación de coherencia, continuidad y solidez, aunque para esto debe rellenar agujeros, inventar o crear una realidad perceptual.

El cerebro es el gran ilusionista.

Solo vemos lo que el cerebro dice que vemos, y como lo demuestran numerosos estudios, esto está en relación con lo que creemos.

Lo que sucede “afuera” no es realmente lo que aparenta ser.

Los ojos no envían al cerebro imágenes en 3D de personas, de árboles o de la calle, o algo que pensamos que vemos fuera de nosotros. Los ojos envían señales bioeléctricas que una vez que son decodificadas por el cerebro (y no solo la corteza visual!), este devuelve, es decir, proyecta una imagen holográfica dándonos la sensación, incluso física, que lo que vemos realmente existe (de la manera que lo vemos).
Por eso es que la naturaleza de lo que percibimos es una ilusión fabricada por nuestro cerebro.
En realidad no hay colores, ni sonidos, ni sabores, solo hay ondas electromagnéticas que son decodificadas e interpretadas y que generan una serie de descargas electroquímicas por parte del director del film y encargado de efectos especiales: nuestro cerebro.

Los colores son diferentes longitudes de onda del espectro electromagnético que el cerebro decodifica a partir de la luz blanca.

No hay tal cosa como “el universo”, porque hay un universo dentro de cada cerebro y cada uno con una percepción diferente, con un punto de vista propio y único.

Las realidades colectivas, es decir, el hecho de que aparentemente experimentemos todos la misma realidad, es solo un acuerdo mental, los cerebros se alinean en una misma longitud de onda y vibran de manera similar.

Como cuando vamos al cine y vemos un film, todos vemos la misma película, pero en realidad cada uno vive una experiencia diferente. Algunos ríen, otros lloran, están los que se aburren y los que se duermen, para algunos llega a ser completamente “real” y luego están incluso los que se levantan y se van. Fin de la presentación. El elemento común es que esas imágenes tan “reales”, solo son una serie de fotografías que en movimiento dan la sensación de continuidad, ondas electromagnéticas, primero decodificadas por un proyector y luego por nuestro cerebro.

Otra cosa está clara, nadie piensa que John Wayne está vivo en la pantalla, sabemos identificar la ilusión. Sin embargo todo se pasa dentro de nuestro cerebro.

Para la mayoría de nosotros es obvio que el sentimiento de amor o de enojo, la sensación de frío o de hambre son realidades internas y que el canto de un pájaro, el ruido de un motor o el calor del sol son realidades externas.

Cuando vemos un objeto, la imagen se forma en el cerebro, pero no lo percibimos como si estuviera “adentro” nuestro si no afuera.

Igualmente si nos golpeamos un dedo y nos duele, el dolor no está ahí, el estímulo viaja por las vías nerviosas desencadenando una serie de reacciones neurofisiológicas en alguna parte del cerebro, en definitiva es este el que interpreta y decide si duele o no.
Existe el fenómeno del "miembro fantasma". Algunos a los que se les ha amputado un miembro (u otra parte: un seno, un diente, etc.), pueden, incluso luego de mucho tiempo, sentir dolor, hormigueo o molestias en el lugar donde tenían el miembro o la parte extraída. Esto es debido a que el cerebro mantiene aún un esquema de esa parte o miembro, así que en una zona de su estructura para el cerebro ese miembro sigue existiendo.

El cerebro tiene la capacidad de hacernos creer que las cosas están ubicadas donde no lo están, proyecta la ilusión de que ciertos procesos que son internos tienen lugar fuera del cuerpo.
Otro dato interesante: el cerebro no diferencia entre lo que imagina y lo que percibe. El recuerdo de una situación de peligro o de una experiencia vivida con intensidad activa las mismas zonas cerebrales que si estuviera percibiendo ese fenómeno. (ver post: falsos recuerdos ).

La sinestesia es una condición donde la información sensorial se confunde y es interpretada por el sentido incorrecto. Por ejemplo, ante un sonido específico se percibe un sabor determinado, o un olor particular se percibe como un sonido.

