martes, 23 de abril de 2013

El sueño de la vida

La vida es un sueño y la principal función de la mente es soñar.
Todo lo que percibes es parte de ese sueño, incluso mientras estás leyendo estas líneas, estás soñando. Sueñas con el cerebro despierto.
La mente no deja nunca de soñar, está siempre activa, y este movimiento es la actividad de la conciencia única e infinita que se manifiesta precisamente soñando. Cuando este movimiento encuentra su equilibrio, la conciencia se despierta, comprende su propia naturaleza y la naturaleza de la realidad creada, que es su sueño.


Soñamos despiertos y soñamos dormidos.

Las leyes del mundo de la vigilia, son diferentes que cuando dormimos.
Cuando el cerebro está despierto hay un marco material de referencia, es el mundo físico tridimensional que se mueve saltando de momento en momento y el cerebro une estos momentos creando la ilusión de una continuidad, de una línea que va desde un pasado hacia un futuro.  A esto se le llama duración y sería la 4ª. dimensión de nuestra realidad física de la vigilia, es decir, la vida ordinaria.
Sin embargo, cada percepción, cada momento, son como fotogramas.
El movimiento de la mente y la luz hacen el resto, y así se proyecta el sueño o la realidad ilusoria. Los objetos y los seres reflejan esta luz y le dan forma al holograma que crea nuestra realidad cotidiana.

Cuando el cerebro apaga sus luces, la realidad cambia, es el mundo de los sueños mientras dormimos. Aquí no hay un marco físico de referencia, el proyector de la realidad física 3D esta momentáneamente apagado (aunque no completamente).

El sueño de la sociedad

Los seres humanos soñamos todo el tiempo y este sueño se transmite de generación en generación. Es el sueño de la sociedad, que es un sueño colectivo hecho de miles de millones de sueños individuales, los cuales se unen formando el sueño de la familia, de la comunidad, del país, del planeta. Este sueño mayor incluye todas las leyes y reglas de la sociedad, su lenguaje, su cultura, sus religiones, su ciencia, su manera de percibir la realidad, sus escuelas y gobiernos.

Somos soñadores. Cada uno nace con la capacidad de soñar. Los adultos que nos preceden nos enseñaron a soñar el sueño de la sociedad. Este sueño externo tiene tantas reglas, que ya desde la cuna comienzan a captar la atención de los niños a fin de introducir estas reglas en su mente. Nuestros padres, la escuela, la televisión y la religión nos enseñaron como debemos soñar este sueño externo, captando nuestra atención.

La atención es la capacidad de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir. Es como un filtro. El cerebro percibe millones de estímulos simultáneamente, pero utilizamos nuestra atención para retener en el primer plano de nuestra mente lo que necesitamos o nos interesa. Los adultos captan la atención de los niños y por medio de las creencias y la repetición, introducen información en sus mentes. Así es como aprendimos todo lo que sabemos y perpetuamos el sueño de la sociedad.

Luego a fuerza de captar su atención, los niños aprenden a captar la atención de los demás,  esto con el tiempo se va convirtiendo en una necesidad, y esta necesidad de atención acaba volviéndose competitiva. Los niños compiten por la atención de sus padres, de sus maestros, de sus amigos. Luego, ya de adultos, para la gran mayoría esta necesidad continúa.
Así, el sueño externo capta nuestra atención y nos mantiene prisioneros durante toda la vida. Y esto es gracias a los acuerdos que hemos hecho. El lenguaje es el vehículo de estos acuerdos.
El lenguaje es el código que utilizamos en nuestro sueño externo para comprendernos y comunicarnos.
Cada letra, cada palabra, cada oración, es un acuerdo. Las cosas tienen nombre: papá, mamá, dios, casa, auto, bueno, malo, azul, alto. Por ejemplo, la palabra bueno es un acuerdo que comprendemos. Una vez que comprendemos los símbolos, es decir, entendemos el código, nuestra atención queda atrapada y la energía se transfiere de una persona a otra.

