sábado, 31 de diciembre de 2011

El viaje sin tiempo de la información



¿Somos simplemente espectadores?



La incesante actividad mental se manifiesta como un flujo de información secuencial que activa simultáneamente distintas partes del cerebro.
A este fenómeno orquestado se le llama colapsos o reducciones sincronizadas de la función de onda.
Cada colapso de la onda de probabilidades en una partícula de conocimiento representa un evento consciente. Se estima que el cerebro, en promedio, gestiona unos 40 eventos o experiencias concientes por segundo, e integra las diferentes señales creando la sensación de continuidad y coherencia.
El hemisferio cerebral izquierdo es el gran secuenciador. Su incesante actividad genera un flujo constante de actividad consciente que se corresponde con una química determinada y con una elevada actividad neuronal.

Sentimos o percibimos esta “corriente” de conocimiento como un pensamiento,  y respondemos conscientemente a estas percepciones o estímulos.
Nos “identificamos” con esta actividad electroquímica, que la mayoría de las veces se vuelve incoherente y desorganizada, precisamente por la falta de coherencia y de autocontrol.

El “diálogo interno” refuerza la idea y las conexiones neuronales, que configuran y modelan la parte física y funcional del cerebro, esta capacidad plástica del cerebro está relacionada con la frecuencia y la intensidad de un determinado estímulo o señal, cuanto más fuerte y repetido es el estímulo más aumenta la fuerza sináptica (más proteínas, enzimas, moléculas y reacciones químicas) lo que produce un mayor impacto en el mundo físico. La conciencia crea y modela a la realidad material.
 
La actividad mental establece los límites y la forma del “si mismo” o Yo.

Sabemos además que el nivel consciente representa apenas un pequeño porcentaje de la actividad total de la consciencia y que esta actividad emergente es el resultado de procesos o programaciones subconscientes. Solo llegan a la superficie los estímulos con suficiente energía que logran atravesar un determinado umbral por debajo del cual no se es consciente y por arriba si.
Cuando nos enteramos de algo, esto en realidad ya fue gestionado unas fracciones de segundo antes en los niveles subconscientes.
Por este motivo es importante filtrar con la atención y la negación, esta incesante actividad de la mente, ya que,-y esto está demostrado por la ciencia-, lo que consideramos como un “yo” real y sustancial o como un pensamiento propio y original, es simplemente una proyección y actualización momentánea de múltiples causas y factores, más cercanos a un sueño que a algo sustancial.
Una proyección en 3D de imágenes e ideas sin sustancia propia.
Es la naturaleza holográfica de la realidad.


La ilusión del control consciente

En consecuencia, la sensación subjetiva de control consciente de la conducta y de estos comportamientos, es una ilusión.
La mayor parte del tiempo la conducta de los seres humanos no son más que respuestas reflejas no conscientes.

De acuerdo a investigaciones del neurólogo B. Libet, si el acontecimiento ocurrido no dura más de medio segundo, el consciente humano simplemente lo ignora, porque no llega a procesarlo, es decir, el estímulo no tiene la suficiente energía como para atravesar el umbral crítico para que se manifieste un evento consciente.
Anteriormente ya se había demostrado que nuestro cerebro toma las decisiones casi 1 segundo antes de que las asumamos conscientemente.

Para obtener este resultado, Libet utilizó pacientes que se mantuvieron despiertos cuando eran sometidos a un episodio de neurocirugía. Les pidió que movieran uno de sus dedos mientras observaba como se registraba electrónicamente la actividad cerebral. De esta forma pudo comprobar que había un cuarto de segundo de retraso entre la decisión de mover el dedo y el momento presente. 

Otro experimento interesante lo realizó Kornhuber en 1976. Unos voluntarios permitieron que se registrasen las señales eléctricas en un punto de sus cabezas mediante EEG (electroencefalografía), y se les pedía que flexionaran varias veces, y repentinamente, el dedo índice de sus manos derechas a voluntad. 


La experiencia descubrió algo curioso: hay un aumento gradual del potencial eléctrico registrado por el cerebro durante más de 1 segundo, antes de que el dedo sea flexionado. Esto parece indicar que el proceso de decisión conciente necesita por lo menos 1 segundo para poder actuar.
La conclusión de estos dos experimentos, es que la conciencia no puede reaccionar a una agresión externa si la respuesta tiene que tener lugar en menos de 1 segundo.

Esta manera de proceder de la conciencia se debe a que el cerebro al recibir un estímulo, a través de cualquiera de los cinco sentidos, lo registra en dos lugares: uno es en las amígdalas cerebrales y el otro en el neocórtex

La amígdala cerebral es una estructura con forma de almendra formada por neuronas localizada en la profundidad de los lóbulos temporales. Es la encargada de recibir las señales de peligro potencial y la que desencadena una reacción capaz de salvar la vida. Su papel principal es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales.

La amígdala es por lo tanto la primera región del cerebro en recibir un mensaje de peligro o agresión. Es muy rápida y en un instante nos indica si debemos atacar, huir o detenernos. 

La corteza nueva (neocórtex) es la capa cerebral externa más nueva en términos de evolución, en este nivel se llevan a cabo funciones superiores como la planificación, el razonamiento y el lenguaje, (especialmente en el lóbulo frontal), está más lejos que la amígdala y recibe los mensajes sensoriales más tarde, pero, a diferencia de la amígdala, tiene mayor capacidad de evaluación y procesa mejor la información. Además, la neocorteza se comunica con la amígdala para ver qué opina antes de reaccionar.

Debido a la multiplicidad de conexiones la información viaja en todas las direcciones del espacio-tiempo y es procesada e integrada para dar un sentido de unificación y responder de manera eficaz. Esta es una característica holográfica de la conciencia y el cerebro es el editor que crea y proyecta este verdadero holograma, que en definitiva es lo que llamamos realidad. Una realidad holográfica insustancial.

La conclusión de Libet que se deriva de su investigación, es que es imposible que el ser humano sea autor de sus propios actos. Solamente considera cierta idea de libre albedrío en la capacidad de veto que tiene la conciencia para bloquear o abortar un acto iniciado por el cerebro. El problema, es que no podemos saber cuándo utilizamos esta capacidad de veto, por lo que nuestra experiencia subjetiva es siempre indeterminada.

Hay cantidad de programas que se están ejecutando por debajo del nivel consciente y ni nos enteramos, excepto cuando atraviesan el umbral crítico y se manifiestan como un pensamiento consciente. A continuación nos identificamos con esta actividad y creemos  que ese pensamiento es creación propia: “una idea original”. 
El cerebro procesa aproximadamente 400 mil millones de bits por segundo y solo somos concientes de unos 2000 (¡en el mejor de los casos!), y con esos nos arreglamos para crear la realidad cotidiana.

