Hemos llegado a un nivel de conocimientos sobre el ADN y el rol de los genes, gracias a la tecnología de “avanzada” y a la investigación de numerosos científicos.
Esto ha permitido la manipulación del material genético y comprender en parte como es el mecanismo biológico de la herencia.
Sin embargo, a pesar de estos aparentes “avances”, todavía se sigue considerando que la principal función de la molécula de ADN es la de sintetizar proteínas, aunque para esta función solo ocupe un 10% del total de su cadena. El resto, se lo ha llamado, (también por los científicos) “ADN basura”, al no saber para que sirve entonces se lo descarta.
Como si la naturaleza no supiera lo que hace ni para que.
El ADN es influenciado por las palabras y las frecuencias.
(leer post: el lenguaje del ADN )
Durante los años ´90, tres premios Nobel de medicina revelaron, a partir de su investigación, que la principal función del ADN no es la síntesis proteica, como se creía, si no la recepción y transmisión de energía electromagnética (bioacústica y bioeléctrica).
¿Qué importancia tiene esto?
Ya hemos visto la capacidad del corazón de crear un campo electromagnético que se extiende más allá de la persona influyendo inclusive en otras personas. Los pensamientos, sentimientos y emociones modifican la vibración del ADN.
Somos literalmente, una expresión electromagnética de las vibraciones que recibimos y emitimos.
El comportamiento electromagnético se evidencia en el mundo como una “dualidad”.
Toda materia presenta una carga positiva y otra negativa. Es su naturaleza.
La homeostasis de cada organismo depende del equilibrio de estas polaridades, que si bien son opuestas, son complementarias y forman parte de un “todo”.
Las contradicciones son ilusorias, son la expresión de una percepción limitada de la realidad. Para la naturaleza no existe el bien o el mal, ni ganar o perder. Solo existe la alternancia de ciclos.
El campo electromagnético del corazón se modifica a medida que experimentamos diferentes emociones y este cambio puede afectar no solo otros cerebros sino las propias células del organismo, el agua y evidentemente al ADN.
Poseemos un sofisticado sistema de señales que comunica a todas las células como integrantes de una misma comunidad. De manera que si sentimos miedo, esta señal es diseminada en cada una de las células del organismo.
Se descubrió que las células del cuerpo humano se comunican por medio de biofotones, partículas de luz que precisamente son la unidad de medida del campo electromagnético.
Podemos decir lo mismo en una escala superior, los miembros de una sociedad, también comunican de la misma manera. Estas señales electromagnéticas influyen además en el entorno, es lo que se llama “resonancia mórfica”.
Esto era conocido por sabios, maestros y chamanes de la antigüedad. Las culturas prehistóricas poseían este conocimiento.
Según algunos experimentos, se probó que las lenguas antiguas como el sánscrito, el arameo y el hebreo, cuando eran habladas creaban una frecuencia vibratoria que organizaba la materia en patrones de geometría sagrada. Los “mantras” tienen este efecto.
El sonido no solo interactúa con la vida, la sostiene y la desarrolla. Actúa como un conducto para la intención conciente entre las personas, las sociedades y las civilizaciones.
La vibración del sonido afecta a la materia.
El lenguaje es un sistema de signos codificados que expresan pensamientos, sentimientos y emociones. El lenguaje es fundamental.
Estamos en la “era de las comunicaciones”, sin embargo, muchas personas viven cada vez más “aisladas” y no solamente de su entorno, sino de su medio interno, de sus cuerpos, de sus emociones y sentimientos, de su vida.
Hemos creado una barrera de lenguaje entre la humanidad y el resto de la naturaleza, y este es nuestro principal problema como especie (y como individuos).
El lenguaje se ha ido deformando, su vibración se ha vuelto caótica y “antinatural”.
Leon Orwell, en su investigación sobre el ADN, dijo: "Un tercio de la corteza sensomotriz del cerebro está dedicada al lenguaje, la boca, la lengua, los labios y el habla. Esto significa que las frecuencias en la que las emisiones son pronunciadas, o la entonación, tienen un fuerte poder sobre la vida, en el ADN y la información genética e incluso en la evolución de la especie".
