La célula es la unidad morfológica y funcional de todo ser vivo.
La biología clásica considera a las células como autómatas biológicos, es decir, material biológico genéticamente programado para una o varias funciones. Sin embargo cada célula tiene un grado fundamental de conciencia.
Una célula es una unidad de conciencia. Con un grado de inteligencia que le permite adaptarse a las variaciones del medio y cambiar su programación e incluso improvisar para sobrevivir.
El diccionario define a la inteligencia (del latín intellegentĭa), como la "capacidad para entender o comprender" y también como la "capacidad de resolver problemas".
La célula entra dentro de esta definición.
Podemos considerar a la inteligencia como una propiedad fractal del universo. Una característica que se repite en todos los niveles y reproduce la información y la forma del todo.
Con lo cual podemos concluir que somos conscientes porque el
universo es consciente y el universo es consciente porque nosotros lo somos
también.
Como individuos somos la suma de todas las conciencias
celulares en una conciencia unificada y la suma de todas las conciencias
individuales forman una conciencia mayor aún.
Nuestro organismo es parte de un organismo superior y este a
su vez de otro.
La conciencia se estructura en niveles de jerarquía al igual que los organismos en biología, pero esencialmente no hay fisuras ni separación: la conciencia es una, la misma conciencia que es el sustrato de todo.
La conciencia se estructura en niveles de jerarquía al igual que los organismos en biología, pero esencialmente no hay fisuras ni separación: la conciencia es una, la misma conciencia que es el sustrato de todo.
Nuestro diálogo interno es escuchado por cada célula.
El cerebro no diferencia entre lo que imagina y lo que percibe, procesa la información de igual forma.
El cerebro no diferencia entre lo que imagina y lo que percibe, procesa la información de igual forma.
Convencionalmente se considera a los genes y al sustrato
físico (material) los determinantes de la función celular. Como un mecanismo de relojería, que se
ajusta a leyes físicas y biológicas inmutables.
¿Pero, y si hubiera una inteligencia previa, capaz de controlar
y dirigir esta actividad e incluso la conformación de la materia?
Se ha demostrado claramente que las células son inteligentes
y establecen comunicación entre ellas de variadas formas.
Actualmente gracias al aporte de nuevas investigaciones y a
un cambio de mentalidad en una parte de la comunidad científica, se describe
un nuevo panorama, en el que se considera a la conciencia como componente
fundamental de la materia y directora de los cambios moleculares y genéticos.
Este nivel de conciencia no solo les permite a las células adaptarse
y aprender, sino también comunicar e intercambiar información con el campo.
El campo y la célula forman una unidad de intercambio
de energía e información que controla y modula la forma y la actividad.
Un diálogo de conciencias
Debemos comenzar aceptando el hecho de que los médicos no curan, en el sentido estricto del término, a ningún paciente.
Únicamente las células del cuerpo pueden curar al
cuerpo.
Sólo las células saben cómo cerrar las heridas,
curar infecciones o regenerar tejidos, solo ellas comprenden qué
hacer si cambian las condiciones del medio y conocen la forma de destruir patógenos
y células mutantes.
Podemos afirmar que son las células (gracias a su nivel de conciencia), las que curan y no los
médicos.
Lo mejor que un médico puede hacer es ayudar: cerrando heridas, para evitar
hemorragias e infecciones, reparando tejidos, moviendo los
obstáculos del camino de las células, promoviendo la circulación de
energía y sangre con acupuntura, dieta, ejercicios, masajes e incluso
cirugía, suministrando materiales necesarios para las células (medicamentos y nutrientes) y
sobretodo: abandonando los métodos invasivos y la lucha “armada” contra la
enfermedad, o sea, respetando sus procesos.
Para esto hay que conocer su verdadera naturaleza y permitir que
las células se expresen.
Muchas veces lo que se considera enfermedad es simplemente el resultado de una falta de comunicación
y entendimiento de lo que sucede en el cuerpo-mente.
¿Podemos aprender a “comunicar” con las células?
Hay que dejar atrás la manera convencional de enfrentarnos a
la enfermedad.
La lucha cuerpo a cuerpo contra los “patógenos”,
tarde o temprano condena a las células. Generalmente un desequilibrio pasajero es diagnosticado como una enfermedad con nombre y apellido y hasta con un pronóstico. Este hecho ya determina que la enfermedad tome forma, sobretodo si además el paciente participa creyendo.