Hay otro punto.  La mayor parte de esta programación subconsciente es instalada desde que el día que nacemos, mediante la educación y la repetición de estímulos en el medio socio-cultural, la familia y también, cada vez más, por los medios de comunicación (TV, internet, radio, diarios, etc.) y otras formas de estímulos subliminales.
Estos programas subconscientes modelan y dirigen la actividad consciente.

Es difícil aceptar esto, por lo menos conscientemente. Pero consideremos el resto de la actividad fisiológica del cuerpo. ¿Acaso controlamos su temperatura, su medio interno y su pH o sus complejas reacciones químicas? Dicho sea de paso, cada célula tiene aproximadamente 100.000 reacciones químicas por segundo.
¿Alguna vez le dijimos al hígado lo que debe hacer o a cada célula la velocidad con que debe migrar o dividirse? ¿Podemos decidir la duración natural de nuestras vidas?  ¿Entonces, somos simples espectadores?

Esta constatación nos plantea las siguientes cuestiones: ¿Existe el libre albedrío? ¿Nuestras elecciones se deciden conscientemente? ¿Hay alguna posibilidad entonces de participar conscientemente o solo somos observadores?

  
El presente es inalcanzable para el cerebro

Es evidente que la vida nos atraviesa, nos crea, nos transforma. Estamos vivos porque el universo está vivo y es consciente, y cada uno es una manifestación de esta verdad.
                                                                                             
Eso hasta el día que realizamos nuestra verdadera naturaleza y comprendemos que nunca hubo otro lugar más que aquí ni un tiempo fuera de este “ahora”. En ese momento empezamos a participar en la programación de la actividad mental y en el control de nuestras acciones.

El autoconocimiento es una cualidad superior de la conciencia. Representa su aspecto evolucionado y equilibrado. La mirada interior es propia del ser evolucionado.
Es equilibrada por que le aporta al consciente información proveniente de la profundidad del ser, información contenida en los estratos no conscientes y en cada célula, que se complementa y armoniza con la información que proviene de otras partes del cerebro y del entorno
Esta es la semilla de la sabiduría que va a generar un pensamiento absoluto, un tipo de pensamiento que lo envuelve todo e incluye a todos los seres y cosas.

La mirada interior dirige biofotones con información cuántica que afecta el sustrato  íntimo de la materia. 

zazen es la vía directa para conocer y manifestar tu verdadera naturaleza.








viernes, 23 de diciembre de 2011

El orden en los sistemas biológicos


¿Cómo hace un organismo para evitar la desorganización o el desorden molecular? 
La respuesta es: Al comer, beber, respirar y en el caso de las plantas, por la asimilación. 
Es lo que se llama: metabolismo, que en griego significa cambio o intercambio, pero...
¿Intercambio de qué?


En principio la idea subyacente es, sin duda, el intercambio de material, por ejemplo la palabra alemana para el metabolismo es Stoffwechsel (Stoff=materia, sustancia. Wechsel=cambio).
Pero que el intercambio de material deba ser lo esencial es absurdo. Cualquier átomo de nitrógeno, oxígeno, carbono, azufre, etc, es tan bueno como cualquier otro de su clase, ¿que podría ganarse con el intercambio entre ellos? 

Igualmente con respecto a la energía. Clasificar a los alimentos por su contenido en calorías no es del todo correcto porque en un organismo adulto el contenido de energía es tan invariable como el contenido material. Esto es debido a la conservación de la energía. Es obvio que ninguna caloría vale más que otra caloría, de manera que no se puede ver como este intercambio podría evitar la pérdida de orden del organismo.

¿Cuál es el contenido precioso en los alimentos que nos aleja de la muerte? 
Respuesta: La luz, y su capacidad para aportar orden al sistema. 

Todos los procesos, todo lo que está pasando en la naturaleza, lleva a un aumento de la entropía por parte del mundo en el que está pasando. Así, un organismo vivo aumenta continuamente su entropía, o también podemos decir que produce entropía positiva, y por lo tanto tiende a acercarse al peligroso estado de entropía máxima, que es la muerte. 
Sólo puede mantenerse al margen de ella, es decir, con vida, mediante la continua elaboración de entropía negativa en su entorno, lo cual es algo muy positivo como veremos enseguida. 
Esencialmente un organismo se alimenta de entropía negativa. 

O, para decirlo de otra forma, lo esencial en el metabolismo es que el organismo consigue liberarse de toda la entropía que no puede dejar de producir mientras está vivo.
La entropía negativa (también llamada negentropía o sintropía) de un sistema vivo, es la entropía que el sistema exporta para mantener su entropía baja; esto lo hace para evitar el rápido deterioro al que lo llevaría el estado inerte de "equilibrio" de la entropía.

¿Qué es la entropía?

Es una magnitud física que designa, en cualquier sistema termodinámico aislado y tendiente al equilibrio, la parte de energía que no puede usarse para producir trabajo. Está en relación al grado de desorden molecular interno que presenta un sistema y por lo tanto es una medida del desorden. 
A mayor orden, menor entropía.
Por eso nuestro organismo lucha contra la entropía, para no desorganizarse.

La entropía está relacionada con la 2ª ley de la termodinámica, la cual expresa que la cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo, y si bien la materia y la energía no se pueden crear ni destruir, sí pueden transformarse, y establece el sentido en el que se produce dicha transformación, de forma irreversible.

El universo tiende a distribuir la energía uniformemente; o sea, a maximizar la entropía.

Hay una diferencia en los modos cómo la materia inorgánica y la materia viva se las arreglan para hacer frente a la 2ª ley de la termodinámica- de la cual surge el concepto de entropía.
Mientras que en el caso de la materia inorgánica es necesaria la participación de enormes cantidades de átomos para, en promedio, alcanzar cierta estabilidad que hace posible a los organismos asegurar su existencia; en el caso de los sistemas vivos, la ley de los grandes números para evitar la entropía no es una condición absoluta, ya que comparativamente con solo unos pocos átomos participantes en las estructuras y procesos celulares, logran evitar el desorden (caos) del movimiento térmico.
Y es que la materia viva, por la peculiar organización de sus átomos en cristales aperiódicos o quasicristales, absorbe entropía negativa del ambiente y se resiste a la degradación.

