viernes, 24 de agosto de 2012

La cultura no te trata bien


La cultura y el lenguaje pueden ser la plataforma para una gran libertad y creatividad, pero el problema es que tienden a volverse trampas y la gente cae fácilmente en el engaño, no solo eso, todos participan en mayor o menor grado sustentando y retroalimentando ese fraude conocido como cultura.




Es suficiente con observar y reflexionar, ¿Qué clase de civilización es esta en la que 6 mil millones de personas tratan de autocomplacerse y satisfacer sus deseos luchando, compitiendo, ignorando, abriéndose paso a codazos e incluso machacando a los demás?

A primera vista no es una situación muy complaciente que digamos, y mucho menos satisfactoria. Al punto de poder afirmar que el paraíso creado por la moderna sociedad de consumo se parece más a una creación de algún demonio, que a fuerza de repetir e inculcar generación tras generación, cultura mediante, una sarta de valores absurdos, arbitrarios e injustos, en realidad genera insatisfacción, infelicidad, sufrimiento y aislamiento. 





Sin embargo si te detienes, paras un momento el motor, y te dedicas a observar y a percibir el mundo y como son las cosas en verdad, veras que todo es un gran engaño. Tenemos todo para vivir una vida sana y feliz, individual y colectivamente. Poseemos información, energía, avances tecnológicos, materia más que suficiente y recursos para satisfacer largamente nuestras necesidades fundamentales y permitirnos aprender, explorar, disfrutar y expandirnos como seres universales que somos.

El problema es que estamos liderados por los peores, los menos aptos, menos inteligentes, menos nobles, menos visionarios y menos solidarios de todos. 




Seres hambrientos con habilidad para la mentira y cero imaginación. 

También podemos preguntarnos, ¿Qué hacen ahí? ¿Quién los puso? ¿Quién les da poder y alimenta sus ambiciones desmedidas? 


La respuesta es muy simple: la misma sociedad. 

Somos nosotros que aceptamos implícitamente el fraude y no hacemos nada por impedirlo, no solo eso, contribuimos pagando, consumiendo, votando, prendiendo la TV y participando del show (consciente o inconscientemente), pero sobretodo creyendo en esta realidad creada para la aparente felicidad de unos pocos y la desdicha del resto.

Esta situación de desequilibrio (deshumanización) solo se mantiene a fuerza de alienación y engaños, acompañada de crisis económicas, guerras, explotaciones encubiertas, países endeudados, globalización, estandarización de la cultura, etc. Y obviamente con el consentimiento de la mayoría.

¿No es una locura?

La cultura no es tu amiga


La cultura está creada para lo conveniencia de otros y de variadas instituciones: iglesias, el sistema educativo, los gobiernos, compañías, el sistema financiero y recaudador de impuestos, etc.
Lo que usualmente se entiende por cultura, en realidad te rebaja, abusa, te insulta, te pone en un lugar desfavorecido siempre, a menos que seas el elegido: “winner por un día”, y al siguiente otra vez a remar y a competir, para posteriormente ser olvidado. 




Definitivamente, no somos bien tratados por la cultura.  

Crea personas adictas, temerosas, sumisas, consumidoras, fetichiza objetos, promulga innumerables formas de falsa felicidad y rinde culto a héroes y villanos de ficción que vemos a diario en los medios de comunicación. Otra herramienta de la cultura




Así que lo que usualmente aceptamos como cultura es “incultura”. No representa un cultivo de valores humanos sino lo opuesto.

La cultura globalizada y masificante atenta contra la biodiversidad de la especie humana, imponiendo formas de pensar y percibir el mundo.



Disfrazada bajo la forma de religiones redundantes y cultos patéticos, canaliza la búsqueda y realización espiritual, que es natural e instintiva en todos los seres humanos, en espiritualidades de consumo y baja dimensión. 

De hecho ninguna actividad humana parece escapar del dominio cultural. Las instituciones sociales, la educación, la tecnología, la medicina, la física y la biología, todas se ajustan a las modas y a los modelos impuestos, y las personas recurren a ellas buscando algo que de sentido a sus vidas. 



¿Cómo hacer para salir de este embrollo “cultural” y participar de una forma libre e inteligente?

Con imaginación y creatividad.
Como decía Einstein: “En épocas de necesidad, la imaginación es más importante que el intelecto”.
Lo interesante es que buscando en el diccionario la definición de cultura, entre otras cosas dice: “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar o cultivar su juicio crítico”.

Eres tu quien tiene siempre la última palabra, si te das cuenta de esto, serás menos susceptible a la contaminación cultural y a los mandatos externos.

La negación es una herramienta fundamental. La capacidad de veto. Podemos siempre decir que no. Podemos abstenernos de pensar como los demás, de actuar, de hablar, de participar, de consumir, de seguir a la manada, si no estamos de acuerdo. 

No tiene nada que ver con una actitud negativa, es más bien una actitud de equilibrio
Hay que aprender a filtrar la información que recibimos.

Incluso podemos aprender a controlar los pensamientos, cultivando la mente y también el silencio interior. Esto mejora y amplifica instantáneamente nuestra relación con el entorno, (el campo de energía e información del que somos parte).

Cuando despiertas del sueño y comprendes de que está hecha la realidad y el mundo que percibes, entonces puedes experimentar una gran libertad y compasión. 



La creatividad surge naturalmente de un espíritu libre y curioso.

Eres el centro de tu universo, el que a su vez forma parte de otros universos. Tu experiencia es particular. Tu observación es única.

La cultura, las palabras, el conocimiento son en realidad herramientas para liberarte, y lo primero es liberarse de ellas, de los prejuicios y conceptos que venimos arrastrando a lo largo de nuestra historia.