Es el sueño del cerebro izquierdo. La sociedad moderna esta atrapada en el sistema de símbolos y valores que controla ese hemisferio cerebral. Que es el lado masculino, competitivo, racional, es el que separa para comprender y establece categorías. De hecho, el centro del lenguaje articulado en la corteza cerebral (área de Brocca) se encuentra en la mayoría de las personas del lado izquierdo.


Tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaban ahí antes de que nacieras.
Cuando somos niños no podemos elegir que cosas creer y cuales no. Nuestro sistema de creencias ya viene con nuestro nacimiento, no tenemos que hacer nada, ya nos dicen que hacer y que creer.
Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre, y este, como el apellido, muchas veces viene con su propio karma incluido.
De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron acerca del sueño de la sociedad.

La única forma de almacenar información es mediante el acuerdo.
El sueño externo capta nuestra atención, pero si no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa información. También es una cuestión afectiva y de identificación. La memoria y el aprendizaje se relacionan con el cerebro emocional (sistema límbico).
Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, comenzamos a creer en ello, y a eso lo llamamos “tener fe”. Tener fe es creer incondicionalmente en algo exterior a uno mismo. O sea, es una fe ciega.

Así es como aprendimos cuando éramos niños. Los niños creen todo lo que dicen los adultos.
Estábamos de acuerdo con ellos, y nuestra fe en ellos era tan fuerte, que el sistema de creencias que se nos había transmitido controlaba totalmente el sueño de nuestra vida. No escogimos estas creencias, y aunque quizá intentamos rebelarnos contra ellas, no éramos lo bastante fuertes para que nuestra rebelión triunfase.

La domesticación de los seres humanos

El resultado es que nos rendimos a las creencias mediante nuestro acuerdo. Por ignorancia, por miedo o por comodidad, o un poco de todas juntas.
A este proceso podemos llamarlo: “la domesticación del ser humano”.
Y es a través de esta domesticación que aprendemos a soñar y a vivir.
En la domesticación humana, la información del sueño externo se transfiere al sueño interno y crea todo nuestro sistema de creencias y la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Este sueño externo crea un molde, podemos llamarlo el molde del ser humano. Este molde esta hecho de conceptos, categorías, reglas y patrones de comportamiento de lo que constituye un ser humano. Ni bien nacemos nos meten en ese molde y somos modelados para poder participar y continuar perpetuando el sueño de la sociedad.

Luego aprendemos a juzgar. Cada uno se juzga a si mismo de acuerdo a estas reglas y conceptos aprendidos, y luego por extensión, juzgamos a los demás, por consiguiente también somos juzgados por los otros. Esto aumenta la brecha y el sentimiento de separación entre los seres humanos.
La adaptación al sueño externo se basa en el sistema de defensa: lucha y huida, y esto se corresponde incluso con un diseño neuroquímico determinado, producto de la programación precoz.

El proceso de domesticación nos enseña a funcionar con el premio y el castigo. Al igual que se entrena y domestica a los animales. Este método que usamos con los animales es el mismo que se utiliza en los niños. Si te portas bien: premio. Si te portas mal: castigo. Si haces lo que se te dice: premio, si no: castigo.


En el colegio se implementa la misma metodología, mediante los exámenes y evaluaciones, las calificaciones, la disciplina…Si memorizas los datos que te dan y luego lo repites con éxito, eres un buen alumno, no importa si aprendiste o si lo hiciste como un loro o si dentro de un tiempo olvidas toda esa información irrelevante, igual tendrás tu premio. Si no lo logras, eres un mal alumno, o más o menos, depende. Y vas creciendo con la idea de que no eres tan bueno como los otros. Incluso algunos son castigados en sus casas por no cumplir con lo que se espera de ellos. 
Esta es la parte mala del sueño. Bad dream.

Y como todos los niños quieren ser premiados, o por lo menos aceptados, van creciendo haciendo lo que quieren los otros y lo que se espera de ellos, ya que obviamente nadie quiere ser castigado, ni rechazado.

