miércoles, 18 de mayo de 2011

Tensegridad celular


La relación entre la estructura y la función en biología

Existe una relación de complementariedad entre la forma (estructura) y la función, esta es una característica de la naturaleza y se aplica a todas los objetos, cosas y organismos.

Los antiguos taoístas observaron esta interdependencia y desarrollaron la teoría del yin y yang, que es aplicable a todo lo que existe: 2 fuerzas opuestas que trabajan juntas formando un todo. El yin es sustancia, forma, sostiene, contiene y nutre, representa a la materia. El yang es función, movimiento, acción, protección, representa a la energía.

Pero estos no son conceptos absolutos, son relativos y están en constante intertransformación. La materia se transforma en energía. La energía se materializa. El yin se convierte en yang y el yang se transforma en yin.

En biología se define en términos de parénquima y estroma. Se denomina parénquima al tejido funcional del órgano (por ej.: secreciones glandulares, síntesis de proteínas, etc,); en contraposición, la estroma, son los tejidos de contención y sostén (generalmente, tejido conectivo).

La célula, los tejidos, los órganos y el organismo en su totalidad, presentan una parte funcional y otra de sostén.

Generalizando, podemos entender la tensegridad como un sistema dinámico formado por un campo continuo en tensión que se encuentra envolviendo “islas” o componentes discontinuos en compresión. Así, cambiando los nombres de compresión y tensión por los de atracción y repulsión, o contracción y expansión, una galaxia (estrellas-planetas) o un átomo (núcleo–electrones) pueden considerarse sistemas en tensegridad.

Así simplemente, definimos a la tensegridad, como la relación o mejor dicho, el balance entre dos fuerzas opuestas: tensión y compresión.

Todas las estructuras, desde un artefacto creado por la inteligencia humana o una forma de vida que evolucionó por selección natural durante millones de años, presentan un equilibrio entre 2 fuerzas opuestas y complementarias.

A medida que vamos comprendiendo la naturaleza y a nosotros, como parte de ella, observamos que en todas partes se repite el mismo modelo. En este modelo de un universo organizado en escalas o jerarquías, lo infinitamente grande (galaxias) y lo infinitamente pequeño (átomos) presentan la misma dinámica, el mismo equilibrio de fuerzas: expansión y contracción. Y en el medio de la escala (entre lo grande y lo pequeño) se encuentra la célula, que también puede considerarse un sistema con “integridad tensional”.

En el sistema de tensegridad celular está incluida también la matriz extracelular.

La matriz extracelular (MEC) es el medio que rodea a las células.

Es una sustancia viscosa formada por materiales extracelulares que junto a las células conforman los distintos tipos de tejidos (músculo, hueso, piel, tejido conectivo, etc). A su vez, los tejidos forman órganos y los órganos forman sistemas o aparatos (digestivo, genitourinario, respiratorio, cardiovascular) y el conjunto de estos conforman un organismo.

Diferentes niveles de complejidad, comunicados entre si y que expresan la misma dinámica de fuerzas.

La MEC es un medio de integración o comunicación fisiológico, de naturaleza bioquímica compleja, en el que están "sumergidas" las células.

La célula presenta receptores en su membrana, un tipo de proteínas especializadas llamadas integrinas, que además de ser transductoras de señales, anclan la célula a la MEC.

El mantenimiento de la forma celular y de la tensión intracelular, dependen también de la integridad, la composición química, la estructura de la MEC y las conexiones que tenga con la célula. De hecho la célula y la MEC son parte de un solo organismo.

Esta matriz es una sustancia continua, ramificada, presente en todas partes, que sostiene, envuelve y estructura todas las células y tejidos del cuerpo de una manera dinámica y funcional.

Las características mecánicas de la matriz extracelular como rigidez y deformabilidad, son factores importantes que influyen en la conducta y la dinámica de las células tales como la diferenciación, la multiplicación, la supervivencia y la movilidad (migración).

La transducción mecánica, que es la transformación de fuerzas físicas en reacciones químicas, es capaz de modificar la estructura molecular del citoesqueleto e incluso estimular la formación de tejido, como por ejemplo un epitelio.

Esto resulta un aspecto interesante de la dinámica de la reestructuración del citoesqueleto y la capacidad de regeneración celular.

