Existe una vía química de comunicación entre conciencia y
partículas, muy compleja y extremadamente eficaz, que no esta confinada únicamente
al sistema nervioso, también el sistema inmunitario tiene una comunicación intima con la mente.
Un dato relevante: el
incesante diálogo interno no pasa desapercibido para el cuerpo.
Cada célula lo escucha, y particularmente los linfocitos y otros componentes del
sistema de defensa. Estas células especializadas en proteger al cuerpo se ven
afectadas directamente por los pensamientos y las emociones. Esto tiene un rol
fundamental en el origen de muchas enfermedades y por otra parte en la
capacidad curativa y de regeneración del organismo.
Las creencias generan
una determinada química que
afecta directamente a cada célula del cuerpo. Lo que creemos impacta
profundamente en la organización de la materia, es decir, en el cuerpo
físico y por lo tanto en la realidad que se genera.
Cada evento consciente tiene su propia geometría
espacio-temporal, es decir, su propia realidad. Cada pensamiento produce un impacto en la realidad física.
La mente y la realidad material están íntimamente conectadas.
Por eso hay que estar atentos a lo que se piensa y saber apagar
la “radio”.
Desarrollar la atención y
la no conciencia, es fundamental.
La atención nos sirve de filtro, eliminando estímulos e información irrelevantes.
La no conciencia, es el silencio interior, el espacio entre dos pensamientos. No se trata de un estado especial de la conciencia, aparece naturalmente cuando se interrumpe el flujo, la secuencia del pensamiento ordinario, personal. Lo que se denomina: la pequeña mente o mente individual.
Para esto la práctica de zazen es la clave.
Si vamos a mantener la radio interna prendida,
reproduciendo su incesante y monótono diálogo, hay que saber que además de consumir
recursos y generar “interferencias”, la escucha
el universo entero.
Cuando cesa el “parloteo” mental y se calma la mente,
podemos ser sensibles al lenguaje del cuerpo.
Las células se expresan de muchas
formas incluso mediante el dolor y la incapacidad. Desde esta perspectiva, la enfermedad puede ser vista como un
mecanismo del cuerpo para poder eliminar, purificar, regenerar y reestablecer
las condiciones de equilibrio.
La salud y la enfermedad no son conceptos absolutos. Cada
persona manifiesta un modelo de
desequilibrio propio y una necesidad particular. No se puede generalizar,
es un error.
Hay que aprender a observar y escuchar que es lo que pasa en nuestro ser, con nuestro cuerpo, con las
emociones, con los sentimientos... Para
esto debemos cambiar la dirección de la mirada hacia el interior. Un giro de 180º.
En el silencio y la inmovilidad de la meditación
podemos comprender el lenguaje de cada célula, de cada órgano, de cada parte
del cuerpo. Podemos poner el pensamiento en cualquier punto, y donde va el
pensamiento, acude la energía, ya que la conciencia es energía e información,
que naturalmente se condensan y cristalizan formando materia. La densidad de información y energía aumenta la masa, que curva y modifica la geometría del espacio-tiempo en sus niveles fundamentales y en consecuencia transforma la realidad física.
A cada pensamiento le corresponde una sustancia química específica
que generará un efecto determinado. Cada célula tiene receptores en su
membrana, los cuales captan y traducen toda esta información. De esta forma la
célula interpreta lo que pasa.
Una forma negativa de pensar genera un medio interno y una
química acorde.
Si nos identificamos con la enfermedad, con un defecto o una
debilidad será muy difícil generar un cambio, porque el campo y las células reciben esta señal y mantienen siempre las causas que generan malestar e infelicidad, y así se perpetua la misma realidad.
Pero si modificamos nuestra percepción y comprendemos que
estamos sumergidos en un océano vivo de energía e información, todo es posible.
Somos seres creadores por naturaleza. Usamos la palabra "crear", pero visto que la energía no se puede crear ni destruir, es más correcto hablar de transformación.
Tenemos este poder, solo hay que desarrollarlo, y el primer paso es la confianza en si mismo y el conocimiento de su verdadera naturaleza.
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