jueves, 9 de agosto de 2012

El cerebro cósmico

Todavía no sabemos bien como funciona nuestro cerebro. A pesar de los avances en la neurociencia y en la tecnología de imágenes (resonancias, tomografías computadas, nanotecnología, etc.), cada nuevo descubrimiento revela que el cerebro es mucho más de lo que se pensaba y está lejos de ser nada más que un paquete de tejido especializado aislado dentro de la cabeza.


El cerebro es un traductor impresionante, solo podemos especular y elaborar teorías, pero lo cierto es que a la velocidad que procesa la ingente cantidad de bits de información que recibe cada segundo, es capaz de crear y proyectar una realidad material. Puede traducir un estímulo emocional en una descarga neuroquímica que modifica la estructura y la función del organismo…en un instante.

No solo eso. Es un centro integrador, una verdadera CPU, que en base a los datos que le llegan procesa la información generando una respuesta.Como una antena que recibe y emite, todo el tiempo. Además, el cerebro es la sede de la experiencia consciente y su relación con la luz es por ahora un tanto misteriosa, o mejor dicho, desconocida.

¿De que manera esa masa gelatinosa, que aparentemente no conoce la luz en forma directa, puede crear imágenes coloreadas en 3D? 




¿Cómo es que podemos tener una visión interior, ahí donde la luz no llega? 

Sabemos que los fotones que bombardean la retina no son los responsables directos de la visión, ya que esta es el resultado de múltiples procesamientos de la información en áreas separadas, que luego se unifica para tener una experiencia visual coherente





¿De que forma la luz crea la representación consciente del mundo en el que vivimos?

La conciencia visual es el resultado de varios pasos perceptivos en el rango de los milisegundos (1 ms = 0,001 s ó 10-3 s).
Esta conciencia se estructura en etapas perceptivas:
-Primero, la llegada de la luz (estímulo), luego:
-a los 50 ms: se percibe la forma,
-a los 100 ms: el color,
-a los 150 ms: el movimiento,
-a los 200 ms: el significado,
-a los 250 ms: listo, ¡somos conscientes!

Desde el momento en que los fotones impactan en la retina hasta la experiencia consciente de lo que vemos pasan unos cuantos cientos de milisegundos, esto puede parecernos un tiempo insignificante para lo que estamos acostumbrados en nuestra realidad ordinaria, pero a nivel cuántico la coherencia y los sistemas en superposición se pierden en el orden de los femtosegundos (1 fs = 10-15 s) debido a la decoherencia ambiental.

Sin embargo, el cerebro tiene la habilidad de mantener la coherencia cuántica por mucho más tiempo (a nivel de microsegundos, 1 µs = 10-6 s, e incluso puede llegar a milisegundos, o sea 10-3 s), a pesar del caótico movimiento molecular debido a la agitación térmica de las moléculas en las células y a la influencia del ambiente.

¿Cómo es posible para el cerebro mantener este nivel de coherencia cuando su interior es un medio caliente y húmedo? 

Como sea, es el resultado de millones de años de evolución.

Además por sus características de antena y de procesador de información, el cerebro se encuentra interconectado con otras fuentes de radiación y obviamente con otras conciencias.

La ciencia aún está en pañales

A temperatura ambiente la coherencia cuántica se pierde casi instantáneamente. No es posible, a nivel experimental, reproducir estas condiciones y mantener el estado de superposición y coherencia como lo hacen las células de nuestro organismo. Incluso el ADN, en el interior del núcleo, procesa información cuántica a altas temperaturas (37ºC).

Es muy probable que la capacidad del agua para formar cúmulos ordenados de moléculas y las características hidrofóbicas de ciertas biomoléculas generen las condiciones para que el cerebro pueda procesar información tan eficazmente como lo hace. 


cúmulo de agua (water cluster)
Consideremos que para que una simple célula de nuestro cuerpo pueda efectuar miles de reacciones químicas por segundo, la información no puede seguir el procesamiento clásico secuencial (algorítmico), ya que demandaría mucho tiempo y el sistema sufriría retardos e imposibilidad de funcionar. 

La información a ese nivel se procesa en forma paralela, precisamente por el mantenimiento de la superposición cuántica de los sistemas de partículas y moléculas nadando en un medio acuoso.

Y aquí aparece el agua como formadora de orden y coherencia, ya que dada sus propiedades electromagnéticas y sus cambios de estado, permite aislar el sistema y evitar así la decoherencia ambiental.

Se ha comprobado que algunos sistemas vivos, como las bacterias púrpuras (que han existido por más de mil millones de años) son capaces de realizar la fotosíntesis utilizando superposiciones cuánticas coherentes de sus electrones excitados por la luz solar, y pueden realizar sus procesos con una relativamente poca cantidad de fotones. Esto se explica por el mantenimiento de la coherencia cuántica, lo que le permite, en este caso a la bacteria, un procesamiento mucho más eficaz de la información contenida en la luz. 




