viernes, 8 de julio de 2011

Los microtúbulos y la conciencia I


Desde la antigüedad existen diferentes puntos de vista y discusiones sobre la naturaleza misteriosa de la experiencia mental.
La conciencia posee características que la hacen difícil de comprender e investigar para la neurociencia, ya que la descripción clásica del mundo macroscópico es insuficiente y por lo tanto la metodología experimental es limitada y generalmente tendenciosa, finalmente los resultados son valorados por un observador que la vuelve subjetiva.

Se puede probar con la teoría cuántica, que explica el comportamiento fundamental de la materia y de la energía que componen nuestro universo, para tratar de describir, en términos lo más científico posibles, el fenómeno de la experiencia consciente y cuales son los procesos físicos que se producen.
En la base de la teoría cuántica está la dualidad onda-partícula de los átomos y sus componentes. Mientras que un sistema cuántico como un átomo o una partícula subatómica permanezca aislado de su entorno, se comportará como una "onda de posibilidades" y existirá en un estado de superposición de muchos estados posibles.

Hay algunas peculiaridades en el comportamiento de los sistemas a nivel cuántico, como ser la coherencia cuántica, relacionada con los estados en superposición, y el colapso de la función de onda o reducción objetiva (RO), que son esenciales para la manifestación de la experiencia consciente.

Todo indica que estos procesos se producen en el citoesqueleto de las células nerviosas en el cerebro, más precisamente en los microtúbulos (en la imagen arriba). Si bien no es posible “objetivar” la experiencia subjetiva, la percepción interior, el libre albedrío, etc., podemos tratar de comprender los mecanismos que permiten que seamos conscientes y las estructuras involucradas en el proceso.
Este es el objetivo del presente trabajo.
polimerización del microtúbulo
Partimos de la base que cada célula es una unidad de conciencia, es decir, la célula tiene un nivel fundamental de conciencia que le permite interactuar dinámicamente con el medio: nutrirse, multiplicarse, cumplir sus funciones, adaptarse a los cambios, defenderse.

Cada célula “sabe” lo que debe hacer, lo que necesita y lo que no.
Nuestro cuerpo es especialista en supervivencia y adaptación al medio, y esto solo es posible si hay una conciencia fundamental que se mueve. Es el fundamento de la capacidad curativa.
De manera que existe una protoconciencia o conciencia fundamental que lo impregna todo.
La experiencia protoconciente es una propiedad básica de la realidad física. Cualquier forma de vida, desde un simple unicelular hasta un organismo complejo, incluye un grado fundamental de conciencia.


El universo es conciencia viva

La conciencia no está limitada al cerebro, pero es en el cerebro donde emergen los procesos mentales y se integra toda la información recibida para elaborar una respuesta. El cerebro es el proyector de la realidad. Toma la información, la clasifica, la integra y listo: ¡luz, cámara…acción!
Esta observación de la conciencia es tan antigua como la humanidad misma.
El budismo explica la experiencia conciente describiéndola en 5 agregados o componentes: (ver “los 5 skandhas”). Todo lo que percibimos existe en relación de interdependencia con lo demás. Nada existe por si mismo.

Budismo y conciencia
La enseñanza del budismo acerca de los niveles de conciencia ofrece la base para un entendimiento profundo de quiénes somos en esencia, de nuestra verdadera naturaleza.
Este conocimiento sobre la conciencia es el fruto de miles de años de intensa y profunda experiencia a través de la meditación.

Según esta enseñanza tradicional a su vez, hay nueve niveles de conciencia que están operando constantemente juntas para crear nuestra vida.
Una sola conciencia con diferentes niveles de manifestación.
La palabra sánscrita vijnana, que se traduce como conciencia, incluye una amplia gama de actividades, como la sensación, la cognición, la voluntad y el pensamiento conciente.
Las primeras cinco conciencias corresponden a los órganos de los sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
La sexta conciencia es la función que integra y procesa los diversos datos sensoriales con la información contenida en la memoria, para dar un sentimiento unificador de lo que percibimos, es un tipo de pensamiento general o conciencia, que nos permite identificar la información recibida por los cinco sentidos. Es principalmente con estas seis funciones de la vida que realizamos nuestras actividades diarias.
La realidad que experimentamos está creada por estos niveles de conciencia.