Tú eres el centro del mandala y no eres inferior a nadie ni a nada en absoluto.


El mensaje de la cultura es: cállate y continúa trabajando, esfuérzate para conseguir logros vanos y aceptar el modelo que te imponen, porque si eres tal cual eres y expresas lo que en verdad sientes, lo más probable es que fracases o te quedes solo. 









Triste panorama para alguien que sigue las reglas al pié de la letra. 






La salida (y la entrada) es hacia tu ser interior. En esa dirección todo se aclara porque en esencia somos luz y estamos conectados con todo. 



Por eso lo más importante es encontrar tu centro de equilibrio y tratar de mantenerlo, al pensar, al hablar y al actuar. 
Practicar meditación es la clave.

Confia en ti mismo y en tu propia naturaleza, que es cósmica.


Somos hijos del cielo y de la tierra, seres universales, viajando y dando vueltas por el espacio a la velocidad de la luz.

Antes que sentirte perdido y vacío hay que sentirse libre y seguro, responsable y creador de tu propia vida.


Como dice un proverbio zen: “vaya a donde vaya el caracol siempre está en su casa”...




...aunque a veces la comparta!


lunes, 20 de agosto de 2012

El verdadero ser

 

El cuerpo humano es una comunidad de unos 50 trillones de células, y cada una de ellas representa una unidad biológica con conciencia y capacidad de adaptación. 

Nuestro cuerpo, en grande, reproduce las actividades de cada célula: respira, se alimenta, se reproduce, tiene sistemas de eliminación de deshechos, de purificación, de defensa. No solo eso, también se adapta, comunica con otras células y para sobrevivir es capaz de tomar decisiones y cambiar su programación.
 


Miles de millones de células forman el organismo llamado ser humano y miles de millones de humanos, junto con el resto de los seres vivos, forman parte del organismo llamado Tierra.
Las mismas similitudes que existen entre un ser humano y una célula, las encontramos entre la tierra y los seres humanos.



Comenzando por considerar a nuestro planeta como un ser vivo, formado por la comunidad de seres vivos que la habitan y que están interconectados. Posee un campo electromagnético, circulación de energía y fluidos, sistemas de purificación y de regeneración y lo fundamental…es consciente. Después de todo, ¿Por qué no lo sería?, si nosotros que estamos hechos con los mismos materiales “inertes” y las mismas biomoléculas, también lo somos.

Al conjunto de seres vivos de la Tierra junto con el sistema físico con el que interactúan y que contribuyen a formar, se le llama biosfera.

La biosfera es una creación colectiva de una variedad de organismos y especies que interactuando entre sí, forman la diversidad de los ecosistemas o biodiversidad.

Por eso tenemos que considerarla como un gran ser vivo, con capacidad para controlar, dentro de sus límites, como todo ser vivo, su propio estado y evolución.

Hasta no hace mucho tiempo la ciencia ponía como límite para la vida sobre la tierra el nivel, a pocos metros de profundidad, hasta donde se extienden las raíces de las plantas y también la altura hasta donde pueden llegar las aves, pero se ha comprobado que no sólo en los fondos oceánicos hay vida, sino también en los niveles profundos de la corteza terrestre. Consiste en bacterias y arqueas extremófilas, las cuales extraen energía de procesos químicos inorgánicos (Quimiosíntesis). Estas formas de vida se desarrollan mejor en lugares donde aparecen ciertas mezclas minerales inestables, que ofrecen un potencial de energía química. Nuestro planeta es un ser vivo, en constante transformación y sus procesos internos generan permanentemente situaciones así.

La organización de la vida se basa en una jerarquía de niveles de complejidad, con sistemas menores que se organizan para formar otros mayores, más complejos y potencialmente más variados.

Se trata de sistemas autoorganizados con distintos grados de control sobre su estado. La menor unidad con atributos de ser vivo es la célula; de hecho basta una célula para tener un organismo autónomo, por ejemplo un organismo unicelular como el paramecio.



Paramecio
La biosfera muestra el grado de control de un organismo, tiene la capacidad de regular su composición y estructura (homeostasis) y también el ritmo de sus procesos internos y de intercambio.

El descubrimiento de la biosfera profunda trajo consigo un cambio en la manera de pensar, al mostrar la viabilidad de la vida en ambientes extremos y en ausencia de luz, en contra de lo que se pensaba antes.

El aumento de comprensión de lo que verdaderamente es la biosfera, ha transformado las ideas acerca de la probabilidad de vida en otros planetas y comienza a ampliar el conocimiento sobre el universo y nuestro lugar en el.

Los pueblos nativos de todo el mundo lo saben, incluso lo veneran. Es un saber ancestral, recibido y transmitido naturalmente.

Nuestro ser biológico también lo sabe. Evidentemente, sino estaríamos en serios problemas, ya que la enfermedad significa estar cortados o aislados de la naturaleza (incluida la propia). En la sociedad actual la separación entre el ser biológico y el ser social es cada vez mayor. 



Digamos que la parte nuestra que se adapta a las condiciones artificiales del medio ambiente, generalmente atenta contra la integridad del ser biológico, es decir, de nuestra propia naturaleza

La comprensión de la ciencia respecto de la evolución es lineal, colocando (obviamente) en el tope de la escala al ser humano. Desde este punto de vista racional es muy difícil que nos consideremos parte de algo superior, y menos aún de otro organismo.
Sin embargo es así.

Formamos parte de un organismo superior, vivo y consciente llamado universo. De hecho el universo entero es un solo organismo, con completo conocimiento de su propia existencia.