La vida  representa el comportamiento ordenado y organizado de la materia, que no está basado solo en su tendencia a pasar del orden al desorden, sino también basado en un orden existente que es transmitido y mantenido. 
Dos son, pues, los principios que pueden describir la existencia de los sistemas vivos: el orden a partir del desorden (propio de los sistemas físicos) y el orden a partir del orden (típico de los sistemas biológicos).


 Orden a partir del desorden

Un sistema biológico se mantiene vivo en su estado organizado tomando energía del ambiente y procesándola a través de su eficiente maquinaria química. Ésta acopla las sucesivas transformaciones energéticas a la producción de trabajo útil, lo que le permite ejercer las diferentes funciones celulares y así mantener su organización interna. 
Durante estos procesos, las células devuelven a su entorno energía disipada que consiste en calor y otras formas que rápidamente se distribuyen en el ambiente aumentando su desorden y entropía. Así, los organismos vivos ganan orden interno a expensas de generar desorden en su ambiente.

Orden a partir del orden

No toda la ordenación de un organismo vivo exige que su ambiente se desordene. Existe un orden transmitido genéticamente. La estructura del ADN permite almacenar la información genética de forma inalterada durante generaciones.
Debido a su estructura molecular (un verdadero cristal aperiódico), un gen no es perturbado por la agitación térmica y por eso puede transmitir la información genética de generación en generación sin degradarse.
ADN

Este tipo de cristal aperiódico se diferencia de los cristales ordinarios (que presentan periodicidad y regularidad en su estructura), en el rol que juegan sus átomos y moléculas individuales que permiten codificar gran cantidad de información y mantenerla estable y duradera.

La vida se las arregla para mantener el orden en los organismos y evitar la extinción.

El orden y la coherencia no solo le permiten a un organismo existir, sino también potenciar su capacidad de adaptación y funcionamiento.




domingo, 18 de diciembre de 2011

Los alimentos y la luz



Comedores de fotones

Cada persona come por lo general un promedio de dos a tres veces al día. Con esto le aporta al cuerpo las multifuncionales y necesarias proteínas y otros elementos que necesita para funcionar correctamente: grasas, vitaminas, minerales, oligoelementos, y no menos importante, los azúcares o hidratos de carbono, que son el combustible para nuestro cuerpo. Esta energía de los alimentos normalmente esta medida en calorías o joules.

Existen tablas nutricionales que indican cuantas calorías debe consumir por dia una persona según su edad, sexo, actividad, tipo de enfermedad, etc. También está calculado el porcentaje de proteínas, grasas, azúcares y cuantas calorías debemos consumir para mantener la salud.

En nuestro llamado mundo civilizado la alimentación se ha vuelto un problema, y no por la escasez, sino por la mala calidad y el exceso de nutrientes ingeridos (suplementos dietéticos, vitaminas, minerales, etc).
Este desequilibrio se observa en el elevado número de personas con sobrepeso y otros trastornos debido a la mala alimentación (alergias, trastornos digestivos, reumatismos, cardiopatías, enfermedades degenerativas, síndrome de fatiga crónica, bajo rendimiento, nerviosismo).
Incluso hay casos de mala nutrición, un tipo de desnutrición que se presenta, no por la cantidad sino por la baja calidad del alimento. Esto afecta en particular a los niños y jóvenes en edad de crecimiento, que representan una amplia franja de consumidores de alimentos y golosinas chatarra.

Al parecer se cumple la predicción de los indios americanos, que profetizaron hace 350 años ya, que en algún momento el “hombre blanco” moriría de hambre delante de sus platos llenos.

Más comemos, más enfermamos.

Mientras tanto, los médicos están asumiendo que el 80 % de todas las enfermedades en el mundo occidental son nutricionales - enfermedades llamadas de la civilización-. que junto al estrés y sus consecuencias, representan casi la totalidad de los problemas de salud en la actualidad.

Pero, ¿Dónde está entonces el valor de un alimento, si no en su contenido de energía, vitaminas, oligoelementos y minerales?

No son los componentes individuales y los ingredientes lo que determinan el valor de un alimento.

La comida es algo más que la mezcla de hidratos de carbono, grasas, proteínas, sales minerales, vitaminas, fibras, etc. 
El todo es mayor que la suma de sus partes.
Depende de un orden global.
Es como un poema, lo importante no es la frecuencia de las letras que se utilizan ni su gramática, sino su construcción global, su mensaje, debemos entenderlo en su totalidad.


El mensaje de los alimentos

Lo fundamental en el valor  de un alimento es su capacidad para transferirnos orden.

¿Eso quiere decir que no necesitamos los componentes individuales de los alimentos?

Sí, para la organización también necesitamos calorías, pero el contenido calórico no es tan importante como la capacidad de organizar. 
Es como una guitarra, hay que tocar las cuerdas con suficiente energía para hacerlas vibrar. Sin embargo, lo fundamental es la capacidad para hacer vibrar las cuerdas de una determinada manera. Nuestro cuerpo es como un instrumento de cuerdas, que va a sonar mejor de acuerdo a la forma en que se pulsen estas, y principalmente, que vibren de forma armónica y coherente.

La calidad de los alimentos sólo se puede entender a través de su efecto sobre el campo de radiación del cuerpo.
Alimento de alta calidad significa que su consumo mejora el orden del sistema, la baja calidad conduce al caos, o sea, al desorden.
Al comer compartimos  la información que estos contienen, este es el verdadero mensaje de los alimentos.



¿De que depende la calidad de un alimento?

Depende de la capacidad de almacenamiento de la luz. La calidad de un alimento está relacionada con su capacidad para almacenar fotones.
Si un alimento ya no puede almacenar la luz, entonces pierde su capacidad para transferir orden.

No puede aportar orden porque el orden es transmitido sólo por la luz almacenada. Así que para poner a prueba la calidad de un alimento, podemos medir esto a través de su capacidad de almacenamiento de la luz, y esto está directamente relacionado con su frescura y grado de manipulación.

En esencia no somos devoradores de calorías, ni tampoco omnívoros, carnívoros o herbívoros.

Somos comedores de luz.

Todos los seres vivos viven de la luz. 

Las plantas se alimentan de la luz del sol.
La fotosíntesis es la conversión de materia inorgánica en materia orgánica gracias a la energía que aporta la luz. En este proceso la energía luminosa se transforma en energía química estable, siendo el adenosín trifosfato (ATP) la primera molécula en la que queda almacenada esa energía química.
Con posterioridad, el ATP se usa para sintetizar moléculas orgánicas de mayor estabilidad.