Debajo de este nivel está la séptima conciencia. A diferencia de esos niveles de conciencia que están dirigidas hacia el mundo exterior, la séptima conciencia está dirigida hacia nuestra vida interior y es, en buena parte, independiente de los datos sensoriales.
La séptima conciencia es la base de nuestro sentido de identidad; el apego a un yo individual, distinto y separado de los demás tiene su base en esta conciencia, así como nuestro sentido de lo bueno y lo malo.

Es el asiento de los valores morales fundamentales y la base del continuo diálogo interno.
Debajo de la séptima conciencia, hay un nivel más profundo, la conciencia alaya u octava conciencia, también llamada como la conciencia imperecedera o almacén universal. Es aquí donde reside la energía de nuestro karma. Influye en las actividades de las otras conciencias.
Mientras que las primeras siete conciencias desaparecen al morir, la octava conciencia persiste a través de los ciclos de la vida y la muerte.
La conciencia alaya, es el inconsciente que contiene y almacena todas las potencialidades y alimenta la conciencia.
Es el alma universal (anima mundi). La conciencia que recoge y conserva las experiencias individuales y colectivas.

El pensamiento consciente es un emergente de procesos subconscientes.

El pensamiento puede manifestarse porque a nivel cuántico se produce una reducción de los estados superpuestos no manifestados, en un único estado.
Colapsa la función de onda y aparece el fenómeno a nivel consciente. Esta reducción o colapso permite traspasar un umbral, por debajo del cual no se es consciente y luego si, aunque de solo una de las tantas posibilidades. La transición entre el subconsciente y el consciente es muy sutil y depende de muchos factores.
De manera que, como podemos ver, la conciencia individual es limitada y condicionada. El inconciente, que es la conciencia universal en si misma, representa el océano de potencialidad infinita, todas las posibilidades superpuestas y no manifestadas.

Es interesante, porque esta descripción de los procesos mentales nos permite comprender que el pensamiento es simplemente una actividad de células especializadas en el cerebro. No es “real”. La naturaleza del pensamiento es vacuidad.

Es el resultado de la reducción cuántica de múltiples posibilidades en una sola. El pensamiento que emerge en el consciente ya fue modelado y condicionado en los niveles más profundos por los programas instalados previamente, entonces, ¿Quién soy en realidad? ¿Soy en verdad esto que pienso?

Si consideramos que el consciente o a la actividad mental, es una actividad fisiológica más del cuerpo, con una función determinada, como la respiración, la digestión o cualquier otra función celular, sujeta a interrelaciones e influencias múltiples - internas y externas -, nos identificaremos menos con lo que nos “repite” la cabeza y podremos calmar la mente con más facilidad, sabiendo de antemano que se trata simplemente de actividad reactiva, la mente solo existe en relación de interdependencia con el objeto o la cosa percibida, o sea, no tiene existencia propia, por lo tanto no es real.

El maestro Dogen escribió en el siglo 13. “si durante zazen nuestro consciente permanece activo estaremos siempre encadenados a sus límites” (Gakudo yoshin-shu).

Para que el pensamiento no sea condicionado y tendencioso debe ser negado, filtrado y clarificado con el no pensamiento, la no conciencia. El no pensamiento interrumpe la secuencia incesante de la mente consciente. Permite que los sistemas recuperen el estado de coherencia cuántica, disminuyendo las reducciones objetivas y por lo tanto la actividad mental.
El pensamiento que surge de esta no actividad es claro y puro y puede volver a desaparecer sin dejar huellas, es decir no forma parte de una secuencia o encadenamiento de pensamientos. A este tipo de pensamiento en el budismo Zen se lo llama hishiryo, es el pensamiento absoluto, cósmico, el pensamiento de Buda o Dios.
El silencio interior es el punto de partida (punto cero). ¿Como ser consciente de la no conciencia? ¿Cómo pensar sin pensar? 
Zazen es la respuesta.

Continúa


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo y muy interesante. Buscaba información sobre los microtúbulos y su función y he encontrado esta maravilla. Gracias

soporte dijo...

ZAZEN RULES :)