sábado, 6 de noviembre de 2010

El gran ilusionista


A medida que se va estudiando el funcionamiento del cerebro a lo largo de las épocas, se van descubriendo características asombrosas de nuestro CPU biológico.
En la antigüedad ni se tenía idea de su funcionamiento.

La medicina tradicional china se refiere al cerebro como un órgano accesorio, entendían la percepción, las emociones y el conjunto de funciones neurofisiológicas como el resultado de la dinámica conjunta de todos los órganos internos.

Con el advenimiento de la ciencia en el siglo XVII, se comenzó a tener otra forma de conocimiento sobre el cerebro.

Primero se llegó a su descripción anatómica estudiando cadáveres, luego el interés científico llevó a experimentar (y sacrificar) animales pequeños y grandes, e incluso seres humanos, tratando de conocer su funcionamiento. Así se fueron estableciendo y clasificando las diferentes áreas y estructuras del cerebro (áreas de Brodmann, tallo cerebral, sistema límbico, núcleos, corteza, etc).
De manera que hoy en día, la mayor parte del conocimiento científico acerca del funcionamiento cerebral es el producto de incontables años de disecciones, autopsias y pruebas (muchas de ellas cruentas) en pacientes.

Esto ha llevado, aún en la actualidad, a tener una visión localizada de las funciones cerebrales, es decir, cada parte o estructura del cerebro tiene una función específica y determinada y la alteración o el daño de esta parte producirá a su vez una enfermedad ya conocida y debidamente clasificada.

Sin embargo, esto no explica verdaderamente lo que sucede en el cerebro y como funciona.
Hay fenómenos como la memoria, el aprendizaje, la percepción e incluso la sensibilidad, que no pueden ser verdaderamente localizados en una parte específica del cerebro, a pesar de que existan zonas que tengan una mayor relación con estas funciones.


Podemos ver esta forma “científica” de interpretación en otras áreas de la ciencia como la física.

Hasta el advenimiento de la mecánica cuántica se consideraba al átomo y sus electrones como los componentes últimos de la materia. Hoy se habla de los átomos más en términos de posibilidades y de insustancialidad que como materia sólida.

La forma en que percibimos la realidad es un arreglo que hace el cerebro para darnos una sensación de coherencia, continuidad y solidez, aunque para esto debe rellenar agujeros, inventar o crear una realidad perceptual.

El cerebro es el gran ilusionista.

Solo vemos lo que el cerebro dice que vemos, y como lo demuestran numerosos estudios, esto está en relación con lo que creemos.

Lo que sucede “afuera” no es realmente lo que aparenta ser.

Los ojos no envían al cerebro imágenes en 3D de personas, de árboles o de la calle, o algo que pensamos que vemos fuera de nosotros. Los ojos envían señales bioeléctricas que una vez que son decodificadas por el cerebro (y no solo la corteza visual!), este devuelve, es decir, proyecta una imagen holográfica dándonos la sensación, incluso física, que lo que vemos realmente existe (de la manera que lo vemos).
Por eso es que la naturaleza de lo que percibimos es una ilusión fabricada por nuestro cerebro.
En realidad no hay colores, ni sonidos, ni sabores, solo hay ondas electromagnéticas que son decodificadas e interpretadas y que generan una serie de descargas electroquímicas por parte del director del film y encargado de efectos especiales: nuestro cerebro.

Los colores son diferentes longitudes de onda del espectro electromagnético que el cerebro decodifica a partir de la luz blanca.

No hay tal cosa como “el universo”, porque hay un universo dentro de cada cerebro y cada uno con una percepción diferente, con un punto de vista propio y único.

Las realidades colectivas, es decir, el hecho de que aparentemente experimentemos todos la misma realidad, es solo un acuerdo mental, los cerebros se alinean en una misma longitud de onda y vibran de manera similar.

Como cuando vamos al cine y vemos un film, todos vemos la misma película, pero en realidad cada uno vive una experiencia diferente. Algunos ríen, otros lloran, están los que se aburren y los que se duermen, para algunos llega a ser completamente “real” y luego están incluso los que se levantan y se van. Fin de la presentación. El elemento común es que esas imágenes tan “reales”, solo son una serie de fotografías que en movimiento dan la sensación de continuidad, ondas electromagnéticas, primero decodificadas por un proyector y luego por nuestro cerebro.

Otra cosa está clara, nadie piensa que John Wayne está vivo en la pantalla, sabemos identificar la ilusión. Sin embargo todo se pasa dentro de nuestro cerebro.

Para la mayoría de nosotros es obvio que el sentimiento de amor o de enojo, la sensación de frío o de hambre son realidades internas y que el canto de un pájaro, el ruido de un motor o el calor del sol son realidades externas.

Cuando vemos un objeto, la imagen se forma en el cerebro, pero no lo percibimos como si estuviera “adentro” nuestro si no afuera.

