lunes, 12 de agosto de 2013

El secreto de la luz


La conciencia de los seres humanos evoluciona en ciclos.
Nuevas comprensiones van transformando periódicamente a la humanidad en seres superiores. 
La expansión de la conciencia acelera los cambios. Estos cambios no son solo debido al progreso humano sino que son de orden cósmico. Es evidente, el ser humano no se encuentra aislado, todo lo contrario, en el nivel fundamental estamos entrelazados con todo el universo
Somos hijos de la Tierra y del Sol, dotados de conciencia infinita y naturaleza divina.
Estamos hechos de polvo de estrellas.

La luz es nuestra verdadera identidad.

La conciencia individual de cada persona es una manifestación de la conciencia de Dios, una prolongación podríamos decir. No hay separación sino unidad, pero pocos son los que son conscientes de esto. 
Los seres humanos necesitan muchos milenios para empezar a ser conscientes de ello. Cada ciclo del hombre lo acerca al conocimiento de su verdadera naturaleza y a la unidad con la luz de su ser esencial.

El ser humano vive en un mundo desconcertante, plagado de estímulos y cada vez más complejo. Se percibe únicamente el efecto pero no la causa. Debido a la multiplicidad y complejidad aparentemente infinita, no logra la visión del principio básico de equilibrio en todas las cosas, y por ello, la causa permanece desconocida.

La verdad es simple.
El equilibrio es simple.

Se trata del intercambio rítmico y balanceado entre todos los pares de expresiones opuestas en los fenómenos naturales y en las relaciones humanas. Opuestos complementarios que se mueven armoniosamente buscando el equilibrio.



Comprender esto es el arte consumado que permite iluminar la oscuridad de la ignorancia.

El equilibrio es la única ley.

En esta ley universal fundamental radica la continuidad y el balance de toda creación en este universo eléctrico y de naturaleza dual.

Lo importante es plantearse preguntas fundamentales ya que es la única manera de despertar de la ilusión del mundo material y conocerse a si mismo.

¿Quién soy?
¿Qué soy?
¿Cuál es el sentido de mi vida?
¿De que forma me relaciono con Dios, con el universo y con mis semejantes?
¿Qué es la verdad? ¿Cómo puedo conocerla?
¿Dónde está la fuente de mi poder?
¿A qué estoy conectado?
¿Cómo encontrar el equilibrio en mi vida?

Las preguntas pueden ser muchas y complejas.
La respuesta es simple.
La voz silenciosa en tu interior la está susurrando sin cesar.

Cada deseo escrito en el corazón de cada uno lo conecta directo con la fuente, y su respuesta vendrá, pero pocos son los que la buscan y menos aún los que la escuchan.

Y esto es porque la conciencia humana está aislada de su fuente original, debido a que estamos condicionados a creer que la actividad eléctrica del cerebro y las sensaciones registradas por los sentidos son reales y constituyen nuestra verdadera identidad.

Muchas voces, muchas mentes…aunque en realidad es una sola mente fragmentada y desordenada, como un aparato de radio mal sintonizado. El problema surge porque aceptamos este mal funcionamiento como algo normal y terminamos identificándonos con ello.

Cambiar este condicionamiento lleva tiempo, a veces mucho, y también dedicación.

Se necesita creencia interior y disciplina exterior.

Esto lo hace difícil para la mente ordinaria, siempre agitada por los fenómenos exteriores, abrumada, ocupada, confinada por los límites de los sentidos y condicionada a percibir solo el reflejo de las cosas.

Lo que se acepta como mente objetiva no es más que la sede de las sensaciones eléctricas del cuerpo. Se confunde con la conciencia, pero se trata solamente de una toma de conciencia de las cosas detectadas eléctricamente y registrada dentro de las células del cerebro para el uso repetitivo a través de lo que conocemos como "memoria". Este tipo de “toma de conciencia” es el resultado del agregado o combinación de varias etapas perceptivas. (ver “la naturaleza de la mente”), que el cerebro hábilmente ensambla para dar coherencia y unificar la respuesta.

Aprendemos desde la cuna a aceptar que el cuerpo físico es nuestra verdadera identidad, sin embargo este cúmulo reciclable de células y moléculas, que se transforma sin cesar,  no es más que una máquina eléctrica programable que simula la vida a través del movimiento y que sirve de vehículo y herramienta para los deseos del espíritu que habita en el.

Las partículas, los átomos y las células tienen su grado de conciencia, no porque la creen sino porque son creados por la conciencia para cumplir los deseos del Creador.

Está claro que si hay una creación tiene que haber un creador.

Lo que llamamos mente subjetiva es la verdadera conciencia, el depósito espiritual de todo conocimiento y de todo poder.
Esa conciencia infinita y eterna es nuestro auténtico yo. Es nuestra naturaleza divina.

Cada uno, en diferente grado según su nivel de evolución, va despertando lentamente a este yo eterno a través del cual se expresa su verdadera naturaleza universal.
Esta conciencia nunca duerme, tampoco nace ni muere. Siempre estuvo y estará. Porque la conciencia en el hombre es su inmortalidad.
Somos luz, y la luz no muere.

