lunes, 13 de agosto de 2012

¿Cuáles son los límites de nuestro ser?


Todo depende de la forma en que nos consideramos y la percepción que tengamos del mundo y de nosotros mismos.

Para establecer nuestros límites, debemos indagar primero de que estamos hechos.

Si comenzamos por el cuerpo físico, encontraremos las fronteras muy fácilmente ya que la realidad física esta relacionada con las características de la materia y de nuestra percepción ordinaria, dependiente de la estrecha información aportada por los sentidos y de la interpretación que hace la mente en función del nivel de comprensión y el grado de apertura que tenga.

Quizás parezca complicado, pero lo cierto es que cuando tienes la conciencia del tamaño de una patata, todo lo que percibes tiene la forma y el tamaño de una patata y cuando miras a tu alrededor lo que ves, con toda seguridad, son patatas y aunque estés harto ya de ver patatas por todas partes, si no expandes tu conciencia y cambias tu percepción, el mundo entero, incluido tu ser, tendrá siempre la forma de una patata. 



Al identificarnos solo con el cuerpo físico, la realidad que se crea es solo física y material, confinada a la forma que adopta la conciencia (en este caso identificada solo con objetos físicos e individuos aislados y acostumbrada a toparse con los límites impuestos por las leyes físicas). La mente se reconoce a si misma únicamente a través de objetos y del reflejo de las cosas.

De esta manera no se puede ver más lejos que la propia nariz ni atravesar la barrera de la piel. Para algunos que osan ir más lejos, los límites llegan hasta la ropa y la imagen.

Pero si puedes expandir tu conciencia, entonces cuando mires verás un mundo diferente, amplio y luminoso, con más información, más energía disponible y más posibilidades.
Existe un océano de energía, pura y vibrante, dentro de cada uno. Este mar de infinitas posibilidades es la conciencia




La fuente original, de donde surgen la mente y la materia.

Esta no parece una afirmación muy científica, sin embargo a principios del siglo pasado, el célebre Max Planck decía:
“No existe la materia como tal. Toda la materia se origina y existe solo por virtud de una fuerza a cual hace que el átomo vibre y que el diminuto sistema solar del átomo se mantenga unido. Debemos asumir que detrás de esta fuerza existe una mente inteligente y consciente. Esta mente es la matriz de toda la materia”. (ver más)

Pero incluso a pesar de las evidencias científicas y de las enseñanzas espirituales ancestrales, que nos dicen que el mundo tal como lo experimentamos es una ilusión, en nuestra experiencia cotidiana la solidez del mundo parece totalmente incuestionable.
Podemos tocar, sentir, atrapar, acumular, perder, experimentar placer y dolor, entonces la realidad que percibimos nos parece objetiva y concreta, inmutable.

Y por supuesto, nuestro cuerpo también nos parece sólido y fijo, incluyendo límites y condicionamientos.

Sin embargo la física moderna ha demostrado que esta solidez es una ilusión. Todo lo que percibimos como materia sólida es el resultado de una frecuencia. La materia, y nuestro cuerpo, parecen sólidos debido a su manera de vibrar y a la forma en que se enlazan sus moléculas, pero si amplificamos esta frecuencia, la estructura cambiará.

Además, no podemos considerar a la materia sin tener en cuenta a la energía, visto que son lo mismo (por eso son equivalentes). 

Veamos brevemente el punto de vista de la ciencia.

La materia y la energía son equivalentes: 
 E=mc2

Pocos meses después de publicar la teoría especial de la relatividad, en un trabajo muy breve, Einstein demostró la que probablemente es la consecuencia más importante de su teoría: existen procesos naturales en los que parte de la masa se convierte en una cantidad de energía y viceversa.

Para la física (y la química) clásica, masa y energía eran cantidades que se conservaban independientemente. En una reacción química, se pensaba que “la masa de los reactivos era igual a la masa de los productos”. En un proceso físico cualquiera, se asumía por un lado la conservación de la masa, y por el otro la conservación de la energía (primer principio de la termodinámica). A partir del trabajo de Einstein, ambas leyes de conservación se unifican en una sola.

