martes, 27 de septiembre de 2016

Principios para mantener la salud


Para cuidar e incrementar la salud del cuerpo y de la mente hay tres principios fundamentales:

El primero de ellos es mantener una alimentación natural, fresca, equilibrada y suficiente. El ser humano es omnívoro de manera que en su dieta debe incluir una amplia variedad de nutrientes: carnes y cereales integrales, así como vegetales, legumbres y frutas. La miel es un alimento excelente y reemplaza ampliamente al azúcar refinado (que es nocivo para la salud).



El segundo es mediante presiones y estiramientos, es decir masaje y ejercicios adecuados, para mantener el cuerpo fuerte, flexible y relajado y eliminar bloqueos, equilibrando la circulación de sangre y energía en todo el cuerpo. Respirando correctamente de manera amplia y profunda.












El tercero es la actitud mental
  
La salud depende de la alegría de vivir

Hay que cultivar la mente (habilidades cognitivas) y las emociones positivas.
Reprogramarse cotidianamente eliminando los programas mentales negativos y parásitos. Hay muchas técnicas y disciplinas para este propósito algunas obviamente mejores y más completas que otras, como el aikido o el chi kung y la meditación,  o incluso yoga o la PNL (programación neurolingüística), pero cada persona debe encontrar la que mejor le sirva.


En definitiva se trata de encontrar la unidad del cuerpo y de la mente, de plantearse preguntas fundamentales que permitan ampliar y profundizar la experiencia de vivir y no solo gastar su precioso tiempo y energía trabajando, consumiendo y corriendo detrás de objetos y personas.

El conocimiento es la base, aporta luz, serenidad y autocontrol y genera una influencia positiva en el entorno.

Salud y felicidad son dos aspectos de una misma realidad

No olvides que estás conectado a la conciencia de los otros de una manera expansiva y entrelazada, somos hijos del cielo y de la tierra, es un hecho. 
La luz que nos da la vida, el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que consumimos, todo es interdependiente.

Tenemos que estar agradecidos, que la vida por momentos sea difícil o que a veces duela, no es un problema, todo tiene remedio, forma parte de nuestro aprendizaje. El sufrimiento y el placer son dos extremos de una misma escala y la clave está en el equilibrio.

El problema es no saber quien eres ni lo que haces en esta, tu única vida, y mientras no los sepas andarás a tientas, tratando de llenar ese vacío infinito, que generalmente se transforma en miedo y ansiedad, con ilusiones y pensamientos prestados, viviendo seguramente una vida que no es propia.
Una identidad social completamente apartada del ser biológico.

Podemos agregar un cuarto principio para mantener al salud de cuerpo y mente: vuelve a tu esencia, conecta con tu ser biológico, con tu propio cuerpo, con tu propia realidad.
Gira 180º la dirección de tu mirada y colócala en el centro de tu ser, en tu interior, donde reina el equilibrio y la calma.



La respiración tranquila y profunda te ayuda, colocando el espíritu en el punto bajo el ombligo (en la zona llamada tantien), pero sobretodo llena de luz tu cuerpo y tu vida…


…por ahora es más que suficiente!.

martes, 26 de julio de 2016

La célula inteligente (2a. parte)


El orden en los sistemas biológicos

¿Cómo hace un organismo para evitar la desorganización o el desorden? 

La respuesta es: Al comer, beber, respirar y en el caso de las plantas, por la asimilación. Es lo que se llama: metabolismo, que en griego significa cambio o intercambio. 
¿Cambio de qué? Originalmente, la idea subyacente es, sin duda, el intercambio de material, por ejemplo la palabra alemana para el metabolismo es StoffWechsel (Stoff=materia, sustancia. Wechsel=cambio).
Que el intercambio de material deba ser lo esencial es absurdo. Cualquier átomo de nitrógeno, oxígeno, carbono, azufre, etc, es tan bueno como cualquier otro de su clase, ¿que podría ganarse con el intercambio entre ellos? 

De igual forma con respecto a la energía. Clasificar a los alimentos por su contenido en calorías no es correcto porque en un organismo adulto el contenido de energía es tan invariable como el contenido material. Esto es debido a la conservación de la masa y de la energía. Es obvio que ninguna caloría vale más que otra caloría, de manera que no se puede ver como este intercambio podría evitar la desorganización del organismo.

