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viernes, 10 de diciembre de 2010

El tiempo de la transformación


Estamos al final de un ciclo de 12.000 años.
Esto afecta no solo la conciencia sino también a la totalidad de nuestra existencia.

Desde el cuerpo energético al ADN, las emociones, e incluso el cuerpo físico, donde pueden manifestarse una serie de síntomas o trastornos, como fatiga, malestares inespecíficos, insomnio, nerviosismo, aumento de la sensibilidad general, etc., que son en general mal interpretados por la medicina convencional dándole forma de enfermedad, cuando en realidad son manifestaciones de transformaciones profundas.

Es obvio que hay un despertar que está ocurriendo de nuevo. La ciencia comienza a identificarlo.

Ya hace algunos años que se descubrió que el centro del espiral de nuestra galaxia está cambiando su pulso, su resonancia. Más recientemente, el estudio del sol, mediante sondas enviadas y la observación por telescopios revelaron cambios cada vez mayores en su estructura. Su campo magnético está decayendo, esto tiene relación con las manchas solares y con la cantidad de radiación que expulsa al espacio. Hay una increíble actividad de llamaradas solares que se ha ido incrementando y que evidentemente nos afecta.

El sol está cambiando, y cuando el sol cambia, nosotros también.

La Tierra se está viendo afectada. También su campo electromagnético está cambiando.
Esto se ha comprobado. El pulso de la Tierra se va acelerando (resonancia Schumann), y su campo electromagnético se va modificando. (para más data ver).

Desde la época de este descubrimiento, en 1899 y hasta 1986, la frecuencia era de 7,8 Hz/segundo (ciclos por segundo), siempre constante. Pero en 1987 comenzó a cambiar y acelerarse, y mucha gente empezó a despertar, en número creciente, al igual que la frecuencia. En 1998 ya llegaba a los 10 Hz/segundo y las proyección es que para 2012 alcanzará los 13 Hz/seg.

Muchos calendarios de la antigüedad, incluido el Maya, apuntan a este período como el final de un ciclo y el comienzo de otro.
Al mismo tiempo que la frecuencia del pulso de la Tierra aumenta, su magnetismo decrece, al igual que ocurre con el Sol, al punto que se prevé un enlentecimiento cada vez mayor de la rotación terrestre, que culminará, probablemente, con una inversión de los polos magnéticos. Cabe aclarar que lo que genera este campo electromagnético es precisamente la rotación de la Tierra.
Hace unos 2000 años, el magnetismo terrestre, estaba en su pico y ha ido decayendo exponencialmente desde entonces. Este fenómeno se corresponde, como se puede comprobar, con ciclos de la humanidad. Esto ha pasado ya otras veces en el planeta, y siempre ha causado consecuencias serias y cambios importantes.

Estamos conectados a la Tierra.

La frecuencia resonante del planeta penetra en los seres humanos por el chakra del corazón y de ahí va al cerebro que conecta con el resto del cuerpo.
Es por esto que cada vez más gente se está despertando.

Los cambios que están ocurriendo son de origen cósmico.

Del centro de la galaxia al sol, de este a la Tierra y a todos los seres vivos. De hecho, estos cambios en la energía van modificando profundamente la vida en la Tierra.

Por eso, si cerramos nuestro corazón y solo seguimos la programación intelectual, de seguro cortaremos la conexión con el Cosmos y en lugar de evolucionar y beneficiarnos con los cambios, los padeceremos. No olvidemos que todo funciona retroalimentándose, recibimos y emitimos ondas todo el tiempo. Percibimos en función de lo que proyectamos y también generamos o proyectamos una realidad de la manera en la que percibimos.

Esta es una de las razones, de porque el sistema educativo forma individuos cortados de su entorno, aislados. Seres programados para percibir y proyectar una realidad limitada, generada en el cerebro izquierdo. Solo lógica, conceptos e individualidad y una visión material de la vida. Sin corazón, sin creatividad, sin libertad y sin el sentimiento de conexión que brinda el hemisferio cerebral derecho.

