Durante siglos la ciencia ha estado buscando el principio de
la vida en las raíces de la materia. Evidentemente
esta búsqueda ha sido infructuosa.
Tratar de encontrar vida en la materia es como echar las
redes en el océano buscando oxígeno
El hecho es que no hay vida en la materia,
ni tampoco muerte, ya que la materia es energía y la energía es vibración, o
sea movimiento.
El movimiento comienza y termina, para empezar de nuevo,
pero la vida es inmortal. No tiene principio y
no tiene un final. No puede morir. Solo puede transformarse.
El ser humano ha creído durante mucho tiempo que su cuerpo
es su verdadero Ser, y por eso nos identificamos fácilmente con nuestro cuerpo
físico y con la realidad ilusoria creada por este.
El cuerpo físico es movimiento, es energía vibrando a una determinada
frecuencia. No puede ser el Ser. La materia no es el Ser, porque el Ser es
Espíritu.
Este Espíritu es Dios que habita en el hombre. Es la esencia
espiritual de la vida. Nuestro verdadero Ser es inmortal. Conciencia infinita
La vida es la actividad del Espíritu
El Espíritu vive en sus creaciones
El cuerpo físico expresa al Espíritu mediante la
manifestación de las secuencias de la vida, o sea: nacimiento-muerte-resurrección,
como todas las cosas que son creadas en este universo: aparecen, desaparecen y
vuelven a aparecer. Esta es la dinámica eterna de la Naturaleza y el ser
humano no está fuera de ella.
No hay tal cosa como la muerte. El cuerpo físico debe ser
abandonado para volver a renacer, este ciclo pulsante es inevitable. Es la
naturaleza cíclica del universo.
La vida surge del sol. Las
estrellas son generadoras de vida. Somos hijos de la Luz , salimos de ella y a ella
volvemos.
Pero el retorno a la
Luz no es la muerte; desaparecemos con el propósito de
renacer a la vida manifestada nuevamente en un cuerpo renovado. Todo es igual
en la naturaleza.
Lo que llamamos muerte, es simplemente la desaparición que
precede a una nueva vida