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jueves, 1 de mayo de 2014

Todo depende de tus creencias



El poder de la intención

La energía y la información existen en toda la naturaleza, son la verdadera sustancia del universo, expresan el movimiento de la conciencia.

En el microuniverso cuántico más allá del átomo, en el reino de la diminuta escala de Planck (1,6162 x 10-35 m), comprobamos que la sustancia de nuestro sólido mundo material se parece más bien a una granulosidad indeterminada, vibrante y pulsante. Energía e información  apareciendo y desapareciendo constantemente en el vacío. 

En estos niveles la realidad es una nube de probabilidades y no algo determinado, presentándose en diferentes niveles de densidad, desde la tenuidad sutil, extendida y no localizada del éter o plasma, presentando variados niveles de energía, hasta que la interacción con la conciencia del observador lo transforma en materia compacta.



Si nos desintegramos hasta llegar a nuestros componentes fundamentales solo hallaremos energía información.
Nada más material que esto.

El universo es la manifestación del movimiento de la energía y la información

Este campo infinito de interacciones e interconexiones no es otra cosa que el campo de la pura conciencia o de la pura potencialidad. Y en este campo cuántico de energía e información influyen de forma determinante la intención y las creencias.

El impacto que tienen en el mundo físico nuestras creencias es mucho mayor de lo que suponemos, aunque ya está largamente demostrado que lo creemos, nuestro cuerpo entero lo cree, y si el cuerpo lo cree, el universo entero hace la misma lectura y nos devuelve la información certificando nuestra creencia. Cada célula por insignificante que parezca participa de esta convicción.

Si creemos que algo nos hace mal, así será. Por el contrario si creemos que algo nos hace bien, así será también.
Nuestras emociones y pensamientos son vibraciones no físicas que rápidamente son traducidas por el cerebro en un lenguaje neuroquímico de potenciales eléctricos y neurotransmisores, que modifican directamente la actividad celular.

Todo lo que existe comparte el mismo origen y está hecho con la misma esencia

La diferencia entre una planta y un ser humano es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.
En el plano físico, tanto nosotros como la planta, al igual que un perro, una ameba o una mosca, estamos hechos del mismo reciclado de elementos: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en mínimas cantidades.
Podemos conseguir estos elementos sin dificultad en un laboratorio. Por lo tanto, la diferencia entre nosotros y un árbol no la encontraremos en estos elementos. De hecho, los seres humanos y las plantas intercambiamos todo el tiempo carbono (CO2) y oxígeno (O2). 

El recambio de partículas y moléculas es un movimiento cósmico, compartimos reciclando estos elementos con toda la naturaleza, sin diferencias.
La verdadera diferencia se encuentra en la información.

Los seres humanos podemos ser conscientes del contenido de energía e información de ese campo que da origen y modela a nuestro cuerpo físico.
Podemos experimentar ese campo subjetivamente bajo la forma de pensamientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias.

A su vez ese campo de potencialidad, esa experiencia subjetiva, se percibe objetivamente como el cuerpo físico - y por medio del cuerpo y los órganos de los sentidos, percibimos el mundo, subjetivamente. 

Sujeto y objeto entrelazados.

Sin sujeto no hay objeto de percepción. Sin objeto de percepción no hay experiencia

Una parte de nuestra existencia es particular, colapsada en una realidad que definimos como material. Percibimos de nuestra existencia (y por ende de las demás), solo el aspecto corpóreo. Nuestra realidad material corresponde solo a la pequeña franja de señales que captan los sentidos y el cerebro le da forma.
Pero la mayor parte de la existencia no manifestada, es más bien como una sutil onda de probabilidades, una nube de interconexiones que representa nuestro aspecto insustancial e inconsciente en unidad con el orden cósmico.

Somos seres particulares y ondulatorios

Las partículas elementales (fotones, electrones, etc.) que forman las moléculas que componen las células y tejidos de nuestro cuerpo, experimentan esta dualidad.

En realidad la dualidad onda/partícula la experimenta el observador, que mediante su percepción dualista provoca el colapso o la reducción de la función de probabilidades en una realidad determinada, al tratar de comprender y describir su experiencia cotidiana.
Pero en esencia no hay dualidad. Existimos como una realidad particular y al mismo tiempo como una onda de potencialidad diseminada en el espacio.

Existimos y no existimos al mismo tiempo

Podemos darnos cuenta que debido a sus interconexiones y su potencialidad, el aspecto insustancial u ondulatorio, presenta muchas más posibilidades que el aspecto particular. Pero es el aspecto particular el que finalmente se manifiesta o materializa de acuerdo a la información.

El universo físico y todas sus leyes son una creación de la mente

Para influir en el sustrato mismo de la materia hay que servirse del aspecto ondulatorio del ser, que está en resonancia con las frecuencias más sutiles: pensamientos, emociones, propósitos y creencias y que tiene acceso directo al campo de potencial infinito de energía e información.

Nuestro cuerpo no es independiente del cuerpo del universo, porque más allá de nuestros átomos y partículas elementales, las fronteras no están bien definidas.

