Tenemos la tendencia a ver solo el lado material de la materia y solo el lado espiritual del espíritu.
Esto parece obvio. ¿Acaso hay algo más en la materia que materia?
También sabemos que el mundo del espíritu es invisible, inmaterial, algo más bien “abstracto”, incluso algunos dudan de su existencia (particularmente en la actualidad). Esto es lo que nos enseñan desde niños. Si se mira o se toca, es material y por lo tanto existe y es real. La materia constituida por átomos sólidos e inertes. Inmutables e impenetrables.
Siguiendo esta lógica: si se piensa o si se siente, si no se ve, es inmaterial, es algo abstracto y para nada “concreto”y por lo tanto no es verdaderamente real, o por lo menos no como la materia, que nos permite satisfacer deseos, pulsiones y necesidades básicas.
Entonces vamos creando una realidad donde solo valoramos los objetos materiales, aquellos que consideramos “reales”, es decir todo lo que podemos ver, tocar, mostrar, consumir y acumular. Y la medida del éxito está, en general, dada por los bienes materiales y el dinero o por el “prestigio” (generalmente van juntos), que por lo que experimentamos o por lo que aprendemos o incluso por lo que sentimos.
Tener antes que ser.
Para la medicina china, el cuerpo (la materia), la energía y el espíritu en esencia no son diferentes, se transforman entre sí todo el tiempo, y como vemos, la ciencia moderna por otro camino llega a la misma conclusión. Buda enseñaba lo mismo, el vacío y la forma se transforman todo el tiempo.
Entonces, desde la más tierna edad, vamos cortando vínculos con el mundo invisible, con nuestro lado espiritual y creativo, y vamos creciendo y madurando siempre pensando que solo existe lo que registran nuestros limitados sentidos y lo que nos dicen que existe, esto va llevando a que nos separemos de nosotros mismos…y luego sin darnos cuenta, la fantasía y la imaginación son rápidamente reemplazadas por el pensamiento lógico y razonable, envasado, empaquetado y controlado por expertos, mucho mas práctico a la hora de consumir y producir.
Esta habilidad, que nos permite materializar deseos y pensamientos, moldeando al entorno y a nosotros mismos, es propia de nuestra especie. Nos viene en los genes. Es nuestra naturaleza divina, nuestro lado luminoso. Somos creadores, lo hemos olvidado, pero podemos redefinirnos y recrearnos a voluntad. De acuerdo a lo que queremos y necesitamos para seguir nuestro camino con salud y felicidad.. Esto, obviamente, incluye nuestros deseos e ideales más profundos. Para eso hay que desinstalar viejos programas (reflejos, emociones, hábitos, adicciones) inútiles que estorban y complican e instalar nuevos programas, incorporar nueva información que nos permita optimizar el rendimiento y mejorar la calidad de vida y por añadidura la de los demás.
Somos capaces de materializar deseos y pensamientos (espíritu) y también de espiritualizar la materia (darle un sentido, una proyección).
Nuestra capacidad para percibir una amplitud de fenómenos y estímulos es moldeada, manipulada y acomodada para que podamos funcionar coherentemente y sin conflictos dentro del sistema social. De otra forma sería bastante conflictivo y caótico. Se imaginan una sociedad de consumo con gente inteligente, libre y sin miedo? No existiría, por lo menos esta que conocemos, está demostrado que cuanto más miedo e insatisfacción siente una persona, consume más. Lo que sea (que le falte): seguridad, belleza, comida, sexo, objetos, salud.
Una persona así, compra todo lo que le venden, y para eso deberá trabajar más y en consecuencia invertir más tiempo, energía y salud (y dinero, que incluye a los otros 3).
Esto, claro, es parte de la estrategia de venta. Se crea la necesidad y luego se impone el producto. Esto es válido para cualquiera de los rubros mencionados anteriormente, pero en el caso de la salud es peligroso, porque crear la necesidad significa enfermar. La prueba está en la cantidad de nuevos medicamentos, vacunas y productos de farmacia que salen todos los días al mercado, y sin embargo, la salud general no ha mejorado y menos aún la felicidad. La avidez de lucro de los laboratorios, clínicas privadas y profesionales que las dirijen es francamente indecente.
Un organismo sano y normal consume, gasta y contamina menos.
