por el Dr. Mariano Giacobone
La ciencia médica y en general los médicos no toman en cuenta la
relación entre los pensamientos y emociones con el cuerpo físico. E incluso
tienen problemas para saber donde se originan los pensamientos.
De hecho, para la ciencia, la mente y el cuerpo están separados y
aunque hoy en día hay evidencias, incluso científicas, de la influencia de la
conciencia sobre la materia, que corrobora las más antiguas tradiciones
espirituales y medicinas tradicionales como la China y la India, la mentalidad
de la mayoría de los médicos y la forma de entender la enfermedad y el proceso
curativo continúa siendo completamente materialista.
La medicina moderna, sigue tratando a la enfermedad del cuerpo
físico como si esta fuera un fenómeno aislado que debe ser tratado de una forma
específica, predeterminada. La bacteria A que provoca la enfermedad B se cura
con el antibiótico C.
Y en esta cadena de causa y efecto quedan afuera la mente, el
sistema inmunitario y la inteligencia de las células, es decir la
capacidad curativa del cuerpo.
Pero nuestras células son “conscientes” y tienen además millones
de años de evolución y acceso a información que escapa al dominio de lo
“objetivo”. Por lo tanto no tomar en cuenta este hecho, no es muy “inteligente”
y mucho menos sabio
Para la medicina científica el inteligente es el médico, sus
conocimientos “académicos”, sus técnicas cada vez más sofisticadas y la moderna
aparatología, pero no el cuerpo, que es considerado como físico y material,
entonces no se le da ninguna chance ni posibilidad que ejerza su poder
curativo.
Pero incluso el medicamento más potente y la técnica quirúrgica
más avanzada solo pueden ser eficaces si hay una respuesta por
parte del cuerpo.
La buena medicina es preventiva. Anticipa la aparición de la enfermedad,
¿De qué manera? Ayudando a que el individuo esté sano, feliz y en armonía,
favoreciendo su equilibrio fisiológico y fortaleciendo la energía
vital, que es la fuente del proceso curativo.
El cuerpo tiene su inteligencia propia, si esta es estimulada y respetada, entonces
podrá defenderse y curarse de cualquier afección.
Hay muchos casos documentados de curaciones espontáneas o
“milagrosas”, que es el nombre que se lo pone a algo que no se sabe o no se
puede etiquetar.
Personas con enfermedades degenerativas o con cáncer, que deciden
“abandonar” el tratamiento convencional químico o quirúrgico, por la falta de
resultados positivos, por no tener confianza o por sus numerosos y difíciles
efectos adversos y secuelas, y “milagrosamente” se curan, sus enfermedades
comienzan a remitir.
Y el común denominador de todos estos casos es el cambio
de mentalidad. Los pacientes dejaron de identificarse con esa
enfermedad y utilizaron el poder de sus pensamientos para
dirigir y potenciar el proceso curativo.
He visto pacientes recuperar funciones neurológicas perdidas,
curarse de cáncer, aumentar su inmunidad o hacer desaparecer enfermedades de
larga data solo con un cambio de mentalidad, de hábitos (de alimentación, de
forma de vida) y aplicando el poder sanador de sus pensamientos.
Desde el advenimiento del pensamiento científico, ya hace algunos
siglos, los médicos son adoctrinados a ver y a tratar al paciente siguiendo la metodología
científica. Y como lo estamos experimentando en la actualidad, se ha vuelto
cada vez más técnica y sofisticada y cada vez mas alejada del ser
humano.
¿Que significa esto? Que es el paciente el que debe adaptarse a la
evolución de la medicina, que muchas veces sigue intereses comerciales y ajenos
al bienestar de la persona y no la medicina (o el médico) que se adapta a la
realidad del paciente.
Esto es grave, ya que primeramente anula la capacidad y el entorno
curativo indispensable para la sanación.
Segundo, el paciente es “etiquetado” según sus síntomas y signos
dentro de un determinado síndrome o cuadro clínico, que es tratado
convencionalmente y de manera arbitraria con medicamentos o cirugía. Debo decir
que es más fácil de esta forma, aunque parezca más “científico” y
especializado.
“No hay enfermedades sino enfermos” Hipócrates
En una consulta médica standard, el tiempo que el médico le
destina a cada paciente es de apenas unos minutos, a veces no por mala
voluntad, pero el sistema de salud está diseñado para atender en cantidad y no
en calidad. Por otra parte están los intereses comerciales de los laboratorios
y empresas que persiguen beneficios económicos con la atención médica, la venta
de medicamentos, exámenes médicos, etc. Contrariamente a lo que decía
Hipócrates, en este caso “no hay enfermos sino enfermedades”.
De esta forma es más fácil diagnosticar, etiquetar y luego vender un
tratamiento determinado. El negocio está hecho.
Como podemos ver, en este sistema despersonalizado, es muy fácil
desahuciar al paciente, ya que para la medicina, si no se cura de la manera
convencional, entonces no hay cura y se descarta automáticamente.
Sin embargo, hay una nueva manera, una nueva medicina, (que
curiosamente es muy antigua), que percibe al paciente de una manera integral,
holística y humana. Teniendo en cuenta además de la historia personal y de su
entorno, también sus emociones y sentimientos, y sobretodo, respetando y
favoreciendo la capacidad curativa del cuerpo-mente.
Una verdadera medicina de la conciencia.
Donde el pensamiento positivo y creativo se
vuelve no solo fuente de salud y felicidad sino que además ejerce un poder
inmediato en la curación.
Es un cambio profundo en la forma de percibirse y percibir la
realidad. Una manera distinta de encarar la salud y la enfermedad. Más
profunda, más silenciosa, más espiritual.
La transformación puede que sea lenta, sobretodo a nivel social,
cambiar el paradigma científico, el “modelo”
establecido, lleva años y a veces siglos.
Es una verdadera reeducación, una revolución interior.
Quizás no sea fácil, pero vale el esfuerzo.
Y además, como se dice, está lo fácil y lo verdadero.
La elección es de cada uno.
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