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viernes, 9 de marzo de 2012

Los misterios de la percepción




Como hemos visto anteriormente, la información en el microscópico mundo cuántico puede viajar hacia atrás en el tiempo, mientras que en el nivel macroscópico de la realidad cotidiana, la información solo puede seguir la vía clásica, es decir, del pasado al futuro.

Debido a una “particularidad” de la percepción, el mundo que experimentamos nos parece objetivo y concreto, separado de nosotros, y además tenemos la impresión de que el tiempo transcurre, lo que nos da una sensación de continuidad y la ilusión de que la vida “va pasando”.
Sin embargo la solidez de la materia es debida a la altísima frecuencia en la que vibran los átomos y a que sus partículas constituyentes, como el electrón, el protón o el neutrón, son fermiones.


¿Qué es un fermión?

En el modelo estándar de física de partículas los fermiones se consideran los constituyentes básicos de la materia, que interactúan entre ellos por medio de los bosones.
El fermión es uno de los dos tipos básicos de partículas que existen en la naturaleza (el otro tipo son los bosones, como el fotón).

Los fermiones son de dos tipos: los constituyentes del núcleo atómico como los protones y los neutrones ( que a su vez están compuestos de partículas más pequeñas: los quarks) y los electrones, que orbitan el núcleo.

El fotón es un tipo de bosón. Los bosones no tienen masa y por eso no pueden formar materia (la luz es inmaterial), son vehículo de energía e información.

La materia ordinaria está básicamente formada por fermiones y a ellos debe prácticamente toda su masa.

El principio de exclusión de Pauli obedecido por los fermiones es el responsable de la "impenetrabilidad" de la materia ordinaria, que hace que esta sea una substancia extensa. El principio de Pauli también es responsable de la estabilidad de los orbitales atómicos, lo que permite la complejidad de los procesos químicos.

Este principio establece que en un mismo sistema dos fermiones no pueden tener un mismo estado cuántico y también que dos electrones en la corteza de un átomo no pueden tener al mismo tiempo los mismos números cuánticos. 




Esta asimetría genera las características de la materia.

A diferencia de los fotones, que pueden estar en un mismo estado cuántico de partícula, como en el láser, que es un haz de luz coherente (no diverge como la luz blanca), ya que una multitud de ellos pueden estar en estado de superposición.

Los fotones pierden su individualidad pero no su información.
La memoria, que nos permite aprender y seleccionar, conecta los momentos y rellena los espacios, aunque generalmente se mezcla con la imaginación, con falsos recuerdos y otras informaciones. Nos brinda continuidad mental, pero inevitablemente nos hace vivir en el pasado y muchos de los recuerdos que nos parecen “vívidos” corresponden a fabricaciones mentales, un collage de información retocada y ensamblada, que probablemente no coincide con los hechos tal cual fueron.

Somos vehículo de experiencias y de información, sin esta aparente solidez y continuidad de nuestra realidad física nos sería imposible realizar una experiencia individual y consciente e interactuar con el entorno.

Pero la otra cara de la moneda, y esto hay que tenerlo en cuenta, es que la realidad que percibimos corresponde solamente a una descripción. Las cosas no son lo que parecen.

Todo se pasa dentro del cerebro

El cerebro se encarga de ordenar y gestionar la información y en consecuencia proyectar una realidad, como un holograma perfectamente diseñado que modela la geometría del espacio-tiempo. Una imagen en 3D densa y persistente, (o 4D si agregamos el tiempo).

Otra habilidad del cerebro es la de hacernos creer que lo que percibimos sucede afuera.
Pero el niño que vemos jugando o el sonido del pájaro que canta, suceden dentro del cerebro. Son construcciones producto de la actividad neuronal, afuera solo hay bits de información y campos de energía. Señales y patrones de interferencia que son decodificados e interpretados por nuestro procesador central.

interferencia de ondas

La mayor parte de la información que gestiona el cerebro se encuentra fuera del mismo, o sea, en el campo. La interacción entre ambos es continua, de hecho no hay separación.
Las variaciones en uno generan una reacción en el otro.
Verdaderamente somos modelados y controlados por el campo, del cual surgimos. Algunos llaman a este campo: el mar de potencialidad infinita.

Cuando nos damos cuenta de este hecho, el espacio deja de estar vacío y se vuelve consciente, vivo, una extensión de nuestro ser.

En esencia, nuestro mundo de personas, objetos y situaciones concretas, corresponde en verdad a una dinámica de flujos y condensaciones de energía e información que el cerebro traduce, interpreta y selecciona, según su programación, para luego proyectar una realidad (entre tantas).
Una realidad que se nos presenta bien concreta, duradera y a veces dolorosa, pero que tiene la misma solidez que un sueño.