Las células también tienen "tono", al igual que los músculos, debido a la atracción constante de los filamentos del citoesqueleto. Como la cuerda de una guitarra, su sonido depende de su “estiramiento” y del lugar donde se pulse, es decir, donde se ejerza la presión, (estiramiento y presión).

La tensión que presenta el citoesqueleto de una célula, en un momento dado, está influenciado por la dinámica celular y la forma de su núcleo. Cualquier cambio en las fuerzas intracelulares, derivado de su interacción con el exterior y que provoque cambios en el citoesqueleto, induce a que también se den cambios en la forma del núcleo de la célula.

Las características del núcleo celular, en particular su viscoelasticidad, tienen un papel determinante en las interacciones mecánicas que se dan entre el núcleo, el citoesqueleto y la matriz extracelular, ya que presenta propiedades distintas a las del citoplasma.

Las deformaciones del núcleo modifican no solo su composición química sino también influyen en la estructura y función del ADN (información genética).

Los núcleos celulares también tienen una dinámica propia debida a su composición; cuando una célula va de un lado a otro puede atravesar un diámetro menor al suyo y entonces la deformación del núcleo también está en relación a la deformación que presenta la célula completa. El tamaño y la forma de los núcleos celulares son variables y depende del tipo de célula.

Su dinámica y su composición química están íntimamente relacionadas con las del esqueleto celular (citoesqueleto). De hecho se ha observado que la plasticidad del núcleo de las células cancerosas favorece para que éstas se diseminen con más facilidad que otras.

La estructura molecular de las células presenta propiedades vibratorias con armónicos complejos. El ADN recibe y emite información como una antena (ver post: "El lenguaje del ADN")

Los sistemas de tensegridad desempeñan además el papel de osciladores armónicos acoplados.

Las interacciones vibracionales “atraviesan” un “tejido matricial de tensegridad”: matriz nuclear, matriz celular y matriz extracelular (en ambas direcciones), estos diferentes niveles funcionan como uno solo equilibrando las vibraciones propias de la célula con los estímulos y señales que esta gestiona, desde el exterior de la célula hasta el ADN en el núcleo y viceversa.

Este acoplamiento entre los diferentes niveles de organización permite los procesos de amplificación y de atenuación del estímulo o la señal.

El nivel de tensión celular actúa como un modulador mecánico que puede ampliar, modificar o suprimir las informaciones en un sentido o en el otro.

¿Podemos generalizar estos fenómenos a través de todas las escalas estructurales desde la célula hasta el cuerpo entero?

A través de las escalas de organización sucesivas (ver post sobre fractales), los estímulos o las fuerzas que recibe el organismo entero o una de sus partes, se transmiten al nivel celular.

Esta organización jerarquizada posee un papel protector (amortiguador), las fuerzas (expresadas en newton), recibidas a la escala del cuerpo (macronivel), son atenuadas para llegar al orden de los milinewtons (y menos), “comprensibles” para la célula (micronivel). De esta manera, la piel y los tejidos normalmente resisten el estiramiento, y el cuerpo tiene la capacidad de asimilar impactos o choques a veces violentos.

El cuerpo humano forma un sistema automodelado de tensegridad: los huesos, elementos discretos (discontinuos) comprimidos, elevados (contra la fuerza de gravedad) y en equilibrio con la red músculo-fascial tensada que interconecta y sostiene la estructura.

Podemos describir a las fascias como un tejido corporal contínuo, que cumple el papel de “red tensional”: contiene, comunica, vehiculiza información, protege y “tensa” la estructura.

La columna vertebral y la cabeza son una unidad funcional. Este sistema, de partes blandas en tensión y puntales de sostén: como son los huesos, generando compresión, posee todas las características de una estructura de tensegridad.

La columna vertebral con sus ligamentos, fascias y músculos (interespinosos, trapecio, dorsales, lumbares, etc.) funciona como un sistema de tensegridad, en el que las clavículas, las vértebras y las articulaciones sacroilíaca, la escápulohumeral e incluso el hueso hioides en el cuello, están relacionados.

Las partes blandas sostienen, tensan y alinean a la columna. Si la tensión es excesiva el flujo de fuerzas se bloquea y el sistema se vuelve rígido y se desequilibra. Si la tensión es poca o nula, el sistema colapsa, se cae y si los tensores tiran de manera desigual, aparecen deformaciones, torsiones, desbalances, etc.

La correcta posición de la columna vertebral (derecha, estirada, flexible) y la cabeza (en equilibrio sobre los hombros) depende de una “tensión justa o correcta”.

