sábado, 30 de octubre de 2010

El valor de la vida



¿Qué valor tiene la vida?
¿Vale algo nuestra existencia?
¿Por qué tememos perder y morir?

Para empezar debemos tener en claro que es la vida y la existencia.

Parece simple y hasta obvio, pero ¿Qué valor tendría una existencia impermanente constituida en un 1% por materiales reciclables y el 99% restante vacío?

Todo depende del nivel en el que nos situemos para observar.

Desde el punto de vista del universo, la vida y la muerte, no existen. Solo existe la transformación, la alternancia de ciclos. La energía no puede ser creada ni destruida, solo transformada. No nace ni muere. Está fuera de la ilusión del tiempo y del espacio.

Somos en esencia la conciencia misma del universo, surgimos del océano de potencialidad infinita, somos un condensado de energía e información

¿vale algo esto?.

Vivimos en un universo de abundancia, cada punto del espacio contiene la posibilidad de crear universos. La vida surge a cada instante y la muerte completa el ciclo. Una danza sin fin.

Pero si algo no muere ¿Cómo puede nacer?
Si fundamentalmente estamos hechos de energía e información indestructibles, ¿Qué parte nuestra es la que nace y muere?

Es interesante, porque desde que empezamos a tener conciencia de nosotros mismos, comenzamos a quedar atrapados en esta imagen que vamos creando, que a medida que crecemos se va enriqueciendo con información y experiencias y forma un verdadero holograma en 3D con vida propia (ver: la naturaleza holográfica de la realidad).

Si queremos tocar un holograma no es posible, este no existe, es solo una proyección, da la impresión de ser real, pero no lo es.

Experimentamos la materia y el mundo físico, pero estos en esencia no son sólidos ni objetivos, es decir, no tienen sustancia propia ni existen por si mismos.

Esto es lo que nos dice la ciencia actual y las antiguas enseñanzas espirituales: "Todo lo que conocemos del mundo cotidiano no es más que una interpretación y una proyección que hace el cerebro". Este recibe millones de bits de información en un segundo, los organiza en un holograma que luego proyectamos hacia el exterior.

Cuando dirigimos la mirada a la raíz, a la esencia de nuestra existencia, todo se disuelve, ya no existen los objetos por separado si no la relación entre ellos, el tiempo y el espacio desaparecen.

Las únicas realidades que conocemos son las que fabrica nuestro cerebro
.

Todas las categorías y conceptos que usamos para describir lo que percibimos, solo existen en nuestro cerebro.

Por esto es que la educación que recibimos como individuos es determinante en el momento de percibir y crear nuestra realidad.

La educación moderna se basa en el bombardeo del hemisferio izquierdo con conceptos y nociones abstractas, produciendo un desarrollo excesivo de este en detrimento de la parte derecha. El cerebro izquierdo es el que separa para comprender. Aísla los objetos, conceptualiza, crea categorías y clasifica. Representa el lado masculino, la individualidad, la razón y la palabra, el tiempo, el sujeto separado del objeto.

El cerebro derecho es el que nos permite sentirnos unidad con todo lo demás. Representa el lado femenino. Es holístico y silencioso, no hace categorías ni separa, representa la intuición, el arte, nos relaciona con el espacio. El sujeto y el objeto no están separados.

El fracaso de esta forma de educación es que forma individuos aislados, con capacidad para percibir un universo conceptual, repleto de nombres y categorías, donde el sujeto está separado de todo lo demás, incluso de si mismo.

Hay científicos, médicos especialistas, profesores, políticos y profesionales, algunos muy destacados e incluso premiados, que solo funcionan con su hemisferio izquierdo, es decir con la mitad de sus cerebros. ¡Increíble!

Es obvio que en ese universo creado por el cerebro izquierdo es muy fácil sentirse perdido, aislado, solo y desequilibrado. La realidad que se genera es siempre dual y contradictoria. Limitada. Únicamente se percibe el lado material y objetivo de la vida. El hacer, producir, ganar y acumular.

Con este estado mental, todo lo que percibimos se convierte en objeto: las personas pasan a ser objetos (que se pueden poseer, manipular, decorar, comprar, perder, etc.), las relaciones se vuelven un objeto, la felicidad, la salud, la educación, incluso nosotros mismos nos convertimos en un objeto de nuestra percepción ilusoria.

Aquí el valor de la vida está en función de las posesiones. En este nivel de vibración se gana y se pierde. Solo hay nacimiento y muerte. Fijamos el valor de la vida por lo que tenemos y no por lo que somos.

Pero si somos en esencia conciencia infinita y estamos conectados con todo el universo, ¿vale algo la vida? ¿Cómo medimos su valor?
Muy simple: nuestra vida no vale nada, porque en esencia somos nada, o todo, que es lo mismo. Somos pura potencialidad infinita. Imágenes en pequeño del universo mismo.

Cuando estamos aislados y funcionando con nuestra personalidad limitada e ilusoria, aquí es cuando tenemos la sensación de que la vida vale algo, y tememos perderla, o fracasar o estar solos y sufrir.

El verdadero valor de la vida es la posibilidad de experimentar concientemente nuestra naturaleza universal e infinita, el ser auténtico y real. El ser es experiencia.

Nacer con forma humana es algo único, un raro momento que pasa en un abrir y cerrar de ojos. No hay nada fuera de nosotros que pueda determinar el valor de nuestra vida.

No hay nada que perder, ni siquiera tiempo, solo existe este momento, ahora y aquí para realizar nuestra vida en plenitud, sin miedo, sin conseciones.

Las posturas y actitudes que tomemos nos ayudan a encontrar el equilibrio. (ver: zazen)

Cuando estamos equilibrados, alineados, y sintonizamos con el “gran espíritu”, con la conciencia única que conecta todo en el universo, cuando permitimos que se manifieste nuestra auténtica naturaleza, sentiremos fácilmente la conexión con todos los seres y con todo lo que nos rodea, y sentiremos la vida en todas partes.

En ese momento podemos comprender que nuestra vida no es más ni menos valiosa que cualquier otra, simplemente porque en esencia somos uno.

domingo, 24 de octubre de 2010

El miedo es un veneno


Cuando observamos como funcionamos como individuos y como sociedad, podemos darnos cuenta que muchos de nuestros pensamientos, deseos, conductas, hábitos e incluso decisiones que tomamos están determinadas por el miedo.

El miedo es la principal herramienta de dominación desarrollada por los seres humanos (para controlar y esclavizar a otros seres humanos).

El miedo es adictivo, esclavizante y contagioso.

El miedo es un veneno.

¿Y por qué?
El miedo genera en el cuerpo una serie de reacciones electroquímicas, que nos preparan para la lucha o la huida. (ver Sistema neurovegetativo). Es un mecanismo de defensa que nos permite protegernos ante un peligro.

Pero el miedo como se conoce en la vida moderna, no tiene nada que ver con un mecanismo de defensa. No es el mismo miedo que siente un animal ante el peligro de ser cazado. O el miedo que podríamos sentir ante una amenaza real, por ejemplo: ser perseguidos por un oso enojado o estar acorralados y luchar para defender la vida.

