Ninguna
estructura cerebral permite distinguir la alucinación de la percepción, el
sueño de la vigilia, lo imaginario de lo real, lo subjetivo de lo objetivo.
El
cerebro no diferencia entre lo que percibe y lo que piensa.
Para el cerebro no
hay un “interior” y un “exterior”, en función de la información que gestiona
proyecta una realidad.
Por
ejemplo, vemos un pájaro posado en una rama y escuchamos su canto al mismo
tiempo. Para nosotros es evidente que el ave y su armonioso trino están ahí
afuera, sin embargo, la imagen y el sonido es decodificado, interpretado y
proyectado dentro del cerebro, afuera solo hay bits de información y patrones
de interferencia.
Otro
aspecto interesante. La luz y el sonido viajan a diferentes velocidades, pero
tenemos la impresión de percibirlas en simultáneo, y esto lo hace el cerebro
para dar coherencia (y eficacia) a la información recibida.
El
ave en realidad está en nuestro cerebro, el cual además tiene la habilidad
(adquirida a lo largo de millones de años de evolución) de hacernos creer que
“eso” que percibimos existe ahí “afuera”.
La
importancia del fantasma y del imaginario en el ser humano es enorme y siempre
vigente.
Dado
que las vías de entrada y de salida del sistema neuro-cerebral que conectan el
organismo con el mundo exterior representan sólo un pequeño porcentaje de todo
el conjunto, mientras que el resto (más del 90%) del sistema está implicado en
el funcionamiento interior, se crea fácilmente un mundo psíquico relativamente independiente
en el que se crean necesidades, sueños, deseos, ideas, imágenes, fantasmas, y
este mundo ilusorio se infiltra en nuestra interpretación del mundo exterior.
También
existe en cada mente una posibilidad de autoengaño, que es fuente frecuente de
error y de ilusión.
El
egocentrismo, la necesidad de justificarse siempre a si mismo, la tendencia a
proyectar sobre los otros la causa de la propia infelicidad o de los males, y
también el sentimiento de culpa y frustración, hacen que cada uno se mienta a
sí mismo sin detectar esa mentira de la cual, no obstante, es el creador.
Incluso
la memoria está sujeta a numerosas fuentes de error.
Una memoria
no regenerada con el recuerdo tiende a degradarse; pero cada recuerdo a su vez
la puede adornar o modificar.
Nuestra
mente, de manera inconsciente, tiende a seleccionar los recuerdos agradables y
a rechazar, e incluso borrar, los negativos o desagradables.
También
la mente tiende a deformar los recuerdos mediante proyecciones o confusiones inconscientes.
Existen
a veces, falsos recuerdos con la persuasión de haberlos vivido y también
recuerdos que rechazamos porque estamos persuadidos de no haberlos vivido
jamás.
Así,
la memoria, que es fundamental en el proceso de aprendizaje y herramienta
esencial del conocimiento, puede estar sujeta a errores e ilusiones.
Otro
punto importante: lo que consideramos como el recuerdo de nuestras propias
experiencias, se ve también afectado por la memoria colectiva. Y es que en los
niveles fundamentales la información sigue caminos cuánticos de
entrelazamiento, simultaneidad y atemporalidad (recuerdos del futuro), es
decir, se gestiona información más allá del espacio-tiempo.
Hay
una retroalimentación permanente de información con el campo de resonancia
mórfica que rodea e interactúa con cada cuerpo, cada órgano y tejido, cada
célula, cada molécula e incluso con cada partícula subatómica como un electrón.
Decimos “rodea”, pero de hecho no hay separación entre el campo y la partícula.
La mente tiene la tendencia a proteger los datos que
posee, ya sean ideas, teorías, concepciones, fabricaciones
mentales, etc. Sin verificar generalmente la veracidad de estos, o su carácter
ilusorio.
Resistir
a la información que no conviene o que no se puede integrar, generalmente forma parte de la tendencia organizadora de cualquier sistema de ideas. Las teorías resisten a la agresión
de las teorías opuestas o de los argumentos adversos.
La
resistencia al cambio es fuerte.
La
pequeña mente, es decir, la mente individual, siempre busca su supervivencia,
aunque esto le traiga al portador de la misma, contradicciones, problemas de
adaptación, mala calidad de vida, trastornos psíquicos y emocionales e incluso
la enfermedad y la muerte.
La
higiene mental es fundamental.
Y para esto es necesario penetrar en la
naturaleza misma de la mente.
Debemos
aprender a pensar y a controlar la actividad mental incoherente. Por el
contrario, una actividad cerebral coherente surge del ritmo y la frecuencia del
pensamiento y al igual que la música, debe incluir armoniosamente los silencios
(no pensamiento) y el ritmo, esto es lo que determinará también su profundidad
y eficacia.
Comprender
la naturaleza de la mente es comprender la naturaleza de nuestro ser, ya que
mente y cuerpo son inseparables.
Abordar
este estudio de si mismo es fuente de información y energía, que se manifiestan
bajo la forma de salud y felicidad.
La
práctica de la meditación es la clave.
Hay
muchos tipos de meditación, pero zazen es la forma directa y natural que
permite penetrar y conocer íntimamente la verdadera naturaleza de la realidad, provocando
una expansión de la conciencia, generando en consecuencia una influencia
benéfica en todo el mundo, más allá del tiempo y del espacio.
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