¿Cuál es el contenido precioso en los alimentos que nos aleja de la muerte? Eso es fácil de responder. Todos los procesos, todo lo que está pasando en la naturaleza, lleva a un aumento de la entropía por parte del mundo en el que está pasando. Así, un organismo vivo aumenta continuamente su entropía, o también podemos decir que produce entropía positiva, y por lo tanto tiende a acercarse al peligroso estado de entropía máxima, que es la muerte. 
Sólo puede mantenerse al margen de ella, es decir, con vida, mediante la continua elaboración en su entorno de entorno entropía negativa, lo cual es algo muy positivo como veremos enseguida. 
Esencialmente un organismo se alimenta de entropía negativa. 

O, para decirlo menos paradójicamente, lo esencial en el metabolismo es que el organismo consigue liberarse de toda la entropía que no puede dejar de producir mientras está vivo.

La entropía negativa (también llamada negentropía o sintropía) de un sistema vivo, es la entropía que el sistema exporta para mantener su entropía baja; esto lo hace para evitar el rápido deterioro al que lo llevaría el estado inerte de "equilibrio" de la entropía.
  
¿Qué es la entropía?

Es una magnitud física que designa, en cualquier sistema termodinámico aislado y tendiente al equilibrio, la parte de energía que no puede usarse para producir trabajo. Está en relación al grado de desorden molecular interno que presenta un sistema, es una medida del desorden. A mayor orden, menor entropía.
Por eso nuestro organismo lucha contra la entropía, para no desorganizarse.
La entropía está relacionada con la 2ª ley de la termodinámica, la cual expresa que la cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo, y si bien la materia y la energía no se pueden crear ni destruir, sí pueden transformarse, y establece el sentido en el que se produce dicha transformación, de forma irreversible.
El universo tiende a distribuir la energía uniformemente; o sea, a maximizar la entropía.

Hay una diferencia en los modos cómo la materia inorgánica y la materia viva se las arreglan para hacer frente a la segunda ley de la termodinámica- de la cual surge el concepto de entropía.
Mientras que en el caso de la materia inorgánica es necesaria la participación de enormes cantidades de átomos para, en promedio, alcanzar cierta estabilidad que hace posible a los organismos asegurar su existencia; en el caso de los sistemas vivos, la ley de los grandes números para evitar la entropía no es una condición absoluta, ya que comparativamente con solo unos pocos átomos participantes en las estructuras y procesos celulares, logran evitar el desorden (caos) del movimiento térmico.
Y es que la materia viva, por la peculiar organización de sus átomos en cristales aperiódicos o quasicristales, absorbe entropía negativa del ambiente y se resiste a la degradación.

Cuasicristal

La vida  representa el comportamiento ordenado y organizado de la materia, que no está basado solo en su tendencia a pasar del orden al desorden, sino también basado en un orden existente que es transmitido y mantenido. Dos son, pues, los principios que pueden describir la existencia de los sistemas vivos: el orden a partir del desorden (propio de los sistemas físicos) y el orden a partir del orden (típico de los sistemas biológicos).

Orden a partir del desorden
Un sistema biológico se mantiene vivo en su estado organizado tomando energía del ambiente y procesándola a través de su eficiente maquinaria química. Ésta acopla las sucesivas transformaciones energéticas a la producción de trabajo útil, lo que le permite ejercer las diferentes funciones celulares y así mantener su organización interna. Durante estos procesos, las células devuelven a su entorno energía disipada que consiste en calor y otras formas que rápidamente se distribuyen en el ambiente aumentando su desorden y entropía. Así, los organismos vivos ganan orden interno a expensas de generar desorden en su ambiente.

Orden a partir del orden
No toda la ordenación de un organismo vivo exige que su ambiente se desordene. Existe un orden transmitido genéticamente. La estructura del ADN permite almacenar la información genética de forma inalterada durante generaciones.
Debido a su estructura molecular (un verdadero cristal aperiódico), un gen no es perturbado por la agitación térmica y por eso puede transmitir la información genética de generación en generación sin degradarse.

Este tipo de cristal aperiódico se diferencia de los cristales ordinarios (que presentan periodicidad y regularidad en su estructura), en el rol que juegan sus átomos y moléculas individuales que permiten codificar gran cantidad de información y mantenerla estable y duradera.

ADN

La vida se las arregla para mantener el orden en los organismos y evitar la extinción.