El miedo como lo experimenta la sociedad hoy en día es el producto de programaciones deliberadas que comenzaron con la religión y luego las instituciones como la ciencia, la educación, la política-economía-leyes, lo utilizaron (y utilizan) como una herramienta de dominación para producir individuos dóciles, temerosos y obedientes, que no discutan, acepten y que además consuman lo que se les da. Individuos que ante determinadas señales (estímulos o gatillos) reaccionarán de la forma prevista, es decir, programada. Como un reflejo condicionado.

En el pasado se temía a Dios y a su castigo, hoy se teme a un virus, a una nueva enfermedad, a la falta de dinero o a la “realidad” que muestran las noticias en los periódicos o la TV.

El resultado es el mismo.

Condicionarte y no permitir que vivas en libertad y puedas vibrar en plenitud. Y esto es bien cierto, por que está demostrado que el miedo tiene una vibración de baja frecuencia que hace que el ADN vibre de manera limitada y traduzca una realidad (física y mental) de baja dimensión. (ver post: el lenguaje del ADN)

El miedo tiene varios vehículos transmisores, uno es la mentira, bajo la forma de conceptos erróneos, desinformación o falsa información, mala educación, engaños deliberados, la culpa, la moral, etc.

Otra forma importante de difundir y perpetuar el miedo es mediante las sustancias químicas y los alimentos tratados que se consumen a diario.

¿Cómo es esto?.

Ya vimos que en esencia es una cuestión de frecuencias, está relacionado con la naturaleza vibracional de las células y del ADN, la realidad que percibimos y proyectamos, depende directamente de esto.
De la misma forma que un determinado nivel vibracional celular produce una química determinada en el cuerpo. (ver post: la química de las emociones), las sustancias químicas que comemos, bebemos o respiramos generan un estado vibracional que provoca reacciones de parte del organismo y modifican su fisiología.

Al respecto hay cantidad de estudios científicos hechos: aditivos, edulcorantes artificiales, saborizantes, colorantes, conservantes, el fluor de la pasta de dientes, pesticidas como el glifosato, alimentos transgénicos.
McDonalds y los Fast-foods, las bebidas colas y los alimentos chatarra (instantáneos, etc) entran en esta categoría y son responsables de una cantidad cada vez mayor de gente obesa, inmunodeprimida y con tendencia crónica a trastornos físicos y emocionales, que luego cerrando el círculo de consumo, serán tratados con otras sustancias químicas y fármacos de última generación, o cirugía, que perpetuarán el estado de desequilibrio y la mala salud.

No solamente la contaminación es química.

Otro gran transmisor lo representan las radiaciones electromagnéticas que recibe el cuerpo (y el ADN en definitiva).

La TV es el medio más generalizado, es el gran vehículo del miedo y la desinformación, que produce verdaderamente un estado de hipnosis colectiva. Reprograma el cerebro y lo conecta en una realidad determinada. La TV es la gran programadora de zombies.

Los teléfonos móviles (celulares, etc.) producen un efecto similar y expone al cerebro a una cantidad de radiaciones nocivas, además de mantenernos atrapados en una red de baja vibración y de consumo exacerbado.
Como vemos, la mayoría de los objetos de consumo de la vida moderna, están diseñados para engancharnos y mantenernos en una vibración determinada.
No tengo la intención de insultar la inteligencia de nadie. Podemos ver alguna vez TV o hablar por celular de tanto en tanto. El tema es cuando estos objetos se vuelven imprescindibles (o adictivos que es lo mismo en este caso).

El otro día alguien me dijo: “pero entonces, ¡como hago?. ¿Me tengo que ir del mundo?.
Es interesante hasta que punto estamos condicionados y este es un ejemplo de cómo al vibrar en una frecuencia determinada siempre generamos la misma realidad.

Para empezar hay muchos mundos, infinitas realidades para experimentar.

Incluso “este mundo” puede ser percibido de otra manera, desde otra dimensión o nivel vibracional No olvidemos que estamos conectados a la fuente universal, dicho de otra forma, “somos” el océano de potencialidad infinita.

Creamos a cada instante nuestra realidad.

Evidentemente si vibramos en una frecuencia elevada los miedos y fantasmas inducidos desaparecen automáticamente.
El “virus” en el sistema es neutralizado y eliminado.
Recuperamos el control de nuestra vida.

Por eso no se trata de huir o de volverse anormal. No es cuestión de imitar a otro o transformarse en algo “especial”. Hay que reconocer los hábitos y dependencias que uno tiene, hasta que punto los necesitamos y que precio pagamos por ellos.
Además alimentarse de forma natural, hacer ejercicios, meditar, descansar, trabajar solo lo necesario, mantener un espíritu alegre y despreocupado, practicar la contemplación y el silencio, observar la naturaleza...Parece muy complicado, pero no lo es, hay un momento para cada cosa. No hay leyes rígidas, solo existe la alternancia de ciclos.

Ya estamos iluminados, Ya somos conciencia infinita. Lo único que debemos hacer es permitir que esta esencia, que esta vibración de alta frecuencia se manifieste en nuestra vida.
Para esto hay posturas y prácticas que nos ayudan, que permiten al cuerpo y a la mente volverse unidad y vibrar en una frecuencia mayor, en resonancia con la vibración universal, con el orden cósmico.

Zazen, es la postura del no miedo. Su práctica permite que las células recuperen una alta frecuencia vibracional y que la conciencia se expanda, dicho de otra forma, la pequeña y limitada conciencia individual trasciende sus límites y se funde con la conciencia infinita. Se vuelve unidad con ella.

En el silencio y la inmovilidad podemos “ver y escuchar” nuestros pensamientos y emociones sin identificarnos con ellos.

Podemos comprender que no somos ellos. Dejarlos deslizarse y que pasen, como nubes en el cielo, sin atraparlos ni juzgarlos, y así percibiremos que no somos nuestros pensamientos, sino el espacio que hay entre ellos. Somos el vacío y el silencio existente entre cada pensamiento.

El silencio es la conciencia infinita que toma la forma del observador.

En este punto de libertad y desapego, podemos comprender nuestra vida y el rol que desempeñamos en ella. Es el punto cero que nos permite crear la realidad que deseamos y necesitamos en cada momento.
Somos libres de programar y desprogramar.

Pero solo es posible acceder a esto cuando nos volvemos unidad con la conciencia infinita.
La vibración que neutraliza al miedo y al egoísmo es la frecuencia de la compasión universal, o del amor incondicional (que es lo mismo), por si mismo y por extensión, por todos los seres vivos.

El miedo separa y aisla, desintegra. Afecta la energía del riñón y por lo tanto disminuye la vitalidad y la resistencia a las enfermedades.

El miedo enferma e inacapacita.

El miedo se controla con la respiración profunda, la reflexión y el amor.

El amor es unidad, cohesión. No es un emoción, es la vibración que mantiene unido a todo en el universo.