La vida en nuestro planeta se mantiene fundamentalmente gracias a la fotosíntesis que realizan las algas, en el medio acuático, y las plantas, en el medio terrestre, que tienen la capacidad de sintetizar materia orgánica (imprescindible para la constitución de los seres vivos) partiendo de la luz y la materia inorgánica.
El agua (H2O) y el dióxido de carbono (CO2) son dos sustancias que están presentes en cualquier cantidad en la tierra y en la atmósfera y se combinan en las plantas bajo la influencia de la luz solar formando azúcar.


En los animales que viven de las plantas y en los seres humanos, las moléculas de azúcar se separan nuevamente en dióxido de carbono y agua. El CO2 es exhalado por los pulmones y el H2O se elimina mediante la orina y la piel.
La energía solar que nos impulsa y suministra orden, permanece en el organismo.

Obviamente los alimentos naturales y frescos tienen la mayor capacidad para almacenar la luz.
La carne y el pescado son generalmente buenos para almacenar fotones, incluso tienen una gran capacidad para la transferencia de orden.
El inconveniente es que hoy en día por lo general la carne no esta exenta de antibióticos, hormonas, y otras sustancias que se administran a los animales vivos para evitar enfermedades y mejorar su rendimiento, sobretodo los pollos y otras aves de criadero.

Sin embargo, si se tiene la oportunidad de obtener carne o pescado a partir de animales alimentados y criados naturalmente, este puede ser un valioso alimento.
Lo mismo puede decirse de los huevos. Según estudios realizados con huevos de gallinas de granja y de gallinas de criadero, mostraron diferencias significativas.

Por eso siempre hay que tratar de consumir alimentos producidos en la región y lo más frescos posible.
Cuanto menos ha sido manipulado el alimento es mejor.
Lo mismo para los vegetales, hay que preferir siempre los frescos, de la estación y de la región y no los congelados que provienen incluso de otro país.

Tener siempre la precaución de lavar bien los vegetales y frutas ya que usualmente son tratados con pesticidas.

 ¿Cómo podemos saber el grado de frescura de un alimento?

Con la inspección, observándolo. El contacto de los ojos es fundamental.
Es importante la evaluación sensorial. Actualmente, debido a la falta de uso, muchas personas van perdiendo esta habilidad. Se compra ya todo empaquetado y listo para servir.

Pero también la habilidad sensorial se puede desarrollar. El uso y la repetición generan redes neuronales que mejoran y amplían la percepción.
Hay que entrenar los sentidos, no solo la vista. Se puede recordar, muy bien si algo es bueno o malo. El olor de la fruta puede ayudarte con tu decisión. El sabor es de gran importancia.
Un tomate madurado al sol en el momento y lugar adecuados tiene un sabor fresco y una gran capacidad energética mucho mayor que un tomate de invernadero, que luego de cosechado es congelado y conducido refrigerado quizás a miles de kilómetros de la zona de cultivo.
Hay gente piensa que lleva una alimentación "natural" o que se rotula de"vegetarianos" y consumen fuera de estación frutas y vegetales transgénicos, congelados, que provienen de países lejanos y que seguramente han perdido toda su capacidad energética de brindar orden al sistema.

Un punto importante es cómo nos sentimos después de comer.

Cuando consumimos alimentos naturales de buena calidad, luego tenemos una sensación cálida y confortable y sobretodo muy saludable. Esta es señal de que el orden ha sido transferido.

Los alimentos manipulados artificialmente no están diseñados para saciar ni aportar orden al organismo.
Por esta razón son adictivos y generan desorden a nivel molecular. 
Quizás no enfermen directamente, pero desorganizan y predisponen al organismo a la enfermedad.
Otra cosa, los alimentos chatarra no sacian el apetito. Es igual para las gaseosas como la Coca-cola con respecto a la sed, en este caso, nada como el agua fresca para saciarla.

Este es el problema de la sobrealimentación en los países más desarrollados, aunque este fenómeno se ha extendido globalmente.

Dicho de otra forma, al consumir alimentos frescos se come menos porque tienen un mayor poder saciador.

El manejo de los alimentos también influye en sus propiedades. Los productos refinados, congelados, enlatados, bajos en calorías (light), etc, tienen una pérdida de calidad en comparación con los productos frescos. 
Sin embargo, la pérdida de calidad puede ser muy diferente. Por ejemplo, En el caso de la carne, hay que cocinarla porque nuestro organismo se adaptó a comerla de esta forma a medida que fue evolucionando. Además es conveniente hacerlo por razones sanitarias. Pero la pérdida de su calidad es mínima.
También hay vegetales que hay que cocinarlos para poder digerirlos mejor, como las papas, los porotos o incluso los cereales.

Los productos refinados, como los aceites, alimentos hechos a base de harina blanca u otros cereales y el azúcar, tienden a perder su capacidad de almacenar la luz. 
La capacidad de un alimento de aportar orden, gracias a su aptitud de almacenar la luz, es utilizada para curar el cáncer, que justamente representa un desorden (caos) en el sistema.

Un alimento fresco y natural aporta luz y orden en el cuerpo

Se debe educar el apetito. No es una cuestión de cantidad de comida sino de calidad. Hay que saber cuánto se necesita comer para estar satisfecho de verdad.
Satisfecho en el sentido de que comer brinde también una sensación de confort.  
No es necesario comer demasiado, ya que esto además de entorpecer el funcionamiento del sistema, predispone a enfermedades y si encima se trata de alimentos de baja calidad el efecto se incrementa.

Es importante ir adquiriendo experiencia, para volver a encontrar un apetito sano, natural, y desarrollar una conciencia que permita distinguir y escoger alimentos de buena calidad.
Y sobretodo comer lo que necesitamos de acuerdo a los requerimientos de nuestro cuerpo.

Por último, como cuerpo y espíritu están unidos, el alimento del cuerpo es también un alimento del espíritu. La materia se transforma en energía e información disponibles para que la conciencia las utilice nuevamente para generar y mantener la actividad (física, emocional y mental) y la estructura del cuerpo.
Hay que considerar al alimento fundamentalmente como un alimento del espíritu, por lo tanto la manera en la que lo aceptamos y lo comemos es muy importante.
Es lo que nos acerca  a la luz y nos diferencia de los animales.

En la próxima entrada veremos más ampliamente el concepto de orden en los sistemas vivos.


lunes, 12 de diciembre de 2011

El poder de la intención



La energía y la información existen en toda la naturaleza. Representan el verdadero lenguaje universal.

En el microuniverso cuántico más allá del átomo, en la diminuta escala de Planck, comprobamos que la sustancia de nuestro sólido mundo material es energía e información  apareciendo y desapareciendo en el vacío creador.