Nuestro cuerpo no esta limitado por la piel. Estamos interconectados con todo el universo y con toda la creación, porque somos una extensión de la mente Creadora, somos su reflejo, existimos en su imaginación.

El límite de nuestro cuerpo físico (membranas, piel, etc) es tan solo un nivel que delimita un medio interno y otro externo, esto le permite al cuerpo funcionar y desarrollarse como organismo. Al igual que una célula está delimitada por su membrana plasmática, que es permeable y dinámica y mantiene un intercambio vital con su entorno. 

Una célula es una unidad de conciencia y por lo tanto de experiencia, sin embargo, no esta aislada, forma una unidad con las demás células y comunica activamente con el campo que la rodea.

Somos más bien una onda, una fluctuación, una perturbación localizada en un campo cuántico mucho más grande, una ola surgida en el mar de la potencialidad infinita. Ese campo cuántico más grande - el universo – , es también nuestro cuerpo ampliado.

Como la conciencia humana es infinitamente flexible, tenemos la habilidad de poder cambiar conscientemente el contenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico.

Podemos cambiar conscientemente el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo a nivel cuántico y, por lo tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado: el espacio que nos rodea, el campo de pura potencialidad, y en consecuencia hacer que se manifieste lo que deseamos. Dicho de otra forma: podemos materializar un deseo.

Para esto la conciencia posee dos cualidades: la atención y la intención.

La atención funciona como un filtro, que al descartar los estímulos irrelevantes permite un estado de coherencia en la información y además ayuda a concentrar la energía,  a focalizarla. La intención o propósito,  tiene el poder de transformar. Si te propones algo tarde o temprano lo logras.

Atención y concentración son 2 caras de la misma moneda.

Si prestamos atención a algo le transferimos energía, ya que el pensamiento es una onda de energía e información y entonces el objeto de atención se manifestará con más fuerza en nuestra vida. Si dejamos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá.

La plasticidad neuronal, que es una característica dinámica del cerebro, es la capacidad de formar nuevas redes neuronales y por lo tanto cambiar su formato y su funcionamiento, optimizándolo. Esto se establece mediante la repetición y la concentración mental.

La intención estimula la transformación de la energía y de la información. La intención focaliza, potencia y organiza

El acto de dirigir la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una serie de sucesos en el espacio-tiempo que tarde o temprano materializaran lo deseado. Esto se debe a que, como vimos, todo esta interconectado y además la intención tiene un infinito poder organizador.

El poder organizador significa la capacidad para organizar la información simultáneamente, o sea, una infinidad de sucesos espaciotemporales todos al mismo tiempo.


Si sembramos una intención en el suelo fértil de la potencialidad pura del inconsciente no manifestado, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador.

Este poder organizador es normal en la naturaleza, se expresa en cada hoja del árbol, en cada flor, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo podemos ver en todo lo que vive.

En la naturaleza todo está conectado y relacionado entre sí

Lo asombroso de nuestro cerebro es que puede gobernar ese infinito poder organizador a través de la intención.

En el ser humano, la intención y la capacidad de transformación son ilimitadas, no están contenidas en una red rígida de energía e información. Poseen una flexibilidad infinita. Obviamente siguiendo las leyes del universo y de acuerdo a la propia naturaleza de cada ser.

La intención favorece el flujo natural y espontáneo de la pura potencialidad, que busca manifestarse, es decir, pasar del estado no manifestado (potencial) a la manifestación.


Esto sucede porque el movimiento de información en los niveles cuánticos afecta la gravedad y esto provoca la reducción o el colapso de la onda de posibilidades en una realidad particular.

Por supuesto que estas cualidades de la conciencia, son de naturaleza benéfica y positiva. No pueden servir para dañar o ignorar a otro ser, ya que además en virtud de la retroalimentación con el campo, este deseo retorna (generalmente amplificado).
Siempre hay que obrar en beneficio de los demás seres vivos; de todas formas esto es algo que sucede naturalmente cuando se está en la condición normal del cuerpo-mente.

La intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es atención con apego y sin un verdadero propósito. Es apenas un débil estimulo incapaz de mover una partícula de polvo.

Sin embargo la conciencia tiene el poder de crear mundos.

Esto significa que podemos desear y obrar libremente, sin depender ni identificarnos con un resultado, con confianza en nuestra naturaleza y posibilidades, que son universales.

La intención se proyecta hacia el futuro, pero la atención está ubicada en el presente.
Mientras la atención esté en el presente, la intención dirigida hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. El presente es la semilla del futuro. El futuro ya existe en el presente.
Y este presente es la actualización de causas pasadas. Por eso con nuestros pensamientos y acciones, podemos influir en todas las direcciones del tiempo y del espacio.
El pasado, presente y futuro coexisten en este mismo instante.



Hay que saber aceptar, asumir el presente tal como es. De esta forma, con el deseo y la intención, podemos sembrar nuevas semillas, de cara al futuro. Instalando nuevos programas, útiles y actualizados, que nos permitan realizar lo que queremos y vivir en plenitud. Sin arrepentimientos ni culpas, eliminando pensamientos negativos, programas parásitos y softwares malintencionados.