El antídoto para el veneno del miedo se fabrica con el fuego del corazón.

miércoles, 20 de octubre de 2010

La experiencia del océano


Somos conciencia infinita viviendo la experiencia de un cuerpo físico.

Cuando la conciencia se identifica con este cuerpo físico pierde por un momento su contacto con la fuente universal y comienza a vivir la ilusión de los sentidos.
Una realidad creada por los sentidos.

Pero todos sabemos que los sentidos son limitados. Perciben solo una franja muy estrecha de todo el rango de vibraciones electromagnéticas (por ejemplo la luz visible).

Y además esta percepción luego es integrada por el cerebro, de acuerdo a su programación y a las creencias que se tengan (ver post: los 5 agregados)

Es evidente que a través de la historia, como individuos y como sociedad, hemos sido condicionados para creer y crear una realidad dependiente de los sentidos: “ver para creer”.

Si solo vemos una pequeñísima porción de lo que realmente sucede y además nuestra interpretación de lo que percibimos es limitada. ¿Cómo podemos creer ciegamente en lo que vemos o nos muestran?.

Lo que llamamos “realidad” es una ilusión.

Muchos de nuestros pensamientos, ni siquiera son propios, son el producto de programas instalados por otros. Y si no: ¿Qué es la educación? Somos educados, formados, o “formateados” para funcionar en un rango limitado de todas nuestras posibilidades. Sintonizados en un nivel vibracional específico que llamamos “realidad” y nos conecta con los demás y con los objetos que creemos “reales”. Cultura, pautas morales, creencias, costumbres, leyes y disposiciones, etc.

Pero esto es una “ilusión”.
La ciencia lo demuestra. Las enseñanzas espirituales muestran esto desde hace miles de años.

No existe nada fuera de nuestra mente.

Dicho de otra forma. No hay un “afuera” y “nosotros”. Solo hay un campo infinito de energía e información moviéndose continuamente y un observador que decodifica esa información y la convierte en una imagen 3D, de acuerdo a sus patrones de programación. Esto es un hecho.
Incluso en otro nivel, nuestra mente es también una ilusión.
Einstein decía: “la realidad es una ilusión, aunque una persistente”.

Somos conciencia universal infinita.

Eso es lo “real”.

Cuando comprendemos esto, podemos ver la naturaleza de la ilusión y de la mentira y retomar el control de nuestras vidas, como individuos y como sociedad.
No somos este cuerpo.

El cuerpo físico es una expresión de la conciencia infinita, un vehículo, que nos permite experimentar la vida, los sentidos, las emociones: amar, sufrir, gozar, aprender.
Tiene un sentido, un propósito.

El problema aparece cuando quedamos atrapados en la ilusión de la existencia y la conciencia pierde referencia. Ya no sabemos quienes somos en realidad.

Podemos percibir la vida como una gota separada del océano y proyectar una realidad en consecuencia, y repetirnos: “no soy nada, la vida es una mierda, no se que hacer, de todas formas no puedo cambiar nada…”.

Pero cuando esta gota vuelve al océano –que de hecho es de donde salió-, no hay punto donde termina la gota y comienza el océano. La gota es el océano, el océano es la gota.

Cuando nos percibimos de esta manera, ya no nos sentimos aislados ni impotentes. Somos el océano viviendo la experiencia de la gota.

Ya no es necesario mirar para afuera para que nos digan que hacer, o compararnos con los demás para medir nuestra vida.

“Somos el océano”.

Por eso la principal herramienta de los medios de dominación y control es la de mantenernos aislados, vibrando en una frecuencia muy baja, de manera que la realidad que experimentamos y los pensamientos y deseos que creemos propios forman parte de un programa predeterminado de condicionamiento.

En la medida que nos mantenemos prisioneros del cuerpo físico y de los 5 sentidos, con más facilidad nos sentiremos aislados y perdidos en esta “inmensidad” y la realidad que proyectemos será tan estrecha y limitada como lo es la percepción de los sentidos.
Un individuo vibrando en esta frecuencia es muy fácil de manipular.

Pero la conciencia infinita no puede ser manipulada ni deformada.

Nuestra esencia fundamental no nace ni muere. Lo que llamamos “yo” y el cuerpo físico que lo sustenta, son solo manifestaciones de la conciencia universal. No tienen sustancia propia y se están transformando todo el tiempo.
Pero entonces, ¿Quién soy?...El océano.

Mirar el mar es interesante, podemos ver las olas que se forman, crecen, se desarrollan, se van desplazando y mueren en la orilla. Nos dan la impresión momentánea de que tienen una existencia individual. Creemos que vemos el comienzo y el fin de una ola. Pero si observamos más en profundidad, veremos que es solo el movimiento del mar, no hay tal cosa como una ola separada del mar.

Las diferencias las hace la mente.

No hay nada fuera de cada uno.

Las categorías las construye el cerebro de acuerdo a los programas (creencias) que tenga instalados. Si creemos que solo existe lo que vemos, lo que escuchamos o lo que pensamos, estaremos siempre prisioneros de nuestros sentidos.
No vemos las cosas como son, sino como somos.
"Creer para ver"

Hoy en día hay una cantidad enorme de estímulos para los sentidos y el cuerpo físico. Los alimentos, las bebidas, el sexo, el exceso de información por todos los medios, celulares, redes sociales, Internet, confort, dinero, etc.
La sociedad moderna divide a las personas en winners y losers. Muchos lo creen y viven atrapados en esta dualidad. El común denominador es que tanto el ganador como el perdedor corren todo el día detrás del mismo premio (la misma zanahoria). Como si una ola compitiera con otra para ver cual es la más grande o la mejor.

¿Cuánto duraría está ilusión hasta que vuelvan al océano del cual nunca salieron?

Somos el océano experimentándose a si mismo bajo la forma de olas, que momentáneamente toman una forma, e incluso las olas tienen una historia.
Hay olas que han dado vuelta barcos, hay olas que han hecho desaparecer gente o que le han servido a surfers para que ganen un torneo, a veces hay olitas, a veces un tsunami, en fin…pero nunca esas olas salieron del océano, nunca dejaron de ser el océano.

Esta comparación quizá parezca simple y repetida, pero lo interesante es cuando lo realizamos en nuestra vida, con la totalidad de nuestro ser. Cuando asumimos nuestra verdadera naturaleza y percibimos la vida desde el océano, ya no como una olita aislada, si no desde nuestra naturaleza infinita y universal.

Debemos hacer atención a la manera en que nos nutrimos, de materia (energía) e información, la manera en que percibimos la realidad estará creando una realidad en consecuencia.

No hay que seguir ni alimentar la mentira, ni ser esclavos de nada ni de nadie.

El océano, como el agua, es libre y se adapta a todas las formas, nutre y sustenta a la vida.

Somos el océano, surgimos de él.

Un océano de potencialidad infinita, pleno de energía y posibilidades.

