YIN -
YANG
Mientras que el yang se vincula con la luz, el calor, el día, lo exterior, lo que asciende y lo masculino, centrípeto y contractivo, es el principio positivo.
Aclarando que yin y yang son nombres que sirven para describir ambas polaridades, podríamos decir simplemente negativo y positivo.
Todos los fenómenos poseen aspectos yin y aspectos yang en diferente grado y esto es evidente ya que la naturaleza misma de la creación es bipolar.
El yin y el yang se complementan de forma natural, dependen uno del otro y se controlan mutuamente. Cada uno se vacía en el otro cíclicamente. También se transforman entre si: en el cuerpo, un exceso de energía yin puede convertirse en yang y viceversa, por ejemplo, una invasión de frío (yin), que generalmente se asocia con humedad, provoca fiebre (calor) y dolor, que son manifestaciones yang. Una insolación o un ACV, que son un ejemplo de exceso extremo de yang, pueden provocar obnubilación, pérdida de la conciencia y coma, que corresponden a manifestaciones de tipo yin.
Cualquier desequilibrio entre el yin y el yang dentro del cuerpo, que no es convenientemente balanceado, provoca trastornos y enfermedades en los niveles físico, emocional y mental.
Las causas del desequilibrio pueden ser internas, debidas fundamentalmente a emociones, malos hábitos, baja energía defensiva, defectos congénitos, etc. Externas, como una invasión de frío, humedad, calor, infecciones, intoxicaciones, traumatismos, exceso de trabajo, stress, etc., o la combinación de ambas predominando una u otra, por ejemplo, si estamos tristes, preocupados o con miedo, enfermamos y nos lastimamos con más facilidad.
Pero también una mala alimentación es uno de los factores que puede provocar este desequilibrio.
Todos los alimentos tienen una determinada cualidad energética, la mayoría presentan una combinación en diferente grado, pero algunos pertenecen de modo predominante a una u otra categoría.
Los alimentos de naturaleza yin son fríos, húmedos, suaves y predominan en las estaciones cálidas y templadas. Son yin los alimentos acuáticos, como el pescado y las algas, los que crecen en la oscuridad o bajo tierra, como los champiñones, las raíces y los tubérculos, cereales como avena, cebada y maíz, hortalizas y verduras en general, tomate, lechuga, pepino, tofú, y frutas como banana, pera, sandía, melón, uva, limón, pomelo.
Los alimentos básicamente yang son cálidos, secos, duros y por regla general predominan en los climas frios y templados. Suelen crecer en el campo, sobre el suelo y en lugares luminosos. Son yang las carnes, algunos mariscos como los mejillones y las gambas, ajo, canela, clavo, ginseng, comino, pimientos, algunas frutas son de naturaleza más yang: damascos, cerezas, castañas, frutillas, manzana roja y duraznos.
Estas categorías son relativas, no representan un valor absoluto, se trata de una cosa en relación con la otra. Un alimento es más yin que otro, o más yang, o menos yin, etc, pero nada es absoluto en si mismo, por ej.: el durazno es más yang que el melón pero más yin (menos yang) que el pollo. El cordero y el pescado son carnes pero el cordero es mucho mas caliente, así que el cordero es más yang que el pescado.
Las cuatro energías
El concepto de las cuatro energías puede considerarse como una extensión del yin y el yang. Las cuatro energías son caliente, templado, fresco y frío, e indican el efecto energético que ejerce un determinado alimento sobre el organismo, no su temperatura.
Los alimentos calientes y templados, tales como carnes, pimientos verdes y rojo (ají, morrón), jengibre, puerro y algunos cereales (trigo sarraceno), se consideran yang y se emplean para tratar dolencias de tipo yin, relacionadas con una insuficiencia o con el frío, por ejemplo: enfriamiento, debilidad, convalecencia, anemia, diarrea o reumatismo articular crónico.
Los alimentos frescos y fríos, como las verduras y frutas, los lácteos y la miel, son de naturaleza yin y se emplean para tratar trastornos debido a un exceso de yang vinculados con el calor, sequedad, inflamación o una hiperfunción, por ejemplo: insolación, deshidratación, fiebre, constipación, alergias, hipertensión arterial.
Algunos alimentos como el arroz y la pasta son neutros porque en ellos no predominan ni el frío ni el calor, por lo que pueden ser alimentos básicos para la alimentación diaria.