El pasado, el presente y el futuro son propiedades de la conciencia

El pasado es memoria; el futuro es posibilidad; el presente es atención.
El tiempo es el movimiento de la conciencia.

Tanto el pasado como el futuro nacen en la imaginación; solamente el presente, que es conciencia, es real y es eterno. Existimos en este presente, que incluye al pasado y al futuro.
Ahora y aquí encontramos el campo de infinitas posibilidades.
Cuando la conciencia se libera de la carga del pasado y de la preocupación por el futuro, la acción en el presente se vuelve creativa y total.

La intención actúa como catalizadora de la mezcla correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier cosa que deseemos. Es información que enviamos al campo y que modifica la geometría del espacio-tiempo.

Si tenemos conciencia del momento presente, los obstáculos imaginarios – que representan la gran mayoría de los obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El resto de nuestras dificultades reales se transforman en oportunidades, gracias a otra de las cualidades de la conciencia: el foco.

La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Lo que significa estar enfocados, o sea, manteniendo nuestra atención en el presente, con un propósito inflexible y eliminando cualquier obstáculo que se interponga y nos desvíe de nuestro propósito.

La atención y el propósito aportan serenidad y motivación, y esta combinación se vuelve poderosa y muy eficaz.



jueves, 23 de febrero de 2012

La química del pensamiento



Existe una vía química de comunicación entre conciencia y partículas, muy compleja y extremadamente eficaz, que no esta confinada únicamente al sistema nervioso, también el sistema inmunitario tiene una comunicación intima con la mente.
Un dato relevante: el incesante diálogo interno no pasa desapercibido para el cuerpo.

Cada célula lo escucha, y particularmente los linfocitos y otros componentes del sistema de defensa. Estas células especializadas en proteger al cuerpo se ven afectadas directamente por los pensamientos y las emociones. Esto tiene un rol fundamental en el origen de muchas enfermedades y por otra parte en la capacidad curativa y de regeneración del organismo.


Las creencias generan una determinada química que afecta directamente a cada célula del cuerpo. Lo que creemos impacta profundamente en la organización de la materia, es decir, en el cuerpo físico y por lo tanto en la realidad que se genera.

Cada evento consciente tiene su propia geometría espacio-temporal, es decir, su propia realidad. Cada pensamiento produce un impacto en la realidad física. 
La mente y la realidad material están íntimamente conectadas.

Por eso hay que estar atentos a lo que se piensa y saber apagar la “radio”. 
Desarrollar la atención y la no conciencia, es fundamental. 
La atención nos sirve de filtro, eliminando estímulos e información irrelevantes. 
La no conciencia, es el silencio interior, el espacio entre dos pensamientos. No se trata de un estado especial de la conciencia, aparece naturalmente cuando se interrumpe el flujo, la secuencia del pensamiento ordinario, personal. Lo que se denomina: la pequeña mente o mente individual.

Para esto la práctica de zazen es la clave.

Si vamos a mantener la radio interna prendida, reproduciendo su incesante y monótono diálogo, hay que saber que además de consumir recursos y generar “interferencias”,  la escucha el universo entero.
Cuando cesa el “parloteo” mental y se calma la mente, podemos ser sensibles al lenguaje del cuerpo. 
Las células se expresan de muchas formas incluso mediante el dolor y la incapacidad. Desde esta perspectiva, la enfermedad puede ser vista como un mecanismo del cuerpo para poder eliminar, purificar, regenerar y reestablecer las condiciones de equilibrio.

La salud y la enfermedad no son conceptos absolutos. Cada persona manifiesta un modelo de desequilibrio propio y una necesidad particular. No se puede generalizar, es un error.

Hay que aprender a observar y escuchar que es lo que pasa en  nuestro ser, con nuestro cuerpo, con las emociones, con los sentimientos...  Para esto debemos cambiar la dirección de la mirada hacia el interior. Un giro de 180º.

En el silencio y la inmovilidad de la meditación podemos comprender el lenguaje de cada célula, de cada órgano, de cada parte del cuerpo. Podemos poner el pensamiento en cualquier punto, y donde va el pensamiento, acude la energía, ya que la conciencia es energía e información, que naturalmente se condensan y cristalizan formando materia. La densidad de información y energía aumenta la masa, que curva y modifica la geometría del espacio-tiempo en sus niveles fundamentales y en consecuencia transforma la realidad física.



A cada pensamiento le corresponde una sustancia química específica que generará un efecto determinado. Cada célula tiene receptores en su membrana, los cuales captan y traducen toda esta información. De esta forma la célula interpreta lo que pasa.
Una forma negativa de pensar genera un medio interno y una química acorde.
Si nos identificamos con la enfermedad, con un defecto o una debilidad será muy difícil generar un cambio, porque el campo y las células reciben esta señal y mantienen siempre las causas que generan malestar e infelicidad, y así se perpetua la misma realidad.

Pero si modificamos nuestra percepción y comprendemos que estamos sumergidos en un océano vivo de energía e información, todo es posible.