Una de las principales propiedades de la tensegridad es, "la capacidad de disipar las fuerzas y distribuirlas entre todas las partes que componen el sistema, en vez de concentrarlas en aquella que las recibe directamente". Este es un principio fundamental de la “reflexología”.

Otro punto importante es que los sistemas que se autoequilibran consumen menos energía.

En la naturaleza la evolución tiende a la optimización, mayor funcionabilidad (equilibrio dinámico) con un menor gasto de energía.

Las fascias son un camino de acceso directo a las células

El concepto de tejido matricial de tensegridad, desarrollado a propósito de la célula, se encuentra también en la escala macroscópica con la red de fascias.

Por medio de la red fascial se puede acceder a los procesos celulares que relacionan las señales mecánicas recibidas por las membranas a los fenómenos bioquímicos, es decir la transducción mecánica, mediante presiones, manipulaciones y estiramientos como en el caso del shiatsu o la osteopatía.

El citoesqueleto verdadera “fascia intracelular”, funciona como una continuidad de la gran red extracelular de fascias.

El nivel microscópico de la célula con su estructura molecular y el nivel macroscópico de los músculos, fascias y tendones están conectados, son una continuidad, proyecciones de lo mismo pero en diferentes escalas. Es igual para cada parte del cuerpo.

El estado de las partes blandas (músculos, tendones, ligamentos), que representan el sistema de tensión, depende también del estado de los órganos internos, en particular hígado y bazo.

Los huesos, el sistema en compresión, dependen de la energía de los riñones.

La tensión justa y equilibrada del sistema músculo-tendinoso fortalece y protege a los órganos internos. La información viaja en todas las direcciones.

La conciencia mueve la energía y afecta a la materia. Energía y materia se intertransforman sin cesar (E=MC2). La información se desplaza en forma de ondas (en este caso mecánicas) que se propagan y son leídas e interpretadas por las células que a su vez devuelven la señal generando un efecto físicoquímico, el cual reenvía información al medio (retroalimentación o biofeedback).

En la tensegridad, la estructura se considera como una unidad integrada completa, con capacidad para distribuir las fuerzas en todas las direcciones y reequilibrarse. Se puede entender así, como los estímulos o cambios aplicados en una zona ejercen también efectos a distancia.

Sin una cierta “tensión” y sin una cierta “presión” no es posible la vida.

La célula depende de su forma y estructura para desarrollarse y vivir. La forma, a su vez, es mantenida y generada por la función.

Estructura y función, 2 aspectos de una única realidad.

Entonces, la mejor manera de mantener la salud y prevenir enfermedades (y en muchos casos curarlas), es con presiones y estiramientos. La práctica regular de chi kung, yoga, masajes y otras disciplinas afines favorecen este propósito.

Simplemente energía e información aplicadas en la dirección correcta.


sábado, 14 de mayo de 2011

La arquitectura de la vida


Tensegridad celular

La integridad tensional o tensegridad es un modelo explicativo de la organización de ciertas estructuras de tipo dinámico no solo en el campo de la arquitectura y la ingeniería si no también en biología.

Este principio arquitectónico se refiere a un tipo de estructuras formadas por componentes aislados comprimidos que se encuentran dentro de una red tensada continua, de tal modo que los miembros comprimidos (generalmente barras) no se tocan entre sí y están unidos únicamente por medio de componentes en tensión, es decir traccionados (habitualmente cables), que son los que forman los límites espaciales del sistema.

El término Tensegridad, proviene del inglés: Tensegrity, y fue creado por el arquitecto Buckminster Fuller (inventor de los domos geodésicos y primer teórico de la tensegridad), y es una contracción de tensional integrity (integridad tensional).
Fuller define los sistemas de tensegridad como estructuras que estabilizan su forma mediante tensión continua o "integridad tensional" en lugar de por compresión continua , como se utiliza en un arco de piedra.
“Un sistema de tensegridad es un sistema en estado de auto equilibrio estable y está formado por un conjunto discontinuo de componentes comprimidos en el interior de un continuo de componentes tensos".
Una estructura de tensegridad se compone de piezas o elementos, en "tensión", que trabajan en oposición a otros elementos que sirven de apoyo y que se resisten a ser comprimidos.
Estos elementos se equilibran de tal forma que al tensarse estabilizan toda la estructura.
¿Qué tienen en común el cuerpo humano, la carpa de un circo y el aparejo de un velero?: La tensegridad.