Y así, casi sin darnos cuenta, empezamos a fingir que éramos lo que no éramos, para evitar el castigo y ser aceptados. Es más seguro ser y hacer lo que te dicen que seas o que hagas, después de todo para eso fuimos domesticados.
Y aunque a cierta edad comenzamos a rebelarnos contra los adultos y sus ideas, y queríamos defender nuestra libertad y nuestras convicciones, no éramos lo bastante fuertes ni independientes como para ganar. Después de un tiempo la rebelión comienza a extinguirse por falta de autoconfianza y tapada con capas de nuevas obligaciones y deberes, que nos impone el sueño de la sociedad.

En el proceso de domesticación se van perdiendo todas las tendencias y habilidades naturales. La intuición, la imaginación, la capacidad de soñar, la creatividad, el genio.

La domesticación es tan poderosa que, en un determinado momento de nuestra vida, ya no necesitamos que nadie nos domestique. Estamos tan bien amaestrados que somos nuestro propio amaestrador.
La mayoría de los seres humanos son como animales autodomesticados, que se someten a si mismos sin protestar. Vuelven al corral por sus propios medios y algunos ni siquiera salen de el.
En esta etapa nos domesticamos a nosotros mismos según el sistema de creencias que nos inculcaron y utilizando el mismo sistema de castigo y recompensa, que además presenta las variantes de culpa y preocupación. De esta forma, la víctima y el juez se juntan en una misma persona, alternando su protagonismo.

¿Cómo hacer entonces para despertar y liberarse de la vieja programación?

Un sueño dentro de otro sueño

Ir contra las propias creencias no es nada fácil. La mente ordinaria se opone a cualquier pérdida de coherencia en su funcionamiento habitual, así que es probable que comience a generar pensamientos y sentimientos que impidan cualquier transformación y obstaculicen el proceso de cambio.
Para poder modificar esto hace falta un plus de energía y coraje y aprender a dirigir la mirada al interior de tu ser, hacia ti mismo.


Lo primero es el deseo. 
El deseo de cambiar, de experimentar nuevas cosas, nuevos puntos de vista, aprender y conocerse. Salir del estancamiento. Transformarse.
Este deseo generará confianza en si mismo. La confianza es como un árbol que crece y se expande. Empieza como una semillita y con buena tierra y nutrición se transformará en un árbol, que a su vez dará frutos y más semillas.

La confianza es el combustible que enciende el fuego de la motivación, de la acción. Tiene su sede en el corazón, que le da sentimiento y coherencia a la fe. La fe es como la madera que crece y que encenderá el fuego sagrado. Esta fe no es exterior, es una fe en si mismo, en su propio espíritu, por eso no es ciega y por eso puede conducirte adonde sea.

Este plus de energía genera además una verdadera implosión que permitirá el acceso a la memoria ancestral y a la capacidad de reflexión profunda.
Aparece el orden y la coherencia en el sistema interno y el cerebro equilibra su actividad. Aumenta la concentración y la atención sutil. La mente se vuelve entonces una herramienta poderosa al servicio de la conciencia, que al igual que un instrumento vibrará de manera armónica.
Se optimiza y potencia la capacidad para procesar información, por lo tanto mejoran las capacidades cognitivas.

De este estado de equilibrio y calma mental aparece naturalmente la sabiduría y la compasión y puedes comprender la naturaleza de la realidad y de ti mismo.

Despiertas del sueño, para darte cuenta que toda la vida es un sueño.
Un sueño dentro de otro sueño.
Solo que ahora lo sabes y puedes ayudar a despertar a los demás.



martes, 16 de abril de 2013

No eres lo que piensas

 

Hoy en día la civilización ha llegado, aparentemente,  más lejos que nunca en el conocimiento de la materia. Cada año la ciencia descubre algo nuevo, una nueva teoría, una nueva partícula fundamental, una nueva tecnología, nuevas enfermedades, nuevas soluciones.
Sin embargo, aunque se sabe como manipular el mundo material, se está lejos de saber QUE ES la materia en realidad. Tampoco se comprende el PORQUE de ella.
En realidad no sabemos lo que es la energía, la electricidad, el magnetismo y mucho menos la gravedad. Prueba de ello es que las dos teorías principales de la Física actual: la relatividad y la mecánica cuántica no son conciliables. Cada una por su parte describe un universo, pero por separado.