La hipnosis provoca una reinterpretación de las señales eléctricas por parte del cerebro. El hipnotizador implanta una falsa creencia de manera que el cerebro interpreta estas señales para que encajen en esta creencia.

Esta característica del cerebro puede ser utilizada con fines terapéuticos, pero también con fines egoístas, para crear una necesidad (e incluso una adicción), y esto es utilizado por las companias de marketing y propaganda para venderle a la gente productos, medicamentos, alimentos chatarra e incluso candidatos políticos.

Conociendo como funciona el cerebro, hacer esto es muy fácil. Basta con implantar una necesidad o un problema y hacer que la gente crea en eso. Luego se vende (o se impone la solución). Como vimos en entradas anteriores, la TV y los medios de comunicación sirven a este propósito.

Los laboratorios medicinales diseñan nuevos medicamentos y para venderlos y generar millonarias ganancias crean una nueva enfermedad, o una epidemia, o un nuevo riesgo para la salud, luego utilizan a los médicos como intermediarios, que luego de un diagnóstico incorrecto y muchas veces tendensioso crea en el paciente la creencia en esa enfermedad y entonces el falso tratamiento es instalado en la vida de muchas personas que no solo pagan con dinero si no con su salud y felicidad. (ver más).

La técnica del mensaje subliminal no es nueva, aunque en la actualidad sus usos se han potenciado.

Como se puede ver, las apariencias engañan, hay que aprender a filtrar y purificar la información que se recibe.

Instalar buenos programas en el cerebro, incluso un buen anti-virus, que nos permitan percibir una realidad más allá de los órganos de los sentidos, y por supuesto eliminar los programas nocivos e inútiles que entorpecen el funcionamiento y pueden provocar un daño grave.

Se trata de crear una realidad más amplia, más normal, más libre e inteligente.

El cerebro es el gran ilusionista, cuando le confiamos la conducción de nuestra vida, todo se vuelve virtual, caemos en la confusión y en la ilusión con facilidad.

Pero si aprendemos a escuchar al corazón y le permitimos que se exprese, naturalmente se establece el equilibrio, así podemos percibir lo "real" y trascender la ilusión.

sábado, 30 de octubre de 2010

El valor de la vida



¿Qué valor tiene la vida?
¿Vale algo nuestra existencia?
¿Por qué tememos perder y morir?

Para empezar debemos tener en claro que es la vida y la existencia.

Parece simple y hasta obvio, pero ¿Qué valor tendría una existencia impermanente constituida en un 1% por materiales reciclables y el 99% restante vacío?

Todo depende del nivel en el que nos situemos para observar.

Desde el punto de vista del universo, la vida y la muerte, no existen. Solo existe la transformación, la alternancia de ciclos. La energía no puede ser creada ni destruida, solo transformada. No nace ni muere. Está fuera de la ilusión del tiempo y del espacio.

Somos en esencia la conciencia misma del universo, surgimos del océano de potencialidad infinita, somos un condensado de energía e información

¿vale algo esto?.

Vivimos en un universo de abundancia, cada punto del espacio contiene la posibilidad de crear universos. La vida surge a cada instante y la muerte completa el ciclo. Una danza sin fin.

Pero si algo no muere ¿Cómo puede nacer?
Si fundamentalmente estamos hechos de energía e información indestructibles, ¿Qué parte nuestra es la que nace y muere?

Es interesante, porque desde que empezamos a tener conciencia de nosotros mismos, comenzamos a quedar atrapados en esta imagen que vamos creando, que a medida que crecemos se va enriqueciendo con información y experiencias y forma un verdadero holograma en 3D con vida propia (ver: la naturaleza holográfica de la realidad).

Si queremos tocar un holograma no es posible, este no existe, es solo una proyección, da la impresión de ser real, pero no lo es.

Experimentamos la materia y el mundo físico, pero estos en esencia no son sólidos ni objetivos, es decir, no tienen sustancia propia ni existen por si mismos.

Esto es lo que nos dice la ciencia actual y las antiguas enseñanzas espirituales: "Todo lo que conocemos del mundo cotidiano no es más que una interpretación y una proyección que hace el cerebro". Este recibe millones de bits de información en un segundo, los organiza en un holograma que luego proyectamos hacia el exterior.