En el cuerpo humano, los huesos son los puntos de apoyo en compresión que se oponen a la tensión creada por las partes elásticas (músculos, fascias, ligamentos, etc).
En un barco de vela, el mástil, los esparcidores y el casco actúan como elementos de compresión que trabajan en oposición a los cables que tensan y estabilizan toda la estructura. Del mismo modo, los cables y vientos tensan la tela de lona de la carpa de circo (o de camping, es lo mismo) que tira de las rígidas estacas en el suelo y los postes verticales para dar a su forma.
Aún tenemos muy arraigado el modelo newtoniano de la gravedad. Todo se mantiene erguido y en su lugar por acción del peso de los materiales, un bloque sobre otro. La estabilidad, en este modelo, es de tipo compresivo (columnas, vigas, palancas, puntales, etc).
En cambio, en la “tensegridad” las estructuras están diseñadas desde una perspectiva diferente y más dinámica.

En lugar de utilizar la relación “peso-empuje”, las estructuras con “integridad tensional” están ideadas como un ‘‘sistema de tensiones equilibradas en todas las direcciones’’ (omnidireccional).
Además estas estructuras no tienen necesidad de estar apoyadas en algo, ya que al estar pretensadas poseen un equilibrio interno propio, por lo que no dependen de la gravedad para asegurar su propia estabilidad.

La tensión generada por la gravedad en el modelo newtoniano, es reemplazada, en el modelo de “tensegridad”, por tensiones multidireccionales de cada uno de los elementos de la estructura.
Las primeras estructuras construidas con barras y cables siguiendo el principio de tensegridad fueron creadas a fines de los 40´ por un alumno de Fuller, el escultor Kenneth Snelson.
Una estructura constituye un sistema de tensegridad si se encuentra en un estado de autoequilibrio estable.
El equilibrio entre estos dos tipos de fuerza dota de forma y rigidez a la estructura. Esta clase de construcciones combina amplias posibilidades de diseño junto a gran resistencia, así como ligereza y economía de materiales.
“Tensión continua, compresión discontinua “

¿Es posible que en los tejidos vivos ocurra lo mismo?
A mediados de los años 70, se planteó la hipótesis que relaciona las estructuras de tensegridad con el comportamiento mecánico de las células. Para comprobarlo, el biólogo D. Ingber, modeló una estructura compuesta por seis barras unidas con hilos elásticos. Al colocarla sobre una superficie rígida tendía a adoptar una forma aplanada, mientras que cuando se la liberaba mostraba una conformación más redondeada (se retraía).
Las células presentan el mismo comportamiento.

Desde un punto de vista estructural, la célula puede considerarse un sistema de tensegridad.
Como veremos más adelante, la red 3D del citoesqueleto celular cumple el mismo papel que las barras y los cables en las estructuras de tensegridad, es decir, equilibra las fuerzas que darán forma y rigidez a la célula.

El balance entre estas propiedades le confiere a la célula una integridad tensional que es fundamental. La célula depende de su estructura para poder llevar a cabo sus funciones.
Las estructuras con integridad tensional son muy livianas con respecto a sus posibilidades mecánicas. Además, una señal mecánica transmitida al sistema en un punto, provoca una redistribución de las fuerzas en todas las direcciones. Esto explica la capacidad para absorber choques y la tendencia al equilibrio que tienen estas estructuras.
El modelo de tensegridad permite predecir precisamente el comportamiento de los tejidos vivos.
En líneas generales se puede decir que la célula crece y se divide mientras está estirada, si permanece retraída inicia un programa de muerte (apóptosis), y madura y se diferencia con un grado intermedio de extensión. Este es un ejemplo de la relación entre la estructura y la función a nivel celular.

La tensegridad materializada por el cableado entre todas las estructuras internas permite comprender cómo la célula responde inmediatamente a los estímulos mecánicos externos, ya sean fisiológicos (regeneración, cicatrización), patológicos (traumatismos) o terapéuticos (digitopresiones y estiramientos).
Las fuerzas mecánicas y la bioquímica celular están íntimamente ligadas.
La distorsión física de la célula y del citoesqueleto puede alterar la bioquímica celular e incluso la expresión de los genes (crecimiento, diferenciación celular, etc).
Esta es el enlace interesante:
Investigadores del Hospital de niños de Boston y de la Universidad de Harvard han llegado a comprobar el mecanismo de tensegridad celular.
Demostraron que los microfilamentos contráctiles, que forman parte del esqueleto molecular de la célula: “el citoesqueleto”, actúan como bandas elásticas estiradas que comprimen las fibras huecas llamadas microtúbulos y tiran de las clavijas moleculares que anclan las células a un medio de sostén externo - la matriz extracelular.