Con el fin de explorar la materia se la separó de la conciencia y esto nos alejó de la comprensión de nuestra verdadera naturaleza.
La ciencia basa sus leyes y conocimientos en lo que puede experimentar y verificar a través de los sentidos, a pesar de que la misma ciencia comprueba lo limitado e ilusorio de esta percepción.

Tampoco entendemos el hecho de que este es un universo consciente y vivo, continuo, sin fisuras ni separaciones, cuyo aparente movimiento es de dos vías de equilibrio para todos sus efectos y no un universo mecánico y discontínuo que se expande a los saltos en una sola dirección.
Esta es la razón fundamental del porque tendemos a percibir solo un aspecto de nuestra vida y tenemos la impresión que avanzamos inexorablemente en una línea recta hacia el final del camino.

La información no es conocimiento.

Cualquier información que percibimos a través de los sentidos no es real.
Lo que interpretamos como real es solo la reacción eléctrica del cerebro a los estímulos y señales que recibe a través de los sensores y que luego son interpretados de acuerdo a la memoria y a los programas instalados (información genética, educación, etc.).

El pensamiento no es conocimiento, es simple actividad eléctrica, imágenes en movimiento que al igual que un film, interpretamos como reales porque no tenemos en cuenta su origen, su causa, ni comprendemos su naturaleza. Solo se percibe el efecto y se lo acepta como real, aún peor, nos identificamos con esa percepción insustancial y la volvemos material.
La realidad que percibimos no es real.

¿Pero que es real?

Según la definición de la Academia: real es aquello que tiene existencia verdadera y efectiva.

Todo lo que percibimos desde el exterior es ilusorio, no es real. Solo la conciencia es real.

Percibimos el movimiento, el flujo de información que se manifiesta como electricidad o como luz que se mueve.
El fenómeno es movimiento, pero la conciencia que lo percibe es quietud. Todos los fenómenos, todo lo que percibimos, son manifestaciones de la única conciencia infinita, que es nuestra verdadera esencia. Nuestro ser real.
Podemos ver el movimiento del mar y sus olas, las olas se elevan, rompen, hay olas chicas y olas grandes, finalmente todas vuelven a su origen, el mar. De hecho nunca dejaron de ser el mar, cuya esencia es quietud, su movimiento es efecto de la interacción con el medio.

La conciencia es como el mar, los pensamientos son las olas, Las olas no son reales, no tienen existencia propia, simplemente son el movimiento del mar que captan nuestros sentidos.


El movimiento es desequilibrio. La quietud es equilibrio.
Todo movimiento es relativo, representa una búsqueda de equilibrio, o una pérdida del mismo, pero finalmente tenderá a equilibrarse.

La información es movimiento, es desequilibrio.
El conocimiento es quietud, equilibrio.
El conocimiento aparece cuando la información se realiza con la totalidad del ser.
El conocimiento es experiencia, es información digerida, asimilada y liberada.

La información es relativa.
El conocimiento es cósmico.

El pensamiento percibe el efecto.
El conocimiento comprende la causa.

El conocimiento es poder. El pensamiento es una expresión de ese poder.
El conocimiento es la propia naturaleza de la conciencia, única e infinita.
El pensamiento es una onda eléctrica surgida de esta esencia, y como toda corriente eléctrica presenta polaridades, generalmente se percibe uno de los polos. Al igual que las olas, lo que interpretamos como ondulación es en realidad un movimiento circular, solo vemos una parte.

