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jueves, 5 de mayo de 2011

Envejecer no es morir

Para comprender mejor la naturaleza del envejecimiento celular, hay que entender la relación que existe entre los genes de un individuo, su medio ambiente y la capacidad de adaptación.

Los seres humanos estamos sujetos a un riesgo genético para el desarrollo de ciertas enfermedades relacionadas con el envejecimiento (sobretodo estadísticamente), como son la enfermedad de Alzheimer, cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares y accidente cerebrovascular (acv).

La forma de vida moderna contribuye al desgaste del organismo. El estrés y el sedentarismo no son naturales. El consumo exacerbado, o consumir lo que no se necesita, provoca enfermedad (o por lo menos mala calidad de vida), al igual que trabajar en exceso o preocuparse por todo.

Se sabe que la longevidad es genéticamente regulada por varios genes, y los genes, es decir el ADN, pueden ser a su vez modificados por el medio. Esto es evidente ya que la forma de comunicación del universo es la retroalimentación (feedback). Información que viaja en todas las direcciones.

No solo recibimos información, también la emitimos. Modificamos el medio y el medio nos modifica.

En función de lo que emitimos, recibimos y según lo recibido, emitimos. Nuestras creencias modifican el entorno. Al mismo tiempo, somos creaciones del entorno.

Esto es así porque en el nivel esencial no hay separación.

Los factores ambientales juegan un papel muy importante en el proceso de envejecimiento, y pueden determinar historias de vida muy diferentes en los individuos de una misma población. Un ejemplo ilustrativo en la naturaleza es la diferencia de 10 veces en la longevidad entre la abeja reina y las abejas obreras. Las abejas trabajadoras tienen un rápido envejecimiento y viven solo meses, mientras que la reina que tiene el mismo genotipo, pero que es alimentada y cuidada de manera diferente, envejece mucho más lentamente y logra vivir varios años produciendo huevos.

Hay muchos factores que pueden condicionar el envejecimiento, ya sea tanto acelerándolo como retardándolo y promoviendo un envejecimiento más saludable o exitoso.

Los factores más comúnmente conocidos son los hábitos: estilo de vida, dieta, ejercicio, tabaquismo, estrés, excesiva exposición a químicos o radiación solar, contaminación ambiental, enfermedades crónicas (diabetes, arterioesclerosis, hipertensión arterial, etc), muchos de los cuales median su efecto a través del estrés oxidativo y el daño producido por los radicales libres.

Otros factores ambientales como la altura, el trabajo pesado, el estrés mantenido: ya sea físico o mental, el trabajo nocturno, que altera el ritmo circadiano normal y la falta de sueño, influyen en la longevidad y en la calidad de vida, por supuesto.

El envejecimiento es también un estado de la mente

Si queremos entender el fenómeno del envejecimiento, no podemos separar cuerpo y conciencia, ya que son lo mismo, o dicho de otra manera, son diferentes manifestaciones de la misma esencia.

La esencia es el vacío, el océano de potencialidad infinita, de donde surgen todas las formas y manifestaciones. En esencia cuerpo y mente son vacuidad.

Perpetuo cambio e interdependencia.

Nacer, crecer, madurar, envejecer y morir, ese es nuestro destino en este cuerpo humano.

Sin embargo debemos considerar todos los aspectos de la existencia y comprender nuestra verdadera naturaleza.

Somos conciencia Infinita

Estamos hechos de energía e información, y como sabemos, en este nivel el tiempo no existe como tal, así que considerando nuestra naturaleza esencial hablar de envejecimiento no tiene sentido.

La esencia del universo, de la cual estamos hechos, es la realidad del perpetuo cambio. Desde este punto de vista no hay nacimiento ni muerte, ni juventud ni vejez.

Solo ciclos de transformación.

El universo no es joven ni viejo. Un protón no es joven ni viejo ni tampoco un fotón. La transformación que pueden sufrir no está sujeta al paso del tiempo. Al fin y al cabo, las células están formadas por moléculas, átomos, energía e información.

El ser esencial es eterno.

Sin embargo, envejecemos y un día vamos a morir. Eso es también un hecho.

La muerte, como parte del proceso de transformación, permite el paso a nuevas formas de vida, a nuevas posibilidades, a nuevas experiencias,

El envejecimiento es un proceso irreversible

En términos físicos podríamos compararlo con la 2ª ley de la termodinámica referente a la entropía. Está claro que vamos de la juventud a la vejez y no lo contrario, no es posible en nuestra realidad humana, que sigue inevitablemente la flecha del tiempo.

Desde un punto de vista biológico, no hay organismos viejos ni envejecidos, ya que esta terminología tiene un significado estático, y además es relativo (a otra forma más joven o menos vieja), pero en su estado absoluto cada organismo es lo que es momento tras momento.

No podemos encerrar a la vida dentro de categorías estrechas.