Es la Luz que el hombre busca afanosamente por todos lados afuera de si mismo, sin saber que la fuente luminosa de todo conocimiento y poder se encuentra en su interior, pero nos confundimos fácilmente con el movimiento de las sensaciones y la actividad eléctrica del cerebro.

Pero la conciencia infinita, nuestra verdadera esencia, no mueve porque es equilibrio.
El movimiento es solo una manifestación de su deseo y su imaginación para crear algo.
Los cuerpos no viven ni mueren, solo se transforman y se repiten continuamente, sus elementos constitutivos provienen del origen mismo del universo.
La energía no se crea ni se destruye, simplemente se transforma. La información permanece.
La energía es el movimiento de la conciencia y la información es su conocimiento.

La rueda de la vida

Para entender mejor de que se tratan los ciclos tomemos el ejemplo de una rueda
La rueda es un mecanismo que consiste en un aro (llanta) unido a un eje por medio de radios o rayos.

Una pequeña parte de la rueda toca el suelo, aparece la sensación, y luego lo deja para desaparecer del alcance de las sensaciones que conectan todas las partes de la rueda con la tierra. Esta pequeña parte que toca el suelo representa la materialidad de la rueda, su existencia física.



“30 rayos convergen en el eje de la rueda, pero es en el vacío que reside su utilidad.
La arcilla se modela para hacer un vaso, pero es en el vacío de este que yace su uso.
Aunque una casa sea bien sólida, es en el vacío que encuentra su utilidad.
Por ello, la posesión y el usufructo, se relacionan con el ser, pero lo esencial proviene del no ser”. Lao-Tze

Cada punto de la rueda que toca la tierra manifiesta la esencia (no manifestada) de la rueda. Continuando su ciclo desaparece, pero luego vuelve a aparecer.
Cuando esto le sucede al hombre decimos: "nació, creció, envejeció y murió". 



Cuando le pasa a la manzana, al fuego o a un árbol, decimos, "La manzana fue comida, el fuego se extinguió y el árbol ha decaído”.
Así lo interpretamos debido a que sólo una pequeña parte del ciclo de cualquier idea, cosa o persona, aparece dentro del corto alcance de nuestros sentidos.

La parte más grande del ciclo está fuera de nuestro rango de percepción, así como la parte más grande de la rueda está más allá de la percepción de los sentidos del suelo. Dicho de otra forma, el suelo se entera de la existencia de la rueda solo cuando esta lo toca. 

Todavía no sabemos que la parte invisible de los ciclos de toda idea es tan continua como la rueda es continua.
La aparición es la parte positiva del ciclo. La desaparición, es la parte negativa.

La mitad positiva en el ciclo de la manzana es la luz que llega del sol y la energía de la tierra que se condensan dando forma a la manzana que tenemos en nuestra mano.
La mitad negativa del ciclo es luz que vuelve al sol y los componentes que retornan a la tierra para volver a aparecer continuando así la idea eterna de la manzana.
Lo mismo puede decirse del fuego, el árbol o cualquier otra creación en el universo.
El fuego desaparece de nuestros sentidos, pero su esencia permanece (sino no habría más fuego). Asimismo, el árbol, el bosque, la montaña, el planeta y las estrellas de los cielos lejanos aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer con toda seguridad.

Del mismo modo aparentamos desaparecer y volver a aparecer una y otra vez en innumerables ciclos para expresar la vida eterna del espíritu, en innumerables repeticiones de esa parte del ciclo del hombre que el cuerpo humano puede percibir, que es la parte positiva (la forma, la manifestación).
Aparecemos para aprender y colectar experiencias, luego desaparecemos y esta información retorna a la fuente.
El universo se nutre de nuestras experiencias. 

El hombre nunca muere. Su esencia es tan continua como la eternidad es continua. Jesús ha dicho que el hombre no verá la muerte, porque la muerte no existe para ver o conocer. El Buda dijo: “Lo que no nace, no muere. La conciencia es eterna”.

Nuestro cuerpo no tiene vida propia, y por eso no puede morir. Solo el espíritu vive. 
La conciencia es vida
El cuerpo solamente manifiesta el espíritu. El cuerpo es una creación del espíritu, es una materialización momentánea de la conciencia única e infinita para cumplir con los propósitos del Creador.
Y en este punto yace la diferencia con los animales y el resto de los seres vivos sobre esta tierra, y es que el ser humano puede ser consciente de su naturaleza divina y de la obra del Creador, y mejorarla.

Representamos una mejora de la naturaleza, una evolución. Por eso nuestra naturaleza es aprender y mejorar la condición humana y la vida sobre la Tierra, y cuando no lo hacemos…empeoramos.
Esto es lo que conocemos como sufrimiento: el desconocimiento, o el olvido, de quienes somos en verdad.

El único pecado es la ignorancia.
El mayor error es el olvido.

Recoge tu espíritu que está disperso y fragmentado por todas partes. Aumenta tu poder personal. Unifica tu ser. No te dejes abusar por nadie ni siquiera por ti mismo.
Deja brillar tu luz, ten confianza en tu naturaleza luminosa.

Esta luz serena y amorosa no solo te guiará a ti, será como un faro en el medio de la oscuridad para todos los que estén perdidos.

La luz del autoconocimiento ilumina el universo entero.

Una vez que te iluminas, ya nada tiene secretos.




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