Para conocer mejor de que se trata, aquí va una breve descripción:
El citoesqueleto es una estructura dinámica ubicada en el interior de la célua que le permite a esta moverse (usando estructuras como los cilios y los flagelos), mantener la forma y desempeña un importante papel tanto en el transporte intracelular de moléculas como en la división celular.
Este esqueleto celular es un entramado tridimensional de proteínas que provee el soporte interno para las células, anclando las estructuras internas de la misma. En las células eucariotas, consta de microfilamentos, filamentos intermedios y microtúbulos.
Estos andamios moleculares también funcionan como pistas para el movimiento de los corpúsculos u organelas dentro de la célula, y orientar a muchas de las enzimas y los sustratos que participan en las reacciones bioquímicas que regulan funciones celulares esenciales.
Según el punto de vista convencional, la célula se asemeja a un globo inflado llena de una sustancia gelatinosa, sin embargo, esta visión es de poca utilidad cuando se trata de entender cómo las fuerzas mecánicas regulan el comportamiento celular, ya que no se tiene en cuenta la microestructura interna de la célula.

El citoesqueleto es dinámico pero no pierde la capacidad de mantenimiento de la forma, la funcionalidad y la estructura de la red tridimensional que lo conforma.
Su carácter reticulado y tridimensional así como la capacidad de auto-mantenimiento, confieren a los sistemas de tensegridad, como el citoesqueleto, un comportamiento mecánico casi neumático.
Las células reciben todo el tiempo información de las fuerzas que ocurren a su alrededor, aún cuando se encuentran en movimiento (migrando). Tales fuerzas no sólo producen deformaciones en la célula sino que también inducen a que se presenten fenómenos como señalización por adhesión (envío y recepción de señales) y reorganización del citoesqueleto.

Podemos imaginar al citoesqueleto como una estructura intracelular en forma de red, que continuamente está sujeta a estímulos mecánicos relacionados con la tensión y la compresión, los cuales son medibles y explicables mediante las leyes de la física relacionadas con la biomecánica.
Esta forma de "biología mecánica", es tan importante para la función del cuerpo como las hormonas y otras interacciones químicas. Por ej: en caso de una lesión o muerte celular, el citoesqueleto y los núcleos de las células vecinas, al encontrar más espacio, distorsionan su forma, lo que estímula genes y reacciones químicas provocando una multiplicación y un crecimiento celular hasta que las células se ponen apretadas y tensas, reciben la señal mecánica que se traduce al lenguaje químico y entonces dejan de crecer.
Así es como se regeneran los tejidos.

continúa

jueves, 5 de mayo de 2011

Envejecer no es morir

Para comprender mejor la naturaleza del envejecimiento celular, hay que entender la relación que existe entre los genes de un individuo, su medio ambiente y la capacidad de adaptación.

Los seres humanos estamos sujetos a un riesgo genético para el desarrollo de ciertas enfermedades relacionadas con el envejecimiento (sobretodo estadísticamente), como son la enfermedad de Alzheimer, cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares y accidente cerebrovascular (acv).

La forma de vida moderna contribuye al desgaste del organismo. El estrés y el sedentarismo no son naturales. El consumo exacerbado, o consumir lo que no se necesita, provoca enfermedad (o por lo menos mala calidad de vida), al igual que trabajar en exceso o preocuparse por todo.

Se sabe que la longevidad es genéticamente regulada por varios genes, y los genes, es decir el ADN, pueden ser a su vez modificados por el medio. Esto es evidente ya que la forma de comunicación del universo es la retroalimentación (feedback). Información que viaja en todas las direcciones.

No solo recibimos información, también la emitimos. Modificamos el medio y el medio nos modifica.

En función de lo que emitimos, recibimos y según lo recibido, emitimos. Nuestras creencias modifican el entorno. Al mismo tiempo, somos creaciones del entorno.

Esto es así porque en el nivel esencial no hay separación.