Van Gogh - Starry night

Estos infinitos campos de energía vibran en diferentes frecuencias y crean los múltiples niveles de la realidad.


La película de la vida

Lo que percibimos nos parece “real” debido a la habilidad del cerebro de captar y seleccionar determinados campos de energía e información y proyectar una realidad “humana” concreta, con tanta eficacia que tendemos a creer que lo que percibimos tiene existencia propia (particular) y separada de nosotros. 
Sujeto y objeto por separado.

Así también nos percibimos: como organismos particulares, individuales y aislados.
Cuerpos físicos con ideas, sentimientos y una historia personal.
Vemos la particularidad, la materialidad, nuestro lado individual pero no el lado interconectado e interdependiente.

Estamos condicionados para ver la forma y el reflejo de las cosas y por eso nos identificamos con ello fácilmente.
Apreciamos las ramas y los frutos pero no consideramos las raíces y esto, es fuente de error y contradicciones, ya que nos da una visión parcial y tendenciosa de lo que percibimos.
Cuando solo nos quedamos con el reflejo de las cosas y no vemos más allá, la vida se vuelve superficial y condicionada por valores arbitrarios (educación, modas, hábitos y adicciones, mentalidad, etc.), muchas veces alejados de nuestro ser biológico.

En los niveles fundamentales solo existe la realidad del perpetuo cambio y la interconexión. No hay separación. Las  cosas no existen por si mismas ni tienen sustancia propia. No son ni buenas ni malas, ni mejores ni peores. Todo depende de las circunstancias y de los efectos que generen.

Nuestro cuerpo cambia todo el tiempo: tejidos, células, moléculas y partículas son recicladas permanentemente con el medio. No hay nada que podamos identificar como propio. Somos parte del universo, una parte del todo. Una pequeña parte que es reflejo y expresión del todo, y que de hecho, contiene la información de la totalidad.

Es nuestro lado interconectado, entrelazado con todo lo demás.

Para vivir la vida en plenitud, con salud y felicidad, y acceder a un nivel superior de conciencia, es importante conocer y experimentar todos los aspectos de nuestra existencia. Lo que vemos y lo que no vemos. La particularidad y la interconexión.
Por ejemplo, si decimos que somos una bolsa parlante de piel llena de huesos y preocupaciones y que además huele y duele, es cierto.

Pero si decimos que somos seres luminosos, ensamblados con material cósmico imperecedero, conectados con todo y dotados de la misma energía que el sol y las estrellas y la conciencia misma del universo, también es cierto.

No se trata de esto o aquello. Simplemente somos todo al mismo tiempo.
Solo depende de cual de los aspectos prevalece en nuestra vida, si el ser aislado y sufrido, más bien opaco o el ser conectado, despreocupado y brillante.

Trascender los límites de la realidad cotidiana es fundamental.
Ir más allá de la mente personal y de los propios puntos de vista.
Además de generar confianza y un sentimiento acogedor, el hecho de trascender la individualidad y ser conscientes de la conexión con todo lo que percibimos, representa una fuente preciosa de energía e información, que cuando estamos “aislados” o desconectados no podemos acceder, y así la vida se vuelve limitada, estrecha y con menos posibilidades.

Cuando se dice: “conócete a ti mismo”, no es solo una frase intelectual. Hay que volverse íntimo consigo mismo. Conocer su verdadera naturaleza implica también trascender la percepción ordinaria, y esto incluye al silencio y la no acción. 
La práctica regular de la meditación es esencial. (zazen)



Naturalmente se apaga la actividad consciente, que mantiene a la conciencia en una determinada frecuencia y nivel, generando siempre la misma realidad, la misma “particularidad”.
Cuando trascendemos el pensamiento consciente, que es la base de nuestra individualidad, podemos sintonizarnos con nuestro espíritu universal, eterno, ilimitado, conectado con todas las existencias.

sábado, 7 de enero de 2012

Ondas de posibilidades




La física cuántica establece que las partículas elementales constituyentes del átomo, no son elementos esencialmente reales dada su imprecisión existencial.

Se pueden comportar como partículas en un momento dado y como ondas en el siguiente o en el anterior. Existen en un espacio y un tiempo que no reconoce el presente, saltan del pasado al futuro, y a la inversa. 
La esencia de la materia es verdaderamente inatrapable.
El presente material sólo es reconocido como una necesidad y una arbitrariedad de la observación humana.
No obstante esta ausencia de "materialidad", paradójicamente, las partículas elementales se presentan como el fundamento de la materia.