Somos seres creadores por naturaleza. Usamos la palabra "crear", pero visto que la energía no se puede crear ni destruir, es más correcto hablar de transformación.
Tenemos este poder, solo hay que desarrollarlo, y el primer paso es la confianza en si mismo y el conocimiento de su verdadera naturaleza.





lunes, 16 de enero de 2012

La enfermedad: la solución perfecta del cerebro ante un conflicto


  
Examinemos mejor esta afirmación con un ejemplo de la naturaleza: un animal en una situación de gran estrés relacionado con su supervivencia.
Imagina un lobo que hace tres días que no come. Se encuentra en una condición de estrés físico ligado a su necesidad de sobrevivir. Por fin atrapa una presa, un pequeño cordero. Cuando se apresta a devorarlo, escucha el sonido tan temido, el de su depredador más peligroso: un cazador.  En ese momento nuestro lobo se encuentra entre dos amenazas: O se escapa dejando a su presa y se arriesga a morir de hambre o bien se queda saciando su hambre y se arriesga a morir con la panza llena a manos del hombre. Gran dilema para el lobo.
Para salir de esta situación el lobo decide comerse una pata casi entera del corderito y escaparse a toda velocidad.
Ahora un nuevo peligro acecha al animal: el de morir por una oclusión intestinal, ya que el trozo de pata por su tamaño no puede ascender por el estómago para ser eliminado ni continuar su camino por el tracto digestivo para ser digerido.
El organismo del lobo se encuentra en un conflicto extremo debido a la necesidad imperiosa de digerir algo. Para resolver esta situación el cerebro encuentra la solución perfecta: activa un programa de desarrollo de supercélulas digestivas en la mucosa estomacal. Su objetivo: digerir mucho más rápido y mejor la pata de cordero atravesada. Hasta que no se cumpla este propósito (la digestión de la pata) el cerebro seguirá enviando la orden de continuar produciendo supercélulas digestivas, que tienen una performance muy superior a la de las células normales.



Una vez que la pata fue digerida, por un mecanismo de retroalimentación, la información llega al cerebro que desactiva el programa y cesa la producción de “mutantes” y las supercélulas son eliminadas, ya que mantenerlas sería peligroso para el organismo, porque además de consumir muchos recursos, pueden descontrolarse y generar un cáncer. De hecho, estás células mutantes son una neoplasia, con las mismas funciones que el tejido normal solo que multiplicadas y no llegan a desarrollar una enfermedad porque son controladas y eliminadas por el propio cuerpo.

Una célula de cáncer de estómago digiere mucho más fuerte y más rápido que una célula normal, una célula de cáncer de páncreas puede producir más insulina, en el cáncer de hígado hay un aumento de la actividad metabólica y enzimática del órgano, una célula de cáncer de riñón produce un filtrado significativamente mayor, etc .

Entonces, ¿Por qué morimos de nuestras enfermedades?


Una nueva visión del cáncer

Si el cáncer es una mutación creada por el mismo cuerpo como mecanismo de adaptación para evitar la extinción ¿Por qué produce la muerte?
Para responder a esta pregunta hay que comprender como el cerebro gestiona la información que le llega. 
Está comprobado que el cerebro no distingue entre una información real, virtual o imaginaria.
Veamos como funciona:
Si por ejemplo de repente te enfrentas a un peligro real del cual debes escapar para salvar tu vida, el cerebro activará todos los mecanismos neurovegetativos correspondientes para asegurar la lucha o la huida aumentando fundamentalmente la secreción de adrenalina y cortisol por las glándulas suprarrenales, produciendo taquicardia, broncodilatación, disminución del flujo sanguíneo en los órganos internos y aumenta en los músculos motores, dilatación de las pupilas, disminución de reflejos viscerales, aumento de la glucosa en sangre, etc.

Posteriormente, el recuerdo vívido de esta situación puede desencadenar los mismos mecanismos neuroquímicos y las mismas reacciones. En este caso el cerebro trata una información imaginaria como real y responde.
Otro ejemplo: estás mirando un film y la escena reproduce el mismo peligro y lo vives desde el punto de vista del protagonista. Si estás lo suficientemente compenetrado el cerebro no va a distinguir la diferencia y reaccionará al peligro como si este existiera. Cuanta gente hay que grita, se asusta o se emociona en el cine. En este caso el cerebro trata la información virtual como si fuera real.
Por una parte el cerebro no se equivoca, reacciona a la información que le llega y por otra parte es él mismo el que desencadena la enfermedad para garantizarle al individuo las mejores oportunidades de sobrevida.

Si aprendemos esto podremos realizar fácilmente que todo lo que pensamos, imaginamos o nos decimos es tomado por el cerebro como información real y va a actuar en consecuencia como lo que es: una super biocomputadora. Mientras continúe el estímulo (información) real, imaginario o virtual el cerebro continuará manteniendo los mismos programas, preparando al cuerpo para un peligro inexistente. Así funciona el estrés y el pánico en la sociedad moderna. Esta es la clave, además, para comprender el origen del cáncer y de muchas enfermedades crónicas y autoinmunes.
Además se ha comprobado que los casos de cáncer debido a sustancias cancerígenas representan un porcentaje mínimo (menos de 5%) de la totalidad.