Esto demuestra que una degradación del lenguaje afecta no solo la biología si no además la psiquis y la capacidad de adaptación.
El lenguaje y la evolución están ligados, de hecho, el centro nervioso del lenguaje articulado (área de Broca) se encuentra en la mayoría, en la corteza frontal izquierda. Y el hemisferio cerebral izquierdo, es el que crea conceptos, separa las partes para comprender y piensa de manera dualista en términos de lógica y razón, comparando. Es la sede del interminable diálogo interno.
Si es el lenguaje el que ha hecho evolucionar la corteza frontal o al desarrollarse esta apareció la riqueza de expresión (además de otras habilidades), es difícil decirlo. Es probable que ambas al mismo tiempo.
Como sea, hablamos como pensamos.
Y si solo usamos el lado izquierdo del cerebro, el lenguaje -como se ve (y escucha) en la sociedad actual-, será contradictorio, superficial, secuencial (sin silencios), tenderá a separar más que a integrar. En una palabra, favorecerá la confusión y los malos entendidos.
El lenguaje puede limitar y confundir, pero también puede liberar.
Esto a partir del equilibrio de ambos hemisferios cerebrales. Incluyendo el silencio, la observación, la musicalidad, el tipo de vibración que se emita. O sea, desarrollando la percepción del lado derecho. El cerebro derecho controla la espacialidad, la música y la percepción del lenguaje del cuerpo y de la totalidad. Une para comprender y es mudo, pero sabio.
Un viejo maestro zen llamado Keizan, enseñaba: “Cada 10 palabras que quieran decir, eliminen 9, la que quede será justa y poderosa.”
Muchos maestros han enseñado a expresarse más allá de las palabras. No es necesaria una catarata de conceptos y palabras para expresar una verdad o un sentimiento, ya que estos se expresan por si mismos.
El que habla demasiado, no solo repite, puede terminar mintiendo. Podemos estar hablando todo el día sin decir nada interesante, y además generar ruido y perder energía.
Cuando las funciones cerebrales se equilibran y el pensamiento está sereno y conectado con el resto, se puede crear un lenguaje más armónico y profundo, cuya vibración influya incluso en la materia.
Esto ha permitido la manipulación del material genético y comprender en parte como es el mecanismo biológico de la herencia.
Sin embargo, a pesar de estos aparentes “avances”, todavía se sigue considerando que la principal función de la molécula de ADN es la de sintetizar proteínas, aunque para esta función solo ocupe un 10% del total de su cadena. El resto, se lo ha llamado, (también por los científicos) “ADN basura”, al no saber para que sirve entonces se lo descarta.
Como si la naturaleza no supiera lo que hace ni para que.
El ADN es influenciado por las palabras y las frecuencias.
(leer post: el lenguaje del ADN )
Durante los años ´90, tres premios Nobel de medicina revelaron, a partir de su investigación, que la principal función del ADN no es la síntesis proteica, como se creía, si no la recepción y transmisión de energía electromagnética (bioacústica y bioeléctrica).
¿Qué importancia tiene esto?
Ya hemos visto la capacidad del corazón de crear un campo electromagnético que se extiende más allá de la persona influyendo inclusive en otras personas. Los pensamientos, sentimientos y emociones modifican la vibración del ADN.
Somos literalmente, una expresión electromagnética de las vibraciones que recibimos y emitimos.
El comportamiento electromagnético se evidencia en el mundo como una “dualidad”.
Toda materia presenta una carga positiva y otra negativa. Es su naturaleza.
La homeostasis de cada organismo depende del equilibrio de estas polaridades, que si bien son opuestas, son complementarias y forman parte de un “todo”.
Las contradicciones son ilusorias, son la expresión de una percepción limitada de la realidad. Para la naturaleza no existe el bien o el mal, ni ganar o perder. Solo existe la alternancia de ciclos.
El campo electromagnético del corazón se modifica a medida que experimentamos diferentes emociones y este cambio puede afectar no solo otros cerebros sino las propias células del organismo, el agua y evidentemente al ADN.
Poseemos un sofisticado sistema de señales que comunica a todas las células como integrantes de una misma comunidad. De manera que si sentimos miedo, esta señal es diseminada en cada una de las células del organismo.