“Únicamente vemos las ramas, pero no tenemos en cuenta la raíz”

Por eso siempre que vemos, oímos, tocamos, olemos, degustamos o pensamos, debemos considerar lo relativo de esa percepción, a la que le falta una parte, generalmente la mayor, como el iceberg, del cual solo vemos lo que aparece en la superficie.


Lo que captamos con nuestros sentidos y creemos que es real, es únicamente la pequeña franja del espectro de radiaciones que podemos captar. Lo demás, la mayor parte, no es tenida en cuenta, es descartada. Así trabaja la ciencia, y así somos educados, en base a reflejos y espejismos.

“Lo esencial es invisible a los ojos”



Ahora viene lo mejor. 
Como somos esencialmente conciencia infinita, poseedores de naturaleza divina (es decir, Dios vive en nosotros), lo que pensamos, si lo creemos, se hace realidad, se materializa.
La vida es deseo
Somos hijos del deseo. 
El pensamiento es una manifestación de ese deseo, su herramienta
La materia es simplemente una cristalización momentánea de ese flujo de información y energía que no es otra cosa que la conciencia moviéndose, experimentando, evolucionando.
La Mente Única experimenta y aprende a partir de sus creaciones.
Somos la conciencia infinita experimentándose a si misma.

Entonces puedes preguntarte: ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿A que estoy conectado verdaderamente? ¿Cuál es mi relación con todo lo que me rodea? ¿Qué estoy haciendo de mi vida?
Estas preguntas te llevan inevitablemente hacia la raíz de tu vida.

El conocimiento de tu verdadera naturaleza te hace libre y convierte a tu vida en una fuente de creatividad y felicidad.

No eres lo que piensas pero eres también lo que piensas.

sábado, 6 de abril de 2013

La anomalía del mundo físico



Todas las cosas mueren como consecuencia de la expansión y la pérdida del calor. Esta es la forma en que todos los cuerpos mueren: perdiendo calor, ya sea el sol, tu cuerpo o una ameba.

Todo en la creación muere de forma lenta por este fenómeno expansivo de lenta radiación. La radioactividad, como la provocada por los reactores nucleares, es expansión multiplicada provocada por una compresión multiplicada que provoca muerte acelerada (como la fisión nuclear). 
Esta explosión artificial creada por el hombre y que lo acerca a su final de manera dramática, y también a su entorno, aumenta aceleradamente el riesgo de quemar, literalmente, el planeta y a sus recursos o incluso hacerlo estallar.


Soles y planetas pueden estallar, esto está demostrado a partir de las supernovas, además el espacio esta lleno de escombros que llamamos asteroides y meteoritos, y que son restos de planetas. Y esto se puede deducir ya que estos bultos de diferentes tamaños son de forma irregular, y la naturaleza no crea nada con la forma de un bulto irregular. Toda creación comienza como una esfera y se cristaliza en formas geométricas siguiendo patrones específicos.

Algo que no tenemos en cuenta actualmente, pese a los supuestos avances científicos, es que toda materia quiere explotar, en otras palabras: quiere morir.

Vivir es un esfuerzo, morir no requiere ningún esfuerzo.

La materia no esta sujeta desde el interior por la atracción de la gravedad, como usualmente lo creemos, sino que es comprimida por una fuerza desde afuera hacia su centro.
Es el campo el que genera, da forma y sustenta a cada partícula, a cada átomo y a cada célula. La partícula solo es un punto de referencia y vehículo de información.
Cada organismo tiende a auto organizarse, a auto referenciarse, importando orden y coherencia (neguentropía) y exportando desorden (entropía), y esto lo hace con trabajo y energía.
Este es el motivo por el que la vida es difícil de mantener y morir es más fácil.