Un océano de abundancia y amor incondicional, donde todas las formas pueden vivir y expresarse libremente, ya que cada una es el océano mismo haciendo su experiencia.

Somos la experiencia del océano.

domingo, 17 de octubre de 2010

La autocuración (continuación)


Lo que decidimos creer hoy es lo que dará forma a nuestro futuro.

Los pensamientos de hoy son como semillas y las creencias, el suelo fértil.

Una vez plantadas las semillas en el suelo de las creencias, inevitablemente darán frutos determinados. Nadie planta un ciruelo y espera que broten tomates.
Esto parece broma, pero así funcionamos, nos quejamos del presente y tememos por el futuro, pero somos nosotros los que lo creamos!
Es decir: el incesante diálogo interno.

El diálogo es lenguaje y el lenguaje es vibración (ver post: "La vibración del lenguaje").

Esta vibración envía a las células y al ADN un mensaje determinado que es interpretado y generará un respuesta en consecuencia.

Las células no diferencian el origen de la señal.

Podemos imaginar algo o percibirlo, da igual, el cerebro solo decodifica la señal y proyecta una respuesta.
Si pensamos en una situación de peligro, las células interpretarán el mensaje y comenzarán a segregar hormonas y sustancias químicas para asegurar la protección (lucha o huida). Si esta condición se repite, se instalará un programa (software) que hará que vivamos continuamente en peligro, generando en forma recurrente una química determinada que por retroalimentación (feedback) hará que la situación tienda a repetirse.

Esto se ve en los ataques de pánico, en el estrés, en algunas enfermedades autoinmunes e incluso en el cáncer.

El cuerpo lee e interpreta un mensaje erróneo, creándose las condiciones para la aparición de la enfermedad.

Observando los pensamientos de ahora podemos saber como será nuestro futuro, y los pensamientos surgen de acuerdo a las pautas mentales establecidas, es decir, las creencias que tenemos, dicho de otra manera: depende de los programas instalados en nuestro cerebro.
Es muy simple.

El secreto es conocerse a si mismo.
Si no sabemos como somos ni lo que en verdad nos pasa, ¿como vamos a cambiar alguna vez?

Hemos sido educados y condicionados para mirar hacía afuera. Crecemos con programas instalados que solo nos permiten percibir y funcionar en una banda estrecha y limitada de la “realidad”. Limitada por los sentidos, por las creencias y que corresponde a dimensiones muy básicas del ser.
Luego funciona solo, el programa se autoinstala y repite lo mismo indefinidamente, y crea la misma realidad una y otra vez.
Pero los programas se pueden cambiar.

Un pensamiento se puede cambiar, no tiene existencia propia, es solo actividad electroquímica en el cerebro. Un flujo de información y energía que es interpretado y proyectado hacía afuera, como un holograma.
Por eso las creencias son fundamentales. Lo que une cree se hace realidad.

Si creemos que la vida es sufrimiento, lo más probable es que percibamos solo ese aspecto de la vida y proyectemos todo el tiempo infelicidad, insatisfacción, dolor, frustración, etc.

Si creemos que la realidad que percibimos se pasa afuera de nosotros y tiene existencia real, todo lo que se perciba será sólido e inmutable y no tendremos ninguna posibilidad de cambiar nada ni de crear nuestra salud y felicidad.
Pero si creemos, si nos percibimos como lo que realmente somos: seres creadores, hechos de materia cósmica, espíritus encarnados en un condensado momentáneo de energía e información indestructible (solo transformable) y con la capacidad de influir incluso en la organización del mundo físico, entonces así será.
La autocuración se basa en esta creencia.
Así como soy capaz de autoenfermarme, soy capaz de autocurarme

Y esto da lugar a otro ingrediente fundamental en la autocuración: “amarse a si mismo”.
Esto significa, aceptarse, perdonarse, motivarse, desarrollar la autoconfianza, creer en su propia naturaleza y posibilidades…y sobre tener una visión positiva de si mismo.

Tenerse en la más alta estima.

Esto no significa egoísmo, el egoísmo es estar cortado, aislado del resto.

El egoísmo es desconocer nuestra propia esencia y creer que poseemos un ego que tiene existencia propia y “real”.
Si nos amamos podemos expandir este sentimiento hacia todas las existencias.

El miedo es egoísmo. Correr detrás de los objetos y de los deseos es egoísmo. Mentir es egoísmo...

Pero tener un pensamiento positivo que lo incluya todo y vibre en todas las direcciones, eso es amor incondicional.

Cuando esto ocurre, el proceso curativo ya está en marcha. Están dadas las condiciones para que las células puedan regenerarse y sanar.
El diálogo interno que se establece entonces puede ser inteligente y creativo.

La energía vital debe fluir y no estancarse ni bloquearse. Esta es otra condición para la autocuración.

Para esto hay que llevar una vida equilibrada.

Eliminar los hábitos nocivos, el trabajo en exceso (cualquier exceso en realidad), controlar las emociones, los pensamientos negativos y tener una vida afectiva sin sobresaltos, incluyendo en la fórmula el descanso y la contemplación.
Parece más bien un desafío hoy en día.

Pero no se trata de incorporar más cosas a la ya cargada máquina, si no más bien de eliminar lo que no nos sirve, de transformar lo negativo en positivo.

Descubrir una nueva manera.

Pasa más por relajarse, aprender a pensar y a percibir la vida de otra forma.

Cambiar la dirección de la mirada y dirigirla al interior de cada uno. Es la única manera de tocar la raíz de nuestra existencia y de descubrir en verdad quienes somos.

Practicar la meditación (zazen). Fortalecer el cuerpo y la energía vital, sentir que uno es parte de un universo vivo y conciente. Una parte que refleja el todo.

Vivimos en un universo que nos apoya, nos nutre y nos brinda todo lo necesario para estar en salud y felicidad y si lo necesitamos: para curarnos a nosotros mismos.

La autocuración es un hecho.

Si llegas a comprender esto, ya estás curado.

viernes, 15 de octubre de 2010

La autocuración


¿Cómo definiríamos a la salud?
¿Es acaso la ausencia de enfermedades?
¿Significa algo la salud fuera de la enfermedad?

Primero vamos a meternos en la enfermedad para luego tratar de comprender lo que es verdaderamente la salud y como curarse, encontrando el equilibrio.

La ciencia médica ha separado a la enfermedad de las personas, en un primer momento la aisló, como parte de la metodología "científica", para facilitar su estudio y a continuación como parte de un negocio; evidentemente es más fácil tratar con síntomas y enfermedades previamente clasificadas que con enfermos reales, donde cada uno es un caso particular y único. ("No hay enfermedades si no enfermos" Hipócrates)

Esto es interesante, porque crecemos con la idea de que somos incapaces de curarnos a nosotros mismos. Desconocemos las capacidades de nuestro organismo y ni siquiera comprendemos lo “inteligente” que este es.
Esto en gran medida se debe a la mala información que recibimos en las escuelas y universidades y a una formación limitada y defectuosa que tienen los médicos en la actualidad.

