Hoy en
día la civilización ha llegado, aparentemente,
más lejos que nunca en el conocimiento de la materia. Cada año la
ciencia descubre algo nuevo, una nueva teoría, una nueva partícula fundamental,
una nueva tecnología, nuevas enfermedades, nuevas soluciones.
Sin
embargo, aunque se sabe como manipular el mundo material, se está lejos de
saber QUE ES la materia en realidad. Tampoco se comprende el PORQUE de ella.
En
realidad no sabemos lo que es la energía, la electricidad, el magnetismo y mucho
menos la gravedad. Prueba de ello es que las dos teorías principales de la Física actual: la
relatividad y la mecánica cuántica no son conciliables. Cada una por su parte
describe un universo, pero por separado.
La
ciencia basa sus leyes y conocimientos en lo que puede experimentar y verificar
a través de los sentidos, a pesar de que la misma ciencia comprueba lo limitado
e ilusorio de esta percepción.
Tampoco
entendemos el hecho de que este es un universo consciente y vivo, continuo, sin
fisuras ni separaciones, cuyo aparente movimiento es de dos vías de equilibrio para
todos sus efectos y no un universo mecánico y discontínuo que se expande a los
saltos en una sola dirección.
Esta es
la razón fundamental del porque tendemos a percibir solo un aspecto de nuestra
vida y tenemos la impresión que avanzamos inexorablemente en una línea recta hacia el final
del camino.
La información no es conocimiento.
Cualquier
información que percibimos a través de los sentidos no es real.
Lo que
interpretamos como real es solo la reacción eléctrica del cerebro a los
estímulos y señales que recibe a través de los sensores y que luego son interpretados
de acuerdo a la memoria y a los programas instalados (información genética,
educación, etc.).
El
pensamiento no es conocimiento, es simple actividad eléctrica, imágenes en
movimiento que al igual que un film, interpretamos como reales porque no tenemos en cuenta su
origen, su causa, ni comprendemos su naturaleza. Solo se percibe el efecto y se lo acepta como real, aún peor, nos identificamos con esa percepción insustancial y
la volvemos material.
La realidad que percibimos no es real.
¿Pero
que es real?
Según
la definición de la Academia :
real es aquello que tiene existencia verdadera y efectiva.
Todo lo
que percibimos desde el exterior es ilusorio, no es real. Solo la conciencia es real.
Percibimos
el movimiento, el flujo de información que se manifiesta como electricidad o como luz que se mueve.
El
fenómeno es movimiento, pero la conciencia que lo percibe es quietud. Todos los
fenómenos, todo lo que percibimos, son manifestaciones de la única conciencia
infinita, que es nuestra verdadera esencia. Nuestro ser real.
Podemos
ver el movimiento del mar y sus olas, las olas se elevan, rompen, hay olas
chicas y olas grandes, finalmente todas vuelven a su origen, el mar. De hecho
nunca dejaron de ser el mar, cuya esencia es quietud, su movimiento es efecto
de la interacción con el medio.
La
conciencia es como el mar, los pensamientos son las olas, Las olas no son reales,
no tienen existencia propia, simplemente son el movimiento del mar que captan
nuestros sentidos.
El
movimiento es desequilibrio. La quietud es equilibrio.
Todo
movimiento es relativo, representa una búsqueda de equilibrio, o una pérdida
del mismo, pero finalmente tenderá a equilibrarse.
La
información es movimiento, es desequilibrio.
El
conocimiento es quietud, equilibrio.
El
conocimiento aparece cuando la información se realiza con la totalidad del ser.
El
conocimiento es experiencia, es información digerida, asimilada y liberada.
La
información es relativa.
El
conocimiento es cósmico.
El
pensamiento percibe el efecto.
El
conocimiento comprende la causa.
El
conocimiento es poder. El pensamiento es una expresión de ese poder.
El
conocimiento es la propia naturaleza de la conciencia, única e infinita.
El
pensamiento es una onda eléctrica surgida de esta esencia, y como toda
corriente eléctrica presenta polaridades, generalmente se percibe uno de los
polos. Al igual que las olas, lo que interpretamos como ondulación es en
realidad un movimiento circular, solo vemos una parte.
“Únicamente
vemos las ramas, pero no tenemos en cuenta la raíz”
Por eso
siempre que vemos, oímos, tocamos, olemos, degustamos o pensamos, debemos
considerar lo relativo de esa percepción, a la que le falta una parte,
generalmente la mayor, como el iceberg, del cual solo vemos lo que aparece en
la superficie.
Lo que
captamos con nuestros sentidos y creemos que es real, es únicamente la pequeña
franja del espectro de radiaciones que podemos captar. Lo demás, la mayor
parte, no es tenida en cuenta, es descartada. Así trabaja la ciencia, y así somos
educados, en base a reflejos y espejismos.
“Lo
esencial es invisible a los ojos”
Ahora
viene lo mejor.
Como somos esencialmente conciencia infinita, poseedores de
naturaleza divina (es decir, Dios vive en nosotros), lo que pensamos, si lo
creemos, se hace realidad, se materializa.
La vida
es deseo.
Somos hijos del deseo.
El pensamiento es una manifestación de ese
deseo, su herramienta.
La materia es simplemente una cristalización momentánea
de ese flujo de información y energía que no es otra cosa que la conciencia
moviéndose, experimentando, evolucionando.
Somos
la conciencia infinita experimentándose a si misma.
Entonces
puedes preguntarte: ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿A que estoy conectado
verdaderamente? ¿Cuál es mi relación con todo lo que me rodea? ¿Qué estoy
haciendo de mi vida?
Estas
preguntas te llevan inevitablemente hacia la raíz de tu vida.
El
conocimiento de tu verdadera naturaleza te hace libre y convierte a tu vida en
una fuente de creatividad y felicidad.
No eres
lo que piensas pero eres también lo que piensas.
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