La ciencia dominante explica de manera convencional que el átomo esta sujeto desde su centro por un núcleo material. Pero la naturaleza no actúa de esta manera. La fuerza nuclear es una descripción parcial e inexacta de lo que realmente ocurre.
La gravedad no es lo que usualmente se piensa que es. Su descripción académica es ficticia.
La naturaleza crea sus átomos de la misma manera que se comprime el aire en un neumático, lo bombea desde afuera hacia adentro y luego lo mantiene sellado (ordenado) para que no se escape, si no lo cierras (si se desordena), se escapa fácilmente.
No necesitas ayuda para expandir, esto se hace solo, por su propia naturaleza, para lo que necesitas un esfuerzo (energía) es para comprimir.

La materia es una anomalía
El mundo físico es un desequilibrio.

La condición normal del universo es equilibrio y quietud. 
La materia no está en equilibrio, es una condición creada que divide este equilibrio generando tremendas tensiones. Estas tensiones y diferencias de potencial son registradas por nuestros sentidos, que las transforman en sensaciones, memoria, sentimientos y pensamiento, creando el mundo de las experiencias.
Pero estas experiencias no son la esencia. Las tensiones y las diferencias no son la verdadera naturaleza, son ilusorias, anormales. Por esta razón las tensiones y los desequilibrios, tienen el deseo de equilibrarse y aliviar la tensión.


Las explosiones, las descargas, las llamas y la muerte le brindan a la materia ese alivio de las tensiones, que tanto desea.
La materia y el mundo físico, tal como lo experimentamos, solo existen como un medio de aprendizaje y experiencia. Lo que aparentemente muere no es tu verdadero ser. Lo que interpretamos como muerte es solo el momentáneo regreso a la calma y a la normalidad del equilibrio, sin tensiones ni alteraciones.

zazen: el retorno a la condición normal
 Y este deseo de volver al equilibrio es muy fuerte, es nuestra naturaleza.
Vivir requiere esfuerzo y energía, mantener el desequilibrio que llamamos vida individual nos cuesta mucho trabajo. Pero el retorno a la normalidad del equilibrio universal no requiere ningún esfuerzo.

La vida es un desequilibrio. ¿Cómo encontrar el equilibrio en nuestra vida?

Ten en cuenta esto a la hora de apreciar tu vida y en que gastas tu energía y tus esfuerzos.
Todas las cosas y todos los seres morirán de forma natural y sin ayuda, por eso debemos proteger la vida, mejorar sus condiciones, encontrar la calma y el equilibrio en el seno mismo del desequilibrio.
La muerte no es el problema. La cuestión es de que manera vivimos.

Y a pesar de que la humanidad ha reflexionado y especulado desde siempre sobre un Creador de todas las cosas, y ha indagado buscando la esencia de la materia y del mundo en el que vivimos, aun no ha llegado a comprender la naturaleza de la creación ni de Dios.

Fragmentando para conocer, se alejó de su esencia. Aislando la materia para investigarla y tratar de comprenderla, se aisló a si misma de la fuente original, y cada individuo ha sufrido la misma suerte.
Tampoco ha encontrado el centro de todo movimiento y por eso el movimiento de la mayoría de las personas carece de centro y de significado. Si se encontrara el centro, se comprendería fácilmente el silencio, la quietud y la ubicación simple de su Creador.

Porque la única manera de conocer a su Creador y volverse unidad con él es dentro de la quietud de la mente centrada y unificada, que es el centro de la mente del Creador.
El Creador es el punto central del movimiento cero. Es el punto cero de toda creación, y este punto cero se encuentra en todas partes del universo. En cada punto.

Ahí donde estás, Dios está. No hay separación. La dualidad es una ilusión producida por la actividad eléctrica del cerebro e interpretada por este mismo cerebro eléctrico y descentrado.


El conocimiento de tu verdadera naturaleza te hace libre y te vuelve unidad con todo.
El miedo surge de la dualidad y de la ignorancia. Es una baja vibración que te mantiene atado a la ilusión de los sentidos y te convierte en víctima y esclavo.

El conocimiento aporta vida y luz, la ignorancia es oscuridad.
Si no conoces tu verdadero ser, vives en la oscuridad.

Despierta, eres luz.