La mayoría de las veces el conflicto tiene su raíz en los planos sutiles de la persona, que corresponde con niveles no conscientes.

Por esta razón los bloqueos afectivos y emocionales deben ser convenientemente filtrados, digeridos y eliminados, porque aunque ya no estén en la esfera consciente, igual continúan enviando información que el cerebro toma como real y actúa para adaptarse a esta situación inexistente.

También puede haber mutaciones celulares cuando las condiciones del medio interno se modifican a causa de malos hábitos como una inadecuada alimentación (alimentos procesados y transgénicos, conservantes, pesticidas, etc.) el tabaquismo y el sedentarismo, aquí el cuerpo va a tratar de adaptarse a condiciones físico-químicas diferentes: acidosis, estancamientos, cambios en el metabolismo de las células, aumento de radicales libres... 

Crear un medio interno negativo predispone al cáncer.

Y mientras el cerebro siga gestionando la misma información, por más que se invada al cuerpo con quimioterapia, rayos o cirugía, si no se desinstalan los programas nocivos, aparecerán las recidivas y las metástasis. Es decir, el cerebro continuará produciendo células mutantes para garantizar la supervivencia. Luego comenzarán los signos y síntomas tales como el dolor, disminución de las capacidades, fatiga o sangrado, debido a la naturaleza invasora del nuevo tejido (neoplasia).

Proliferación de células cancerígenas

El resultado final es la muerte por debilidad (caquexia) y falla general del sistema, ya que las supercélulas mutantes consumen todos los recursos energéticos y físicos. De ahí la imagen del cáncer como algo que se “come” al individuo.
  
Además hay que agregar el duro impacto emocional del diagnóstico fatal que hace el médico, que luego intentará de extirpar o hacer desaparecer el tumor con los medios que dispone y esto termina por sellar la suerte del condenado.

Pero si se cambia la manera de percibir y comprender este proceso se puede cambiar en profundidad. Afectar el sustrato mismo de la materia, reorganizarla. La creencia es lo primero, la fe. No se trata de creer en algo externo, por el contrario, es más bien un movimiento coherente de integración, del cuerpo y la mente en unidad. Esta creencia (o convencimiento) viene acompañada por el conocimiento y la reflexión.

Por supuesto se deben adoptar otras medidas y procedimientos que faciliten la curación y mejoren la calidad de vida. Pero lo esencial, es un cambio profundo, una verdadera revolución en el interior del ser.
Otra actitud. Un cambio de creencias y de hábitos.                                                            

La certeza, más allá de toda duda, que uno puede curarse porque ya posee esa capacidad implícita.
Confianza significa: con fe. Este tipo de fe no es ciega, es un movimiento sutil de energía e información que provoca cambios en lo más profundo de la realidad física.





lunes, 12 de diciembre de 2011

El poder de la intención



La energía y la información existen en toda la naturaleza. Representan el verdadero lenguaje universal.

En el microuniverso cuántico más allá del átomo, en la diminuta escala de Planck, comprobamos que la sustancia de nuestro sólido mundo material es energía e información  apareciendo y desapareciendo en el vacío creador.

Si nos desintegramos hasta llegar a nuestros componentes fundamentales solo hallaremos energía e información rodeadas de un inmenso vacío.



Nada más material que esto.

De hecho, el universo es la manifestación del movimiento de la energía y la información.

Este campo infinito de interacciones e interconexiones no es otra cosa que el campo de la pura conciencia o de la pura potencialidad. Y en este campo cuántico de energía e información influyen de forma determinante la intención y las creencias.

El impacto que tienen en el mundo físico nuestras creencias es mucho mayor de lo que suponemos, aunque ya está largamente demostrado que lo que creemos, nuestro cuerpo entero lo cree, y si el cuerpo lo cree, el universo entero hace la misma lectura y nos devuelve la información certificando nuestra creencia. 
Cada célula por insignificante que parezca participa de esta convicción.
Si creemos que algo nos hace mal, así será. Por el contrario si creemos que algo nos hace bien, así será también.

Nuestras emociones y pensamientos son vibraciones no físicas que rápidamente son traducidas por el cerebro en un lenguaje neuroquímico de potenciales eléctricos y neuropéptidos, que modifican directamente la actividad celular y modelan el cuerpo físico.

Todo lo que existe comparte el mismo origen. 
La diferencia, por ejemplo, entre nosotros y una planta es el contenido de información y de energía de nuestros respectivos cuerpos.
En el plano físico, tanto nosotros como la planta, al igual que un perro, una ameba o una mosca, estamos hechos del mismo reciclado de elementos: principalmente carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros elementos en mínimas cantidades.

Podemos conseguir estos elementos sin dificultad en un laboratorio. 
Por lo tanto, la diferencia entre nosotros y un árbol no la encontraremos en estos elementos. De hecho, los seres humanos y las plantas intercambiamos todo el tiempo carbono (CO2) y oxígeno (O2).
La verdadera diferencia se encuentra en la información.