Si bien la conversión masa-energía es despreciable en las reacciones químicas, no lo es en las reacciones nucleares. Existen núcleos atómicos cuyas masas son mayores que la suma de las masas de los protones y neutrones que los componen. Estos núcleos son inestables y se convierte masa en energía cuando se parten. Esto es lo que se llama fisión nuclear, ocurre naturalmente en la naturaleza y artificialmente en los reactores nucleares, donde se aprovecha la energía liberada en el proceso para finalmente producir electricidad. 



Fisión nuclear
El proceso inverso también es posible: cuando se unen núcleos livianos para formar uno más pesado, la masa del producto es menor que la suma de las masas de los núcleos livianos. En esta “fusión nuclear” también se libera energía (gracias a ella estamos vivos, ya que este es el mecanismo de generación de energía en las estrellas como el Sol). También gracias a ella los átomos que componen nuestros cuerpos y todo lo que nos rodea fueron alguna vez “fabricados” dentro de alguna estrella a partir de núcleos más livianos. 



La fusión nuclear controlada aún no se ha logrado artificialmente.

No sólo es posible convertir parte de la masa en energía. Existen procesos en los que toda la masa se convierte en energía, como cuando una partícula se aniquila con su antipartícula. La situación inversa también es posible. De hecho, en los grandes aceleradores de partículas, se crean pares de partícula-antipartícula a partir de la energía cinética inicial de las partículas que colisionan.

Conclusión: en la física moderna la masa y la energía son consideradas idénticas.

¿Pero si la materia (masa) y la energía son idénticas, cual es la identidad que comparten?, y si la materia, al igual que la energía, es vibración, ¿que es lo que vibra?

Respuesta: la conciencia

Por eso no podemos considerar a la materia (incluidos nuestros físicos cuerpos) con una identidad propia y fija, separada del resto.

La noción de sustancia nos viene de la filosofía de Aristóteles y de esta idea surgió la concepción científica de la materia y con ella la visión “material” que tenemos del universo y de nosotros mismos.

Esta representación física de lo que observamos conduce a un grado de percepción muy limitado, y tiende a generar individuos aislados, temerosos y de visión corta. Densos y previsibles, como la noción de materia. Este desequilibrio hace que no comprendamos o aceptemos nuestro lado insustancial (que curiosamente es el más grande) y en un afán de “materializar” lo insustancial y llenar ese “vacío” se intenta acumular objetos y riquezas.

Este estado de ignorancia de su verdadera naturaleza engendra disociación, miedo y falta de confianza en si mismo.
El miedo es un estado vibracional muy lento y más denso.

La sociedad actual está estructurada para sentir miedo y preocupación, situando a las personas en una dinámica de estrés y consumo. Y, como cabe esperar, no nos preparan para salir de ese estado de la mente (más bien es lo opuesto).

La ciencia y la tecnología se ocupan de remendar y continuar favoreciendo esta situación de dualidad, y las religiones y los sistemas educativos por medio de la información errónea y tendenciosa, se encargan de mantener el estado de ignorancia y baja vibración. La culpa y la preocupación son una combinación eficaz para este propósito: una sociedad manipulada y 
controlada. 

Debemos ser cuidadosos con nuestras creencias y sobre el futuro, ya que lo que pensamos y sentimos indefectiblemente tiende a “materializarse”. No se trata de no creer o creer en nada. Se trata de creer en si mismo, en su propia naturaleza, que es universal e incluye más información de la que podríamos procesar en miles de vidas.

Si creemos en esta realidad estamos ayudando a crearla.

La realidad está hecha de pensamientos cada pensamiento forma parte de una gran red de conciencia de la cual, por ser conciencia, somos parte.

La clave es la información

Esta realidad ilusoria que creemos “real”, esta hecha de información.

La información crea fractales, en términos matemáticos aumenta su número. 

Esto ha sido demostrado: los fractales son funciones impredecibles. Si profundizamos en este concepto y nos metemos con la teoría del caos, podemos también verlo en términos sociales. De hecho, el “cada vez más evidente” nuevo orden mundial conducido por una ellite, se basa en el “orden a partir del caos”. Y eso no es pura casualidad. Cuando un sistema se vuelve muy inestable pueden surgir cambios aleatorios que tenderán a organizarse en niveles de mayor complejidad. 