Si nos desintegramos hasta llegar a nuestros componentes fundamentales solo hallaremos energía e información rodeadas de un inmenso vacío.



Nada más material que esto.

De hecho, el universo es la manifestación del movimiento de la energía y la información.

Este campo infinito de interacciones e interconexiones no es otra cosa que el campo de la pura conciencia o de la pura potencialidad. Y en este campo cuántico de energía e información influyen de forma determinante la intención y las creencias.

El impacto que tienen en el mundo físico nuestras creencias es mucho mayor de lo que suponemos, aunque ya está largamente demostrado que lo que creemos, nuestro cuerpo entero lo cree, y si el cuerpo lo cree, el universo entero hace la misma lectura y nos devuelve la información certificando nuestra creencia. 
Cada célula por insignificante que parezca participa de esta convicción.
Si creemos que algo nos hace mal, así será. Por el contrario si creemos que algo nos hace bien, así será también.

Nuestras emociones y pensamientos son vibraciones no físicas que rápidamente son traducidas por el cerebro en un lenguaje neuroquímico de potenciales eléctricos y neuropéptidos, que modifican directamente la actividad celular y modelan el cuerpo físico.

Todo lo que existe comparte el mismo origen. 
La diferencia, por ejemplo, entre nosotros y una planta es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.
En el plano físico, tanto nosotros como la planta, al igual que un perro, una ameba o una mosca, estamos hechos del mismo reciclado de elementos: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en mínimas cantidades.

Podemos conseguir estos elementos sin dificultad en un laboratorio. 
Por lo tanto, la diferencia entre nosotros y un árbol no la encontraremos en estos elementos. De hecho, los seres humanos y las plantas intercambiamos todo el tiempo carbono (CO2) y oxígeno (O2).
La verdadera diferencia se encuentra en la información.

Los seres humanos podemos ser conscientes del contenido de energía e información de ese campo que da origen y mantiene a nuestro cuerpo físico.
Podemos experimentar ese campo subjetivamente bajo la forma de pensamientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias.

A su vez este campo de potencialidad, esta experiencia subjetiva, se percibe objetivamente como el cuerpo físico, y por medio del cuerpo y los órganos de los sentidos, percibimos el mundo subjetivamente. 
Sujeto y objeto entrelazados en una eterna danza.

Una parte de nuestra existencia es particular, colapsada en una realidad que definimos como material. Percibimos de nuestra existencia (y por ende de las demás también), solo el aspecto corpóreo. Nuestro realidad material corresponde solo a la pequeña franja de señales que captan los sentidos y que el cerebro les da forma, las particulariza.

Pero la mayor parte de la existencia no manifestada, es más bien como una sutil onda de probabilidades, una nube de interconexiones que representa nuestro aspecto insustancial e inconsciente en unidad con el orden cósmico.



 Somos seres particulares y ondulatorios

Las partículas elementales que forman las moléculas que componen las células y tejidos de nuestro cuerpo, experimentan esta dualidad.
En realidad, la dualidad onda/partícula la experimenta el observador, que mediante su percepción dualista provoca el colapso o reducción de la función de probabilidades en una realidad determinada, al tratar de comprender y describir su experiencia cotidiana.



Pero en esencia no hay dualidad. Existimos como una realidad particular y al mismo tiempo como una onda de probabilidad diseminada en el espacio.
Existimos y no existimos al mismo tiempo.

Podemos darnos cuenta que debido a sus interconexiones y su potencialidad, el aspecto insustancial (ondulatorio) presenta muchas más posibilidades y ventajas que el aspecto particular. Pero es el aspecto particular el que finalmente se manifiesta o materializa acorde a la información y sirve de vehículo de la experiencia espiritual.

Para influir en el sustrato mismo de la materia hay que servirse del aspecto ondulatorio (vibracional) del ser, que está en resonancia con las frecuencias más sutiles: pensamientos, emociones, propósitos y creencias y tiene acceso directo al campo de potencial infinito de energía e información.

Nuestro cuerpo es interdependiente con el cuerpo del universo, porque más allá de nuestros átomos y partículas elementales, las fronteras no están bien definidas.
Nuestro cuerpo no esta limitado por la piel.
Este es tan solo un nivel que delimita un medio interno y otro externo, esto le permite al cuerpo funcionar y desarrollarse como organismo. Al igual que una célula está delimitada por su membrana plasmática, que es permeable y dinámica y mantiene un intercambio vital con su entorno. Una célula no esta aislada de las demás células y comunica activamente con el campo.

Somos más bien una onda, una fluctuación, una perturbación localizada en un campo cuántico mucho más grande, una ola surgida en el mar de la potencialidad infinita. Ese campo cuántico más grande - el universo – , es también nuestro cuerpo ampliado.

Como la conciencia humana es infinitamente flexible, tenemos la habilidad de poder cambiar conscientemente el contenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico.
Podemos cambiar conscientemente el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo a nivel cuántico y, por lo tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado: el campo, y en consecuencia hacer que se manifieste lo que deseamos. Dicho de otra forma: materializar un deseo.

Para esto la conciencia posee dos cualidades: la atención y la intención.

La atención funciona como un filtro, que al descartar los estímulos irrelevantes permite un estado de coherencia en la información y además ayuda a concentrar la energía,  a focalizarla. La intención o propósito,  tiene el poder de transformar. Si te propones algo tarde o temprano lo logras.

Atención y concentración son 2 caras de la misma moneda.
Si prestamos atención a algo le transferimos energía, ya que el pensamiento es una onda de energía e información y entonces el objeto de atención se manifestará con más fuerza en nuestra vida. Si dejamos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá.
La plasticidad neuronal, que es una característica dinámica del cerebro, es la capacidad de formar nuevas redes neuronales y por lo tanto cambiar su formato y su funcionamiento, optimizándolo. Esto se establece mediante la repetición y la concentración mental.

Por otro lado, la intención estimula la transformación de la energía y de la información. 
La intención focaliza, potencia y organiza.
El acto de dirigir la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una serie de sucesos en el espaciotemporales que tarde o temprano materializaran lo deseado. Esto se debe a que en el nivel fundamental todo esta interconectado y además la intención tiene un infinito poder organizador.
El poder organizador significa la capacidad para organizar la información simultáneamente, o sea, una infinidad de sucesos espaciotemporales todos al mismo tiempo. Podemos llamarlo “sincronicidad”.

La sincronicidad es una coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo significado es el mismo.

Si sembramos una intención en el suelo fértil de la potencialidad pura, del inconciente no manifestado, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador. 
Es el nivel subconsciente de la conciencia alaya, donde se almacena la información.