El reloj biológico

Todas las células del cuerpo, a excepción de las gametos (óvulo y espermatozoides), se multiplican por división mitótica (mitosis). En este proceso, cada célula duplica su material genético y lo distribuye en las dos células hijas, que son, al menos en teoría, genéticamente idénticas a la célula madre.

Sin embargo, si cultivamos células in vitro, el número de veces que pueden multiplicarse es limitado y no supera las 40 a 60 divisiones. Lo que ocurre es que en determinado momento las células dejan de dividirse e ingresan en un estado irreversible denominado senescencia, en el cual no pueden volver a multiplicarse y esto, inevitablemente las lleva a la muerte.

Este mecanismo de autocontrol evita, entre otras cosas, que las células se reproduzcan indefinidamente o que puedan “mutar” y volverse “malignas”.

Los estudios que se han realizado muestran que el momento en el cual la célula ingresa al estado de senescencia no depende de un tiempo cronológico o metabólico sino del número de divisiones celulares que han tenido lugar. Cuando se estudiaron más precisamente algunos de los elementos que cambian de generación en generación en estas líneas celulares se observó que un parámetro crítico para que la célula entre en estado de senescencia es la longitud de los telómeros.

Los telómeros son las regiones de los extremos de los cromosomas y están compuestos de secuencias repetitivas de ADN que no codifican para ningún gen en particular. Una de sus funciones esenciales es la de proteger al resto del cromosoma de la degradación y de la unión de los extremos del ADN entre sí por enzimas reparadoras. Si bien la célula duplica su ADN previamente a la división no es capaz de copiar la totalidad de la secuencia del telómero y, como resultado, el telómero se hace más corto en cada replicación, perdiéndose alrededor de 50 a 200 nucleótidos en cada ciclo de división celular.

El desgaste del telómero con la sucesión de ciclos celulares, impide su función protectora, con lo que el cromosoma se hace inestable, aparecen errores en la división durante la mitosis, anomalías genéticas y diversos tipos de mutaciones. Las células que presentan estos defectos, no sólo son incapaces de duplicarse, sino que dejan de ser viables, activándose los procesos de muerte celular programada (apoptosis).

La telomerasa: Sin embargo, en el caso de las células germinales y embrionarias, de las que el organismo no puede prescindir, existe una enzima específica, la telomerasa, que es capaz de restaurar la secuencia del telómero.

Una célula madre, puede dividirse indefinidamente y mantener la capacida de crear otras líneas celulares y tejidos. Es decir, contiene la capacidad de formar y regenerar a un organismo. Estás células permanecen en el individuo a lo largo de toda su vida.

Hay un estilo interno de chi kung taoista que fortalece los huesos y la médula ósea fortaleciendo la energía (chi) vital y logra salud y longevidad al promover y aumentar justamente el poder regenerador del organismo.

Para mantener la salud y curar enfermedades, la energía vital, la vitalidad, es fundamental. Este concepto generalmente no es tenido en cuenta por la ciencia médica.

Pero el secreto de la salud y la longevidad reside en la cantidad de energía e información que se tenga.

La energía vital se puede cultivar, proteger, nutrir, fortalecer, expandir, acumular y transformar. Sin energía no es posible la vida. El chi vital está en la base de todos los procesos biológicos.

La información es educación, aprendizaje, práctica y experiencia.

De manera que una persona con un una fuerte energía vital, conocimientos (de si mismo y del entorno) y un equilibrio mental y emocional, tiene más posibilidades de alargar su vida, enfermar menos, expandir su conciencia y por consiguiente sus posibilidades y su calidad de vida.

(ver post: Los 8 aspectos de la salud y la longevidad y ¿Porqué envejecemos?)


viernes, 21 de noviembre de 2008

¿Qué es el ADN?













cromosomas
















molécula de ADN


Dentro del núcleo de la célula encontramos el ADN (ácido desoxirribonucléico), una larga y compleja molécula con una estructura típica de una doble hélice enrollada sobre si misma.

El ADN contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y el funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos y también algunos virus.
El papel principal de las moléculas de ADN es el de ser portador y transmisor de información genética entre generaciones.
Los segmentos de ADN que llevan esta información se llaman genes. Dentro del núcleo, el ADN está organizado en estructuras llamadas cromosomas.

El gen es considerado como la unidad de almacenamiento de información y responsable de la herencia al transmitir esa información a la descendencia.
Los genes se disponen, pues, a lo largo de cada uno de los cromosomas. Algunas enfermedades, como la anemia falciforme, pueden ser ocasionadas por un cambio en un solo gen (uno de los 30.000 genes que constituyen el total aproximado para todo el cuerpo humano).
Los cromosomas son largas secuencias continuas de ADN ubicadas en el núcleo y que en el momento de la división celular adoptan una forma ultra condensada, tomando en este momento su forma característica.