Continuará...


jueves, 9 de junio de 2016

La célula inteligente





Parte 1

UNA NUEVA VISIÓN

La célula es la unidad morfológica y funcional de todo ser vivo. La biología clásica considera a las células como autómatas biológicos, es decir, material biológico genéticamente programado para una o varias funciones. Sin embargo cada célula tiene un grado fundamental de conciencia. Una célula es una unidad de conciencia. Con un grado de inteligencia que le permite adaptarse a las variaciones del medio y cambiar su programación e incluso improvisar para sobrevivir.

El diccionario define a la inteligencia (del latín intellegentĭa), como la "capacidad para entender o comprender" y también como la "capacidad de resolver problemas".

La célula entra dentro de esta definición.


Podemos considerar a la inteligencia como una propiedad fractal del universo: una naturaleza inteligente genera ecosistemas inteligentes, que contienen poblaciones inteligentes, compuestas por organismos inteligentes, formados por células inteligentes, que contienen orgánulos inteligentes, constituidos por moléculas y partículas inteligentes ... y así sucesivamente hasta la esencia misma.
Con lo cual podemos concluir que somos conscientes porque el universo es consciente y el universo es consciente porque nosotros lo somos también.

Somos el universo, no hay separación, no hay fragmentación. Solo hay una Conciencia y cada creación (incluyéndonos) es una manifestación de esta conciencia experimentándose a si misma subjetivamente.

La ciencia en la actualidad dedica sus esfuerzos a demostrar que son las interacciones moleculares específicas o la información genética las que determinan las funciones celulares tales como la división celular, el movimiento, la diferenciación, el diseño de la matriz extracelular, la comunicación entre células, etc.
Se considera convencionalmente de una manera determinante el rol de los genes y del sustrato físico (material) en la función celular. Como un mecanismo de relojería que se ajusta a leyes físicas y biológicas inmutables.
Sin embargo, es obvio, que alguien le da cuerda al reloj. Alguna inteligencia diseñó ese mecanismo.

El universo físico es una creación de la Mente

¿Pero, de donde saca los materiales la Mente o la Conciencia creadora, es decir Dios, para crear su universo?
Veamos.
Como no puede existir nada fuera de esa Mente creadora, que es la Conciencia única, la Fuente de donde surge toda la Creación, ni tampoco esta Conciencia puede crear ni importar materiales fuera de si misma, ya que “es” Todo y no puede existir nada fuera de ese “Todo”, podemos deducir que el universo está hecho de conciencia misma y que todas las manifestaciones, son expresiones y cristalizaciones momentáneas de esta única Conciencia.

Se ha demostrado claramente que las células son inteligentes y establecen comunicación entre ellas de variadas formas.

Actualmente gracias al aporte de nuevas investigaciones y a un cambio de mentalidad en una buena parte de la comunidad científica, se describe un nuevo panorama, en el que se considera a la conciencia como componente fundamental de la materia y directora de los cambios moleculares y genéticos.
Este nivel de conciencia no solo les permite a las células adaptarse y aprender, sino también comunicar e intercambiar información con el medio.

El campo y la célula forman una unidad de intercambio de energía e información que controla y modula la forma y la actividad.
  

Un diálogo de conciencias

Debemos comenzar aceptando el hecho de que los médicos no curan, en el sentido estricto del término, a ningún paciente. 
Únicamente las células del cuerpo pueden curar al cuerpo. 
Sólo las células saben cómo cerrar las heridas, curar infecciones o regenerar tejidos, solo ellas comprenden qué hacer adaptándose si cambian las condiciones del medio y conocen la forma de destruir patógenos y células mutantes. 

Podemos afirmar que son las células las que curan y no los médicos

Lo mejor que un médico puede hacer es ayudar: cerrando heridas, para evitar hemorragias e infecciones, reparando tejidos, moviendo los obstáculos del camino de las células, promoviendo la circulación de energía y sangre con acupuntura, dieta, ejercicios, masajes e incluso cirugía, suministrando materiales necesarios para las células (medicamentos y nutrientes) y sobretodo: abandonando los métodos invasivos y la lucha “armada” contra la enfermedad, o sea, respetando su naturaleza.
Para esto hay que estar dispuesto al diálogo y permitir que las células se expresen.
Muchas veces lo que se considera enfermedad es simplemente el resultado de una falta de comunicación y entendimiento de lo que sucede en el cuerpo.

¿Podemos aprender a “comunicar” con las células?