La razón por la que para nosotros es tan difícil asimilar esto es porque nuestro conocimiento está limitado por el lenguaje y los conceptos, y nuestra comprensión de la vida surge principalmente del cerebro izquierdo. De manera que cuando escuchamos el término “organismo vivo y consciente”, de inmediato le damos forma y cualidades humanas, y lo comparamos con la clasificación biológica de los seres vivos, olvidando el significado de ser vivo:
“Un ser vivo es un conjunto de átomos y moléculas, que forman una estructura material muy organizada y compleja, en la que intervienen sistemas de comunicación molecular, relacionándose con el ambiente mediante el intercambio de materia y energía de una forma ordenada, y tiene la capacidad de desempeñar las funciones básicas de la vida: se nutre, se desarrolla, reacciona al medio, se reproduce y se mantiene en equilibrio como un todo”.

El universo cumple con todos estos requisitos, y más aun, ya que esta definición (otra vez las palabras) no va más allá de los límites de la percepción humana. Así que “vivo” y “consciente” siguen siendo intentos limitados de describir la naturaleza que percibimos.

Desde el punto de vista del universo, las categorías humanas no significan seguramente gran cosa. Vida y muerte son moneda corriente, de hecho en nuestro propio cuerpo todo el tiempo mueren y nacen células sin que nos demos cuenta. Y el mismo proceso se repite en todo el universo, las estrellas nacen y mueren, se agrupan, forman galaxias, las galaxias forman cúmulos de galaxias, intercambian material y energía, se desarrollan, se transforman, mueren… y quizás también nuestro universo sea parte de otro, y también haya nacido y muera. 
O quizás, lo que percibimos como nacimiento y muerte sean simplemente cambios de estado en una perpetua transformación y solo podamos percibir partes aisladas de la totalidad, como los ciegos que sin saber lo que tocan tratan de describir lo que sus manos palpan.


Lo mismo pasa cuando tratamos de definir a la conciencia. Siempre nos vamos a topar con el límite de comprensión de nuestra pequeña mente consciente, hecha de palabras y conceptos.

Cuando trascendemos las fronteras de nuestra mente ordinaria, inmediatamente accedemos a un nivel más amplio de comprensión y de interconexión con el resto del universo, que es la fuente original de donde surge la vida y cualquier manifestación.

La conciencia cósmica es la responsable de las formas y propósitos evidentes en la materia. Cualquier manifestación es en realidad la actividad de la conciencia, que es el “verdadero ser”, y la verdadera naturaleza de nuestro ser. 


La conciencia es la fuente pura y original de todas las creaciones.

Lo peor que puede pasarnos es alejarnos o aislarnos de esta fuente, de nuestro verdadero ser, que representa nuestro aspecto divino, universal e infinito. En esencia somos seres cósmicos, hechos con el mismo material que el sol y la tierra y dotados de la misma conciencia.

La ilusión y el sufrimiento aparecen con la creencia de un ego separado del resto e identificado con la percepción física y material de la vida. Esto nos deja confundidos y a merced de intermediarios y otros peligros sociales que atentan contra nuestra esencia vital. 


Para recuperar la verdadera identidad (o el verdadero ser), es suficiente con dejar de mirar hacia fuera con ojos perplejos y cambiar la dirección de la mirada, hacia nuestro interior, aceptando nuestro límites, defectos, errores y también nuestra naturaleza divina, creadora e infinita. 
No es necesario identificarse con nada visto que implícitamente somos nada…o todo.
Nuestro verdadero ser carece de forma.


Con este nivel fundamental de comprensión podemos aceptar también los defectos y errores de los demás. 
Esta información, manifestada como sabiduría y compasión universal, ya la poseemos, solamente tenemos que despejar el camino y las dudas para que puedan manifestarse.

Nuestro verdadero ser existe desde siempre y es uno con el cosmos entero.

"Un ser humano es parte del todo que llamamos universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Está convencido de que él mismo, sus pensamientos y sus sentimientos, son algo independiente de los demás, una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esa ilusión es una cárcel para nosotros, nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto por los pocos que tenemos más cerca. Nuestra tarea tiene que ser liberarnos de esa cárcel, ampliando nuestro círculo de compasión, para abarcar a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en conjunto en toda su belleza"
Albert Einstein





lunes, 13 de agosto de 2012

¿Cuáles son los límites de nuestro ser?


Todo depende de la forma en que nos consideramos y la percepción que tengamos del mundo y de nosotros mismos.

Para establecer nuestros límites, debemos indagar primero de que estamos hechos.

Si comenzamos por el cuerpo físico, encontraremos las fronteras muy fácilmente ya que la realidad física esta relacionada con las características de la materia y de nuestra percepción ordinaria, dependiente de la estrecha información aportada por los sentidos y de la interpretación que hace la mente en función del nivel de comprensión y el grado de apertura que tenga.

Quizás parezca complicado, pero lo cierto es que cuando tienes la conciencia del tamaño de una patata, todo lo que percibes tiene la forma y el tamaño de una patata y cuando miras a tu alrededor lo que ves, con toda seguridad, son patatas y aunque estés harto ya de ver patatas por todas partes, si no expandes tu conciencia y cambias tu percepción, el mundo entero, incluido tu ser, tendrá siempre la forma de una patata. 



Al identificarnos solo con el cuerpo físico, la realidad que se crea es solo física y material, confinada a la forma que adopta la conciencia (en este caso identificada solo con objetos físicos e individuos aislados y acostumbrada a toparse con los límites impuestos por las leyes físicas). La mente se reconoce a si misma únicamente a través de objetos y del reflejo de las cosas.

De esta manera no se puede ver más lejos que la propia nariz ni atravesar la barrera de la piel. Para algunos que osan ir más lejos, los límites llegan hasta la ropa y la imagen.