Los seres humanos podemos ser conscientes del contenido de energía e información de ese campo que da origen y mantiene a nuestro cuerpo físico.
Podemos experimentar ese campo subjetivamente bajo la forma de pensamientos, emociones, deseos, recuerdos, instintos, impulsos y creencias.

A su vez este campo de potencialidad, esta experiencia subjetiva, se percibe objetivamente como el cuerpo físico, y por medio del cuerpo y los órganos de los sentidos, percibimos el mundo subjetivamente. 
Sujeto y objeto entrelazados en una eterna danza.

Una parte de nuestra existencia es particular, colapsada en una realidad que definimos como material. Percibimos de nuestra existencia (y por ende de las demás también), solo el aspecto corpóreo. Nuestro realidad material corresponde solo a la pequeña franja de señales que captan los sentidos y que el cerebro les da forma, las particulariza.

Pero la mayor parte de la existencia no manifestada, es más bien como una sutil onda de probabilidades, una nube de interconexiones que representa nuestro aspecto insustancial e inconsciente en unidad con el orden cósmico.



 Somos seres particulares y ondulatorios

Las partículas elementales que forman las moléculas que componen las células y tejidos de nuestro cuerpo, experimentan esta dualidad.
En realidad, la dualidad onda/partícula la experimenta el observador, que mediante su percepción dualista provoca el colapso o reducción de la función de probabilidades en una realidad determinada, al tratar de comprender y describir su experiencia cotidiana.



Pero en esencia no hay dualidad. Existimos como una realidad particular y al mismo tiempo como una onda de probabilidad diseminada en el espacio.
Existimos y no existimos al mismo tiempo.

Podemos darnos cuenta que debido a sus interconexiones y su potencialidad, el aspecto insustancial (ondulatorio) presenta muchas más posibilidades y ventajas que el aspecto particular. Pero es el aspecto particular el que finalmente se manifiesta o materializa acorde a la información y sirve de vehículo de la experiencia espiritual.

Para influir en el sustrato mismo de la materia hay que servirse del aspecto ondulatorio (vibracional) del ser, que está en resonancia con las frecuencias más sutiles: pensamientos, emociones, propósitos y creencias y tiene acceso directo al campo de potencial infinito de energía e información.

Nuestro cuerpo es interdependiente con el cuerpo del universo, porque más allá de nuestros átomos y partículas elementales, las fronteras no están bien definidas.
Nuestro cuerpo no esta limitado por la piel.
Este es tan solo un nivel que delimita un medio interno y otro externo, esto le permite al cuerpo funcionar y desarrollarse como organismo. Al igual que una célula está delimitada por su membrana plasmática, que es permeable y dinámica y mantiene un intercambio vital con su entorno. Una célula no esta aislada de las demás células y comunica activamente con el campo.

Somos más bien una onda, una fluctuación, una perturbación localizada en un campo cuántico mucho más grande, una ola surgida en el mar de la potencialidad infinita. Ese campo cuántico más grande - el universo – , es también nuestro cuerpo ampliado.

Como la conciencia humana es infinitamente flexible, tenemos la habilidad de poder cambiar conscientemente el contenido de información que da origen a nuestro cuerpo físico.
Podemos cambiar conscientemente el contenido de energía y de información de nuestro propio cuerpo a nivel cuántico y, por lo tanto, influir en el contenido de energía y de información de nuestro cuerpo ampliado: el campo, y en consecuencia hacer que se manifieste lo que deseamos. Dicho de otra forma: materializar un deseo.

Para esto la conciencia posee dos cualidades: la atención y la intención.

La atención funciona como un filtro, que al descartar los estímulos irrelevantes permite un estado de coherencia en la información y además ayuda a concentrar la energía,  a focalizarla. La intención o propósito,  tiene el poder de transformar. Si te propones algo tarde o temprano lo logras.

Atención y concentración son 2 caras de la misma moneda.
Si prestamos atención a algo le transferimos energía, ya que el pensamiento es una onda de energía e información y entonces el objeto de atención se manifestará con más fuerza en nuestra vida. Si dejamos de prestar atención, se marchitará, se desintegrará y desaparecerá.
La plasticidad neuronal, que es una característica dinámica del cerebro, es la capacidad de formar nuevas redes neuronales y por lo tanto cambiar su formato y su funcionamiento, optimizándolo. Esto se establece mediante la repetición y la concentración mental.

Por otro lado, la intención estimula la transformación de la energía y de la información. 
La intención focaliza, potencia y organiza.
El acto de dirigir la intención sobre el objeto de la atención desencadenará una serie de sucesos en el espaciotemporales que tarde o temprano materializaran lo deseado. Esto se debe a que en el nivel fundamental todo esta interconectado y además la intención tiene un infinito poder organizador.
El poder organizador significa la capacidad para organizar la información simultáneamente, o sea, una infinidad de sucesos espaciotemporales todos al mismo tiempo. Podemos llamarlo “sincronicidad”.

La sincronicidad es una coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo significado es el mismo.