También está el caso de alguien diagnosticado con cáncer u otra enfermedad grave que decide abandonar su tratamiento convencional y se termina curando. Aquí una vez más, la conciencia es determinante.
Linfocito (naranja) atacando a una célula mutante (cáncer)
Hay personas que reciben tratamiento psicológico e incluso son medicados, cuando en realidad sus "problemas" son afectivos o espirituales. Muchas veces los trastornos psicológicos y el sufrimiento son el resultados de ilusiones propias, de errores de percepción, de malas influencias o de elecciones y decisiones equivocadas tomadas en la vida. Entonces no hay nada que curar, solo hay que despertar y cambiar de dirección (y de hábitos).
Una nueva comprensión del universo y de si mismo trae aparejado cambios en la manera de interpretar no solo la salud y
la enfermedad, sino también nuestro rol como seres humanos viviendo en un
entorno inteligente.
El cuerpo, al igual que el universo, tiene su manera de
hacer las cosas, pero esto no significa que se corresponda con mecanismos fijos
y determinados ni que la "enfermedad" sea en verdad lo que pensamos. El cuerpo
tiene su propio lenguaje y en
general lo desconocemos.
Nuestro cuerpo incluye varios niveles o cuerpos fundamentales: físico, energético, emocional y espiritual.
En realidad son lo mismo, manifestado de diferentes maneras, distintas frecuencias vibratorias.
La conciencia impacta en el mundo físico porque el mundo físico es conciencia.
Las células tienen su manera de adaptarse provocando cambios
que en general son considerados como nocivos, sobretodo si provocan trastornos,
imposibilidad o dolor.
Estos cambios son considerados como una enfermedad y los médicos, desconocedores de este lenguaje natural,
atacan a los síntomas y luchan contra estos, sin considerarlos como un factor
de equilibrio y un cartel indicador de lo que no está funcionando bien.
Así, sin darse cuenta, en la mayoría de los casos, esta
supresión de signos y síntomas trae más desequilibrios y debilita al cuerpo,
resultado: más enfermedad y más debilidad
La mente, no es diferente que una célula. Necesita nutrición y purificación, espacio y límites de contención y una realidad física para manifestarse, por eso está siempre creando y modelando el mundo físico.
La célula no es diferente que la mente. La inteligencia de la célula es una expresión de esta conciencia. El cuerpo físico influye directamente en los cuerpos sutiles: el estado de cada órgano, las posturas que adoptemos, los hábitos de vida y la respiración, le dan forma también a nuestras emociones y pensamientos.
Salud y felicidad son dos caras de una misma moneda.
Se puede curar el cuerpo con la mente, y la mente con el cuerpo. Querer curar la mente con la mente genera más confusión y errores de percepción.
Pretender curar el cuerpo físico solo con medios físicos o químicos sin tener en cuenta la mente y las emociones, es otro error.
Por este motivo, en muchas ocasiones, la medicina clásica y la psicología se vuelven limitadas e ineficaces, ya que parten de una concepción falsa. La verdadera sanación es holística, incluye salud y felicidad. Cualquier terapia que no incluya e integre cuerpo y mente es errónea.
Todo está en perpetuo cambio y movimiento y nosotros, como parte
de un universo vivo y consciente, participamos inevitablemente de estas
transformaciones.
En los procesos curativos se debe tener paciencia y aceptar
los mecanismos del cuerpo, después de todo son el resultado de millones
de años de evolución.
Más importante que anular los síntomas y llevar las cosas a
una “normalidad” arbitraria, predeterminada y alejada de lo real, es escuchar al
cuerpo, sus mensajes y señales, acompañando inteligentemente los procesos. Incluso si a veces las reacciones son molestas.
Hay que saber aceptar y no sucumbir al sufrimiento, enderezar la espalda, abandonar miedos y preocupaciones y en especial tener confianza.
Es una cuestión de mentalidad.
El cuerpo sabe.
Nuestras células piensan.
El cuerpo sabe.
Nuestras células piensan.
1 comentario:
Grandisimo artículo, y encaja perfectamente en la teoría del todo de Valdeandemagico, que dice que somos una maquina molecular, y cada célula es otra de un nivel superior, pero que se comunica exactamente igual que nosostros.
http://valdeandemagico.blogspot.com
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