Los procesos de la realidad forman bucles o circuitos de retroalimentación (feedback). Supongamos que partimos de un estado de equilibrio: este estado se rompe porque el sistema recibe alguna influencia externa bajo la forma de energía o información, con lo cual pasa a un estado de desequilibrio. Este estado de desequilibrio no puede sostenerse por mucho tiempo, y tenderá inevitablemente hacía un reequilibrio, que puede seguir dos caminos: puede volver al equilibrio original, o puede pasar a un equilibrio superior, más complejo y más sofisticado.

La primera posibilidad se lleva a cabo mediante un mecanismo de retroalimentación negativa, inhibidor o neutralizador de las desviaciones, y por ello el sistema vuelve a su estado inicial, esto demanda gran cantidad de energía.

La segunda posibilidad se manifiesta mediante un mecanismo de retroalimentación positiva, estimulador o amplificador de las desviaciones, como consecuencia el sistema es conducido a una situación tal que se desestructura y se reconfigura en un nuevo estado, diferente del anterior y mucho más complejo.

Mientras la primera posibilidad nos sugiere un proceso reversible (pues vuelve al mismo punto de partida), la segunda nos sugiere un proceso irreversible, que implica no volver al punto de partida sino continuar a través de la construcción de más estructuras de mayor complejidad, impredecibles todas ellas.




Esencia creadora


Como cada uno es en si mismo un creador por naturaleza, cuando uno apaga el sistema y se sumerge en los medios de comunicación, aceptando la información recibida, literalmente vibra en una frecuencia inducida en forma deliberada. De manera que se sirven de esa capacidad de la conciencia para crear una misma realidad, que todo el mundo proyecta al estar conectados en la misma frecuencia. Por esta misma vía penetra la publicidad, los mandatos políticos y la manipulación de la información. Somos conducidos para crear y mantener esta realidad, aunque no nos guste.

Nuestra conciencia es modelada y la experiencia consciente manipulada, para generar una realidad, en este caso, deliberada y artificial, ya que es la red de nuestros pensamientos la que en definitiva la crea, y esto llega a niveles tan profundos que para recuperar la propia identidad se hace necesario desinstalar algunos programas y condicionamientos impuestos por terceros, y esto es lo difícil. 

Lo primero, debemos filtrar mediante la negación y luego comenzar a reordenarse (o unificarse), encontrando el propio equilibrio.

Ordenar el sistema demanda energía. Por esta razón la energía es preciosa para nuestra vida. La energía vital es el verdadero tesoro que no solo nos permite tener una vida sana y longeva, sino también nos brinda el acceso a planos superiores de la conciencia, que nos conectan con la fuente verdadera de energía y sabiduría.

La ignorancia es la principal fuente de límites y restricciones con las que la mayoría de la gente se topa.

Los verdaderos limites de nuestro ser, son los límites del universo. Esto es un hecho. Las partículas que nos dan vida y forma, provienen de la tierra, del sol y de estrella lejanas, y todas están entrelazadas entre si con la fuente original. En este nivel esencial, no hay límites ni separación.
Yendo un poco más arriba en la escala. Compartimos con todos los seres vivos las mismas moléculas


La gran familia molecular



Somos miembros de la misma familia molecular y en este nivel estamos todos interconectados. Seguramente el agua no hace diferencia entre una planta, un ser humano y cualquier otro ser vivo. El átomo de hidrógeno que forma parte de nuestro organismo proviene de alguna estrella y luego formará parte de algún ensamblado molecular de otro ser vivo.
Esto es así.

Cuando nos identificamos con nuestra estrecha y remendada personalidad, no solo encontramos rápidamente los límites, también nos perdemos fácilmente en el laberinto de nuestras ilusiones, y el laberinto se vuelve rápidamente una prisión.

Pero cuando se realiza que estamos hechos de luz y que en esencia uno es un ser luminoso y universal, viviendo una vida humana, la percepción de nuestros límites y posibilidades cambia.
En ese momento la materia ocupa su lugar como vehículo y sostén de la experiencia espiritual. 
La materia sirve para dar forma y contorno a la conciencia, que en esencia no tiene límites.
Somos conciencia pura haciendo la experiencia pasajera de un cuerpo físico. 


Los limites de nuestro ser son los límites de nuestra conciencia





Nota: la vía de acceso directa y sin intermediarios a nuestra esencia universal, es zazen. No es el único método, pero es el más natural y eficaz de todos, ya que la postura en si misma es la manifestación de la conciencia infinita, que es nuestra verdadera naturaleza.

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