Los sistemas exóticos como los condensados​​ de Bose-Einstein que deben ser mantenidos a temperaturas muy bajas (unos pocos grados kelvin), los superconductores, o ciertos iones atrapados en trampas electromagnéticas, son los únicos estados macroscópicos de superposición cuántica de larga duración que se conocen hasta ahora.

Según el modelo convencional de la visión, la función de onda que corresponde a la información visual de una escena, de alguna manera "colapsa" en la primera capa de la retina, con todo el posterior procesamiento clásico (no cuántico), parecido a una cámara de vídeo conectada a un procesador, donde la imagen se proyecta en una pantalla.

¿Pero que sucede en realidad si el "colapso" o reducción de las múltiples posibilidades superpuestas ocurre mucho más tarde en el procesamiento visual? ¿Dónde se registra un campo visual, en la primera capa de la retina o más arriba, en la corteza visual? ¿Dónde se encuentra la pantalla sobre la que se proyectan las imágenes, afuera del cerebro o adentro?

Estas preguntas no son un simple ejercicio intelectual o una acumulación de información por la vanidad del conocimiento.

Si la imagen que vemos esta creada, interpretada, editada y proyectada en el interior de nuestros gelatinosos cerebros, ¿Cómo fiarnos de lo que vemos?

Y si la imagen es proyectada fuera del cerebro, ¿Cómo considerar sólido y “real” el mundo exterior, visto que es una proyección de nuestra conciencia.

Es un misterio para la mente intelectual y científica.


La experiencia de ser si mismo

En el interior de nuestro ser, íntimamente, podemos conocer la respuesta. Quizás no de forma matemática ni siguiendo la limitada metodología científica ni otro tipo de preconceptos.

Pero si asumimos que ya poseemos implícitamente toda la información y que no es absolutamente necesaria una búsqueda exterior o una confirmación de la autoridad competente para vivir plenamente una vida, podemos dirigir nuestro espíritu y energía hacia la realización de nuestro verdadero ser.

Cuando la mente y el cuerpo se unifican, el organismo gana en orden y coherencia, exportando entropía y desorden al entorno.

Cuando la actividad mental se armoniza con la actividad corporal, cada una de las células de nuestro cuerpo hacen esta lectura, al unísono, instantáneamente, así la orquesta puede ejecutar su música en forma armónica y con ritmo, generando una vibración saludable y feliz.

Al océano cósmico de potencialidad infinita se llega calmando la mente y trascendiendo los conceptos y la percepción ordinaria de los sentidos.

Es así que podemos acceder a la fuente original de energía e información, que se encuentra exactamente donde estamos en este momento, aquí y ahora.

Es como un juego entre el campo invisible e insustancial y la materia visible, y también insustancial (aunque esto último sea difícil de digerir para seres densos y materiales como en general nos consideramos, viviendo en mundos lógicos, concretos y de estrecha percepción).

La acción del cuerpo genera una reacción por parte del campo y viceversa.

Cuando te unificas, tu ser gana en orden y coherencia a expensas del medio (el campo). Cuando te desorganizas, es decir, mente y cuerpo funcionando separados, es el medio el que tiende a organizarse a expensas de tu pérdida de coherencia y unidad. En este caso importas o adquieres desorden (desorganización).

La educación convencional nos prepara para ser buenos ciudadanos de un mundo sólido y real, de valores abstractos y arbitrarios, alejados de la realidad del verdadero ser, y olvidando al ser biológico.

Estamos condicionados a creer y a identificarnos con el exterior a expensas de no creer en si mismo. Para muchos, incluso la opinión de los demás vale más que la propia.

Quizás por eso hoy en día la imagen (o el reflejo) es tan importante.

Es el exterior que controla al interior.

En parte esto nos viene en el paquete genético que heredamos, es información de épocas ancestrales donde había que luchar por la supervivencia y la adaptación a un medio hostil y desconocido. Aunque también esta característica es utilizada para controlar a las “masas”.

Es evidente que el sistema dominante, basado en la especulación, la mentira y el consumo, no quiere (consciente e inconscientemente) individuos libres y equilibrados, y esta no es una reflexión política: una persona así no consume cualquier cosa, no sigue al “rebaño” (esta es una imagen presentada por la religión cristiana: el pastor y sus ovejas) y es completamente solidaria y ecológica. De manera natural y espontánea.

¿Cómo se controla a una persona libre e inteligente?
Respuesta: alienándola y quitándole la libertad.

Cuando ganas en coherencia, la información y la energía se procesan de manera eficaz y accedes a un nivel superior de conciencia, más libre, inteligente y compasiva.
Lo contrario, es la sociedad como la conocemos, plagada de individuos perdidos, manipulados y propensos a enfermedades y otros desequilibrios.

El egoísmo, es el culto a este ser ignorante, aislado y confundido. Ignorante de su verdadera naturaleza, lo que lo conduce al aislamiento y a la mentira, finalizando en la confusión y el sufrimiento.

A esta imagen de baja dimensión (o dimensión ordinaria) se la compara con la oscuridad

El estado opuesto es la luz del autoconocimiento, que aporta claridad y sabiduría y nos permite vivir una vida normal, expansiva y conectada con el universo entero.





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