Si sembramos una intención en el suelo fértil de la potencialidad pura, del inconciente no manifestado, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador. 
Es el nivel subconsciente de la conciencia alaya, donde se almacena la información.

Este poder organizador es normal en la naturaleza, se expresa en cada hoja del árbol, en cada flor, en cada célula de nuestro cuerpo. Lo podemos ver en todo lo que vive.
En la naturaleza todo está conectado y relacionado entre sí.
El campo crea orden y modela a la materia.

Lo asombroso de nuestro cerebro es que puede gobernar ese infinito poder organizador a través de la intención.

En el ser humano, la intención y la capacidad de transformación son ilimitadas, no están contenidas en una red rígida de energía e información. Poseen una flexibilidad infinita. Obviamente siguiendo las leyes del universo y de acuerdo a la propia naturaleza de cada ser.

La intención favorece el flujo natural y espontáneo de la pura potencialidad, que busca manifestarse, es decir, pasar del estado no manifestado (potencial) a la manifestación.

Esto sucede porque el movimiento de información en los niveles cuánticos afecta la gravedad y esto provoca la reducción o el colapso de la onda de posibilidades en una realidad particular.

Por supuesto que estas cualidades de la conciencia, son de naturaleza benéfica y positiva. No pueden servir para dañar o ignorar a otro ser, ya que además en virtud de la retroalimentación con el campo, este deseo retorna (generalmente amplificado).
Siempre hay que obrar en beneficio de los demás seres vivos; de todas formas esto es algo que sucede naturalmente cuando se está en la condición normal del cuerpo-mente.

La intención es el verdadero poder detrás del deseo. La sola intención es muy poderosa, porque es deseo sin apego al resultado. El solo deseo es débil, porque en la mayoría de los casos es atención con apego y sin un verdadero propósito. Es apenas un débil estimulo incapaz de mover una partícula de polvo.

Sin embargo la conciencia es capaz de crear mundos.

Esto significa que podemos desear y obrar libremente, sin depender ni identificarnos con un resultado, con confianza en nuestra naturaleza y posibilidades, que son universales.

La intención se proyecta hacia el futuro, pero la atención está ubicada en el presente.

Mientras la atención esté en el presente, la intención dirigida hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. El presente es la semilla del futuro. El futuro ya existe en el presente.
Y este presente es la actualización de causas pasadas. Por eso con nuestros pensamientos y acciones, podemos influir en todas las direcciones del tiempo y del espacio. El pasado, presente y futuro coexisten en este mismo instante.

Hay que saber aceptar, asumir el presente tal como es. De esta forma, con el deseo y la intención, podemos sembrar nuevas semillas, de cara al futuro. Instalar nuevos programas, útiles y actualizados, que nos permitan realizar lo que queremos y vivir en plenitud. Sin arrepentimientos ni culpas, eliminando los programas parásitos y los softwares malintencionados.

El pasado, el presente y el futuro son propiedades de la conciencia.

El pasado es memoria; el futuro es posibilidad; el presente es atención.
El tiempo es el movimiento de la conciencia.
Tanto el pasado como el futuro nacen en la imaginación; solamente el presente, que es conciencia, es real y es eterno. Existimos en este presente, que incluye al pasado y al futuro.

Ahora y aquí encontramos el campo de infinitas posibilidades.
Cuando la conciencia se libera de la carga del pasado y de la preocupación por el futuro, la acción en el presente se vuelve creativa y total.

La intención actúa como catalizadora de la mezcla correcta de materia, energía y sucesos espacio-temporales para crear cualquier cosa que deseemos. Es información que enviamos al campo y que modifica la geometría del espacio-tiempo.

Si tenemos conciencia del momento presente, los obstáculos imaginarios – que representan la gran mayoría de los obstáculos percibidos - se desintegran y desaparecen. El resto de nuestras dificultades reales se transforman en oportunidades, gracias a otra de las cualidades de la conciencia: el foco.

La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito. Lo que significa estar enfocados, o sea, manteniendo nuestra atención en el presente, con un propósito inflexible y eliminando cualquier obstáculo que se interponga y nos desvíe de nuestro propósito.
La atención y el propósito aportan serenidad y motivación. Y esta combinación se vuelve poderosa y muy eficaz.

La práctica regular de zazen desarrolla la atención sutil y la concentración, esto no solo es beneficioso en términos de salud sino que permite expandir la conciencia y acceder a un nivel superior de energía e información. Inconscientemente, naturalmente.


domingo, 17 de octubre de 2010

La autocuración (continuación)


Lo que decidimos creer hoy es lo que dará forma a nuestro futuro.

Los pensamientos de hoy son como semillas y las creencias, el suelo fértil.

Una vez plantadas las semillas en el suelo de las creencias, inevitablemente darán frutos determinados. Nadie planta un ciruelo y espera que broten tomates.
Esto parece broma, pero así funcionamos, nos quejamos del presente y tememos por el futuro, pero somos nosotros los que lo creamos!
Es decir: el incesante diálogo interno.

El diálogo es lenguaje y el lenguaje es vibración (ver post: "La vibración del lenguaje").

Esta vibración envía a las células y al ADN un mensaje determinado que es interpretado y generará un respuesta en consecuencia.