Esta personalidad que desarrollamos y que nos da seguridad y una falsa sensación de identidad, lleva inevitablemente al conflicto si no se armoniza con la propia naturaleza, con los aspectos profundos y esenciales del ser.
Somos iguales pero no somos iguales. Cada uno tiene algo diferente que expresar y experimentar. Un punto de vista distinto en el espacio-tiempo, ya que ocupa una posición única.
La ignorancia de aspectos esenciales de nuestro ser es lo que nos causa sufrimiento e insatisfacción.
Esta no es en sí una crítica al homo sapiens ni al sistema social (bueno, a este último en realidad si).
Si vemos las cosas con más distancia, observaremos que es parte de un largo proceso evolutivo, en el cual a nosotros nos toca ser partícipes durante un corto período de tiempo. Nuestra percepción del entorno y de nosotros mismos ha cambiado a través de la historia. Con cada descubrimiento, con cada nueva idea, con cada creación.
La vida se descubre a si misma y se manifiesta a través de nuestro ser, de nuestras experiencias y conocimientos, ya que somos la vida misma..
Incluso lo que consideramos más individual y personal de cada uno, no es más que una manifestación pasajera, un destello.
Nuestro cerebro moderno, lógico y superespecializado, nos ha dado muchas ventajas a la hora de sobrevivir y evolucionar…
…pero poco a poco, a fuerza de cultivar la individualidad, nos hemos ido separando de la fuente original y de todo lo que nos rodea.
Esa es la causa del aislamiento y la soledad de los tiempos modernos (en particular en las ciudades).
Estamos tironeados de un lado por nuestra parte animal. Tenemos casi la misma estructura genética que un
chimpancé y conservamos aún reflejos de adaptación y supervivencia de la época en la que nuestros antepasados andaban por los árboles.
Y por otro lado poseemos el cerebro más desarrollado que se conoce y una conciencia que es capaz de observarse a si misma, es decir, de cambiar el sentido de la mirada, a diferencia de los demás animales que observan solo el entorno (para buscar comida, pareja, huir, etc.).
El ser humano además es capaz de observarse a si mismo, de comprender su vida, su espíritu, de cambiar su condicionamiento genético y social, modificándose a si mismo y a su medio.
La diferencia con nuestros antepasados
homo sapiens de hace 200.000 años, no es tanto genética o morfológica. Lo que ha evolucionado y ha cambiado, y lo hace de manera exponencial, es la cultura, las comunicaciones, los medios de acceder a nueva información.
La especie sapiens ha ganado en inteligencia y tecnología, pero no precisamente en sabiduría. Esto se ve claramente en el nivel individual donde los adultos ya tienen poco que transmitir a los más jóvenes (o poco tiempo para hacerlo). Hay un “saber vivir” que no se aprende por los libros, se transmite de persona a persona.
Como se ve, el ser humano funciona cada vez más aislado del medio natural, sin tener en cuenta leyes universales que son conocidas y respetadas hasta por las formas de
vida más básicas.
El cerebro sigue evolucionando y busca expandirse, ya está demostrado, los
lóbulos frontales continúan su desarrollo (incluso empujando al hueso frontal), esta zona de la corteza cerebral se relaciona con la personalidad, la inteligencia social, la conducta y la comunicación.
Nada es malo o bueno en sí mismo. Es una cuestión de enfoque. Hay que saber mirar y filtrar.
La
concentración, la capacidad de foco, es una cualidad superior de la mente. Al igual que la atención, que funciona más bien como un filtro de información no relevante.
Estas cualidades deben ser aprendidas y desarrolladas, educadas. Sin ellas, es imposible aprender algo nuevo, perdemos el rumbo y nos desintegramos con facilidad. Dicho de otra forma, somos absorbidos por el medio y vivimos vidas y realidades que no son las propias.
Si una persona con 20 ó 30 años de estudios y práctica puede convertirse en maestro o en especialista en cierta área, porque no invertir un poco de tiempo y energía, disciplinándose para aprender, conocer y controlar esta herramienta maravillosa que nos dio la vida: el pensamiento, y así volverse maestro de sí mismo. Especialista en autoconocimiento. De la otra forma, se puede vivir 200 años en un cuerpo, sin saber siquiera quien lo ocupa.
continuará