Todo
conocimiento conlleva el riesgo del error y de la ilusión. La educación del
futuro debe afrontar el problema desde estos dos aspectos: error e ilusión.
Es
una tarea dedicada y profunda, ya que no es para nada fácil reconocer el error
y la ilusión, particularmente si el cerebro ha sido condicionado para funcionar en el marco del error y la ilusión.
Podemos
definir al error como un concepto equivocado o un juicio falso, mientras que la
ilusión es una idea, imagen o representación no real, causada por la
imaginación o por un engaño de los sentidos.
Error
e ilusión parasitan la mente humana desde sus orígenes. Basta con observar la
historia de la humanidad en todos sus dominios: religioso, científico, socio-cultural,
etc.
Como
lo refiere el filósofo y sociólogo francés E. Morin: “Cuando consideramos el
pasado, incluyendo el reciente, sentimos que ha sufrido la influencia de innumerables errores e
ilusiones. Marx y Engels enunciaron justamente
en La Ideoloqía Alemana que los hombres siempre han elaborado falsas concepciones de ellos mismos, de lo que hacen, de
lo que deben hacer, del mundo donde
viven. Pero ni Marx ni Engels escaparon a estos errores”.
Un
conocimiento no muestra una realidad objetiva, que como ya vimos, no existe
como tal (ver entradas anteriores). Es decir que este conocimiento no es el espejo
del mundo exterior o de las cosas tal cual son. Todas las percepciones son a la
vez traducciones y reconstrucciones cerebrales, a partir de señales y estímulos
captados y codificados por los sentidos.
A
continuación esta información es interpretada y a partir de este conocimiento
se elabora una respuesta.
De
manera que cualquiera de estos pasos en el mecanismo del conocimiento pueden
inducir al error o a la ilusión: 1) en la percepción (recepción de señales:
auditivas, visuales, propioceptivas, etc.), en la traducción e interpretación
de la información, y por supuesto si esto no es corregido, se generará una respuesta
equivocada o inadaptada, bajo la forma de pensamiento, palabra o acción.
A
pesar de nuestros controles racionales, la proyección de nuestros deseos o de
nuestros miedos, las perturbaciones mentales que aportan nuestras emociones o
el exceso de trabajo mental, multiplican los riesgos de error.
Es
posible que eliminando la afectividad se reduzca el margen de error.
El exceso
de emociones o la falta de control sobre ellas pueden nublar el entendimiento:
el odio, el amor, el miedo, la tristeza, demasiado rechazo, demasiada
atracción…
Pero
es sabido que el desarrollo de la inteligencia esta estrechamente ligado al
afecto, de hecho las principales estructuras neuronales relacionadas con el
aprendizaje y la memoria se encuentran en el cerebro medio o emocional (sistema límbico). La pasión, la curiosidad, la necesidad pueden ser motores que
impulsen el conocimiento.
Existe
el dicho: “La necesidad es la madre del ingenio”
La
afectividad puede estimular el conocimiento y también puede asfixiarlo.
Existe
una relación estrecha entre la inteligencia y la afectividad: la capacidad de aprendizaje
puede ser afectada por una carencia emocional o por la indiferencia afectiva,
pero puede aumentarse con cariño y respeto.
¿Cómo
hacer para reconocer el error o la ilusión?
No es
algo tan simple teniendo en cuenta que la mayoría de las personas son educadas
(y entrenadas) para aceptar conceptos erróneos y creer que sus percepciones
ilusorias son reales.
Es
necesario que la educación aporte la capacidad para filtrar señales y “ruido”
nocivo, particularmente en una sociedad cada vez más saturada de estímulos.
Se
debe enseñar a mirar, a escuchar, a moverse en un determinado medio, a
desarrollar una actitud crítica y libre, a conocer los recursos internos y
externos de los que se disponen para resolver una determinada situación.
Con
este propósito hay que introducir y desarrollar en la educación el estudio de
las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano,
de sus procesos y modalidades.
Fomentar
la capacidad de concentración y de foco y el desarrollo de la atención sutil.
Esto permite que la actividad cerebral se vuelva coherente, y será esto lo que
favorecerá la apertura de la mente y la expansión de la conciencia.
En
otras palabras: se debe enseñar a aprender, y no llenar el cerebro de
información inútil e incoherente y mayormente tendenciosa.
Es el
conocimiento previo al conocimiento. Es la información que permite descartar la
basura y los virus informáticos (miedo, confusión, dependencia, letargo mental,
etc) y acceder a la verdadera información.
La
humanidad va en esta dirección.
Aunque todavía preparamos a los niños y jóvenes
con conceptos y dogmas antiguos y obsoletos para vivir en un mundo futuro.
El
resultado: mala adaptación, pérdida de interés por el conocimiento, poco desarrollo
de la inteligencia, falta de capacidad para reconocer el error y la ilusión, inestabilidad emocional, etc. En
consecuencia se crean personalidades dependientes y/o conflictivas.
La
educación debe entonces dedicarse a la identificación de los orígenes de
errores, de ilusiones y de cegueras y orientar hacia el verdadero conocimiento
de si mismo.
No es
necesario atiborrar de información, también hay que enseñar a parar la
“máquina”. El ser humano superior incluye la meditación, la introspección y la
contemplación como parte de los hábitos de su vida.
El
mejor filtro para los errores de percepción y de interpretación es el silencio
interior y la negación de las fabricaciones mentales.
La práctica de zazen es
un tesoro transmitido desde los orígenes de la humanidad. La conciencia que se
observa a si misma y trasciende los límites de su individualidad. Esta provoca un aumento de luz coherente que disipa la oscuridad de la duda y la ignorancia.
De
esta manera se puede crear un “presente” siempre nuevo y fresco y cortar la
secuencia de información que proyecta una y otra vez la misma realidad
ilusoria.
La
verdadera educación debe enseñar a cada individuo a crear en su vida
condiciones de salud y felicidad, tomando en cuenta todos sus niveles existenciales, sutiles y físicos. Esto inevitablemente afecta también a su
entorno, que se vuelve sano, feliz y más inteligente.
En el futuro la educación es así.
1 comentario:
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