Pero si puedes expandir tu conciencia, entonces cuando mires verás un mundo diferente, amplio y luminoso, con más información, más energía disponible y más posibilidades.
Existe un océano de energía, pura y vibrante, dentro de cada uno. Este mar de infinitas posibilidades es la conciencia




La fuente original, de donde surgen la mente y la materia.

Esta no parece una afirmación muy científica, sin embargo a principios del siglo pasado, el célebre Max Planck decía:
“No existe la materia como tal. Toda la materia se origina y existe solo por virtud de una fuerza a cual hace que el átomo vibre y que el diminuto sistema solar del átomo se mantenga unido. Debemos asumir que detrás de esta fuerza existe una mente inteligente y consciente. Esta mente es la matriz de toda la materia”. (ver más)

Pero incluso a pesar de las evidencias científicas y de las enseñanzas espirituales ancestrales, que nos dicen que el mundo tal como lo experimentamos es una ilusión, en nuestra experiencia cotidiana la solidez del mundo parece totalmente incuestionable.
Podemos tocar, sentir, atrapar, acumular, perder, experimentar placer y dolor, entonces la realidad que percibimos nos parece objetiva y concreta, inmutable.

Y por supuesto, nuestro cuerpo también nos parece sólido y fijo, incluyendo límites y condicionamientos.

Sin embargo la física moderna ha demostrado que esta solidez es una ilusión. Todo lo que percibimos como materia sólida es el resultado de una frecuencia. La materia, y nuestro cuerpo, parecen sólidos debido a su manera de vibrar y a la forma en que se enlazan sus moléculas, pero si amplificamos esta frecuencia, la estructura cambiará.

Además, no podemos considerar a la materia sin tener en cuenta a la energía, visto que son lo mismo (por eso son equivalentes). 

Veamos brevemente el punto de vista de la ciencia.

La materia y la energía son equivalentes: 
 E=mc2

Pocos meses después de publicar la teoría especial de la relatividad, en un trabajo muy breve, Einstein demostró la que probablemente es la consecuencia más importante de su teoría: existen procesos naturales en los que parte de la masa se convierte en una cantidad de energía y viceversa.

Para la física (y la química) clásica, masa y energía eran cantidades que se conservaban independientemente. En una reacción química, se pensaba que “la masa de los reactivos era igual a la masa de los productos”. En un proceso físico cualquiera, se asumía por un lado la conservación de la masa, y por el otro la conservación de la energía (primer principio de la termodinámica). A partir del trabajo de Einstein, ambas leyes de conservación se unifican en una sola.

Si bien la conversión masa-energía es despreciable en las reacciones químicas, no lo es en las reacciones nucleares. Existen núcleos atómicos cuyas masas son mayores que la suma de las masas de los protones y neutrones que los componen. Estos núcleos son inestables y se convierte masa en energía cuando se parten. Esto es lo que se llama fisión nuclear, ocurre naturalmente en la naturaleza y artificialmente en los reactores nucleares, donde se aprovecha la energía liberada en el proceso para finalmente producir electricidad. 



Fisión nuclear
El proceso inverso también es posible: cuando se unen núcleos livianos para formar uno más pesado, la masa del producto es menor que la suma de las masas de los núcleos livianos. En esta “fusión nuclear” también se libera energía (gracias a ella estamos vivos, ya que este es el mecanismo de generación de energía en las estrellas como el Sol). También gracias a ella los átomos que componen nuestros cuerpos y todo lo que nos rodea fueron alguna vez “fabricados” dentro de alguna estrella a partir de núcleos más livianos. 



La fusión nuclear controlada aún no se ha logrado artificialmente.

No sólo es posible convertir parte de la masa en energía. Existen procesos en los que toda la masa se convierte en energía, como cuando una partícula se aniquila con su antipartícula. La situación inversa también es posible. De hecho, en los grandes aceleradores de partículas, se crean pares de partícula-antipartícula a partir de la energía cinética inicial de las partículas que colisionan.

Conclusión: en la física moderna la masa y la energía son consideradas idénticas.

¿Pero si la materia (masa) y la energía son idénticas, cual es la identidad que comparten?, y si la materia, al igual que la energía, es vibración, ¿que es lo que vibra?

Respuesta: la conciencia

Por eso no podemos considerar a la materia (incluidos nuestros físicos cuerpos) con una identidad propia y fija, separada del resto.

La noción de sustancia nos viene de la filosofía de Aristóteles y de esta idea surgió la concepción científica de la materia y con ella la visión “material” que tenemos del universo y de nosotros mismos.

Esta representación física de lo que observamos conduce a un grado de percepción muy limitado, y tiende a generar individuos aislados, temerosos y de visión corta. Densos y previsibles, como la noción de materia. Este desequilibrio hace que no comprendamos o aceptemos nuestro lado insustancial (que curiosamente es el más grande) y en un afán de “materializar” lo insustancial y llenar ese “vacío” se intenta acumular objetos y riquezas.

Este estado de ignorancia de su verdadera naturaleza engendra disociación, miedo y falta de confianza en si mismo.
El miedo es un estado vibracional muy lento y más denso.

La sociedad actual está estructurada para sentir miedo y preocupación, situando a las personas en una dinámica de estrés y consumo. Y, como cabe esperar, no nos preparan para salir de ese estado de la mente (más bien es lo opuesto).

La ciencia y la tecnología se ocupan de remendar y continuar favoreciendo esta situación de dualidad, y las religiones y los sistemas educativos por medio de la información errónea y tendenciosa, se encargan de mantener el estado de ignorancia y baja vibración. La culpa y la preocupación son una combinación eficaz para este propósito: una sociedad manipulada y 
controlada. 