El principio de incertidumbre propuesto por Heisenberg, expresa que no podemos conocer con exactitud la posición y el momento (velocidad) de una partícula. Cuanto más averiguamos sobre uno de los observables del par (posición-velocidad, energía-tiempo, etc) el otro permanece indeterminado.
Por otra parte, la velocidad y posición de una partícula solamente se puede fijar en un instante dado, pero nunca se sabrá que sucederá en el instante siguiente, y tampoco si actuará como tal partícula o como función de onda. Es una cuestión de probabilidades.

Por eso la mecánica cuántica es probabilística y a diferencia de la física clásica que es determinista, ya que conociendo la posición y la velocidad de un cuerpo puedo determinar su trayectoria y la evolución del sistema, pero a nivel cuántico no se puede hablar de “trayectoria” de una partícula, sino de probabilidades de encontrarla aquí o allá.
Para el observador, en los niveles fundamentales la realidad se presenta mas bien borrosa e indeterminada.

El significado de la dualidad onda-partícula es que las partículas pueden ser simultáneamente ondas, esto no se refiere a ondas físicas reales, como las ondas del sonido o del agua, sino más bien fenómenos ondulatorios de probabilidad. Cuanto mayor es la onda (intensidad, amplitud, etc) hay más probabilidades de que ocurra un determinado suceso. Aunque más estrictamente hablando, no nos referimos a cosas reales, con existencia y sustancia propia. En los niveles fundamentales de la vida todo existe en relación de interconexión e interdependencia. Nada existe por si mismo.

Las ondas de probabilidades no representan las probabilidades de las cosas, es decir de algo "concreto", sino más bien probabilidades de interconexión. Es un concepto difícil de entender, pero, lo que llamamos «cosa» en esencia no existe. Lo que solíamos llamar «cosas» son, en realidad, «sucesos» o procesos que podrían convertirse en sucesos.

Nuestro viejo mundo de objetos sólidos y leyes deterministas, es en realidad un mundo de patrones de interconexiones ondulantes. Conceptos tales como «partícula elemental», «sustancia material» u «objeto aislado» van perdiendo su significado.


El universo entero se nos presenta como una trama de conexiones energéticas inseparables. Así, definimos el universo como un todo dinámico que incluye siempre de forma esencial al observador.
La mirada del observador modela la realidad física. 
La conciencia provoca un movimiento de energía e información que de acuerdo a su nivel de vibración, se condensarán en materia por un momento. 
La muy alta vibración de los miles de billones de átomos que forman nuestro cuerpo crean la ilusión de solidez y permanencia, pero la sustancia real de nuestro cuerpo está más cercana a un sueño o a un pensamiento que a algo consistente.

Por esto, más allá de la realidad cotidiana definida y determinada, existe un mar de infinitas posibilidades. Una red ilimitada de interconexiones que nos permiten el acceso a información y a energía, fundamentales para crear una vida con más posibilidades y aptitudes.

Así somos. Por una parte un cuerpo particular, manifestado y concreto y por la otra somos una nube insustancial de posibilidades no manifestadas en interconexión con el resto del universo.

La conciencia se manifiesta por medio de la partícula, del corpúsculo, de la materia. Es muy sensible a materializarse y a encarnarse. Por eso tendemos solo a considerar la "particularidad" de las cosas y a percibir el lado "material" de la realidad. Pero esta es una ilusión de la percepción que necesita ser equilibrada con la comprensión de nuestra verdadera naturaleza.

Esta forma de autoconocimiento genera una expansión de la conciencia e influye inevitablemente en el propio organismo y en el entorno.


 

miércoles, 5 de octubre de 2011

Partículas de conocimiento


El pensamiento conciente es un emergente de procesos subconscientes.

El pensamiento puede manifestarse porque a nivel cuántico se produce una reducción de los estados superpuestos no manifestados, en un único estado.

Colapsa la función de onda que representa posibilidades y se genera una partícula de conocimiento. La secuencia de estas "partículas" (para llamarlas de alguna forma convencional, pero está claro que no son algo material) generan un flujo de pensamiento y la experiencia a nivel conciente.

Esta reducción o colapso permite traspasar un umbral, por debajo del cual no se es conciente y luego si, aunque de solo una de las tantas posibilidades. La transición entre el subconsciente y el conciente es muy sutil y depende de muchos factores.

Como podemos ver, la conciencia individual es limitada y condicionada. El inconsciente, que es la conciencia universal en si misma, representa el océano de potencialidad infinita, todas las posibilidades superpuestas y no manifestadas.