Los factores ambientales juegan un papel muy importante en el proceso de envejecimiento, y pueden determinar historias de vida muy diferentes en los individuos de una misma población. Un ejemplo ilustrativo en la naturaleza es la diferencia de 10 veces en la longevidad entre la abeja reina y las abejas obreras. Las abejas trabajadoras tienen un rápido envejecimiento y viven solo meses, mientras que la reina que tiene el mismo genotipo, pero que es alimentada y cuidada de manera diferente, envejece mucho más lentamente y logra vivir varios años produciendo huevos.

Hay muchos factores que pueden condicionar el envejecimiento, ya sea tanto acelerándolo como retardándolo y promoviendo un envejecimiento más saludable o exitoso.

Los factores más comúnmente conocidos son los hábitos: estilo de vida, dieta, ejercicio, tabaquismo, estrés, excesiva exposición a químicos o radiación solar, contaminación ambiental, enfermedades crónicas (diabetes, arterioesclerosis, hipertensión arterial, etc), muchos de los cuales median su efecto a través del estrés oxidativo y el daño producido por los radicales libres.

Otros factores ambientales como la altura, el trabajo pesado, el estrés mantenido: ya sea físico o mental, el trabajo nocturno, que altera el ritmo circadiano normal y la falta de sueño, influyen en la longevidad y en la calidad de vida, por supuesto.

El envejecimiento es también un estado de la mente

Si queremos entender el fenómeno del envejecimiento, no podemos separar cuerpo y conciencia, ya que son lo mismo, o dicho de otra manera, son diferentes manifestaciones de la misma esencia.

La esencia es el vacío, el océano de potencialidad infinita, de donde surgen todas las formas y manifestaciones. En esencia cuerpo y mente son vacuidad.

Perpetuo cambio e interdependencia.

Nacer, crecer, madurar, envejecer y morir, ese es nuestro destino en este cuerpo humano.

Sin embargo debemos considerar todos los aspectos de la existencia y comprender nuestra verdadera naturaleza.

Somos conciencia Infinita

Estamos hechos de energía e información, y como sabemos, en este nivel el tiempo no existe como tal, así que considerando nuestra naturaleza esencial hablar de envejecimiento no tiene sentido.

La esencia del universo, de la cual estamos hechos, es la realidad del perpetuo cambio. Desde este punto de vista no hay nacimiento ni muerte, ni juventud ni vejez.

Solo ciclos de transformación.

El universo no es joven ni viejo. Un protón no es joven ni viejo ni tampoco un fotón. La transformación que pueden sufrir no está sujeta al paso del tiempo. Al fin y al cabo, las células están formadas por moléculas, átomos, energía e información.

El ser esencial es eterno.

Sin embargo, envejecemos y un día vamos a morir. Eso es también un hecho.

La muerte, como parte del proceso de transformación, permite el paso a nuevas formas de vida, a nuevas posibilidades, a nuevas experiencias,

El envejecimiento es un proceso irreversible

En términos físicos podríamos compararlo con la 2ª ley de la termodinámica referente a la entropía. Está claro que vamos de la juventud a la vejez y no lo contrario, no es posible en nuestra realidad humana, que sigue inevitablemente la flecha del tiempo.

Desde un punto de vista biológico, no hay organismos viejos ni envejecidos, ya que esta terminología tiene un significado estático, y además es relativo (a otra forma más joven o menos vieja), pero en su estado absoluto cada organismo es lo que es momento tras momento.

No podemos encerrar a la vida dentro de categorías estrechas.

El reloj biológico

Todas las células del cuerpo, a excepción de las gametos (óvulo y espermatozoides), se multiplican por división mitótica (mitosis). En este proceso, cada célula duplica su material genético y lo distribuye en las dos células hijas, que son, al menos en teoría, genéticamente idénticas a la célula madre.

Sin embargo, si cultivamos células in vitro, el número de veces que pueden multiplicarse es limitado y no supera las 40 a 60 divisiones. Lo que ocurre es que en determinado momento las células dejan de dividirse e ingresan en un estado irreversible denominado senescencia, en el cual no pueden volver a multiplicarse y esto, inevitablemente las lleva a la muerte.

Este mecanismo de autocontrol evita, entre otras cosas, que las células se reproduzcan indefinidamente o que puedan “mutar” y volverse “malignas”.