Debemos ser cuidadosos con nuestras creencias y sobre el futuro, ya que lo que pensamos y sentimos indefectiblemente tiende a “materializarse”. No se trata de no creer o creer en nada. Se trata de creer en si mismo, en su propia naturaleza, que es universal e incluye más información de la que podríamos procesar en miles de vidas.

Si creemos en esta realidad estamos ayudando a crearla.

La realidad está hecha de pensamientos cada pensamiento forma parte de una gran red de conciencia de la cual, por ser conciencia, somos parte.

La clave es la información

Esta realidad ilusoria que creemos “real”, esta hecha de información.

La información crea fractales, en términos matemáticos aumenta su número. 

Esto ha sido demostrado: los fractales son funciones impredecibles. Si profundizamos en este concepto y nos metemos con la teoría del caos, podemos también verlo en términos sociales. De hecho, el “cada vez más evidente” nuevo orden mundial conducido por una ellite, se basa en el “orden a partir del caos”. Y eso no es pura casualidad. Cuando un sistema se vuelve muy inestable pueden surgir cambios aleatorios que tenderán a organizarse en niveles de mayor complejidad. 



Los procesos de la realidad forman bucles o circuitos de retroalimentación (feedback). Supongamos que partimos de un estado de equilibrio: este estado se rompe porque el sistema recibe alguna influencia externa bajo la forma de energía o información, con lo cual pasa a un estado de desequilibrio. Este estado de desequilibrio no puede sostenerse por mucho tiempo, y tenderá inevitablemente hacía un reequilibrio, que puede seguir dos caminos: puede volver al equilibrio original, o puede pasar a un equilibrio superior, más complejo y más sofisticado.

La primera posibilidad se lleva a cabo mediante un mecanismo de retroalimentación negativa, inhibidor o neutralizador de las desviaciones, y por ello el sistema vuelve a su estado inicial, esto demanda gran cantidad de energía.

La segunda posibilidad se manifiesta mediante un mecanismo de retroalimentación positiva, estimulador o amplificador de las desviaciones, como consecuencia el sistema es conducido a una situación tal que se desestructura y se reconfigura en un nuevo estado, diferente del anterior y mucho más complejo.

Mientras la primera posibilidad nos sugiere un proceso reversible (pues vuelve al mismo punto de partida), la segunda nos sugiere un proceso irreversible, que implica no volver al punto de partida sino continuar a través de la construcción de más estructuras de mayor complejidad, impredecibles todas ellas.




Esencia creadora


Como cada uno es en si mismo un creador por naturaleza, cuando uno apaga el sistema y se sumerge en los medios de comunicación, aceptando la información recibida, literalmente vibra en una frecuencia inducida en forma deliberada. De manera que se sirven de esa capacidad de la conciencia para crear una misma realidad, que todo el mundo proyecta al estar conectados en la misma frecuencia. Por esta misma vía penetra la publicidad, los mandatos políticos y la manipulación de la información. Somos conducidos para crear y mantener esta realidad, aunque no nos guste.

Nuestra conciencia es modelada y la experiencia consciente manipulada, para generar una realidad, en este caso, deliberada y artificial, ya que es la red de nuestros pensamientos la que en definitiva la crea, y esto llega a niveles tan profundos que para recuperar la propia identidad se hace necesario desinstalar algunos programas y condicionamientos impuestos por terceros, y esto es lo difícil. 

Lo primero, debemos filtrar mediante la negación y luego comenzar a reordenarse (o unificarse), encontrando el propio equilibrio.

Ordenar el sistema demanda energía. Por esta razón la energía es preciosa para nuestra vida. La energía vital es el verdadero tesoro que no solo nos permite tener una vida sana y longeva, sino también nos brinda el acceso a planos superiores de la conciencia, que nos conectan con la fuente verdadera de energía y sabiduría.

La ignorancia es la principal fuente de límites y restricciones con las que la mayoría de la gente se topa.

Los verdaderos limites de nuestro ser, son los límites del universo. Esto es un hecho. Las partículas que nos dan vida y forma, provienen de la tierra, del sol y de estrella lejanas, y todas están entrelazadas entre si con la fuente original. En este nivel esencial, no hay límites ni separación.
Yendo un poco más arriba en la escala. Compartimos con todos los seres vivos las mismas moléculas


La gran familia molecular



Somos miembros de la misma familia molecular y en este nivel estamos todos interconectados. Seguramente el agua no hace diferencia entre una planta, un ser humano y cualquier otro ser vivo. El átomo de hidrógeno que forma parte de nuestro organismo proviene de alguna estrella y luego formará parte de algún ensamblado molecular de otro ser vivo.
Esto es así.

Cuando nos identificamos con nuestra estrecha y remendada personalidad, no solo encontramos rápidamente los límites, también nos perdemos fácilmente en el laberinto de nuestras ilusiones, y el laberinto se vuelve rápidamente una prisión.

Pero cuando se realiza que estamos hechos de luz y que en esencia uno es un ser luminoso y universal, viviendo una vida humana, la percepción de nuestros límites y posibilidades cambia.
En ese momento la materia ocupa su lugar como vehículo y sostén de la experiencia espiritual. 
La materia sirve para dar forma y contorno a la conciencia, que en esencia no tiene límites.
Somos conciencia pura haciendo la experiencia pasajera de un cuerpo físico. 