Las células no diferencian el origen de la señal.

Podemos imaginar algo o percibirlo, da igual, el cerebro solo decodifica la señal y proyecta una respuesta.
Si pensamos en una situación de peligro, las células interpretarán el mensaje y comenzarán a segregar hormonas y sustancias químicas para asegurar la protección (lucha o huida). Si esta condición se repite, se instalará un programa (software) que hará que vivamos continuamente en peligro, generando en forma recurrente una química determinada que por retroalimentación (feedback) hará que la situación tienda a repetirse.

Esto se ve en los ataques de pánico, en el estrés, en algunas enfermedades autoinmunes e incluso en el cáncer.

El cuerpo lee e interpreta un mensaje erróneo, creándose las condiciones para la aparición de la enfermedad.

Observando los pensamientos de ahora podemos saber como será nuestro futuro, y los pensamientos surgen de acuerdo a las pautas mentales establecidas, es decir, las creencias que tenemos, dicho de otra manera: depende de los programas instalados en nuestro cerebro.
Es muy simple.

El secreto es conocerse a si mismo.
Si no sabemos como somos ni lo que en verdad nos pasa, ¿como vamos a cambiar alguna vez?

Hemos sido educados y condicionados para mirar hacía afuera. Crecemos con programas instalados que solo nos permiten percibir y funcionar en una banda estrecha y limitada de la “realidad”. Limitada por los sentidos, por las creencias y que corresponde a dimensiones muy básicas del ser.
Luego funciona solo, el programa se autoinstala y repite lo mismo indefinidamente, y crea la misma realidad una y otra vez.
Pero los programas se pueden cambiar.

Un pensamiento se puede cambiar, no tiene existencia propia, es solo actividad electroquímica en el cerebro. Un flujo de información y energía que es interpretado y proyectado hacía afuera, como un holograma.
Por eso las creencias son fundamentales. Lo que une cree se hace realidad.

Si creemos que la vida es sufrimiento, lo más probable es que percibamos solo ese aspecto de la vida y proyectemos todo el tiempo infelicidad, insatisfacción, dolor, frustración, etc.

Si creemos que la realidad que percibimos se pasa afuera de nosotros y tiene existencia real, todo lo que se perciba será sólido e inmutable y no tendremos ninguna posibilidad de cambiar nada ni de crear nuestra salud y felicidad.
Pero si creemos, si nos percibimos como lo que realmente somos: seres creadores, hechos de materia cósmica, espíritus encarnados en un condensado momentáneo de energía e información indestructible (solo transformable) y con la capacidad de influir incluso en la organización del mundo físico, entonces así será.
La autocuración se basa en esta creencia.
Así como soy capaz de autoenfermarme, soy capaz de autocurarme

Y esto da lugar a otro ingrediente fundamental en la autocuración: “amarse a si mismo”.
Esto significa, aceptarse, perdonarse, motivarse, desarrollar la autoconfianza, creer en su propia naturaleza y posibilidades…y sobre tener una visión positiva de si mismo.

Tenerse en la más alta estima.

Esto no significa egoísmo, el egoísmo es estar cortado, aislado del resto.

El egoísmo es desconocer nuestra propia esencia y creer que poseemos un ego que tiene existencia propia y “real”.
Si nos amamos podemos expandir este sentimiento hacia todas las existencias.

El miedo es egoísmo. Correr detrás de los objetos y de los deseos es egoísmo. Mentir es egoísmo...

Pero tener un pensamiento positivo que lo incluya todo y vibre en todas las direcciones, eso es amor incondicional.

Cuando esto ocurre, el proceso curativo ya está en marcha. Están dadas las condiciones para que las células puedan regenerarse y sanar.
El diálogo interno que se establece entonces puede ser inteligente y creativo.

La energía vital debe fluir y no estancarse ni bloquearse. Esta es otra condición para la autocuración.

Para esto hay que llevar una vida equilibrada.

Eliminar los hábitos nocivos, el trabajo en exceso (cualquier exceso en realidad), controlar las emociones, los pensamientos negativos y tener una vida afectiva sin sobresaltos, incluyendo en la fórmula el descanso y la contemplación.
Parece más bien un desafío hoy en día.

Pero no se trata de incorporar más cosas a la ya cargada máquina, si no más bien de eliminar lo que no nos sirve, de transformar lo negativo en positivo.

Descubrir una nueva manera.

Pasa más por relajarse, aprender a pensar y a percibir la vida de otra forma.

Cambiar la dirección de la mirada y dirigirla al interior de cada uno. Es la única manera de tocar la raíz de nuestra existencia y de descubrir en verdad quienes somos.

Practicar la meditación (zazen). Fortalecer el cuerpo y la energía vital, sentir que uno es parte de un universo vivo y conciente. Una parte que refleja el todo.

Vivimos en un universo que nos apoya, nos nutre y nos brinda todo lo necesario para estar en salud y felicidad y si lo necesitamos: para curarnos a nosotros mismos.

La autocuración es un hecho.

Si llegas a comprender esto, ya estás curado.