Los estudios que se han realizado muestran que el momento en el cual la célula ingresa al estado de senescencia no depende de un tiempo cronológico o metabólico sino del número de divisiones celulares que han tenido lugar. Cuando se estudiaron más precisamente algunos de los elementos que cambian de generación en generación en estas líneas celulares se observó que un parámetro crítico para que la célula entre en estado de senescencia es la longitud de los telómeros.

Los telómeros son las regiones de los extremos de los cromosomas y están compuestos de secuencias repetitivas de ADN que no codifican para ningún gen en particular. Una de sus funciones esenciales es la de proteger al resto del cromosoma de la degradación y de la unión de los extremos del ADN entre sí por enzimas reparadoras. Si bien la célula duplica su ADN previamente a la división no es capaz de copiar la totalidad de la secuencia del telómero y, como resultado, el telómero se hace más corto en cada replicación, perdiéndose alrededor de 50 a 200 nucleótidos en cada ciclo de división celular.

El desgaste del telómero con la sucesión de ciclos celulares, impide su función protectora, con lo que el cromosoma se hace inestable, aparecen errores en la división durante la mitosis, anomalías genéticas y diversos tipos de mutaciones. Las células que presentan estos defectos, no sólo son incapaces de duplicarse, sino que dejan de ser viables, activándose los procesos de muerte celular programada (apoptosis).

La telomerasa: Sin embargo, en el caso de las células germinales y embrionarias, de las que el organismo no puede prescindir, existe una enzima específica, la telomerasa, que es capaz de restaurar la secuencia del telómero.

Una célula madre, puede dividirse indefinidamente y mantener la capacida de crear otras líneas celulares y tejidos. Es decir, contiene la capacidad de formar y regenerar a un organismo. Estás células permanecen en el individuo a lo largo de toda su vida.

Hay un estilo interno de chi kung taoista que fortalece los huesos y la médula ósea fortaleciendo la energía (chi) vital y logra salud y longevidad al promover y aumentar justamente el poder regenerador del organismo.

Para mantener la salud y curar enfermedades, la energía vital, la vitalidad, es fundamental. Este concepto generalmente no es tenido en cuenta por la ciencia médica.

Pero el secreto de la salud y la longevidad reside en la cantidad de energía e información que se tenga.

La energía vital se puede cultivar, proteger, nutrir, fortalecer, expandir, acumular y transformar. Sin energía no es posible la vida. El chi vital está en la base de todos los procesos biológicos.

La información es educación, aprendizaje, práctica y experiencia.

De manera que una persona con un una fuerte energía vital, conocimientos (de si mismo y del entorno) y un equilibrio mental y emocional, tiene más posibilidades de alargar su vida, enfermar menos, expandir su conciencia y por consiguiente sus posibilidades y su calidad de vida.

(ver post: Los 8 aspectos de la salud y la longevidad y ¿Porqué envejecemos?)


martes, 3 de mayo de 2011

La danza de los planetas


Durante el mes de Mayo, en el hemisferio sur, podemos observar hacia el Este, un curioso desfile de planetas antes del amanecer.
Los protagonistas (en orden de aparición en el horizonte) son: Venus, Mercurio, Júpiter y Marte, por arriba de Venus, siguiendo la eclíptica está Urano, pero es difícil verlo en las ciudades a simple vista (debido a la contaminación lumínica) .

  • 7/05 - Se puede observar un triángulo formado por Venus y Mercurio formando el lado menor, y Júpiter debajo, casi equidistante con Marte. Los 4 planetas serán observables en una línea de 4° de extensión.
  • 11/05 - Mercurio, Venus y Júpiter en conjunción, casi en línea y con una separación de 2° entre los extremos formados por Mercurio y Júpiter.
  • 13/05 - Mercurio, Venus y Júpiter formando un triángulo rectángulo de 2.5° de hipotenusa. Marte se localizará a 4.7° del conjunto.
  • 21/05 - Mercurio, Venus y Marte en conjunción, formando un triángulo de 2.2° de lado mayor.
  • 23/05 - Venus y Marte en conjunción, separados por 1°, con Mercurio a 2.1° de Venus.
  • 29/05 - La Luna (fase del 11.3%) y Júpiter, separados por 5.6°.
  • 30/05 - La Luna (fase del 5.9%) localizada a 5° de Marte y a 8° de Venus.
Al que madruga, no solo dios lo ayuda, si no que además se puede conectar con el cielo y experimentar un espectáculo bello y espiritual: una verdadera danza de planetas.