Hay que dejar atrás la manera convencional de enfrentarnos a la enfermedad.
La lucha cuerpo a cuerpo contra los “patógenos”, tarde o temprano condena a las células. 
Una nueva comprensión del universo y de las leyes que lo describen trae aparejado cambios en la manera de interpretar no solo la salud y la enfermedad, sino también nuestro rol como seres humanos viviendo en un entorno inteligente.
El cuerpo, al igual que el universo, tiene su manera de hacer las cosas, pero esto no significa que se corresponda con mecanismos fijos y determinados ni que la enfermedad sea en verdad lo que pensamos. El cuerpo tiene su propio lenguaje y en general lo desconocemos.
Las células tienen su manera de adaptarse provocando cambios que en general son considerados como nocivos, sobretodo si provocan trastornos, imposibilidad o dolor.
Estos cambios son considerados como una enfermedad y los médicos, desconocedores de este lenguaje natural, atacan a los síntomas y luchan contra estos, sin considerarlos como un factor de equilibrio y un cartel indicador de lo que no está funcionando bien.
Así, sin darse cuenta, en la mayoría de los casos, esta supresión de signos y síntomas trae más desequilibrios y debilita al cuerpo, resultado: más enfermedad.

Todo está en perpetuo cambio y movimiento y nosotros, como parte de un universo vivo y consciente, participamos inevitablemente de estas transformaciones.
En los procesos curativos se debe tener paciencia y aceptar los mecanismos del cuerpo, después de todo representan el resultado de millones de años de evolución.
Más importante que anular los síntomas y llevar las cosas a una “normalidad” arbitraria, protocolar y alejada de lo real, es escuchar al cuerpo, sus mensajes y señales, acompañando inteligentemente los procesos.
Incluso si a veces las reacciones son exageradas o molestas.

Si las células están mal informadas, o reaccionan de forma exagerada como en el shock anafiláctico, o incluso atacando a su propio cuerpo en forma de alergias y enfermedades autoinmunes, somos absolutamente incapaces de cambiar su manera de hacer.



 Células cancerosas (neoplasia)

Del mismo modo, estamos bastante indefensos cuando el cuerpo fabrica células cancerosas e incluso cuando favorece la construcción de nuevos capilares con el fin de satisfacer la alta demanda de nutrientes y oxígeno de estas células "mutantes”.
 ¿No sería un verdadero salto cualitativo en la evolución de la medicina si aprendiéramos a pedirles a las células del cáncer que detengan su crecimiento y la invasión, o persuadir a las células del sistema de defensa para que se abstengan de hacer anticuerpos auto-destructivos, o convencer a las células para que reconstruyan tejidos y estructuras? 

Ya que los construyeron antes, cuando éramos embriones, ¿por qué no serían capaces de hacerlo de nuevo? Las células madre en nuestro cuerpo contienen esta información.

Células madre

En los niveles fundamentales, materia y energía se transforman sin cesar y la información viaja en todas las direcciones del espacio-tiempo.

Solo hay que aprender a comunicar.
Es una transferencia de información.
En estos niveles la creencia y la intención son fundamentales.
La conciencia tiene el poder de transformar la materia.
Lo interesante es que se trata de uno mismo. De su verdadera naturaleza.

Como individuos somos la suma de todas las conciencias celulares en una conciencia unificada y la suma de todas las conciencias individuales forman una conciencia mayor aún.
Nuestro organismo es parte de un organismo superior y este a su vez de otro. La conciencia se estructura en niveles de jerarquía al igual que los organismos en biología, pero esencialmente no hay fisuras ni separación: la conciencia es una, la misma conciencia que es el sustrato de todo.


Nuestro diálogo interno es escuchado por cada célula.

Continuará...



jueves, 25 de febrero de 2016

La intención, la luz y la serpiente cósmica


El poder de la intención

La intención es el pensamiento enfocado con un propósito determinado.

Los pensamientos dirigidos con un objetivo pueden afectar a la materia y a los seres vivos, desde una simple célula hasta los organismos complejos, como los seres humanos.

La emisión de partículas de luz (biofotones) es el mecanismo mediante el cual una intención produce sus efectos.

Donde hay vida hay luz y donde hay luz hay vida.

Esta frase parece una obviedad, sin embargo conviene reflexionar profundamente sobre esto y asimilarlo.

La luz comunica, integra, organiza y regenera, aportando información y energía.

La luz es el vehículo de la conciencia

Cuando la luz interactúa con la conciencia del observador se particulariza, toma forma de  fotón.