Los limites de nuestro ser son los límites de nuestra conciencia





Nota: la vía de acceso directa y sin intermediarios a nuestra esencia universal, es zazen. No es el único método, pero es el más natural y eficaz de todos, ya que la postura en si misma es la manifestación de la conciencia infinita, que es nuestra verdadera naturaleza.

jueves, 9 de agosto de 2012

El cerebro cósmico

Todavía no sabemos bien como funciona nuestro cerebro. A pesar de los avances en la neurociencia y en la tecnología de imágenes (resonancias, tomografías computadas, nanotecnología, etc.), cada nuevo descubrimiento revela que el cerebro es mucho más de lo que se pensaba y está lejos de ser nada más que un paquete de tejido especializado aislado dentro de la cabeza.


El cerebro es un traductor impresionante, solo podemos especular y elaborar teorías, pero lo cierto es que a la velocidad que procesa la ingente cantidad de bits de información que recibe cada segundo, es capaz de crear y proyectar una realidad material. Puede traducir un estímulo emocional en una descarga neuroquímica que modifica la estructura y la función del organismo…en un instante.

No solo eso. Es un centro integrador, una verdadera CPU, que en base a los datos que le llegan procesa la información generando una respuesta.Como una antena que recibe y emite, todo el tiempo. Además, el cerebro es la sede de la experiencia consciente y su relación con la luz es por ahora un tanto misteriosa, o mejor dicho, desconocida.

¿De que manera esa masa gelatinosa, que aparentemente no conoce la luz en forma directa, puede crear imágenes coloreadas en 3D? 




¿Cómo es que podemos tener una visión interior, ahí donde la luz no llega? 

Sabemos que los fotones que bombardean la retina no son los responsables directos de la visión, ya que esta es el resultado de múltiples procesamientos de la información en áreas separadas, que luego se unifica para tener una experiencia visual coherente





¿De que forma la luz crea la representación consciente del mundo en el que vivimos?

La conciencia visual es el resultado de varios pasos perceptivos en el rango de los milisegundos (1 ms = 0,001 s ó 10-3 s).
Esta conciencia se estructura en etapas perceptivas:
-Primero, la llegada de la luz (estímulo), luego:
-a los 50 ms: se percibe la forma,
-a los 100 ms: el color,
-a los 150 ms: el movimiento,
-a los 200 ms: el significado,
-a los 250 ms: listo, ¡somos conscientes!

Desde el momento en que los fotones impactan en la retina hasta la experiencia consciente de lo que vemos pasan unos cuantos cientos de milisegundos, esto puede parecernos un tiempo insignificante para lo que estamos acostumbrados en nuestra realidad ordinaria, pero a nivel cuántico la coherencia y los sistemas en superposición se pierden en el orden de los femtosegundos (1 fs = 10-15 s) debido a la decoherencia ambiental.

Sin embargo, el cerebro tiene la habilidad de mantener la coherencia cuántica por mucho más tiempo (a nivel de microsegundos, 1 µs = 10-6 s, e incluso puede llegar a milisegundos, o sea 10-3 s), a pesar del caótico movimiento molecular debido a la agitación térmica de las moléculas en las células y a la influencia del ambiente.

¿Cómo es posible para el cerebro mantener este nivel de coherencia cuando su interior es un medio caliente y húmedo? 

Como sea, es el resultado de millones de años de evolución.

Además por sus características de antena y de procesador de información, el cerebro se encuentra interconectado con otras fuentes de radiación y obviamente con otras conciencias.

La ciencia aún está en pañales

A temperatura ambiente la coherencia cuántica se pierde casi instantáneamente. No es posible, a nivel experimental, reproducir estas condiciones y mantener el estado de superposición y coherencia como lo hacen las células de nuestro organismo. Incluso el ADN, en el interior del núcleo, procesa información cuántica a altas temperaturas (37ºC).

Es muy probable que la capacidad del agua para formar cúmulos ordenados de moléculas y las características hidrofóbicas de ciertas biomoléculas generen las condiciones para que el cerebro pueda procesar información tan eficazmente como lo hace. 


cúmulo de agua (water cluster)
Consideremos que para que una simple célula de nuestro cuerpo pueda efectuar miles de reacciones químicas por segundo, la información no puede seguir el procesamiento clásico secuencial (algorítmico), ya que demandaría mucho tiempo y el sistema sufriría retardos e imposibilidad de funcionar. 

La información a ese nivel se procesa en forma paralela, precisamente por el mantenimiento de la superposición cuántica de los sistemas de partículas y moléculas nadando en un medio acuoso.

Y aquí aparece el agua como formadora de orden y coherencia, ya que dada sus propiedades electromagnéticas y sus cambios de estado, permite aislar el sistema y evitar así la decoherencia ambiental.

Se ha comprobado que algunos sistemas vivos, como las bacterias púrpuras (que han existido por más de mil millones de años) son capaces de realizar la fotosíntesis utilizando superposiciones cuánticas coherentes de sus electrones excitados por la luz solar, y pueden realizar sus procesos con una relativamente poca cantidad de fotones. Esto se explica por el mantenimiento de la coherencia cuántica, lo que le permite, en este caso a la bacteria, un procesamiento mucho más eficaz de la información contenida en la luz. 




Los sistemas exóticos como los condensados​​ de Bose-Einstein que deben ser mantenidos a temperaturas muy bajas (unos pocos grados kelvin), los superconductores, o ciertos iones atrapados en trampas electromagnéticas, son los únicos estados macroscópicos de superposición cuántica de larga duración que se conocen hasta ahora.

Según el modelo convencional de la visión, la función de onda que corresponde a la información visual de una escena, de alguna manera "colapsa" en la primera capa de la retina, con todo el posterior procesamiento clásico (no cuántico), parecido a una cámara de vídeo conectada a un procesador, donde la imagen se proyecta en una pantalla.