Para empezar, la verdadera medicina es preventiva, y esto está íntimamente relacionado con la educación, con las pautas mentales y los hábitos que tenemos como individuos y como sociedad.

Otro gran error es ocuparse solo del síntoma y considerar a la enfermedad como un “enemigo” que hay que eliminar. Sin tomar en cuenta que a lo mejor necesitamos de esa “enfermedad” para comprender algún aspecto de nuestra vida que debemos corregir.
Por otra parte, mucho de lo que hoy en día se considera “enfermedad”, son reacciones del cuerpo que le permiten fortalecerse, adaptarse, desarrollar nuevas defensas, etc.

Es el caso del estrés. Podemos tomar medicinas para el insomnio, la hipertensión arterial, los problemas digestivos y cantidad de otros trastornos provocados por el mismo, pero si no cambiamos la forma de vida, la manera de percibir al mundo y de percibirse a si mismo, es un engaño, además perjudicial, porque no solo no cambiamos las causas sino que además agregamos los efectos indeseables de los medicamentos que hemos tomado.

Einstein decía: “La verdadera locura es creer que se obtendrán resultados diferentes manteniendo las mismas causas”.

Cuando el síntoma es inmediatamente eliminado, sin comprender el proceso de la enfermedad ni sus raíces, estamos eliminando también la capacidad (y la posibilidad) de autocuración. Si el cirujano opera a un enfermo sin hacer algo para ayudarle a cambiar la causa de la enfermedad, lo único que hace es prolongarle la vida hasta que este (el paciente) pueda crearse otra enfermedad.

Nadie quiere estar enfermo, eso está claro.

El dolor no es agradable, sin embargo este aparece por algo, nos marca un límite, una necesidad de cambio.

Un ejemplo sencillo es la fiebre. Se toma a este signo como si fuera una enfermedad en si misma olvidando que, en la mayoría de los casos, es un proceso natural que permite al cuerpo la defensa contra microorganismos, en particular los virus, que a una temperatura de 38º se paralizan y a 39º mueren. Otras veces la subida de la temperatura se debe a la invasión del cuerpo por un agente climático como el frío y la humedad por ejemplo, o a un descenso de la resistencia del cuerpo. Los niños generalmente tienen hipertermia cuando comienzan a salirle sus dientes. En fin, podemos ver la variedad de posibilidades.

Gran cantidad de trastornos digestivos cursan con dolor y la solución no es eliminarlo con medicación, si no simplemente ”no comer” o hacer una dieta conveniente (reposo digestivo) y dejar que las células se recuperen.

En la sociedad moderna, muchos no pueden parar la máquina, así que hay que curarse rápido para seguir trabajando, y no hay tiempo ni sabiduría para buscar la causa del malestar (y remediarla), de esta forma se vuelve un círculo cerrado, donde no se respetan los ritmos naturales y entonces, siempre hay tendencia a repetir los mismos cuadros.

Quizás lo que consideramos “enfermedad” es el cuerpo que nos avisa que vamos por mal camino.
Todos podemos aprender de la enfermedad, por eso no hay que estar limitado solo a “quejarse” o a identificarse: “soy diabético”, “soy hipertenso”, etc.….no!!!
No hay que identificarse, solo hay que asumir que tenemos una pauta errónea y cambiarla. Sin culpas ni miedo, solo comprender que es lo que hay que dejar marchar. Aprender a abrir las manos y soltar.

La culpa y el miedo, desintegran, disocian, fragmentan y para la autocuración debemos estar íntegros. Cuerpo y mente en unidad.
Solo cuando comprendemos este proceso somos capaces de asumir el control de los cambios que se operan en nuestra vida., y en este punto el viaje comienza a hacerse interesante, enriquecedor.

Veamos como funciona el proceso de autocuración.

La primera condición en la autocuración es observar el diálogo interno.
Nuestro diálogo interno afecta a cada una de las células de nuestro cuerpo. Es el que crea las condiciones para la aparición de la enfermedad o de la curación. El universo nos apoya totalmente en nuestro diálogo interno, o dicho de otra forma, nuestro inconciente toma como cierto todo aquello que elegimos creer. Lo que yo creo de mi mismo y de la vida, se hace realidad y los pensamientos que podemos elegir son ilimitados.

Cualquier célula, y por consiguiente cualquier ser vivo, tiene dos funciones básicas y fundamentales: nutrirse y protegerse.
La supervivencia depende del equilibrio entre estas dos polaridades: crecimiento y defensa. La primera cohesiona, integra, repara y es interior. La otra crea las condiciones para luchar o huir, fortalece las defensas exteriores y la capacidad de reacción.

Observando la evolución humana podemos comprender que nuestra naturaleza esencial es mantenernos en crecimiento y nuestro sistema de protección solo debe ser usado ante un peligro o una amenaza.

No se puede estar creciendo y protegiéndose al mismo tiempo.

El sistema nervioso autónomo o neurovegetativo, con sus dos ramas: sistema simpático y parasimpático, es el que se encarga de integrar y ordenar estas funciones.
El simpático, de naturaleza Yang, se encarga de la defensa, Son sus hormonas (Adrenalina, noradrenalina, cortisol, etc.) las que se disparan en una situación de peligro y en el estrés están fluyendo en forma continua.
El sistema parasimpático, de naturaleza Yin, se encarga de todo el resto, cuando no estamos corriendo (o peleando), es decir, controla los procesos de digestión, asimilación, reposo y reparación, o sea: el crecimiento y la nutrición.

Las hormonas del estrés en nuestro cuerpo disminuyen la irrigación sanguínea en las vísceras y las desvían principalmente a los músculos de las extremidades y a otras áreas de la sección defensiva, producen taquicardia, aumento de la tensión arterial, aumento del metabolismo basal, broncodilatación, etc.

El inconveniente es que son los órganos internos los que se encargan del crecimiento: absorben y transforman nutrientes, producen energía, equilibran la fisiología, desarrollan inmunidad y resistencia a las enfermedades.
Si se está siempre en posición de lucha o de defensa, es decir, en el modo protección, los órganos fundamentales no están convenientemente irrigados y por consiguiente el crecimiento y la nutrición, y todas las funciones fundamentales para mantener la vida, se ven perjudicadas.

Gastamos toda nuestra energía en protegernos.

Este es el fenómeno actual.

Muchos tienen miedo y preocupación todo el día de todos los días, lo que hace que estén siempre en guardia y tensos.

El diálogo interno es poco feliz y se encuentran siempre a la defensiva. Lo que lleva a una disociación, un estado de separación, se ven enemigos y problemas por todos lados. El cuerpo está en estado de alarma continuamente, produciendo hormonas para enfrentar un peligro, que en realidad no existe.

No se puede sobrevivir si se está en el modo de defensa todo el tiempo.

