Uno de los principios de la física cuántica es que no descubrimos la realidad sino que participamos en crearla.
Cuanto más ahondamos en los niveles más allá de los átomos, esta naturaleza participativa se hace evidente.
Quizás lo que pensamos que estamos descubriendo, lo estamos creando.
Esto significa que no hay una realidad objetiva fuera de nosotros.
El observador y la realidad forman parte de un todo continuo que se retroalimenta sin cesar.
En esencia todo se encuentra conectado. La realidad fundamental es unidad.
Pero hay diferentes niveles de manifestación de la realidad.
En esencia todo se encuentra conectado. La realidad fundamental es unidad.
Pero hay diferentes niveles de manifestación de la realidad.
Por ejemplo, en un nivel de realidad, nos parece que nuestro cuerpo es concreto y ocupa un lugar en el espacio, en este nivel también existe el tiempo.
Pero en otro nivel, nuestros cuerpos físicos se diluyen en una nube de electrones, en esta realidad solo hay campos de energía e información, sin límites, más allá del espacio y del tiempo.
Hasta ahora se creía que el que piensa es el cerebro, pero en realidad, el cerebro se encarga de traducir e integrar la información y proyectar una respuesta, es decir, convierte la información sensorial en un lenguaje de frecuencias.
Pero si en los niveles fundamentales no tenemos límites y existimos conectados con todo lo demás, ¿Qué pasa con la mente? Si el cerebro y el cuerpo físico son proyecciones de la conciencia, o la parte más densa de un continuo de campos de energía cada vez más sutiles. ¿Dónde ubicamos a la mente?.
Algunas investigaciones revelan datos interesantes.
Los neurofisiólogos Libet y Feinstein, del Mount Sion Hospital en San Francisco (USA), midieron el tiempo que tarda un estímulo táctil en la piel en llegar al cerebro como señal eléctrica.
El paciente debía presionar un botón cuando se diera cuenta que lo tocaban. Descubrieron que el cerebro registraba el estímulo una diezmilésima de segundo luego de producido mientras que el paciente tocaba el botón una décima de segundo después del estímulo, o sea más tarde. Hay que agregar, por otro lado, que el paciente no dijera que era conciente del estímulo o que apretaba el botón durante casi medio segundo sin darse cuenta. Lo que significa que el inconciente del paciente era el que tomaba la decisión de responder.
El consciente fue el último en llegar, es decir, el más lento.
Obviamente ninguno de los sujetos de la prueba advirtieron que fue el inconsciente el que les hizo apretar el botón. De alguna manera el cerebro creaba el engaño reconfortante de que habían controlado la acción concientemente. Entonces, ¿Es la libre voluntad una ilusión?.
Estudios posteriores han demostrado que casi 1 segundo antes de que decidamos mover un músculo, el cerebro ya ha comenzado a generar las señales necesarias para que ocurra el movimiento.
Uno puede preguntarse, ¿Quién toma las decisiones, la mente consciente o el inconsciente?
Todavía hay más. Se observó que el campo de energía humano responde a los estímulos aun antes que el cerebro.
Uno puede preguntarse, ¿Quién toma las decisiones, la mente consciente o el inconsciente?
Todavía hay más. Se observó que el campo de energía humano responde a los estímulos aun antes que el cerebro.
Esto nos lleva a replantear la función del cerebro y la verdadera naturaleza de la mente.
La mente no se sitúa solo en el cerebro, existe también en nuestros cuerpos más sutiles y no físicos.
Una célula es una unidad de conciencia.
Sabe que hacer, se da cuenta, responde.
En salud y felicidad vibra de una manera, en la enfermedad de otra.
Nuestra mente es un emergente de todas esas conciencias, que son una, en diferentes planos de realidad.
Los aspectos más fundamentales de nuestra vida se desarrollan sin la intervención de la conciencia o la voluntad, por ejemplo: la respiración, el metabolismo y la división celular, el latido del corazón, la temperatura del cuerpo, la resistencia a las enfermedades, la duración de nuestras vidas, etc. Sin embargo, con la mente ( y nuestros hábitos) podemos influir e incluso modificar estos aspectos.
Los aspectos más fundamentales de nuestra vida se desarrollan sin la intervención de la conciencia o la voluntad, por ejemplo: la respiración, el metabolismo y la división celular, el latido del corazón, la temperatura del cuerpo, la resistencia a las enfermedades, la duración de nuestras vidas, etc. Sin embargo, con la mente ( y nuestros hábitos) podemos influir e incluso modificar estos aspectos.
Podemos pensar con cualquier parte del cuerpo, incluso fuera de este.
Todo depende del lugar donde se ubique el observador.
Si pensamos a partir del cuerpo físico y de la realidad material, los pensamientos vibraran en consecuencia y la realidad que se creará será siempre la misma: limitada y material.
Pero cuando trascendemos la mente conciente, el parloteo incesante y fuera de control, el pensamiento puede ir más lejos y más profundo, manifestando otros aspectos de nuestro ser, más creativos y más libres.
Nuestra mente es también la mente universal, somos creaciones de la conciencia,
Pero cuando trascendemos la mente conciente, el parloteo incesante y fuera de control, el pensamiento puede ir más lejos y más profundo, manifestando otros aspectos de nuestro ser, más creativos y más libres.
Nuestra mente es también la mente universal, somos creaciones de la conciencia,
el verdadero poder está en el inconciente y para acceder a él hay que cambiar la dirección de la mirada. En el silencio y la calma.
La práctica cotidiana de la meditación (ver zazen) nos permite conectarnos con este océano inconsciente de potencialidad y hacer que se manifieste en nuestra realidad cotidiana.
La práctica cotidiana de la meditación (ver zazen) nos permite conectarnos con este océano inconsciente de potencialidad y hacer que se manifieste en nuestra realidad cotidiana.
Inconsscientemente, naturalmente.
1 comentario:
Por favor, "conciente" lleva una "s" tras la "n".
También se agradecerían referencias que amplíen las aseveraciones que se hacen.
Muchas gracias por el post!
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