Este poder organizador es normal en la naturaleza, se expresa en cada hoja del árbol, en cada flor, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo podemos ver en todo lo que vive.
En la naturaleza todo está conectado y relacionado entre sí.
El campo crea orden y modela a la materia.

Lo asombroso de nuestro cerebro es que puede gobernar ese infinito poder organizador a través de la intención.

En el ser humano, la intención y la capacidad de transformación son ilimitadas, no están contenidas en una red rígida de energía e información. Poseen una flexibilidad infinita. Obviamente siguiendo las leyes del universo y de acuerdo a la propia naturaleza de cada ser.

La intención favorece el flujo natural y espontáneo de la pura potencialidad, que busca manifestarse, es decir, pasar del estado no manifestado (potencial) a la manifestación.

Esto sucede porque el movimiento de información en los niveles cuánticos afecta la gravedad y esto provoca la reducción o el colapso de la onda de posibilidades en una realidad particular.

Por supuesto que estas cualidades de la conciencia, son de naturaleza benéfica y positiva. No pueden servir para dañar o ignorar a otro ser, ya que además en virtud de la retroalimentación con el campo, este deseo retorna (generalmente amplificado).
Siempre hay que obrar en beneficio de los demás seres vivos; de todas formas esto es algo que sucede naturalmente cuando se está en la condición normal del cuerpo-mente.

La intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es atención con apego y sin un verdadero propósito. Es apenas un débil estimulo incapaz de mover una partícula de polvo.

Sin embargo la conciencia es capaz de crear mundos.

Esto significa que podemos desear y obrar libremente, sin depender ni identificarnos con un resultado, con confianza en nuestra naturaleza y posibilidades, que son universales.

La intención se proyecta hacia el futuro, pero la atención está ubicada en el presente.

Mientras la atención esté en el presente, la intención dirigida hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. El presente es la semilla del futuro. El futuro ya existe en el presente.
Y este presente es la actualización de causas pasadas. Por eso con nuestros pensamientos y acciones, podemos influir en todas las direcciones del tiempo y del espacio. El pasado, presente y futuro coexisten en este mismo instante.

Hay que saber aceptar, asumir el presente tal como es. De esta forma, con el deseo y la intención, podemos sembrar nuevas semillas, de cara al futuro. Instalar nuevos programas, útiles y actualizados, que nos permitan realizar lo que queremos y vivir en plenitud. Sin arrepentimientos ni culpas, eliminando los programas parásitos y los softwares malintencionados.

El pasado, el presente y el futuro son propiedades de la conciencia.

El pasado es memoria; el futuro es posibilidad; el presente es atención.
El tiempo es el movimiento de la conciencia.
Tanto el pasado como el futuro nacen en la imaginación; solamente el presente, que es conciencia, es real y es eterno. Existimos en este presente, que incluye al pasado y al futuro.

Ahora y aquí encontramos el campo de infinitas posibilidades.
Cuando la conciencia se libera de la carga del pasado y de la preocupación por el futuro, la acción en el presente se vuelve creativa y total.

La intención actúa como catalizadora de la mezcla correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier cosa que deseemos. Es información que enviamos al campo y que modifica la geometría del espacio-tiempo.

Si tenemos conciencia del momento presente, los obstáculos imaginarios – que representan la gran mayoría de los obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El resto de nuestras dificultades reales se transforman en oportunidades, gracias a otra de las cualidades de la conciencia: el foco.

La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Lo que significa estar enfocados, o sea, manteniendo nuestra atención en el presente, con un propósito inflexible y eliminando cualquier obstáculo que se interponga y nos desvíe de nuestro propósito.
La atención y el propósito aportan serenidad y motivación. Y esta combinación se vuelve poderosa y muy eficaz.

La práctica regular de zazen desarrolla la atención sutil y la concentración, esto no solo es beneficioso en términos de salud sino que permite expandir la conciencia y acceder a un nivel superior de energía e información. Inconscientemente, naturalmente.


lunes, 5 de diciembre de 2011

La comunicación ultrasensible de las células


Las células utilizan señales de luz para comunicar entre ellas

Todos los organismos vivos, incluidas las células, emiten una luz ultra débil, fotones de origen biológico que se los conoce como: biofotones, y por medio de estas emisiones de luz se comunican entre sí.


Según las investigaciones que desde los años 70 realiza el biofísico Fritz-Albert Popp, con sólo unos pocos biofotones se producen efectos cuánticos.
Esto tiene que ver con una radiación electromagnética coherente. 
La radiación provoca que las interferencias en el espacio intercelular sean mayores. 
Las células utilizan las interferencias  como una forma de comunicación. 

En la mecánica ondulatoria la interferencia es el resultado de la superposición de dos o más ondas, resultando en la creación de un nuevo patrón de ondas. Este tipo de interferencias da lugar a patrones de interferencia, ya que dependiendo de la fase, la interferencia será destructiva (las ondas se encuentran desfasadas y se cancelan) o constructiva (tienen la misma fase y aumentan su amplitud).

La palabra “destructiva” se refiere a que las ondas cambian de forma al unirse con otras y después de la interferencia normalmente vuelven a ser las mismas ondas con la misma frecuencia.

Los biofotones emitidos por las mismas células, crean fenómenos ondulatorios y patrones de interferencia. Estas variaciones en el campo permiten que las células realicen sus complejas actividades con orden y coherencia.

Las amplitudes de los campos eléctricos provocan, principalmente interferencias destructivas, así que la radiación entre las células, desaparece, mientras que la intensidad dentro de las células es mayor porque se tiene que conservar la energía
Es decir, en el instante que se cancela la onda en el exterior de la célula, aumenta la energía en el interior de la misma.
Esta es la forma de comunicación entre las células. Todas las células se comunican con patrones ondulatorios específicos. 


Se observan patrones de interferencia específicas, y si las células son idénticas, se dice que tienen el mismo patrón de frecuencia. Esto es como decir, más o menos, que tienen el mismo patrón de interferencia. Y esta también es una forma de identificación entre ellas: cancelar la luz entre ellas es la mejor manera que tienen para comunicarse porque crean algo así como un canal, crean una zona de quietud, o dicho de otro modo, crean una zona libre de sonido entre ellas, de modo que cuando cualquier pequeña perturbación surge la perciben inmediatamente como una señal. Este tipo de interferencias entre las ondas de luz funciona a la manera de un código de barras.