¿Pero que sucede en realidad si el "colapso" o reducción de las múltiples posibilidades superpuestas ocurre mucho más tarde en el procesamiento visual? ¿Dónde se registra un campo visual, en la primera capa de la retina o más arriba, en la corteza visual? ¿Dónde se encuentra la pantalla sobre la que se proyectan las imágenes, afuera del cerebro o adentro?

Estas preguntas no son un simple ejercicio intelectual o una acumulación de información por la vanidad del conocimiento.

Si la imagen que vemos esta creada, interpretada, editada y proyectada en el interior de nuestros gelatinosos cerebros, ¿Cómo fiarnos de lo que vemos?

Y si la imagen es proyectada fuera del cerebro, ¿Cómo considerar sólido y “real” el mundo exterior, visto que es una proyección de nuestra conciencia.

Es un misterio para la mente intelectual y científica.


La experiencia de ser si mismo

En el interior de nuestro ser, íntimamente, podemos conocer la respuesta. Quizás no de forma matemática ni siguiendo la limitada metodología científica ni otro tipo de preconceptos.

Pero si asumimos que ya poseemos implícitamente toda la información y que no es absolutamente necesaria una búsqueda exterior o una confirmación de la autoridad competente para vivir plenamente una vida, podemos dirigir nuestro espíritu y energía hacia la realización de nuestro verdadero ser.

Cuando la mente y el cuerpo se unifican, el organismo gana en orden y coherencia, exportando entropía y desorden al entorno.

Cuando la actividad mental se armoniza con la actividad corporal, cada una de las células de nuestro cuerpo hacen esta lectura, al unísono, instantáneamente, así la orquesta puede ejecutar su música en forma armónica y con ritmo, generando una vibración saludable y feliz.

Al océano cósmico de potencialidad infinita se llega calmando la mente y trascendiendo los conceptos y la percepción ordinaria de los sentidos.

Es así que podemos acceder a la fuente original de energía e información, que se encuentra exactamente donde estamos en este momento, aquí y ahora.

Es como un juego entre el campo invisible e insustancial y la materia visible, y también insustancial (aunque esto último sea difícil de digerir para seres densos y materiales como en general nos consideramos, viviendo en mundos lógicos, concretos y de estrecha percepción).

La acción del cuerpo genera una reacción por parte del campo y viceversa.

Cuando te unificas, tu ser gana en orden y coherencia a expensas del medio (el campo). Cuando te desorganizas, es decir, mente y cuerpo funcionando separados, es el medio el que tiende a organizarse a expensas de tu pérdida de coherencia y unidad. En este caso importas o adquieres desorden (desorganización).

La educación convencional nos prepara para ser buenos ciudadanos de un mundo sólido y real, de valores abstractos y arbitrarios, alejados de la realidad del verdadero ser, y olvidando al ser biológico.

Estamos condicionados a creer y a identificarnos con el exterior a expensas de no creer en si mismo. Para muchos, incluso la opinión de los demás vale más que la propia.

Quizás por eso hoy en día la imagen (o el reflejo) es tan importante.

Es el exterior que controla al interior.

En parte esto nos viene en el paquete genético que heredamos, es información de épocas ancestrales donde había que luchar por la supervivencia y la adaptación a un medio hostil y desconocido. Aunque también esta característica es utilizada para controlar a las “masas”.

Es evidente que el sistema dominante, basado en la especulación, la mentira y el consumo, no quiere (consciente e inconscientemente) individuos libres y equilibrados, y esta no es una reflexión política: una persona así no consume cualquier cosa, no sigue al “rebaño” (esta es una imagen presentada por la religión cristiana: el pastor y sus ovejas) y es completamente solidaria y ecológica. De manera natural y espontánea.

¿Cómo se controla a una persona libre e inteligente?
Respuesta: alienándola y quitándole la libertad.

Cuando ganas en coherencia, la información y la energía se procesan de manera eficaz y accedes a un nivel superior de conciencia, más libre, inteligente y compasiva.
Lo contrario, es la sociedad como la conocemos, plagada de individuos perdidos, manipulados y propensos a enfermedades y otros desequilibrios.

El egoísmo, es el culto a este ser ignorante, aislado y confundido. Ignorante de su verdadera naturaleza, lo que lo conduce al aislamiento y a la mentira, finalizando en la confusión y el sufrimiento.

A esta imagen de baja dimensión (o dimensión ordinaria) se la compara con la oscuridad

El estado opuesto es la luz del autoconocimiento, que aporta claridad y sabiduría y nos permite vivir una vida normal, expansiva y conectada con el universo entero.





viernes, 3 de agosto de 2012

El viaje sin tiempo de la luz



Sabemos que todo fotón es una fluctuación emanada del vacío cuántico, y que cuanto mayor es su energía, menor será su tiempo de vida.

Como sea, a la velocidad que viaja, un fotón no conoce el tiempo, y esto es válido para un fotón producido en el núcleo del Sol, que puede ser reabsorbido al atravesar apenas un milímetro de distancia, o para un fotón que ha viajado más de 13 mil millones de años, desde la superficie de una de las primeras estrellas del universo, y entra en contacto con un cuerpo.

 Como toda partícula elemental, el tiempo y la energía de un fotón están cuantificados.

Esto significa que no pueden tener o transferir su energía arbitrariamente y que además deben seguir las leyes de la mecánica cuántica.

Un rayo de luz no es algo continuo. El propio fotón es discontinuo, aparece y desaparece, por eso se dice que es virtual, es decir; no existen fotones ni bosones reales, todos son virtuales; ya que la energía de los fotones está cuantificada, y en consecuencia también su tiempo. A la velocidad de la luz, el tiempo es igual a cero; y si el tiempo es cero, no hay oscilación ni movimiento que podamos medir; no podemos hablar de velocidad; por eso la velocidad de intercomunicación en el entrelazamiento cuántico es instantánea, o lo que es lo mismo, inexistente.

