¿Somos simplemente
espectadores?
La incesante actividad mental se manifiesta como un flujo de
información secuencial que activa simultáneamente distintas partes del cerebro.
A este fenómeno orquestado se le llama colapsos o reducciones sincronizadas de la función de
onda.
Cada colapso de la onda
de probabilidades en una partícula
de conocimiento representa un evento consciente. Se estima que el cerebro, en
promedio, gestiona unos 40 eventos o experiencias concientes por segundo, e
integra las diferentes señales creando la sensación de continuidad y coherencia.
El hemisferio cerebral izquierdo es el gran secuenciador. Su
incesante actividad genera un flujo constante de actividad consciente que se
corresponde con una química determinada y con una elevada actividad neuronal.
Sentimos o percibimos esta “corriente” de conocimiento como
un pensamiento, y respondemos conscientemente
a estas percepciones o estímulos.
Nos “identificamos” con esta actividad electroquímica, que
la mayoría de las veces se vuelve incoherente y desorganizada, precisamente por
la falta de coherencia y de autocontrol.
El “diálogo interno” refuerza la idea y las conexiones
neuronales, que configuran y modelan la parte física y funcional del cerebro,
esta capacidad plástica del cerebro está relacionada con la frecuencia y la
intensidad de un determinado estímulo o señal, cuanto más fuerte y repetido es
el estímulo más aumenta la fuerza sináptica (más proteínas, enzimas, moléculas
y reacciones químicas) lo que produce un mayor impacto en el mundo físico. La
conciencia crea y modela a la realidad material.
La actividad mental establece los límites y la forma del “si
mismo” o Yo.
Sabemos además que el nivel consciente representa apenas un pequeño
porcentaje de la actividad total de la consciencia y que esta actividad
emergente es el resultado de procesos o programaciones subconscientes. Solo
llegan a la superficie los estímulos con suficiente energía que logran
atravesar un determinado umbral por debajo del cual no se es consciente y por
arriba si.
Cuando nos enteramos de algo, esto en realidad ya fue
gestionado unas fracciones de segundo antes en los niveles subconscientes.
Por este motivo es importante filtrar con la atención y la negación, esta incesante actividad de la mente, ya que,-y esto está
demostrado por la ciencia-, lo que consideramos como un “yo” real y sustancial o
como un pensamiento propio y original, es simplemente una proyección y
actualización momentánea de múltiples causas y factores, más cercanos a un
sueño que a algo sustancial.
Una proyección en 3D de imágenes e ideas sin sustancia propia.
Es la naturaleza holográfica de la realidad.
La ilusión del control consciente
En consecuencia, la sensación subjetiva de control
consciente de la conducta y de estos comportamientos, es una ilusión.
La mayor parte del tiempo la conducta de los seres humanos
no son más que respuestas reflejas no conscientes.
De acuerdo a investigaciones del neurólogo B. Libet, si el acontecimiento ocurrido
no dura más de medio segundo, el consciente humano simplemente lo ignora,
porque no llega a procesarlo, es decir, el estímulo no tiene la suficiente
energía como para atravesar el umbral crítico para que se manifieste un evento consciente.
Anteriormente ya se había demostrado que nuestro cerebro toma las decisiones casi 1 segundo
antes de que las asumamos conscientemente.
Para obtener este resultado, Libet utilizó pacientes que se mantuvieron despiertos cuando eran
sometidos a un episodio de neurocirugía. Les pidió que movieran uno de sus
dedos mientras observaba como se registraba electrónicamente la actividad
cerebral. De esta forma pudo comprobar que había un cuarto de segundo de
retraso entre la decisión de mover el dedo y el momento presente.
Otro experimento interesante lo realizó Kornhuber en 1976. Unos voluntarios permitieron que se registrasen
las señales eléctricas en un punto de sus cabezas mediante EEG (electroencefalografía), y se les pedía que flexionaran varias
veces, y repentinamente, el dedo índice de sus manos derechas a voluntad.
La experiencia descubrió algo curioso: hay un aumento
gradual del potencial eléctrico
registrado por el cerebro durante
más de 1 segundo, antes de que el dedo sea flexionado. Esto parece indicar que
el proceso de decisión conciente necesita por lo menos 1 segundo para poder
actuar.
La conclusión de estos dos experimentos, es que la conciencia no puede reaccionar a una
agresión externa si la respuesta tiene que tener lugar en menos de 1 segundo.
Esta manera de proceder de la conciencia se debe a que el cerebro al recibir un estímulo, a través de cualquiera de los cinco sentidos, lo registra en dos lugares: uno es en las amígdalas cerebrales y el otro en el neocórtex.
Esta manera de proceder de la conciencia se debe a que el cerebro al recibir un estímulo, a través de cualquiera de los cinco sentidos, lo registra en dos lugares: uno es en las amígdalas cerebrales y el otro en el neocórtex.