Cuando dirigimos la mirada a la raíz, a la esencia de nuestra existencia, todo se disuelve, ya no existen los objetos por separado si no la relación entre ellos, el tiempo y el espacio desaparecen.

Las únicas realidades que conocemos son las que fabrica nuestro cerebro
.

Todas las categorías y conceptos que usamos para describir lo que percibimos, solo existen en nuestro cerebro.

Por esto es que la educación que recibimos como individuos es determinante en el momento de percibir y crear nuestra realidad.

La educación moderna se basa en el bombardeo del hemisferio izquierdo con conceptos y nociones abstractas, produciendo un desarrollo excesivo de este en detrimento de la parte derecha. El cerebro izquierdo es el que separa para comprender. Aísla los objetos, conceptualiza, crea categorías y clasifica. Representa el lado masculino, la individualidad, la razón y la palabra, el tiempo, el sujeto separado del objeto.

El cerebro derecho es el que nos permite sentirnos unidad con todo lo demás. Representa el lado femenino. Es holístico y silencioso, no hace categorías ni separa, representa la intuición, el arte, nos relaciona con el espacio. El sujeto y el objeto no están separados.

El fracaso de esta forma de educación es que forma individuos aislados, con capacidad para percibir un universo conceptual, repleto de nombres y categorías, donde el sujeto está separado de todo lo demás, incluso de si mismo.

Hay científicos, médicos especialistas, profesores, políticos y profesionales, algunos muy destacados e incluso premiados, que solo funcionan con su hemisferio izquierdo, es decir con la mitad de sus cerebros. ¡Increíble!

Es obvio que en ese universo creado por el cerebro izquierdo es muy fácil sentirse perdido, aislado, solo y desequilibrado. La realidad que se genera es siempre dual y contradictoria. Limitada. Únicamente se percibe el lado material y objetivo de la vida. El hacer, producir, ganar y acumular.

Con este estado mental, todo lo que percibimos se convierte en objeto: las personas pasan a ser objetos (que se pueden poseer, manipular, decorar, comprar, perder, etc.), las relaciones se vuelven un objeto, la felicidad, la salud, la educación, incluso nosotros mismos nos convertimos en un objeto de nuestra percepción ilusoria.

Aquí el valor de la vida está en función de las posesiones. En este nivel de vibración se gana y se pierde. Solo hay nacimiento y muerte. Fijamos el valor de la vida por lo que tenemos y no por lo que somos.

Pero si somos en esencia conciencia infinita y estamos conectados con todo el universo, ¿vale algo la vida? ¿Cómo medimos su valor?
Muy simple: nuestra vida no vale nada, porque en esencia somos nada, o todo, que es lo mismo. Somos pura potencialidad infinita. Imágenes en pequeño del universo mismo.

Cuando estamos aislados y funcionando con nuestra personalidad limitada e ilusoria, aquí es cuando tenemos la sensación de que la vida vale algo, y tememos perderla, o fracasar o estar solos y sufrir.

El verdadero valor de la vida es la posibilidad de experimentar concientemente nuestra naturaleza universal e infinita, el ser auténtico y real. El ser es experiencia.

Nacer con forma humana es algo único, un raro momento que pasa en un abrir y cerrar de ojos. No hay nada fuera de nosotros que pueda determinar el valor de nuestra vida.

No hay nada que perder, ni siquiera tiempo, solo existe este momento, ahora y aquí para realizar nuestra vida en plenitud, sin miedo, sin conseciones.

Las posturas y actitudes que tomemos nos ayudan a encontrar el equilibrio. (ver: zazen)

Cuando estamos equilibrados, alineados, y sintonizamos con el “gran espíritu”, con la conciencia única que conecta todo en el universo, cuando permitimos que se manifieste nuestra auténtica naturaleza, sentiremos fácilmente la conexión con todos los seres y con todo lo que nos rodea, y sentiremos la vida en todas partes.

En ese momento podemos comprender que nuestra vida no es más ni menos valiosa que cualquier otra, simplemente porque en esencia somos uno.