Si observamos a las instituciones de educación, de ciencia, de diferentes áreas de información, como los medios de comunicación, están constantemente bombeando información para el cerebro izquierdo y suprimiendo el derecho.

Llegamos al punto en que lo que llamamos educación funciona así: hay un bombardeo de información al cerebro izquierdo, generalmente pura basura, falsa y tendenciosa, y a los estudiantes se les exige que lo aprendan de memoria, que guarden esto en sus cerebros y en el momento del examen lo regurgiten sobre el papel. Si lo recuerdan y lo repiten a la perfección, entonces son premiados, aprueban y progresan, si no, se convierten en malos o mediocres, con menos posibilidades y muy poca autoestima.

Lo interesante es que si tomaran toda esa tonelada de datos y la pasaran al lado derecho, comenzarían a filtrar esta información y a hacerse preguntas, ¿Para que sirve toda esta mierda?, ¡No estoy de acuerdo con esto o con aquello! o ¡Para que pasamos tanto tiempo aprendiendo cosas sin sentido! Claro que si ponen esto en la hoja del examen seguro que serán reprobados, resultado: muchos jóvenes simplemente lo aceptan como parte de la vida, y luego de adultos aceptaran igualmente hacer lo que no les gusta y lo que se espera de ellos para no fracasar en la vida.

El sistema educativo está construido para producir prisioneros del cerebro izquierdo, que básicamente son esponjas de la versión oficial de la vida. Pasa lo mismo con científicos, con especialistas, etc. Todos encerrados en sus intelectos limitados.

Por otra parte vivimos un tiempo artificial, puesto arbitrariamente. En algún momento del siglo XVI se impuso el calendario Gregoriano, por órdenes del Vaticano para tener una regularidad en las fiestas religiosas (Pascua, etc.), pero en el que las horas, días y meses no siguen para nada el ritmo natural.

Desde sus orígenes el ser humano se guió por los ciclos lunares, es lo natural, 13 meses lunares. La Luna rige las mareas, las cosechas, la menstruación, el embarazo (no 9 meses sino 10 lunas). Los pueblos nativos conocen esto desde sus origenes y están mucho mejor sintonizados con la naturaleza y con sus ciclos.
Los horarios cambian sin ningún sentido natural. Las horas se adelantan o se atrasan periódicamente y esto afecta la fisiología y la conciencia de las personas.

Cuando el ser humano se ve cortado de su ritmo natural, empieza a perder conexión con la fuente y con el flujo de energía universal, obviamente de esta manera se siente perdido, se pierden las raíces y la conciencia queda fácilmente prisionera en un cuerpo aislado. En estos términos es muy fácil sentir miedo, preocupación y pérdida de identidad: ¿Quién soy? No sé, díganme!, ¿Qué debo hacer para ser feliz? Muy fácil, siga la fila y no piense, haga como los demás!.

El primer paso para liberar la conciencia es dejar de identificarse con el mensaje mediático del sistema y con la idea prefabricada que tenemos de nosotros mismos. Aceptar que tenemos el control de nuestras vidas y que somos responsables de ella en todos sus niveles, incluido el espiritual.
Luego comprender con todo nuestro ser que estamos conectados con todo. Que en esencia somos conciencia universal, infinita, ilimitada. Este es el tiempo de nuestra experiencia humana y debemos usarlo para aprender, para disfrutar y para participar de la evolución de la vida.
Nacer con forma humana es un regalo. Mejor no desperdiciarlo ni perder la preciosa energía vital corriendo detrás de ilusiones y deseos programados ni manteniendo malos hábitos.
Si abrimos el corazón y la mente, si rompemos los condicionamientos, podremos disfrutar del equilibrio de ambos hemisferios cerebrales y potenciar nuestras habilidades, expandir la conciencia, mejorar la salud, ganar en energía e información y además influir en el entorno y en los demás de manera positiva.

El lugar es aquí y ahora es el tiempo de la transformación.