domingo, 21 de octubre de 2018

Medicina integral


por el Dr. Mariano Giacobone

La ciencia médica y en general los médicos no toman en cuenta la relación entre los pensamientos y emociones con el cuerpo físico. E incluso tienen problemas para saber donde se originan los pensamientos.

De hecho, para la ciencia, la mente y el cuerpo están separados y aunque hoy en día hay evidencias, incluso científicas, de la influencia de la conciencia sobre la materia, que corrobora las más antiguas tradiciones espirituales y medicinas tradicionales como la China y la India, la mentalidad de la mayoría de los médicos y la forma de entender la enfermedad y el proceso curativo continúa siendo completamente materialista.

La medicina moderna, sigue tratando a la enfermedad del cuerpo físico como si esta fuera un fenómeno aislado que debe ser tratado de una forma específica, predeterminada. La bacteria A que provoca la enfermedad B se cura con el antibiótico C.

Y en esta cadena de causa y efecto quedan afuera la mente, el sistema inmunitario y la inteligencia de las células, es decir la capacidad curativa del cuerpo.
Pero nuestras células son “conscientes” y tienen además millones de años de evolución y acceso a información que escapa al dominio de lo “objetivo”. Por lo tanto no tomar en cuenta este hecho, no es muy “inteligente” y mucho menos sabio

Para la medicina científica el inteligente es el médico, sus conocimientos “académicos”, sus técnicas cada vez más sofisticadas y la moderna aparatología, pero no el cuerpo, que es considerado como físico y material, entonces no se le da ninguna chance ni posibilidad que ejerza su poder curativo.

Pero incluso el medicamento más potente y la técnica quirúrgica más avanzada solo pueden ser eficaces si hay una respuesta por parte del cuerpo.
La buena medicina es preventiva. Anticipa la aparición de la enfermedad, ¿De qué manera? Ayudando a que el individuo esté sano, feliz y en armonía, favoreciendo su equilibrio fisiológico y fortaleciendo la energía vital, que es la fuente del proceso curativo.

El cuerpo tiene su inteligencia propia, si esta es estimulada y respetada, entonces podrá defenderse y curarse de cualquier afección.

Hay muchos casos documentados de curaciones espontáneas o “milagrosas”, que es el nombre que se lo pone a algo que no se sabe o no se puede etiquetar.
Personas con enfermedades degenerativas o con cáncer, que deciden “abandonar” el tratamiento convencional químico o quirúrgico, por la falta de resultados positivos, por no tener confianza o por sus numerosos y difíciles efectos adversos y secuelas, y “milagrosamente” se curan, sus enfermedades comienzan a remitir.

Y el común denominador de todos estos casos es el cambio de mentalidad. Los pacientes dejaron de identificarse con esa enfermedad y utilizaron el poder de sus pensamientos para dirigir y potenciar el proceso curativo.

He visto pacientes recuperar funciones neurológicas perdidas, curarse de cáncer, aumentar su inmunidad o hacer desaparecer enfermedades de larga data solo con un cambio de mentalidad, de hábitos (de alimentación, de forma de vida) y aplicando el poder sanador de sus pensamientos.

Desde el advenimiento del pensamiento científico, ya hace algunos siglos, los médicos son adoctrinados a ver y a tratar al paciente siguiendo la metodología científica. Y como lo estamos experimentando en la actualidad, se ha vuelto cada vez más técnica y sofisticada y cada vez mas alejada del ser humano.
¿Que significa esto? Que es el paciente el que debe adaptarse a la evolución de la medicina, que muchas veces sigue intereses comerciales y ajenos al bienestar de la persona y no la medicina (o el médico) que se adapta a la realidad del paciente.

Esto es grave, ya que primeramente anula la capacidad y el entorno curativo indispensable para la sanación.
Segundo, el paciente es “etiquetado” según sus síntomas y signos dentro de un determinado síndrome o cuadro clínico, que es tratado convencionalmente y de manera arbitraria con medicamentos o cirugía. Debo decir que es más fácil de esta forma, aunque parezca más “científico” y especializado.

“No hay enfermedades sino enfermos” Hipócrates

En una consulta médica standard, el tiempo que el médico le destina a cada paciente es de apenas unos minutos, a veces no por mala voluntad, pero el sistema de salud está diseñado para atender en cantidad y no en calidad. Por otra parte están los intereses comerciales de los laboratorios y empresas que persiguen beneficios económicos con la atención médica, la venta de medicamentos, exámenes médicos, etc. Contrariamente a lo que decía Hipócrates, en este caso “no hay enfermos sino enfermedades”. De esta forma es más fácil diagnosticar, etiquetar y luego vender un tratamiento determinado. El negocio está hecho.

Como podemos ver, en este sistema despersonalizado, es muy fácil desahuciar al paciente, ya que para la medicina, si no se cura de la manera convencional, entonces no hay cura y se descarta automáticamente.

Sin embargo, hay una nueva manera, una nueva medicina, (que curiosamente es muy antigua), que percibe al paciente de una manera integral, holística y humana. Teniendo en cuenta además de la historia personal y de su entorno, también sus emociones y sentimientos, y sobretodo, respetando y favoreciendo la capacidad curativa del cuerpo-mente.
Una verdadera medicina de la conciencia.
Donde el pensamiento positivo y creativo se vuelve no solo fuente de salud y felicidad sino que además ejerce un poder inmediato en la curación.
Es un cambio profundo en la forma de percibirse y percibir la realidad. Una manera distinta de encarar la salud y la enfermedad. Más profunda, más silenciosa, más espiritual.
  
La transformación puede que sea lenta, sobretodo a nivel social, cambiar el paradigma científico, el “modelo” establecido, lleva años y a veces siglos.
Es una verdadera reeducación, una revolución interior.
Quizás no sea fácil, pero vale el esfuerzo.
Y además, como se dice, está lo fácil y lo verdadero.
La elección es de cada uno.



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