La energía y la información existen en toda la naturaleza, son
la verdadera sustancia del universo, expresan el movimiento de la conciencia.
En el microuniverso cuántico más
allá del átomo, en el reino de la diminuta escala
de Planck (1,6162 x 10-35 m), comprobamos que la sustancia de nuestro sólido mundo material se
parece más bien a una granulosidad indeterminada, vibrante y pulsante. Energía e
información apareciendo y desapareciendo constantemente en el vacío.
En estos niveles la realidad es una nube de probabilidades y no algo determinado, presentándose en diferentes niveles de densidad, desde la tenuidad sutil, extendida y no localizada del éter o plasma, presentando variados niveles de energía, hasta que la interacción con la conciencia del observador lo transforma en materia compacta.
En estos niveles la realidad es una nube de probabilidades y no algo determinado, presentándose en diferentes niveles de densidad, desde la tenuidad sutil, extendida y no localizada del éter o plasma, presentando variados niveles de energía, hasta que la interacción con la conciencia del observador lo transforma en materia compacta.
Si nos desintegramos hasta llegar a
nuestros componentes fundamentales solo hallaremos energía e información.
Nada más material que esto.
El universo es la manifestación del movimiento de la energía y la
información
Este campo infinito de
interacciones e interconexiones no es otra cosa que el campo de la pura conciencia o de la pura potencialidad. Y en
este campo cuántico de energía e información influyen de forma determinante
la intención y las creencias.
El impacto que tienen en el mundo
físico nuestras creencias es mucho mayor de lo que suponemos,
aunque ya está largamente demostrado que lo creemos, nuestro cuerpo entero lo
cree, y si el cuerpo lo cree, el universo entero hace la misma lectura y nos
devuelve la información certificando nuestra creencia. Cada célula por
insignificante que parezca participa de esta convicción.
Si creemos que algo nos hace mal, así
será. Por el contrario si creemos que algo nos hace bien, así será también.
Nuestras emociones y pensamientos son
vibraciones no físicas que rápidamente son traducidas por el cerebro en un
lenguaje neuroquímico de potenciales
eléctricos y neurotransmisores,
que modifican directamente la actividad celular.
Todo lo que existe comparte el mismo
origen y está hecho con la misma esencia
La diferencia entre una planta y un ser
humano es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.
En el plano físico, tanto nosotros como
la planta, al igual que un perro, una ameba o una mosca, estamos hechos del
mismo reciclado de elementos: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y
otros elementos en mínimas cantidades.
Podemos conseguir estos elementos sin
dificultad en un laboratorio. Por lo tanto, la diferencia entre nosotros y un
árbol no la encontraremos en estos elementos. De hecho, los seres humanos y las
plantas intercambiamos todo el tiempo carbono (CO2) y oxígeno (O2).
El recambio de partículas y moléculas es un movimiento cósmico, compartimos reciclando estos elementos con toda la naturaleza, sin diferencias.
El recambio de partículas y moléculas es un movimiento cósmico, compartimos reciclando estos elementos con toda la naturaleza, sin diferencias.
La verdadera diferencia se encuentra en
la información.
Los seres humanos podemos ser conscientes del contenido de energía e información
de ese campo que da origen y modela a nuestro
cuerpo físico.
Podemos experimentar
ese campo subjetivamente bajo la forma de pensamientos, emociones,
deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias.
A su vez ese campo de potencialidad,
esa experiencia subjetiva, se percibe objetivamente como el cuerpo
físico - y por medio del cuerpo y los órganos de los sentidos, percibimos el
mundo, subjetivamente.
Sujeto y objeto entrelazados.
Sin sujeto no hay objeto de percepción. Sin objeto de percepción
no hay experiencia
Una parte de nuestra existencia es particular, colapsada en una realidad que
definimos como material. Percibimos de nuestra existencia (y por ende de las
demás), solo el aspecto corpóreo. Nuestra realidad material corresponde solo a
la pequeña franja de señales que captan los sentidos y el cerebro le da forma.
Pero la mayor parte de la existencia no
manifestada, es más bien como una sutil onda de probabilidades, una nube de
interconexiones que representa nuestro aspecto insustancial e inconsciente en
unidad con el orden cósmico.