Las zonas más claras reflejan las interferencias constructivas (mayor intensidad) y las oscuras las destructivas (cancelación)

Este tipo de comunicación lumínica es responsable de la formación de los tejidos y órganos, ya que las células utilizan esta forma de comunicación también para crear fuerzas que las atraen o para decirse que es lo que deben hacer. 
La información se manifiesta de esta manera.

En una misma célula se producen miles de reacciones químicas por  segundo, Incluso la información acerca del lugar y del momento exacto en que estas reacciones químicas han de producirse, se llevan a cabo mediante unos pocos biofotones, que son coherentes, y como son coherentes pueden provocar mejores interferencias para transmitir una cantidad enorme de información. Un verdadero láser endógeno.

En un sistema vivo, y en el universo como tal, los campos y la materia constituyen una unidad. 
El avance de uno depende de la reacción del otro. Para conseguir una reacción química se necesita un biofotón. Uno de los componentes de esta reacción química tiene que ser estimulado o excitado por ondas electromagnéticas. Se deben excitar los estados electrónicos del sistema. Esta excitación sólo puede darse mediante la absorción de un fotón.

De hecho, este es un acontecimiento muy común que puede encontrarse en los libros de texto de química. Este es el motivo por el que la velocidad de las reacciones químicas aumenta en función de la temperatura: si aumentamos la temperatura se consigue un aumento del número de reacciones químicas por segundo, porque se producen más fotones disponibles.

Pero la principal diferencia es que en un sistema biológico no se genera calor en esta pequeña reacción, sino fotones. Más que una reacción térmica es una reacción lumínica.

Estos biofotones crean una red dinámica y coherente dentro de nuestro cuerpo que lo conecta continuamente con el campo. De hecho no hay separación.
Normalmente se produce un pequeño número de fotones, y no es necesario tener muchos de ellos para conseguir un gran número de reacciones químicas.

¿Por qué ocurre esto? Porque en cuánto se da una reacción química el biofotón es devuelto hacia el campo, y en ese campo biofotónico las partículas de luz no desaparecen como radiación calorífica, es decir como calor, sino que son almacenados para que de esta forma estén siempre disponibles para la próxima reacción.
A este campo, con su bajo número de fotones, no le resulta difícil asumir toda la actividad que se da en una célula, aunque sea muy elevada. La información siempre queda almacenada en el campo y puede ser utilizada por otras células en otra ocasión. Por eso también podemos referirnos a ellos como campos de información.

En los sistemas vivos existe una unión estrecha entre el campo fotónicocampo de luz y la materia bioquímica: uno es necesario para entender el comportamiento del otro, es imposible separar su estudio. Si se tiene en cuenta sólo una de las partes, se cometen muchos errores.

Es como si tratáramos de describir una moneda sólo con una de sus caras, hay que mirar ambos lados para tener la imagen completa.

Las radiaciones de biofotones son fundamentales en las primeras fases del desarrollo embrionario.

También se ha demostrado, que la frecuencia de pulsación de la señal lumínica afecta al comportamiento de los fibroblastos y de las células epiteliales. 

Los fibroblastos son células del tejido conectivo que sintetizan colágeno y matriz extracelular y son fundamentales en los procesos de cicatrización y curación de heridas.

El ADN y los biofotones

Al menos el 75% de esta actividad biofotónica celular se origina en el ADN.

La luz almacenada en la molécula de ADN se comporta de forma coherente, como un condensado de Bose-Einstein (CBE) y presenta características de superconductor.
El CBE es un estado de agregación de la materia que se da en ciertos materiales a muy bajas temperaturas.
La naturaleza ondulatoria de cada átomo está en fase con la de los demás, hasta tal punto que las ondas mecanocuánticas atraviesan la muestra entera y se observan a simple vista. Todos los átomos ocupan – a la vez- el mismo volumen de espacio, se mueven a la misma velocidad y dispersan luz del mismo color. 

condesado de Bose-Einstein

Erwin Schrödinger, que recibió en 1933 el premio Nóbel de física y es considerado como uno de los creadores de la física cuántica, postuló que un ser vivo sólo puede mantenerse en un nivel alto de orden porque recibe continuamente orden de su entorno.

Los campos actúan modelando y ordenando a la materia, pero es la luz del sol la que crea en definitiva este orden.

Somos seres luminosos. La iluminación es nuestra condición normal, nuestra verdadera esencia.
Lo mejor que podemos hacer con nuestras vidas es permitir que estos cuerpos transitorios brillen y manifiesten su luz universal.

El camino de la iluminación se encuentra en el interior de cada uno pero la luz que desprende ilumina a todos los seres más allá del tiempo y del espacio.







jueves, 1 de diciembre de 2011

Células inteligentes



La integración de las diferentes señales físicas sólo es posible si cada una es traducida primero en un tipo común y unificador de señal.
Una vez unificadas las señales, estas se integran y posteriormente son traducidas en una respuesta en los diferentes niveles.
Por ejemplo, todos los diferentes tipos de señales que recibimos en nuestro cerebro (visión, audición, tacto, propiocepción, etc.) son primero traducidas en impulsos eléctricos, llamados potenciales de acción, antes de que sean integradas.

Un potencial de acción es una onda de descarga eléctrica que viaja a lo largo de la membrana celular. Es un cambio muy rápido en la polaridad de la membrana de negativo a positivo y vuelta a negativo, en un ciclo que dura unos milisegundos.

El potencial de acción no se mantiene en un punto de la membrana plasmática, sino que viaja a lo largo de la membrana. Puede desplazarse a lo largo del axón de una neurona a mucha distancia, por ejemplo transportando señales desde el cerebro hasta el extremo de la médula espinal. En animales grandes como las jirafas o las ballenas la distancia puede ser de varios metros.
Para que se desencadene un potencial de acción es necesario un estímulo suficiente para traspasar en determinado umbral.

Los potenciales de acción se utilizan en el cuerpo para intercambiar información entre las células tejidos del organismo.. Pueden generarse por diversos tipos de células del cuerpo, pero las más activas en su uso son las neuronas, que los usan para enviar mensajes a otras células del sistema nervioso o a otros tejidos corporales, como el músculo y las glándulas.
Esta información bioeléctrica es transformada en las estructuras encargadas de generar una respuesta, por ejemplo: los músculos la vuelven a convertir en acción mecánica, o las glándulas en secreción química.

Si las células tienen un sistema de integración, también deben de utilizar señales de unificación heredadas e incluidas en la información genética. Las células siguen reglas lógicas y específicas antes de responder y además comunican entre ellas de maneras diversas, pero poseen una comunicación holística e instantánea que no puede ser mediada por potenciales eléctricos ni químicos, dada su velocidad, complejidad e instantaneidad.