Todos los seres vivos emiten naturalmente un flujo constante de fotones por medio de los cuales dirigen señales instantáneas no locales de una parte del cuerpo a otra y a otros seres.
Esta bioluminiscencia natural no es el resultado de reacciones químicas celulares.

Esta radiación lumínica espontánea que los seres vivos emiten, es una corriente constante de biofotones cuyo número depende de la posición del organismo en la escala evolutiva; mientras más complejo sea, el número de fotones emitidos es menor. Los organismos rudimentarios o las plantas emiten alrededor de 100 fotones por cm2 cada segundo, con una longitud de onda de 300 a 800 nanómetros, correspondiente al rango visible, mientras que los seres humanos sólo emiten aprox. 10 fotones por cm2 por segundo, esta emisión sigue además los ritmos biológicos.

Los biofotones son emitidos y almacenados por el ADN en el interior de la célula.



El ADN está íntimamente relacionado con la luz y por lo tanto con la conciencia, por eso, el ADN es fuente de conocimiento e iluminación


El ADN es el maestro iluminador.

Cuando el organismo está enfermo se producen cambios en la emisión de estos biofotones.


La intención, o sea, el pensamiento focalizado y dirigido se manifiesta como una corriente de energía e información, produciendo un flujo ordenado de fotones, al igual que un láser, con capacidad para alterar la realidad física.

Nuestras intenciones actúan como frecuencias altamente coherentes y ordenadas capaces de modificar la estructura molecular de la materia.


La intención es luz focalizada

La intención de curación se manifiesta como una radiación de luz ordenada y coherente, al igual que un láser.

Los seres humanos son receptores y emisores de señales cuánticas.

La intención dirigida se presenta como una radiación electromagnética que produce un flujo ordenado de fotones visibles y mesurables mediante equipos sensibles.

Nuestras intenciones operan como frecuencias altamente coherentes capaces de cambiar la estructura molecular de la materia. Como cualquier forma de coherencia en el mundo subatómico, un pensamiento bien enfocado puede actuar como un rayo láser, transmitiendo energía e información sin alteración, incluso a distancia. 

Existen evidencias de un flujo bidireccional constante de información entre todos los seres vivientes, como si éstos estuvieran en una comunicación cuántica constante que explicaría el mecanismo mediante el cual los pensamientos tienen un efecto físico.
La ciencia ha demostrado que las plantas son sensibles a la intención, esto no es nuevo para las culturas ancestrales y los chamanes que basan su saber en la enseñanza que les brindan las plantas.



Podemos tratar de explicar esta conexión entre los seres vivos, mediante los biofotones, es decir la luz, pero lo cierto es que debemos comprender que en esencia todo es una misma conciencia, manifestada en diferentes niveles y organizada en campos de energía e información propios para cada especie y cada individuo, pero todos interconectados.

Incluso la intención sanadora puede afectar no solamente al individuo objeto de la sanación sino a todos los seres vivos situados a su alrededor.

La energía del pensamiento puede afectar el medio ambiente. El proceso de la intención parece continuar perpetuando y aún intensificando su “carga”; de allí la importancia de establecer una habitación o espacio particular para enviar una intención determinada. Este parece ser el sentido de muchas construcciones megalíticas de la antigüedad, como las pirámides y templos o de ciertos lugares considerados sagrados. Pero incluso podemos registrarlo en un consultorio médico, o en un hospital, donde los campos de energía de los médicos y los pacientes están perturbando la red de energía sutil colectiva de esos espacios.

Para que la intención sea efectiva también es necesario escoger el momento apropiado. Esto no solo se relaciona con ciertas épocas del año, días y momentos relacionados con el biorritmo y los ciclos de la naturaleza, sino también con el estado de espíritu del sanador o aquel que emite la intención.

Desde tiempos remotos la intención ha sido utilizada con fines terapéuticos, ya que las culturas ancestrales conocían el hecho que la materia física puede ser influenciada y alterada por el pensamiento.
Podemos aceptar que todo es vibración y que la mente y la materia en esencia son la misma cosa (en diferente presentación y nivel de vibración).

La ciencia desconoce el mecanismo mediante el cual un pensamiento puede afectar la realidad física porque niega o ignora que la esencia de todo lo manifestado es la conciencia, y lo que vibra es el movimiento de la misma.

Pero existen múltiples planos de correspondencia y de manifestación del espíritu y cada plano tiene su nivel de conciencia. El plano físico y el mundo material es solo uno de ellos.

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