Es interesante, porque esta descripción de los procesos mentales nos permite comprender que el pensamiento es simplemente una actividad de células especializadas en el cerebro. No tiene sustancia propia. No es “real”, aunque su impacto en el mundo físico puede serlo.

Es el resultado de la reducción de múltiples posibilidades en una sola. A esto se le llama colapso. El pensamiento que emerge en el consciente ya fue modelado y condicionado en los niveles más profundos por los programas ahí instalados, entonces, ¿Quién soy en realidad? ¿Soy en verdad esto que pienso?

Si consideramos a la actividad mental como una actividad fisiológica más del cuerpo, al igual que la respiración, la digestión o cualquier otra función celular, sujeta a interrelaciones e influencias múltiples - internas y externas -, nos identificaremos menos con lo que nos “repite” la cabeza y podremos calmar la mente con más facilidad, sabiendo de antemano que se trata simplemente de actividad reactiva, solo existe en relación de interdependencia con el objeto o la cosa percibida, por eso se dice que no tiene existencia propia, por lo tanto no es real. Existe pero no existe.

El maestro zen Dogen escribió en el siglo 13. “Si durante zazen el conciente permanece activo, estaremos siempre encadenados a sus límites”.

Para que el pensamiento no sea condicionado y tendencioso debe ser negado, filtrado y clarificado con el no pensamiento, la no conciencia. La observación profunda durante zazen permite comprender la raíz de las fabricaciones mentales y las ilusiones.

El silencio interior y la inmovilidad es el punto de partida, el punto cero. ¿Como ser conciente de la no conciencia? ¿Cómo pensar sin pensar?

Zazen es la respuesta.



viernes, 29 de mayo de 2009

¿De qué está hecha la materia?

colisión y trazas de partículas

Desde el comienzo, el hombre ha buscado comprender como está formado el universo y cuales son sos componentes fundamentales.

Los antiguos chinos desarrollaron la teoría de los 5 elementos -madera, fuego, tierra, metal y agua-, en continuo movimiento y transformación relacionando a todos los seres y cosas con cada uno de los elementos y el Yin y Yang para explicar las fuerzas y tendencias de la naturaleza.

Empédocles en el siglo V a.C. postuló que todo lo existente se podría obtener de la mezcla de agua, tierra, fuego y aire.
Demócrito fue el primero en intuir la existencia de átomos, como una especie de elementos indivisibles y, al igual que los sabios orientales, sostenía que el hombre era un microcosmos replica del cosmos.

Muchos físicos se han esforzado desde un principio por clasificar las partículas conocidas y por describir toda la materia y sus interacciones.

En un principio se creía que el átomo era la menor cantidad de materia que podíamos encontrar, de hecho significa: indivisible, una especie de "hasta aquí llegamos!".

Una nueva generación de científicos comenzó a ir más allá de la descripción clásica del átomo. Max Planck, Albert Einstein, Niels Bohr, Werner Heisenberg, entre otros, crearon la mecánica cuántica, como una nueva manera de explicar el comportamiento de la materia a nivel subatómico.
El efecto fotoeléctrico mostraba la naturaleza cuántica de la luz, (es decir su comportamiento dual tanto como onda y como partícula) para explicar su interacción con la materia, denominándose fotón a la partícula o "cuanto" de luz que lleva esta información.

Actualmente se conocen otras tres partículas que interactúan con la materia, se llaman bosones.

En el intento por comprender la estructura de la materia aparecieron diferentes modelos atómicos, siendo, hacia 1930, los electrones, protones y neutrones los constituyentes básicos de la materia.
Ya en los ´60, gracias a las investigaciones de Murray Gell-Mann, se predicen constituyentes más elementales para los protones y neutrones: los quarks, por lo que los elementos básicos constituyentes de la materia pasan ahora a ser los quarks, los electrones y los neutrinos.

En la actualidad se usa el llamado modelo estándar para describir la materia que constituye el universo y sus interacciones.

De acuerdo al modelo estándar existen seis tipos de quarks, seis tipos de leptones (uno de ellos es el electrón) y cuatro tipos de bosones (por ej: el fotón).

Los quarks son las partículas más pequeñas que se han logrado identificar.

Varias especies de quarks se combinan de manera específica para formar partículas tales como protones y neutrones.
Los quarks son las únicas partículas fundamentales que interactúan con las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.

Son partículas de espín 1/2, por lo que son fermiones y junto a los leptones forman la materia visible.