La amígdala cerebral
es una estructura con forma de almendra formada por neuronas localizada en la profundidad de los lóbulos
temporales. Es la encargada de recibir las señales de peligro potencial y
la que desencadena una reacción capaz de salvar la vida. Su papel principal es
el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales.
La amígdala es
por lo tanto la primera región del cerebro en recibir un mensaje de peligro o
agresión. Es muy rápida y en un instante nos indica si debemos atacar, huir o
detenernos.
La corteza nueva
(neocórtex) es la capa cerebral externa más nueva en términos de evolución, en este nivel se llevan a cabo funciones superiores como la planificación,
el razonamiento y el lenguaje, (especialmente en el lóbulo frontal), está más lejos que la amígdala y recibe los mensajes
sensoriales más tarde, pero, a diferencia de la amígdala, tiene mayor capacidad
de evaluación y procesa mejor la información. Además, la neocorteza se comunica
con la amígdala para ver qué opina antes de reaccionar.
Debido a la multiplicidad de conexiones la información viaja en todas las
direcciones del espacio-tiempo y es procesada e integrada para dar un sentido
de unificación y responder de manera eficaz. Esta es una característica holográfica de la conciencia y el cerebro es el editor que crea y
proyecta este verdadero holograma, que en definitiva es lo que llamamos realidad. Una
realidad holográfica insustancial.
La conclusión de Libet que se deriva de su investigación, es que es imposible que el ser humano sea autor de sus propios actos. Solamente considera cierta idea de libre albedrío en la capacidad de veto que tiene la conciencia para bloquear o abortar un acto iniciado por el cerebro. El problema, es que no podemos saber cuándo utilizamos esta capacidad de veto, por lo que nuestra experiencia subjetiva es siempre indeterminada.
Hay cantidad de programas que se están ejecutando por debajo
del nivel consciente y ni nos enteramos, excepto cuando atraviesan el umbral
crítico y se manifiestan como un pensamiento consciente. A continuación nos
identificamos con esta actividad y creemos
que ese pensamiento es creación propia: “una idea original”.
El cerebro
procesa aproximadamente 400 mil millones de bits por segundo y solo somos
concientes de unos 2000 (¡en el mejor de los casos!), y con esos nos arreglamos
para crear la realidad cotidiana.
Hay otro punto. La
mayor parte de esta programación subconsciente es instalada desde que el día
que nacemos, mediante la educación y la repetición de estímulos en el medio
socio-cultural, la familia y también, cada vez más, por los medios de
comunicación (TV, internet, radio, diarios, etc.) y otras formas de estímulos subliminales.
Estos programas subconscientes modelan y dirigen la actividad consciente.
Es difícil aceptar esto, por lo menos conscientemente. Pero
consideremos el resto de la actividad fisiológica del cuerpo. ¿Acaso
controlamos su temperatura, su medio interno y su pH o sus complejas reacciones
químicas? Dicho sea de paso, cada célula tiene aproximadamente 100.000 reacciones químicas por segundo.
¿Alguna vez le dijimos al hígado lo que debe hacer o a cada célula la
velocidad con que debe migrar o dividirse? ¿Podemos decidir la duración natural
de nuestras vidas? ¿Entonces, somos
simples espectadores?
Esta constatación nos plantea las siguientes cuestiones:
¿Existe el libre albedrío? ¿Nuestras elecciones se deciden conscientemente?
¿Hay alguna posibilidad entonces de participar conscientemente o solo somos
observadores?
El presente es inalcanzable
para el cerebro
Es evidente que la vida nos atraviesa, nos crea, nos
transforma. Estamos vivos porque el universo está vivo y es consciente, y cada
uno es una manifestación de esta verdad.
Eso hasta el día que realizamos nuestra verdadera naturaleza
y comprendemos que nunca hubo otro lugar más que aquí ni un tiempo fuera de
este “ahora”. En ese momento empezamos a participar en la programación de la
actividad mental y en el control de nuestras acciones.
El autoconocimiento es
una cualidad superior de la conciencia. Representa su aspecto evolucionado y
equilibrado. La mirada interior es propia del ser evolucionado.
Es equilibrada por que le aporta al consciente información
proveniente de la profundidad del ser, información contenida en los estratos no
conscientes y en cada célula, que se complementa y armoniza con la información
que proviene de otras partes del cerebro y del entorno
Esta es la semilla de la sabiduría que va a generar un
pensamiento absoluto, un tipo de pensamiento que lo envuelve todo e incluye a
todos los seres y cosas.
La mirada interior dirige biofotones con información
cuántica que afecta el sustrato íntimo
de la materia.
zazen es la vía directa para conocer y manifestar tu verdadera naturaleza.