Igualmente si nos golpeamos un dedo y nos duele, el dolor no está ahí, el estímulo viaja por las vías nerviosas desencadenando una serie de reacciones neurofisiológicas en alguna parte del cerebro, en definitiva es este el que interpreta y decide si duele o no.
Existe el fenómeno del "miembro fantasma". Algunos a los que se les ha amputado un miembro (u otra parte: un seno, un diente, etc.), pueden, incluso luego de mucho tiempo, sentir dolor, hormigueo o molestias en el lugar donde tenían el miembro o la parte extraída. Esto es debido a que el cerebro mantiene aún un esquema de esa parte o miembro, así que en una zona de su estructura para el cerebro ese miembro sigue existiendo.

El cerebro tiene la capacidad de hacernos creer que las cosas están ubicadas donde no lo están, proyecta la ilusión de que ciertos procesos que son internos tienen lugar fuera del cuerpo.
Otro dato interesante: el cerebro no diferencia entre lo que imagina y lo que percibe. El recuerdo de una situación de peligro o de una experiencia vivida con intensidad activa las mismas zonas cerebrales que si estuviera percibiendo ese fenómeno. (ver post: falsos recuerdos ).

La sinestesia es una condición donde la información sensorial se confunde y es interpretada por el sentido incorrecto. Por ejemplo, ante un sonido específico se percibe un sabor determinado, o un olor particular se percibe como un sonido.

La hipnosis provoca una reinterpretación de las señales eléctricas por parte del cerebro. El hipnotizador implanta una falsa creencia de manera que el cerebro interpreta estas señales para que encajen en esta creencia.

Esta característica del cerebro puede ser utilizada con fines terapéuticos, pero también con fines egoístas, para crear una necesidad (e incluso una adicción), y esto es utilizado por las companias de marketing y propaganda para venderle a la gente productos, medicamentos, alimentos chatarra e incluso candidatos políticos.

Conociendo como funciona el cerebro, hacer esto es muy fácil. Basta con implantar una necesidad o un problema y hacer que la gente crea en eso. Luego se vende (o se impone la solución). Como vimos en entradas anteriores, la TV y los medios de comunicación sirven a este propósito.

Los laboratorios medicinales diseñan nuevos medicamentos y para venderlos y generar millonarias ganancias crean una nueva enfermedad, o una epidemia, o un nuevo riesgo para la salud, luego utilizan a los médicos como intermediarios, que luego de un diagnóstico incorrecto y muchas veces tendensioso crea en el paciente la creencia en esa enfermedad y entonces el falso tratamiento es instalado en la vida de muchas personas que no solo pagan con dinero si no con su salud y felicidad. (ver más).

La técnica del mensaje subliminal no es nueva, aunque en la actualidad sus usos se han potenciado.

Como se puede ver, las apariencias engañan, hay que aprender a filtrar y purificar la información que se recibe.

Instalar buenos programas en el cerebro, incluso un buen anti-virus, que nos permitan percibir una realidad más allá de los órganos de los sentidos, y por supuesto eliminar los programas nocivos e inútiles que entorpecen el funcionamiento y pueden provocar un daño grave.

Se trata de crear una realidad más amplia, más normal, más libre e inteligente.

El cerebro es el gran ilusionista, cuando le confiamos la conducción de nuestra vida, todo se vuelve virtual, caemos en la confusión y en la ilusión con facilidad.

Pero si aprendemos a escuchar al corazón y le permitimos que se exprese, naturalmente se establece el equilibrio, así podemos percibir lo "real" y trascender la ilusión.

4 comentarios:

jose angel dijo...

Hola Mariano,

Yo no soy ni mi cuerpo, ni mi cerebro, ni mi mente, ni mis pensamientos, ni mis emociones. Son instrumentos que tengo para interactuar con este mundo.

Yo soy aquel que esta ahí, o aquí.

Bueno, como sea, resulta esto muy divertido.

Gracias por hacernos recordar.

Un afectuoso abrazo. Seguimos por aquí atentos.

Seiki Giacobone dijo...

Es verdad, pero tus pensamientos, tu cuerpo, este mundo y todo aquello con lo que interactúas también eres tu, y eso lo hace todavía más interesante.
gracias jose angel, un abrazo

Anónimo dijo...

Hola Mariano,

Un post muy interesante.
GRACIAS por compartirlo. :)
Me gustaría decir que, desde mi punto de vista, el cerebro y su funcionamiento es un tema que mantiene un toque de misterio.

Hace unas semanas leí que el mundo que en realidad es, no es el que todas las personas ven, sino que cada persona se crea su propio mundo, que cada uno ve el mundo desde una lente, y que esta se puede cambiar.

GRACIAS de nuevo por el artículo.
Saludos,
Begoña

Anónimo dijo...

Hola de nuevo Mariano,

Se me olvidó añadir al comentario anterior que son muy bonitas las imágenes que expones en tu blog.
Saludos,
Begoña