El espíritu no tiene forma, pero algunas veces puede tenerla: Algunas veces se puede atrapar nuestro espíritu, otras veces esto es imposible.
Cuando la actividad del espíritu llena el cosmos, o sea, cuando la mente individual apaga su actividad dualista y nos volvemos "uno" con el universo, entonces podemos disponer de todos los acontecimientos cambiantes, evitar todos los accidentes y obtener las diez mil cosas.
Dogen Zenji, fué un célebre maestro Zen japonés que vivió en el siglo XIII. De una gran profundidad de espíritu, escribió:
“Cuando un hombre se aleja en barca de la orilla, puede imaginarse que la orilla esta en
movimiento. Pero si baja su vista, justo al lado de su embarcación, se dará cuenta de que
es ella la que se desplaza.”
“Cuando un hombre se aleja en barca de la orilla, puede imaginarse que la orilla esta en
movimiento. Pero si baja su vista, justo al lado de su embarcación, se dará cuenta de que
es ella la que se desplaza.”
Del mismo modo, si miramos atentamente, íntimamente, en el interior de nuestra barca,
podremos comprender que somos nosotros los que nos movemos, así se puede superar la ilusión de los sentidos.
Cuando consideramos todos los fenómenos de nuestra vida, todas las existencias, todas las cosas a través de nuestras ilusiones y de nuestras limitaciones, podemos equivocarnos y
pensar que la naturaleza original es dependiente y móvil, y que existe un "exterior" separado del "interior".
Pero cuando uno se vuelve íntimo consigo mismo, con su verdadero espíritu, y comprende su naturaleza original, entonces se puede realizar que todos los fenómenos, todas las existencias existen en cada uno, y que lo mismo sucede para todos los seres.
La naturaleza original de la existencia no puede ser captada por nuestros sentidos, por nuestras impresiones.
Cuando la captamos por nuestros sentidos la materia objetiva no es real, no es verdadera sustancia, sino que es imaginación.
Cuando pensamos comprender que la sustancia de nuestro espíritu es tal, es un error. Cada uno es diferente. Las formas y los colores son los mismos, pero cada uno los ve de manera diferente a través de sus ilusiones: fisiológicas y psicológicas. Todos los problemas de nuestra vida cotidiana encontrarán una solución con el tiempo.
Todo es pasajero e impermanente.
Los problemas de la vida son diferentes para cada uno, y cada uno tiene necesidad de un medio diferente para resolver sus cuestiones. Por consiguiente tenemos que crear nuestro propio método. Si se imita, se cae en el error. Hay que crear por sí mismo.
No solo es importante conocer las respuestas, también es importante comprender las preguntas. Es decir, plantearnos preguntas inteligentes, auténticas, profundas. En relación con nuestra vida, con el sentido que esta tiene para cada uno. Darle una dirección a nuestra barca.
Reflexionar.
Si no volvemos la mirada a nuestra propia embarcación, iremos siempre a la deriva, sin rumbo, azotados por las olas de la vida y las viscicitudes.
El buen barquero conoce su barca y sabe a donde quiere ir, por eso nunca está perdido.