Todo depende del sistema de creencias que uno tenga y esto es algo que en la mayoría ha sido implantado desde la infancia, luego uno va por la vida generando experiencias de acuerdo a estas creencias, que quizás nunca fueron observadas, actualizadas o simplemente cambiadas, por otras creencias más convenientes para cada uno.
Entonces el segundo elemento importante en la autocuración, son las creencias, es decir, lo que uno cree que es verdadero, acerca de si mismo y del entorno.

continúa...

domingo, 10 de octubre de 2010

La vibración del lenguaje


Hemos llegado a un nivel de conocimientos sobre el ADN y el rol de los genes, gracias a la tecnología de “avanzada” y a la investigación de numerosos científicos.

Esto ha permitido la manipulación del material genético y comprender en parte como es el mecanismo biológico de la herencia.
Sin embargo, a pesar de estos aparentes “avances”, todavía se sigue considerando que la principal función de la molécula de ADN es la de sintetizar proteínas, aunque para esta función solo ocupe un 10% del total de su cadena. El resto, se lo ha llamado, (también por los científicos) “ADN basura”, al no saber para que sirve entonces se lo descarta.
Como si la naturaleza no supiera lo que hace ni para que.

El ADN es influenciado por las palabras y las frecuencias.

(leer post: el lenguaje del ADN )

Durante los años ´90, tres premios Nobel de medicina revelaron, a partir de su investigación, que la principal función del ADN no es la síntesis proteica, como se creía, si no la recepción y transmisión de energía electromagnética (bioacústica y bioeléctrica).
¿Qué importancia tiene esto?

Ya hemos visto la capacidad del corazón de crear un campo electromagnético que se extiende más allá de la persona influyendo inclusive en otras personas. Los pensamientos, sentimientos y emociones modifican la vibración del ADN.

Somos literalmente, una expresión electromagnética de las vibraciones que recibimos y emitimos.

El comportamiento electromagnético se evidencia en el mundo como una “dualidad”.
Toda materia presenta una carga positiva y otra negativa. Es su naturaleza.

La homeostasis de cada organismo depende del equilibrio de estas polaridades, que si bien son opuestas, son complementarias y forman parte de un “todo”.
Las contradicciones son ilusorias, son la expresión de una percepción limitada de la realidad. Para la naturaleza no existe el bien o el mal, ni ganar o perder. Solo existe la alternancia de ciclos.
El campo electromagnético del corazón se modifica a medida que experimentamos diferentes emociones y este cambio puede afectar no solo otros cerebros sino las propias células del organismo, el agua y evidentemente al ADN.

Poseemos un sofisticado sistema de señales que comunica a todas las células como integrantes de una misma comunidad. De manera que si sentimos miedo, esta señal es diseminada en cada una de las células del organismo.
Se descubrió que las células del cuerpo humano se comunican por medio de biofotones, partículas de luz que precisamente son la unidad de medida del campo electromagnético.

Podemos decir lo mismo en una escala superior, los miembros de una sociedad, también comunican de la misma manera. Estas señales electromagnéticas influyen además en el entorno, es lo que se llama “resonancia mórfica”.

Esto era conocido por sabios, maestros y chamanes de la antigüedad. Las culturas prehistóricas poseían este conocimiento.

Según algunos experimentos, se probó que las lenguas antiguas como el sánscrito, el arameo y el hebreo, cuando eran habladas creaban una frecuencia vibratoria que organizaba la materia en patrones de geometría sagrada. Los “mantras” tienen este efecto.

El sonido no solo interactúa con la vida, la sostiene y la desarrolla. Actúa como un conducto para la intención conciente entre las personas, las sociedades y las civilizaciones.
La vibración del sonido afecta a la materia.

El lenguaje es un sistema de signos codificados que expresan pensamientos, sentimientos y emociones. El lenguaje es fundamental.

Estamos en la “era de las comunicaciones”, sin embargo, muchas personas viven cada vez más “aisladas” y no solamente de su entorno, sino de su medio interno, de sus cuerpos, de sus emociones y sentimientos, de su vida.

Hemos creado una barrera de lenguaje entre la humanidad y el resto de la naturaleza, y este es nuestro principal problema como especie (y como individuos).
El lenguaje se ha ido deformando, su vibración se ha vuelto caótica y “antinatural”.

Leon Orwell, en su investigación sobre el ADN, dijo: "Un tercio de la corteza sensomotriz del cerebro está dedicada al lenguaje, la boca, la lengua, los labios y el habla. Esto significa que las frecuencias en la que las emisiones son pronunciadas, o la entonación, tienen un fuerte poder sobre la vida, en el ADN y la información genética e incluso en la evolución de la especie".

Esto demuestra que una degradación del lenguaje afecta no solo la biología si no además la psiquis y la capacidad de adaptación.

El lenguaje y la evolución están ligados, de hecho, el centro nervioso del lenguaje articulado (área de Broca) se encuentra en la mayoría, en la corteza frontal izquierda. Y el hemisferio cerebral izquierdo, es el que crea conceptos, separa las partes para comprender y piensa de manera dualista en términos de lógica y razón, comparando. Es la sede del interminable diálogo interno.

Si es el lenguaje el que ha hecho evolucionar la corteza frontal o al desarrollarse esta apareció la riqueza de expresión (además de otras habilidades), es difícil decirlo. Es probable que ambas al mismo tiempo.

Como sea, hablamos como pensamos.
Y si solo usamos el lado izquierdo del cerebro, el lenguaje -como se ve (y escucha) en la sociedad actual-, será contradictorio, superficial, secuencial (sin silencios), tenderá a separar más que a integrar. En una palabra, favorecerá la confusión y los malos entendidos.

El lenguaje puede limitar y confundir, pero también puede liberar.

Esto a partir del equilibrio de ambos hemisferios cerebrales. Incluyendo el silencio, la observación, la musicalidad, el tipo de vibración que se emita. O sea, desarrollando la percepción del lado derecho. El cerebro derecho controla la espacialidad, la música y la percepción del lenguaje del cuerpo y de la totalidad. Une para comprender y es mudo, pero sabio.

Un viejo maestro zen llamado Keizan, enseñaba: “Cada 10 palabras que quieran decir, eliminen 9, la que quede será justa y poderosa.”

Muchos maestros han enseñado a expresarse más allá de las palabras. No es necesaria una catarata de conceptos y palabras para expresar una verdad o un sentimiento, ya que estos se expresan por si mismos.
El que habla demasiado, no solo repite, puede terminar mintiendo. Podemos estar hablando todo el día sin decir nada interesante, y además generar ruido y perder energía.

Cuando las funciones cerebrales se equilibran y el pensamiento está sereno y conectado con el resto, se puede crear un lenguaje más armónico y profundo, cuya vibración influya incluso en la materia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

La maquinaria y los repetidores


Una buena parte de la sociedad actual se mueve en una dirección peligrosa.
Mucha gente se ha vuelto esclava, sin saber que lo es.

La manipulación tendenciosa de la información, de la educación, de la religión, de los gobiernos, del sistema de salud, del sistema financiero, incluso de los alimentos, ha generado (y genera), seres completamente dependientes y condicionados.