Esto se puede comprender más fácilmente si aceptamos que cualquier creación de la naturaleza es una manifestación de un orden implícito, de una misma fuente original y universal. Solo vemos la manifestación, separada del resto, y la verdadera esencia nos pasa desapercibida.

De todas formas, real o virtual son solo términos, lo importante es no dejarse confundir ya que la esencia nunca puede ser aprehendida por medio de los sentidos ni los conceptos.

Lo que en realidad le pasa al fotón, solo el fotón lo sabe y el ser humano solo puede tentar medir sus interacciones y efectos de acuerdo a leyes y convenciones relativas.

Una consecuencia del principio de indeterminación es que la energía y el tiempo son pares de variables físicas que presentan grados de incertidumbre complementarios, es decir, no podemos saber con exactitud los dos valores al mismo tiempo. Si conocemos con certeza uno el otro permanece incierto, lo mismo ocurre con la posición y la velocidad: cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su cantidad de movimiento y, por tanto, su velocidad. Esto implica que las partículas, en su movimiento, no tienen asociada una trayectoria definida como lo tienen en la física clásica.


Y si el tiempo no existe para la luz, y el espacio-tiempo es unidad, para un fotón tampoco existe la distancia, por lo cual sigue estando en esa primera estrella o sigue estando en el sol a la vez que impacta en la retina, en ese instante tus ojos y el sol están conectados.



Desde el punto de vista de la luz, el universo es unidad y por lo tanto inseparable,

Pero nosotros estamos hechos de luz. Dicho de otra manera, nuestras células naturalmente emiten y absorben fotones, y sin ellos, la vida no sería posible.

En 1920 el biólogo ruso Alexander Gurwitsch descubrió que los seres vivos emiten fotones “ultra-débiles” dentro del espectro ultravioleta. Gurwitsch los llamó “rayos mitogénicos”, ya que creía que estos fotones tenían un papel esencial en la división celular y en el desarrollo de la estructura morfológica de un ser vivo.
emisión de biofotones por un tejido vivo

El biofísico Fritz Albert Popp descubrió que esta emisión de luz, a la que llamó biofotones, se presentaba en un rango de entre 200 y 800 nm, mostrando coherencia y un patrón periódico.

Según Popp los biofotones son producidos en el interior de la molécula de ADN ubicada en el núcleo de las células. Esto ya ha sido demostrado.

Biofotones

Esta emisión de biofotones es una luz con un alto grado de orden. La radiación lumínica de este tipo es muy suave y se caracteriza por su coherencia, por tener una intensidad muy estable y las oscilaciones, que normalmente están presentes en la luz, son mínimas.

El campo lumínico de este tipo de luz (un verdadero láser biológico), posee un alto grado de coherencia y tiene, por lo tanto, la capacidad de transmitir información y de actuar como formador de orden.

Los sistemas biológicos se rigen por la interacción especial entre el campo electromagnético coherente generado por la luz (biofotones) y la materia viva.

Hay una retroalimentación permanente entre el campo y la materia, de manera que el campo dirige la ubicación y la actividad de la materia, mientras que la materia proporciona las condiciones de contorno del campo.

La materia y el campo forman un mismo sistema

Dado que el campo es casi totalmente coherente, los patrones de interferencia lumínica en el campo contienen la información necesaria sobre la función reguladora y la dinámica de la célula.

patrón de interferencias
Las estructuras de interferencia no son estables, sino que varían en concordancia con las más complejas interacciones espacio-temporales entre el campo y la materia. El papel dominante de fuente y sumidero del campo es probablemente desempeñado por el ADN.

El ADN emite luz coherente bajo la forma de fotones de muy baja intensidad, también llamada radiación celular ultra débil (del inglés, ultra-weak spontaneous photon emisión). El término “espontáneo” se utiliza para diferenciar a esta radiación de la bioluminiscencia producida por las reacciones químicas en la célula. Es decir, la emisión de estos “fotones biológicos” es independiente de la temperatura y de la emisión de radiación infrarroja.

La intensidad de la radiación biofotónica es del orden de 10 a 1000 fotones por cm2/s.

Según relata el profesor Popp:
“Con sólo unos pocos biofotones se producen efectos cuánticos, no hablo de efectos clásicos. Tienen que ver con una radiación coherente. Y la radiación provoca que las interferencias en el espacio que existe entre las células sean mayores, pero aquí la radiación es una radiación en la que se utilizan las interferencias como una forma de comunicación. Los biofotones que emiten las diferentes células, interfieren y hacen que las interferencias sean mayores entre las ondas que emiten las células. Las amplitudes de los campos eléctricos provocan, principalmente, interferencias destructivas, así que la radiación entre los sistemas, en este caso las células, desaparece, mientras que, por otro lado, la intensidad dentro de los sistemas es mayor porque se tiene que conservar la energía. Esta es la forma de comunicación entre las células.
 Fritz-Albert Popp
Todas las células se comunican con patrones ondulatorios específicos.
Se observan estructuras de interferencia específicas, y si las células son idénticas, se dice que tienen el mismo patrón de frecuencia. Esto es como decir, más o menos, que tienen el mismo patrón de interferencia. Y esta también es una forma de identificación entre ellas: cancelar la luz entre ellas es la mejor manera que tienen para comunicarse porque crean algo así como un canal, crean una zona de quietud, o dicho de otro modo, crean una zona libre de sonido entre ellas, de modo que cuando cualquier pequeña perturbación surge la perciben inmediatamente como una señal entre ellas. Lo que digo no es una especulación, es el resultado de una experimentación que se ha llevado a cabo en profundidad”.


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