La palabra cromosoma proviene del griego chroma: color y soma: cuerpo o elemento. Su número es constante para una especie determinada; el ser humano (Homo sapiens) tiene 46 cromosomas. 23 son aportados por la madre y 23 por el padre y se disponen en pares, cada cromosoma con su homólogo.
Son 23 pares de cromosomas, de los cuales 22 pares son autosomas (información genética general) y 1 par es sexual (determina las características sexuales), que puede ser X o Y. Hombre XY, mujer XX.
Entonces el genoma humano está formado por 22 pares de cromosomas autosómicos y 1 par de cromosomas sexuales, XX o XY. Total: 23 pares de cromosomas (23 x 2 = 46).

Números de cromosomas en diferentes especies

Hormiga Myrmecia pilosula, macho
1
Hormiga Myrmecia pilosula, hembra
2
Mosca de la fruta (Drosophila melanogaster)
8
Centeno (Secale cereale)
14
Caracol (Helix)
24
Gato (Felis silvestris catus)
38
Cerdo (Sus scrofa)
40
Ratón (Mus musculus)
40
Trigo (Triticum aestivum)
42
Rata (Rattus rattus)
42
Conejo (Oryctolagus cuniculus)
44
Liebre (Lepus europaeus)
46
Humano (Homo sapiens)
46
Chimpancé (Pan troglodytes)
48
Papa (Solanum tuberosum)
48
Oveja (Ovis aries)
54
Vaca (Bos taurus)
60
Asno (Equus asinus)
62
Mula (Equus asinus)
63 (estéril)
Caballo (Equus caballus)
64
Camello ( Camelus bactrianus)
74
Llama (Lama glama)
74
Perro (Canis lupus familiaris)
78
Gallina (Gallus gallus)
78
Paloma Columbia livia
80
Pez
Carassius auratus
94
Mariposa
~380
Helecho Ophioglussum reticulatum
1260
Protozoario Aulacantha scolymantha
1600

Los seres humanos somos organismos diploides (al igual que los animales y las plantas), llamados asi porque cada célula tiene un juego de cromosomas aportado por la madre y otro aportado por el padre
Cada par de cromosomas tiene, pues, un par de copias de cada gen, una procedente de la madre y otra del padre.

El material genético se ordena para su estudio formando lo que se llama un cariotipo.
El cariotipo es el ordenamiento de los cromosomas de una célula de acuerdo a su forma y tamaño.
El cariotipo es característico de cada especie.

Alteraciones genéticas

Algunas enfermedades congénitas se deben a aberraciónes cromosómicas, como es el caso de la trisomía causante del síndrome de Down o mongolismo (trisomía del par 21), es decir 3 comosomas en el par 21.
La hemofilia es una enfermedad genética ligada al cromosoma X que consiste en la dificultad de la sangre para coagularse adecuadamente. Se caracteriza por la aparición de hemorragias internas y externas debido a la deficiencia parcial de un factor de la coagulación, una proteína coagulante denominada globulina antihemofílica.
Algunas personas que no tienen hemofilia pueden tener hijos que "si" tengan la enfermedad, porque ambos padres "portaban" los genes de la hemofilia en su cuerpo, aunque éstos no tenían efecto en la salud de los padres. Los padres, en este caso, se llaman portadores.
El caso más famoso de la hemofilia fue el del último zarevich de Rusia: Alexis Nycolaievich Romanov, pasado por su madre transmisora, Alexandra de Hasse, nieta de la Reina Victoria de Inglaterra, transmisora también.
La explicación es la siguiente: En cada célula, como vemos, hay 46 cromosomas: la mitad la recibimos como herencia de la madre y la otra mitad del padre. Haciendo un breve repaso de lo expuesto, los cromosomas contienen las instrucciones necesarias para ordenar a las células cómo fabricar las proteínas que el organismo requiere para su funcionamiento. Estas instrucciones se encuentran contenidas en los genes, que son unidades de información, constituidos por segmentos de ADN y representan la estructura básica de la vida.
Los cromosomas vienen en pares, por lo que tenemos dos copias de todos nuestros genes; si hay algún daño en algún gen o un cromosoma, hay una copia de respaldo de ese gen o cromosoma que podrá cumplir las funciones normalmente. Pero hay una excepción, los cromosomas sexuales: X e Y.
El sexo femenino está determinado por dos cromosomas X (XX) y el sexo masculino tiene un cromosoma X y un Y (XY). El cromosoma X contiene muchos genes que son comunes a ambos sexos, como los genes para la producción del factor VIII y el factor IX, ambos relacionados con la coagulación sanguínea.
La mujer tiene dos copias de esos genes específicos mientras que los varones sólo uno. Si el varón hereda un cromosoma con un gen dañado del factor VIII de la coagulación, es el único gen que recibe y no tiene información de respaldo y no podrá producir ese factor, desarrollando la enfermedad.
Esta anomalía hereditaria no se manifiesta en las mujeres, ya que las mujeres únicamente son portadoras del gen, pero no están expuestas a sus consecuencias, ya que para manifestar la enfermedad necesitarían dos copias defectuosas, cosa muy poco probable.