Somos seres particulares y ondulatorios
Las partículas elementales (fotones, electrones, etc.) que forman
las moléculas que componen las células y tejidos de nuestro cuerpo,
experimentan esta dualidad.
En realidad la dualidad onda/partícula la experimenta el observador, que
mediante su percepción dualista provoca el colapso o la reducción de la función de
probabilidades en una realidad determinada, al tratar de comprender y describir
su experiencia cotidiana.
Pero en esencia no hay dualidad.
Existimos como una realidad particular y al mismo tiempo como una onda de
potencialidad diseminada en el espacio.
Existimos y no existimos al mismo tiempo
Podemos darnos cuenta que debido a sus
interconexiones y su potencialidad, el aspecto insustancial u ondulatorio, presenta muchas más
posibilidades que el aspecto particular. Pero es el aspecto particular el que
finalmente se manifiesta o materializa de acuerdo a la información.
El universo
físico y todas sus leyes son una creación de la mente
Para influir en el sustrato mismo de la
materia hay que
servirse del aspecto ondulatorio del ser, que está en resonancia con las
frecuencias más sutiles: pensamientos, emociones, propósitos y creencias y que tiene acceso directo al campo de potencial infinito de energía e información.
Nuestro cuerpo no es independiente del
cuerpo del universo, porque más allá de nuestros átomos y partículas
elementales, las fronteras no están bien definidas.
Nuestro cuerpo no esta limitado por la
piel. Estamos interconectados con todo el universo y con toda la creación, porque somos una extensión de la mente Creadora, somos su reflejo, existimos en su imaginación.
El límite de nuestro cuerpo físico (membranas, piel, etc) es tan solo un nivel que delimita
un medio interno y otro externo, esto le permite al cuerpo funcionar y
desarrollarse como organismo. Al igual que una célula está delimitada por su
membrana plasmática, que es permeable y dinámica y mantiene un intercambio
vital con su entorno.
Una célula es una unidad de conciencia y por lo tanto de experiencia, sin embargo, no esta aislada, forma una unidad con las demás células y comunica activamente con el campo que la rodea.
Una célula es una unidad de conciencia y por lo tanto de experiencia, sin embargo, no esta aislada, forma una unidad con las demás células y comunica activamente con el campo que la rodea.
Somos más bien una onda, una
fluctuación, una perturbación localizada en un campo cuántico mucho más grande, una ola surgida en
el mar de la potencialidad infinita. Ese campo cuántico más grande - el
universo – , es también nuestro cuerpo ampliado.
Como la conciencia humana es
infinitamente flexible,
tenemos la habilidad de poder cambiar conscientemente el contenido de
información que da origen a nuestro cuerpo físico.
Podemos cambiar conscientemente el
contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo a nivel cuántico
y, por lo tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro
cuerpo ampliado: el espacio que nos rodea, el campo de pura potencialidad, y en consecuencia hacer que se
manifieste lo que deseamos. Dicho de otra forma: podemos materializar un deseo.
Para esto la conciencia posee dos
cualidades: la atención y la intención.
La atención funciona como un filtro,
que al descartar los estímulos irrelevantes permite un estado de coherencia en la información y además ayuda a
concentrar la energía, a focalizarla. La intención o propósito, tiene el poder
de transformar. Si te propones algo tarde o temprano lo logras.
Atención y concentración son 2 caras de la misma moneda.
Si prestamos atención a algo le
transferimos energía, ya
que el pensamiento es una onda de energía e información y entonces el objeto de
atención se manifestará con más fuerza en nuestra vida. Si dejamos de prestar
atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá.
La plasticidad neuronal,
que es una característica dinámica del cerebro, es la capacidad de formar
nuevas redes neuronales y por lo tanto cambiar su formato y su
funcionamiento, optimizándolo. Esto se establece mediante la repetición y la concentración
mental.
La intención estimula la transformación de la energía y de la información. La
intención focaliza, potencia y organiza
El acto de dirigir la intención sobre
el objeto de la atención desencadenará una serie de sucesos en el
espacio-tiempo que tarde o temprano materializaran lo deseado. Esto se debe a
que, como vimos, todo esta interconectado y además la intención tiene
un infinito poder organizador.