Se descubrió que las células del cuerpo humano se comunican por medio de biofotones, partículas de luz que precisamente son la unidad de medida del campo electromagnético.
Podemos decir lo mismo en una escala superior, los miembros de una sociedad, también comunican de la misma manera. Estas señales electromagnéticas influyen además en el entorno, es lo que se llama “resonancia mórfica”.
Esto era conocido por sabios, maestros y chamanes de la antigüedad. Las culturas prehistóricas poseían este conocimiento.
Según algunos experimentos, se probó que las lenguas antiguas como el sánscrito, el arameo y el hebreo, cuando eran habladas creaban una frecuencia vibratoria que organizaba la materia en patrones de geometría sagrada. Los “mantras” tienen este efecto.
El sonido no solo interactúa con la vida, la sostiene y la desarrolla. Actúa como un conducto para la intención conciente entre las personas, las sociedades y las civilizaciones.
La vibración del sonido afecta a la materia.
El lenguaje es un sistema de signos codificados que expresan pensamientos, sentimientos y emociones. El lenguaje es fundamental.
Estamos en la “era de las comunicaciones”, sin embargo, muchas personas viven cada vez más “aisladas” y no solamente de su entorno, sino de su medio interno, de sus cuerpos, de sus emociones y sentimientos, de su vida.
Hemos creado una barrera de lenguaje entre la humanidad y el resto de la naturaleza, y este es nuestro principal problema como especie (y como individuos).
El lenguaje se ha ido deformando, su vibración se ha vuelto caótica y “antinatural”.
Leon Orwell, en su investigación sobre el ADN, dijo: "Un tercio de la corteza sensomotriz del cerebro está dedicada al lenguaje, la boca, la lengua, los labios y el habla. Esto significa que las frecuencias en la que las emisiones son pronunciadas, o la entonación, tienen un fuerte poder sobre la vida, en el ADN y la información genética e incluso en la evolución de la especie".
Esto demuestra que una degradación del lenguaje afecta no solo la biología si no además la psiquis y la capacidad de adaptación.
El lenguaje y la evolución están ligados, de hecho, el centro nervioso del lenguaje articulado (área de Broca) se encuentra en la mayoría, en la corteza frontal izquierda. Y el hemisferio cerebral izquierdo, es el que crea conceptos, separa las partes para comprender y piensa de manera dualista en términos de lógica y razón, comparando. Es la sede del interminable diálogo interno.
Si es el lenguaje el que ha hecho evolucionar la corteza frontal o al desarrollarse esta apareció la riqueza de expresión (además de otras habilidades), es difícil decirlo. Es probable que ambas al mismo tiempo.
Como sea, hablamos como pensamos.
Y si solo usamos el lado izquierdo del cerebro, el lenguaje -como se ve (y escucha) en la sociedad actual-, será contradictorio, superficial, secuencial (sin silencios), tenderá a separar más que a integrar. En una palabra, favorecerá la confusión y los malos entendidos.
El lenguaje puede limitar y confundir, pero también puede liberar.
Esto a partir del equilibrio de ambos hemisferios cerebrales. Incluyendo el silencio, la observación, la musicalidad, el tipo de vibración que se emita. O sea, desarrollando la percepción del lado derecho. El cerebro derecho controla la espacialidad, la música y la percepción del lenguaje del cuerpo y de la totalidad. Une para comprender y es mudo, pero sabio.
Un viejo maestro zen llamado Keizan, enseñaba: “Cada 10 palabras que quieran decir, eliminen 9, la que quede será justa y poderosa.”
Muchos maestros han enseñado a expresarse más allá de las palabras. No es necesaria una catarata de conceptos y palabras para expresar una verdad o un sentimiento, ya que estos se expresan por si mismos.
El que habla demasiado, no solo repite, puede terminar mintiendo. Podemos estar hablando todo el día sin decir nada interesante, y además generar ruido y perder energía.
Cuando las funciones cerebrales se equilibran y el pensamiento está sereno y conectado con el resto, se puede crear un lenguaje más armónico y profundo, cuya vibración influya incluso en la materia.
1 comentario:
excelente!!
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