La práctica de zazen es la expresión directa de nuestra verdadera naturaleza.
Desde ya, cualquier cosa que hagamos es expresión de nuestra verdadera naturaleza, pero sin esta práctica es difícil darse cuenta de ello.
Es así porque durante zazen, se puede ser conciente de esta esencia, de esta actividad universal. Más allá del pensamiento ordinario y de la realidad cotidiana. Es la experiencia "subjetiva", que es instranferible e irreemplazable.
El estado activo es parte de nuestra naturaleza humana y también de la naturaleza de toda existencia. Mientras estamos vivos, hacemos algo siempre. Pero cuando se piensa "estoy haciendo esto", "tengo que hacer esto" o "debo lograr algo especial", ya hay una separación, una dualidad y en realidad no se está haciendo nada. Cuando se renuncia a todo, cuando ya no se desea nada o cuando no se intenta hacer algo especial, entonces se hace algo.
Si no hay idea alguna de provecho en lo que se hace, entonces se hace algo.
Obviamente es normal tener deseos y el propósito es importante. Sin estos no vamos muy lejos. Pero cuanto más se busca un resultado o se espera un beneficio, nos estamos alejando en realidad de “eso” que hacemos o de lo que somos.
Cuando el sujeto y el objeto están separados, siempre hay dualidad. La dualidad genera dudas y contradicciones, y estas llevan a desequilibrios, a tomar malas decisiones, y se termina infeliz, insatisfecho o frustrado y generalmente enfermo.
En la práctica de zazen, lo que se hace no se hace para buscar algo. Quizás uno crea que está haciendo algo especial, pero en realidad es sólo la expresión de la verdadera naturaleza, es la actividad que aplaca el deseo más íntimo. Pero mientras se piense que se está practicando zazén para obtener algo, ésa no es la verdadera práctica.
Cuando algo existe tiene su propia y verdadera naturaleza. En el Zen se le llama la naturaleza de Buda, la esencia universal, cósmica, inherente a todo ser vivo. Pero si no experimentamos esta naturaleza, esta esencia, ¿estamos vivos realmente? En el sentido estricto del término, es obvio que si. Pero si no tomamos contacto, o dicho de otro modo, si no permitimos que esta naturaleza se exprese en nuestra vida, entonces es como estar muerto.
No es que se trate de hacer solo zazen, porque esta actitud se vuelve extrema, y se pierde naturalidad. Hay que hacer cosas de vivos, vivir la vida, experimentar, aprender, disfrutar. Pero sin este conocimiento de si mismo, de su verdadera naturaleza, la vida difícilmente tenga un sentido real y profundo y es muy probable que se corra a izquierda y a derecha buscando o huyendo de algo exterior, que es solo ilusión.
Cuando expresamos nuestra verdadera naturaleza, somos seres humanos. Cuando no, no sabemos qué somos. No somos animales, porque caminamos en dos pies y pensamos. Somos algo diferente de un animal, pero ¿qué somos?
Quizás seamos fantasmas. No sabemos cómo llamarnos. Un tipo de criatura que en realidad no existe. Cuando la mente y el cuerpo viven separados. No somos ya seres humanos, aunque existimos. Es como vivir una vida ajena. Es todo una ilusión.
De todas formas no hay manera de no expresar esta naturaleza. Somos esta naturaleza. El asunto es asumirla, conocerla, comprenderla, aceptarla. La naturaleza puede mejorarse, hacerla más bella, optimizarla, expandirla, darle un sentido, un toque “creador”. Como en un jardín Zen.
De todas formas no hay manera de no expresar esta naturaleza. Somos esta naturaleza. El asunto es asumirla, conocerla, comprenderla, aceptarla. La naturaleza puede mejorarse, hacerla más bella, optimizarla, expandirla, darle un sentido, un toque “creador”. Como en un jardín Zen.
Es la base de la confianza en si mismo. Confianza y fe tienen el mismo origen. La fe tomó un sentido más religioso. Pero la verdadera religión no es tener fe en algo externo o en un dios inventado. La verdadera fe es asumir que nosotros somos los creadores, que estamos hechos de materia y energía universal y nuestra conciencia es la conciencia misma del universo. Esta es nuestra auténtica naturaleza.
Somos en esencia seres creadores. Si realizamos esto, la fe entonces ya no es ciega, la autoconfianza se vuelve natural, espontánea y fuente de creatividad.
El conocimiento de uno mismo genera autoconfianza y aceptación, y permite que expresemos a través de los pensamientos, la palabra y las acciones la verdadera naturaleza de nuestro ser.
El conocimiento de uno mismo genera autoconfianza y aceptación, y permite que expresemos a través de los pensamientos, la palabra y las acciones la verdadera naturaleza de nuestro ser.
2 comentarios:
después de leer me he quedado con una sensación de reverencia a la Vida....que ya no puedo decir mas
Es verdad, los sentimientos más profundos no se pueden expresar con palabras, ni vale la pena intentarlo, es algo íntimo.
Las palabras demás se convierten siempre en ruido.
Publicar un comentario