El poder
organizador significa la
capacidad para organizar la información simultáneamente, o sea, una infinidad
de sucesos espaciotemporales todos al mismo tiempo.
Si sembramos una intención en el suelo fértil
de la potencialidad pura del inconsciente no manifestado, ponemos a trabajar
para nosotros ese infinito poder organizador.
Este poder organizador es normal en la
naturaleza, se expresa en cada hoja del árbol, en cada flor, en cada célula de
nuestro cuerpo. Lo podemos ver en todo lo que vive.
En la naturaleza todo está conectado y relacionado entre sí
Lo asombroso de nuestro cerebro es que puede gobernar
ese infinito poder organizador a través de la intención.
En el ser humano,
la intención y la capacidad de transformación son
ilimitadas, no están contenidas en una red rígida de energía e información.
Poseen una flexibilidad infinita. Obviamente siguiendo las leyes del universo y
de acuerdo a la propia naturaleza de cada ser.
La intención favorece el flujo natural
y espontáneo de la pura potencialidad, que busca manifestarse, es decir, pasar
del estado no manifestado (potencial) a la manifestación.
Esto sucede porque el movimiento de
información en los niveles cuánticos afecta la gravedad y esto provoca la reducción o el colapso de la onda de posibilidades en una realidad particular.
Por supuesto que estas cualidades de la
conciencia, son de naturaleza benéfica y positiva.
No pueden servir para dañar o ignorar a otro ser, ya que además en virtud de la
retroalimentación con el campo,
este deseo retorna (generalmente amplificado).
Siempre hay que obrar en beneficio de
los demás seres vivos; de todas formas esto es algo que sucede naturalmente
cuando se está en la condición normal del cuerpo-mente.
La intención es el
verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa,
porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría
de los casos es atención con apego y sin un verdadero propósito. Es apenas un
débil estimulo incapaz de mover una partícula de polvo.
Sin embargo la conciencia tiene el poder de crear mundos.
Esto significa que podemos desear y
obrar libremente, sin depender ni identificarnos con un resultado, con
confianza en nuestra naturaleza y posibilidades, que son universales.
La intención se
proyecta hacia el futuro, pero la atención está ubicada en el
presente.
Mientras la atención esté en
el presente, la intención dirigida hacia el futuro se cumplirá porque
el futuro se crea en el presente. El presente es la semilla del futuro. El
futuro ya existe en el presente.
Y este presente es la actualización de
causas pasadas. Por eso con nuestros pensamientos y acciones, podemos influir
en todas las direcciones del tiempo y del espacio.
Hay que saber aceptar, asumir el
presente tal como es. De esta forma, con el deseo y la intención, podemos sembrar
nuevas semillas, de cara al futuro. Instalando nuevos programas, útiles y
actualizados, que nos permitan realizar lo que queremos y vivir en plenitud.
Sin arrepentimientos ni culpas, eliminando pensamientos negativos, programas parásitos y softwares malintencionados.
El pasado, el presente y el futuro son propiedades de la
conciencia
El pasado es memoria; el futuro es posibilidad; el presente es atención.
El tiempo es el movimiento de la
conciencia.
Tanto el pasado como el futuro nacen en
la imaginación; solamente el presente, que es conciencia, es real y es eterno.
Existimos en este presente, que incluye al pasado y al futuro.
Ahora y aquí encontramos el campo de
infinitas posibilidades.
Cuando la conciencia se libera de la
carga del pasado y de la preocupación por el futuro, la acción en el presente
se vuelve creativa y total.
La intención actúa como catalizadora de la mezcla
correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier
cosa que deseemos. Es información que enviamos al campo y que modifica la
geometría del espacio-tiempo.
Si tenemos conciencia del momento
presente, los obstáculos imaginarios – que representan la gran mayoría de los
obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El resto de nuestras
dificultades reales se transforman en oportunidades, gracias a otra de las
cualidades de la conciencia: el foco.
La intención focalizada es
la atención que no se aparta de su propósito. Lo que significa estar enfocados,
o sea, manteniendo nuestra atención en el presente, con
un propósito inflexible y eliminando cualquier obstáculo que se
interponga y nos desvíe de nuestro propósito.
La atención y el propósito aportan
serenidad y motivación, y esta combinación se vuelve poderosa y muy eficaz.