Individuos programados para producir y consumir, para hacer siempre lo que les dicen, y tolerar cualquier cosa que les impongan. Sin cuestionar, sin preguntarse verdaderamente a si mismos: ¿Qué estoy haciendo de mi vida? ¿Por qué participo de esta mentira?.

Para algunos es habitual mirar para otro lado y aceptar el engaño, prefieren oír una buena mentira que aceptar una verdad desagradable.

Otros están tan condicionados que perciben una falsa realidad, confunden la enfermedad con la salud, la locura con la inteligencia, creen que ganan bien sus vidas, cuando en realidad lo que hacen de la mañana a la noche es gastar su preciosa energía vital y su tiempo trabajando para beneficio de otros, simplemente “sobreviviendo” y corriendo detrás de la zanahoria, como el burro que mueve la rueda del molino de su amo.

Todo por dinero, para poder pagar las necesidades, obligaciones y adicciones, que en su mayoría además, fueron impuestas por terceros. Incapaces de cambiar un ápice de su vida, incluso si esta es complicada, poco feliz y carente de sentido.

Creen que son libres cuando en realidad son parte de una maquinaria, que abusa, que aleja a las personas de su verdadera esencia, anulando su potencial creativo y todas sus posibilidades, a cambio de “espejitos de colores” y una falsa sensación de bienestar, mediante la adquisición de bienes, servicios o tecnología cada vez más cara. Pero este bienestar ilusorio se acaba cuando se corta la luz, nos suspenden algún servicio por falta de pago o no podemos adquirir el nuevo "modelo" que acaba de salir a la venta.

Hay quienes están tan hipnotizados que repiten lo que escuchan, sin filtrarlo, sin reflexionar, sin “negarlo”. Son los “repetidores”.

Hay repetidores en todos los niveles.

Hay maestros y profesores repetidores, que repiten como loros los programas aprendidos, enseñando de una forma rutinaria ideas y conceptos generalmente desactualizados, equivocados y tendenciosos.

Luego están los médicos repetidores, que repiten en forma automática lo que les cuentan los laboratorios, un laboratorio le dice lo que tiene su paciente y otro laboratorio que medicamento debe tomar.

Los medios de comunicación están repletos de “periodistas” que repiten lo que les dicen sin verificar si la información es correcta (muchos incluso la deforman).
Hay religiosos repetidores, profesionales repetidores, políticos repetidores...

Pero creo que lo peor son los “padres repetidores”, los que enseñan y guían a sus hijos, seguramente con buenas intenciones, repitiendo lo que escucharon, ya sea por moda, miedo, ignorancia o una mezcla de ellos.
Crían a sus hijos a su vez como individuos que “repetirán” lo mismo. Desde la más tierna edad se encargan de condicionarlos, de modelarlos, de limitarlos mediante una educación convencional, incluso algunos se encargan de “cortarles las alas” para que no vuelen muy lejos y sirvan incondicionalmente, al igual que ellos, a la maquinaria; no sea cosa que “fracasen” en la vida.

De esta manera, no es raro hoy en día encontrar cantidad de gente con problemas por falta de confianza, de autoestima, de adaptación, por el sentimiento de frustración e insatisfacción que se vuelve cotidiano.

Y no es solo en nuestro medio.
Según un estudio realizado en Gran Bretaña y publicado por el diario de Psiquiatría y Psicología infantil, reveló que el número de adolescentes de 15 años con problemas de ansiedad y depresión había aumentado en un 70% en los últimos 20 años, concluyendo que la principal causa es la presión para tener “éxito” y la perspectiva de un futuro incierto. En fin, para tener éxito en los términos antes mencionados.

Esto es aplicable a toda la sociedad industrializada, computarizada y tecnificada. Al igual que los adultos son presionados para producir y ganar dinero, los jóvenes son presionados en los colegios, mediante los exámenes, mayor cantidad de horas de estudio, programas anticuados y carentes de interés, etc.
Y la mayoría de los padres confía a sus hijos a esta educación, los entregan sin cuestionarse e incluso luego están orgullosos de los logros de sus hijos.. Increíble pero cierto!

Albert Einstein dijo.”La única cosa que interfiere con mi aprendizaje es mi educación” y también dijo: “la verdadera educación es lo que queda cuando uno olvida todo lo que aprendió en la escuela”.
El conocimiento es lo más importante, pero en libertad y sin restricciones.

Se debe respetar la esencia de cada uno. La “originalidad” de la vida que se expresa en cada persona.

Es evidente que es más fácil controlar a un rebaño adiestrado de ovejas temerosas que a individuos fuertes, libres, inteligentes y solidarios.

El conocimiento debe permitir que se manifieste lo mejor de cada persona, su naturaleza intrínseca, universal y permitirle que viva y experimente plenamente.

El conocimiento, que es información y la experiencia de vida, se convierten en sabiduría.

El verdadero conocimiento debe generar sabiduría y no “quemar” el cerebro.

La mejor manera de salir de la maquinaria, es dándole un sentido a la vida, conocerse en profundidad, sin mentiras ni caretas, sin concesiones. Y esta es una dirección espiritual.
Parar la máquina y hacerse preguntas fundamentales. Sin miedo, sin egoísmo.
Confiar en nuestras posibilidades y sobretodo, escuchar al corazón.
El futuro es negativo solo si uno lo cree así, y si se identifica con el mensaje de los medios y de la maquinaria.

La duda es como un virus y la comodidad un parásito.

Hay que reencontrarse con la serenidad y el silencio interior y percibir una realidad de mayor dimensión.

Practicar la relajación, la respiración, la actitud justa.

Hay algunas disciplinas que favorecen la expansión de la conciencia y fortalecen la energía, como el chi kung, taichichuan, aikido o yoga, pero la práctica de la meditación Zen ( zazen ) es un método directo y eficaz que además permite encontrar el equilibrio y trascender las contradicciones.

Explora lo mejor de ti mismo y déjalo salir.

Experimenta la vida a fondo, sin reservas.

Te vas a sorprender.

Ahora y aquí somos uno con el universo entero.

sábado, 2 de octubre de 2010

La Matriz


Hay 2 puntos importantes que en las escuelas no nos enseñan y la ciencia en el pasado ha dejado de lado, aunque ahora las mentes más abiertas lo están cambiando:
- el espacio no está vacío, si no que está repleto de esencia viva.
- nuestras experiencias internas, como está demostrado, influyen y modelan el mundo a través del espacio.

Realizar esto con la totalidad del ser, no solo imaginativamente, cambia la percepción de lo que somos.
El espacio no esta vacío. Estamos rodeados de una energía oscilante, viva y conciente. Max Planck, uno de los padres de la física cuántica, en 1944 la llamaba: “La Matriz” (Matrix). Nuestro cuerpo forma parte de esta matriz.

Este campo de energía consciente, que vibra de diferentes maneras, es la matriz de la materia.

Desde hace miles de años se sabe, y esto es realidad en muchas culturas alrededor del mundo, que podemos influir en este “campo” con nuestros pensamientos, sentimientos y emociones.