Los cinco sabores
La teoría de los cinco elementos se basa en el principio de que todos los fenómenos del universo son el resultado del movimiento y mutación de cinco elementos: madera, fuego, tierra, metal y agua. También se las llama las cinco fases. La salud y la felicidad son el resultado del equilibrio en el cuerpo de estas tendencias. Para eso, estos elementos (o más bien energías) deben estar en armonía.
Los alimentos y las plantas se emplean para reequilibrar estas energías dentro del cuerpo.
Los cinco sabores son: acre-picante, agrio-ácido, amargo, dulce y salado. Sí el sabor no es evidente, se habla de suave o insípido.
El término “sabor” hace referencia a la naturaleza curativa de un alimento o planta y no necesariamente a su sabor tal y como se entiende habitualmente.
Los antiguos médicos descubrieron los efectos terapéuticos de cada una de las propiedades.
El picante (acre) dispersa y estimula la circulación de chi y vigoriza la sangre. Entre los alimentos picantes encontramos: ajo, ají, cebolla, pimienta y jengibre.
El limón, la manzana, el kiwi y el vinagre se consideran agrios. Las sustancias ácidas o agrias absorben, controlan y son astringentes. Tienen afinidad por el hígado y la vesícula biliar.
El sabor amargo reduce y seca. Favorece la secreción y evacuación biliar (efecto colerético y colagogo). Son amargos: el café, té y mate, las almendras y plantas como el diente de león, marrubio y bardana.
El sabor dulce se refiere al dulce natural de las frutas, la miel, los cereales y algunos vegetales, y no al endulzado “artificial”, al azúcar refinado o a los edulcorantes.
Son dulces, los dátiles, batatas y calabacines, frutas, la miel y los cereales (arroz, maíz, cebada). Los alimentos dulces tonifican, armonizan y regulan.
Las sustancias saladas son hidrófilas (atracción por el agua) y por lo tanto se relacionan con los riñones. Ablandan la dureza, eliminan las callosidades y los nódulos y purgan los intestinos. Son salados: el cerdo, el jamón, las algas, el pescado y los mejillones.
Las sustancias insípidas o de sabor suave transforman la humedad y favorecen la micción.
Cada sabor se asocia con una tendencia energética: los alimentos agrios y salados son de naturaleza yin, porque retraen y descienden la energía, mientras que los picantes, amargos y dulces son yang ya que dispersan (movilizan), secan y tonifican.
Cada sabor se asocia con un movimiento específico del chi y resuena con un órgano vital, de forma que los alimentos con un sabor determinado se emplean para tratar disfunciones sufridas por el órgano correspondiente.
Los alimentos dulces se asocian con el bazo-estómago, y por lo tanto pueden utilizarse para tratar problemas como gastritis, diarrea y desnutrición.
Los alimentos amargos secan el exceso de humedad en el cuerpo (reumatismo, sobrepeso, edemas, nauseas) como por ej: achicoria, cardo, repollo, coliflor, alcachofa, hierbas depurativas (diente de león, bardana, aloé, etc.) o bebidas amargas (aperitivos, café, mate). El amargo es el sabor relacionado con el elemento fuego y con el corazón-intestino delgado.
Los picantes tonifican al pulmón y por lo tanto la energía y la sangre, por esto se recomiendan en casos de debilidad general y respiratoria, anemias, etc., y se restringe cuando hay síntomas de exceso o plenitud: alergias, fiebre, calor en la sangre, forúnculos.
El sabor picante generalmente se debe a los aceites esenciales ricos en propiedades antioxidantes. Su capacidad de neutralizar los radicales libres causantes del deterioro puede explicar la razón por la cual suelen utilizarse para preservar los alimentos. Los agentes químicos naturales presentes en las especias picantes también son antibacterianos. La investigación científica moderna ha demostrado que los compuestos naturales contenidos en las fuentes alimenticias picantes como la cebolla, puerro, cebollin (ciboulette) y ajo contribuyen a reducir los niveles de colesterol en sangre y la presión arterial.
El ají, el jengibre, el rábano picante, la mostaza, la pimienta negra y la roja, los rábanos y muchas especias de uso culinario, como la albahaca, la canela, los clavos, el comino, el orégano, la menta, el romero y el tomillo, contienen el sabor picante.
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