Por ejemplo, si observamos los movimientos complejos de una bailarina no es posible que los realice dependiendo solo de su actividad electroquímica. Considerando que hay impulsos nerviosos (bioelectricidad) que viajan a 100 m/s (360 km/h) en los gruesos nervios motores que tienen vaina de mielina, pero en los nervios sensoriales o sensitivos, que no estan recubiertos de mielina, la velocidad es mucho menor, (puede llegar a 6 km/h).
Existe un nivel de organización y control mucho más sutil e instantáneo que integra las señales y la información.

El sistema nervioso es discontinuo y está formado por una gran variedad de estructuras, cada una con sus particularidades y distintas velocidades de interacción, sin embargo la integración de las señales es instantánea, varias de estas estructuras y conexiones se activan al mismo tiempo.
Por lo tanto, estas señales de unificación celular no pueden ser señales eléctricas, químicas o mecánicas.
¿Cómo es que cada célula sabe lo que le pasa al resto de las células del organismo casi instantáneamente?
Porque forman parte de un mismo organismo organizado en niveles vibratorios de jerarquía y complejidad y cada nivel tiene su vehículo de información apropiado para ese nivel (electricidad, química o luz), pero el sustrato fundamental e integrador es la conciencia.

El viejo modelo anatómico y fisiológico ya no alcanza para explicar lo que realmente sucede en el cuerpo y esto es también causado porque se omite su interacción con los campos de energía e información que rodean y sustentan al organismo.




Un cambio de paradigma

Hasta ahora la ciencia describe a las células más bien como “autómatas biológicas” programadas para una determinada función y condicionadas por la información contenida en sus genes. Si bien se les atribuye cierto grado de conciencia, no se las considera inteligentes.
Según la enciclopedia, inteligencia (del latín intellegentĭa) es la capacidad de entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas.
Las células entran dentro de esta definición.

Evidentemente si tratamos con alguien inteligente ya de por si se establece una comunicación, un dialogo entre las partes. Entre entidades inteligentes se espera como mínimo que se establezca un diálogo inteligente.

No se acepta que una célula tenga un grado de inteligencia fundamental, pero cada uno de nosotros, que estamos  hechos de miles de millones de estás células, nos consideramos muy inteligentes y en general no nos preguntamos ¿De dónde sale nuestra inteligencia? ¿Porqué somos conscientes?
¿Como es posibles que percibamos un realidad donde la conciencia esta separada de la materia?

Claro que si considerásemos que nuestras células son inteligentes deberíamos cambiar la forma en que  nos percibimos, y percibimos el universo en el que vivimos.

Viendo como se organiza y estructura el universo en niveles de jerarquías que forman parte de un todo, y a su vez cada parte es un reflejo del todo, es muy probable que nosotros mismos seamos células de un organismo superior, y al igual que cada inteligencia celular es parte de una inteligencia superior, nuestra propia inteligencia sea parte de una suprainteligencia. Una sola conciencia manifestada en diferentes niveles de organización y complejidad.

Como se señaló anteriormente, si comenzamos a considerar que las células son inteligentes, el tratamiento médico debería implicar  la "comunicación" con ellas y el intercambio de información, en lugar de inundar el organismo con productos farmacológicos o maltratarlo con métodos invasivos como lo hacemos hoy.

Las células son capaces de integrar las señales que son físicamente diferentes, como las mecánicas, eléctricas, químicas, la temperatura, el pH, etc., antes de generar una respuesta. 
Las células pueden adaptarse a los cambios del entorno e incluso modificar su información genética si lo necesitan para adaptarse y sobrevivir.
Las células pueden disponer de la información contenida en sus propios átomos, información que proviene del universo mismo. Nuestras células comparten el mismo sustrato que la tierra, el sol y las estrellas y cada partícula elemental contiene la información de la totalidad.

Si aceptamos que cada célula es consciente, entonces debemos aceptar que las moléculas y los genes son la “expresión” de esta conciencia, y no los "determinantes" de las funciones vitales de las células. 
Es curioso porque nos consideramos muy inteligentes como especie, "en el tope de la escala evolutiva", sin embargo no aceptamos que esa capacidad ya se encuentra implícita en los niveles fundamentales de la vida.

Si para la ciencia las células fueran inteligentes, los científicos tendrían que reconsiderar todas las descripciones biológicas clásicas de las cadenas de causa y efecto en la función celular, desde los genes hasta las moléculas.
Es curioso como los seres humanos, dotados de conciencia e inteligencia, pueden olvidar sus orígenes y no ver esta inteligencia en todas partes, en cada ser vivo, ¡en cada célula!.

Si aceptáramos que las células son inteligentes, podríamos incluso comunicar con ellas, en un diálogo íntimo y directo…
…Al fin y al cabo si somos inteligentes, ¿Acaso no es mejor estar viviendo en un medio inteligente?

Consideremos la voz de un organismo complejo como el nuestro. Es obvio que no decimos lo que nos manda un gen o una molécula. Sin los órganos de la fonación no es posible hablar. Pero la capacidad de hablar, de elegir las palabras, el ritmo, la entonación, el volumen, el contenido…todo esto no es programado, si no que responde a un control inteligente. Es decir,  no existe un gen que programe las moléculas de las células musculares en las cuerdas vocales para interactuar en la manera de hablar o en el contenido. Pero incluso si fuera programado, ¿quién es el programador? ¿Hay una inteligencia detrás de la inteligencia?

La función da forma y crea la estructura. La necesidad hace a la función. La conciencia genera la necesidad. La necesidad organiza a la materia y estimula la creatividad.

Así que en principio, inteligencia mediante, no sería muy difícil poder comunicar con nuestras propias células, que en definitiva, somos nosotros mismos.

Y para comunicar, lo primero es saber escuchar.

Sin embargo, cuando se trata de células, la tendencia convencional es creer lo contrario: los biólogos a diario, afirman haber encontrado nuevos genes y moléculas que actúan e interactúan para producir esta o aquella función celular. Como si las células fueran autómatas inertes condenadas por un rígido código genético. Esta es todavía nuestra herencia newtoniana de un universo mecánico y material, considerado más bien como un aparato de relojería sin anomalías.  
La ciencia al servicio de la tecnología.
Pero la nueva ciencia se está mezclando con la espiritualidad. Las barreras se van transformando.

Hay vientos de cambio. Los modelos están cambiando. Un nuevo paradigma.

Un cambio de paradigma, significa un cambio de mentalidad y de hábitos.

El cambio significa evolución.