Según la tradición sánscrita ( también se explica en la medicina tradicional china), tenemos básicamente 7 centros de energía o Chakras, que son lugares de alquimia y transformación, que conectan los planos sutiles con el plano físico.

El pensamiento corresponde a los centros energéticos superiores (5º, 6º y 7º chakras). Estos tienen que ver con los procesos lógicos, la imaginación, el arte, la comunicación, etc.

Las emociones se generan en los niveles más viscerales, más primitivos. Son los 3 primeros chakras, Aquí se relacionan la sexualidad, los instintos, la adapatación al medio, la vinculación con el mundo físico.
Es la fuerza de la emoción la que dota de vida a los pensamientos.

Pero ambas fuerzas se juntan y se armonizan en el centro, el 4º chakra. El corazón.

El sentimiento es la unión del pensamiento y la emoción.

El corazón genera un campo electromagnético mucho más poderoso que el cerebro. Esto está probado.

Hay extensa evidencia de que la información que el cuerpo envía continuamente al cerebro no sólo juega un papel en la homeostasis, sino que en realidad además influye en las funciones cerebrales más especializadas, incluyendo la percepción, el conocimiento, y el procesamiento de las emociones.

En esencia, los mensajes que el cuerpo envía al cerebro afectan el cómo percibimos y respondemos al mundo que nos rodea, y además afectan el cómo nos sentimos.

Mientras que todos los órganos mayores se comunican con el cerebro, el corazón posee un enlace de comunicación especialmente fuerte.

Ahora se sabe que en realidad hay más vías nerviosas llevando información del corazón al cerebro que del cerebro al corazón.
Otro hecho importante es que, lejos de ser solo un bombeador, el corazón es en realidad un sofisticado centro de codificación y procesamiento de información. El sistema nervioso dentro del corazón, que contiene más de 40.000 neuronas, es altamente complejo.

Este campo electromagnético nos rodea y puede ser medido a varios metros de distancia del cuerpo. Más aún, la información dentro del campo del corazón cambia a medida que experimentamos diferentes emociones.

Cuando sonreímos y sentimos emociones positivas, mientras el ritmo del corazón se hace más regular y coherente , el campo electromagnético del corazón se vuelve correspondientemente más organizado.
El campo electromagnético de nuestro corazón es de hecho registrado fisiológicamente por otras personas a nuestro alrededor e incluso influye en la actividad de su cerebro.

Esto significa que el campo de nuestro corazón cambia dinámicamente con nuestras emociones y nuestros estados emocionales influyen en aquellos que nos rodean.

Entonces cuando elegimos sonreír y activar concientemente emociones positivas, el campo de nuestro corazón transmite electromagnéticamente esa información coherente y armoniosa a nuestro entorno, donde afecta a otras personas.

La investigación científica a probado además que los animales y las plantas, también son sensibles a y responden a la información contenida en estas señales electromagnéticas.

Mientras más personas en un determinado ambiente activan una sonrisa de corazón, con sentimientos de aprecio, gratitud, amor, o profundo interés, el efecto se hace aún más poderoso. En efecto, ¡estamos literalmente afectando nuestro entorno mientras sonreímos!

El cuerpo físico es el reflejo de algo que es no físico.

Los sentimientos influyen a nivel cuántico en la composición atómica de la materia.

Los pensamientos son importantes.

Un pensamiento positivo puede ser muy poderoso. El pensamiento es la imagen de la posibilidad cuántica.

En el reino de las posibilidades, todo existe ya. En el nivel cuántico todas las posibilidades existen superpuestas y con el pensamiento escogemos una de tantas.

Podemos identificarla y aislarla. Pero para poder insuflarle vida hace falta el sentimiento. Para que esa posibilidad cuántica se realice en la realidad cotidiana hay que agregarle el amor …o el miedo, los dos funcionan, aunque el miedo es menos poderoso y genera otros efectos adversos (también en el entorno).
No hace falta saberlo, es suficiente con sentirlo.

Por eso es muy importante la autoestima. Sin este ingrediente, podremos hacer afirmaciones positivas, pero no tendremos la energía suficiente para traerlas a la vida.
Sin el sentimiento serán solo ideas vacías.

Es una cuestión de claridad, de ser personal, de no dudar. De escuchar al corazón.

Entonces, este campo de potencialidad infinita o simplemente, la Matriz, es un puente entre el mundo interior y el exterior. Un espejo, que solo nos devuelve lo que le damos. Porque nosotros mismos lo estamos creando todo el tiempo con nuestros sentimientos. Querer o no querer algo, es lo mismo, igual lo atraemos.
Si tenemos miedo, eso que más tememos ocurrirá porque lo estamos atrayendo. Si sentimos enojo o frustración, todo el día estaremos peleando o entablando relaciones conflictivas con los demás, aunque concientemente deseemos lo opuesto.

¿Por qué tenemos la tendencia a interiorizar lo que no queremos y no lo contrario?
¿Y si apagáramos ese “ruido”, esa interferencia y nos focalizáramos verdaderamente en aquello que queremos? ¿Y si escogemos solamente lo que queremos?
¿Cómo sería la vida?

Muchos, creen que no es fácil, que están las obligaciones, los miedos, la familia, el trabajo, el dinero, las deudas, etc., y así la vida se hace complicada, infeliz, estrecha, se cae en la rutina, alimentando a diario las mentiras que uno se repite y acepta para que la vida sea coherente y no cambie.
¿Y si empezamos a elegir desde el corazón? ¿Que pasaría?

Estudiando el ADN se ha comprobado de qué manera el amor y el miedo lo modifican.
Las emociones, los sentimientos, los pensamientos, son vibraciones.

Mientras que la vibración del amor es de alta frecuencia, el miedo genera una onda lenta y amplia. ¿Cuál es la significación de esto?


EL ADN es como una antena que recibe y emite. Traduce y transcribe información y la convierte en materia, en proteínas que formarán estructuras, funciones, etc.

La alta frecuencia vibracional del amor, del afecto, del sentimiento positivo, hace que sus cadenas y nucleótidos vibren y se activen en mayor número, generando por lo tanto una realidad física mas amplia, más conciente, de mayor dimensión (además de todos los beneficios fisiológicos que se registran en todo el organismo).

El miedo al corresponderse con una vibración mas baja, por el contrario, desactiva a la molécula de ADN, la bloquea, hace que funcione al mínimo, con lo cual la realidad que se crea es limitada e insuficiente (incluso a nivel fisiológico), la antena capta y transmite poco y mal.

Generando los sentimientos adecuados podemos crear la vida que queremos e influir de manera positiva en el entorno. Se trata de escuchar a nuestro corazón, de permitirle que se exprese, que vibre con intensidad. Es una buena oportunidad para dejar de repetir los viejos programas parásitos, incluso los que fueron instalados por otros.

La puerta de la salud, la abundancia y la felicidad se abre desde el corazón.
Lo que nos conecta con todos los seres es la compasión.

La Matriz está hecha de amor universal.