Hay seis tipos distintos de quarks que los físicos de partículas han denominado de la siguiente manera:
up (arriba)
down (abajo)
charm (encantado)
strange (extraño)
top (cima)
y
bottom (fondo).

Esta denominacion es arbitraria y se apoya en la necesidad de nombrarlos de una manera fácil de recordar y usar.

Cada quarks tiene su antiquarks.

Las variedades extraño, encanto, fondo y cima son muy inestables y se desintegraron en una fracción de segundo después del Big Bang, pero los físicos pueden recrearlos y estudiarlos (en los grandes aceleradorres de partículas se provocan choques a altísima velocidad desprendiendo gran cantidad de energía y partículas subatómicas que son fotografíadas antes que desaparezcan).
Las variedades arriba y abajo son estables y se mantienen, se distinguen entre otras cosas por su carga eléctrica.
En la naturaleza no se encuentran quarks aislados. Estos siempre se encuentran en grupos, llamados hadrones, de dos o tres quarks, conocidos como mesones y bariones respectivamente, estos últimos son los "ladrillos" de la materia.

Los leptones son partículas que no experimentan la fuerza nuclear fuerte. En un átomo, los electrones, que son un tipo de leptón, se encuentran orbitando al núcleo.

La clasificación va siendo cada vez mas compleja. Cada día se descubre una nueva partícula o su anti-partícula, etc.

Los "grandes colisionadores de partículas" como el LHC, buscan una nueva partícula, hipotética hasta ahora, que confirme los cálculos matemáticos y permira desarrollar nueva tecnología y eso significa dinero...y aqui se complica, porque ya la busqueda empieza a estar sujeta a otro tipo de intereses (generalmente egoístas). La ciencia al servicio de la tecnología.


Aquí se habla de otra cosa.


Es la búsqueda de la verdad profunda y de nuestra naturaleza original.



La ciencia está en la busqueda de una teoría que unifique todo, en la que esten incluídas las 4 fuerzas fundamentales: la fuerza electromagnética, la fuerza nuclear fuerte y débil y la fuerza de gravedad. Se la llama la teoría del todo.

Era el sueño de Einstein, y continúa siendo el motor de busqueda de muchos físicos.

Con los nuevos descubrimientos y avances los modelos anteriores van quedando "limitados".
Hoy se sabe que solo podemos percibir la materia visible en el universo, y esta respresenta apenas el 20%; pero hay otras fuerzas que la nueva "cosmología" comienza a descubrir.
Adicionalmente a las 4 fuerzas descriptas aquí, la moderna cosmología requiere una fuerza inflacionaria, energía oscura, y también materia oscura compuesta de partículas fundamentales que no están descriptas en el modelo estándar.

A esto se le agrega el hecho que ya en los ´80, un grupo de científicos va aún "mas lejos o más profundo" que el modelo estándar de partículas y sostiene que en realidad las partículas elementales estan formadas por pequeñisimas cuerdas que al vibrar de una determinada manera forman las partículas y por ende toda la materia. Es la teoría de las supercuerdas.

El universo vibrando como una gran sinfonía.

Como se ve, cada época tiene sus "supuestos" y sus "verdades". Y esto va en función de la inteligencia y la capacidad de comprensión de la sociedad del momento. Los cambios de "paradigmas" se realizan lentamente, el orden establecido no se altera tan fácil...algunos nuevos conceptos desafían el sentido común y nuestra percepción del mundo.

Lo más curioso es que a medida que avanzan los descubrimientos también se va creando una nueva realidad, un nuevo paradigma; otra forma de comprender y moldear el entorno. Como si accedieramos a una dimensión superior, la que a su vez nos permite una nueva mentalidad, más comprensión y por lo tanto más información y más inteligencia.

El universo se crea a sí mismo; y los seres humanos, como parte de él, no somos una excepción.

Lo aceptemos o no, la descripción que hagamos del universo, por mas acertada que parezca, va a estar siempre sujeta a la capacidad de comprensión de cada época y a las limitaciones en la percepción.

Y esto me lleva a otra pregunta: ¿Es posible entonces comprender, y aún mas, describir un universo no-humano, es decir, que vaya más allá de nuestras posibilidades o limitaciones? ¿Acaso las matemáticas pueden explicarlo todo?

Esta demostrado que no.

En el futuro habra que recurrir a otro tipo de lenguaje, mas cercano al silencio y a la contemplación que a la palabra y al cálculo científico.

El silencio es una cualidad de la música, como el sonido que emite una cuerda al vibrar...

y parece que el universo entero vibra como una gran sinfonía.

En la próxima entrada va la teoria de las supercuerdas...
Música maestro!