jueves, 14 de agosto de 2008

Falsos recuerdos


El cerebro es capaz de inventar recuerdos de hechos que nunca ocurrieron.
La imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta fuerza como las experiencias reales.
Las zonas del cerebro que utilizamos para percibir o imaginar objetos se superponen de tal forma que un hecho únicamente imaginado puede dejar en nuestra memoria la misma marca que un hecho realmente ocurrido.

Esta constatación permite que nos resulte difícil, pasado algún tiempo, determinar si nos hemos imaginado alguna situación determinada o si, por el contrario, la hemos vivido realmente.
Investigadores de la universidad estadounidense de Northwestern, en Chicago, han descubierto que la imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta verosimilitud como los hechos, hasta tal punto que es posible confundir lo imaginado con lo real dentro de nuestros recuerdos. Estos investigadores han estudiado los llamados “falsos recuerdos” para intentar conocer cómo se forman, empleando para el estudio escáneres de resonancia magnética conectados a los cerebros de un número determinado de voluntarios. El desafío consistía en descubrir en qué circunstancias la gente recuerda hechos que realmente no han ocurrido. Para ello, se midió la actividad cerebral de los voluntarios mientras éstos, o bien observaban imágenes de objetos, o bien se imaginaban objetos que los investigadores les pedían que visualizaran. Visualización vívida.

De esta forma, los investigadores se dieron cuenta de que las partes concretas del cerebro destinadas a generar imágenes visuales se activaban con mucha fuerza cuando los voluntarios tan sólo imaginaban los objetos. Después, cuando los participantes en el estudio recordaban lo que habían imaginado, a menudo pensaban que lo habían visto, en lugar de saber que había sido producto de su imaginación. Los investigadores piensan que las zonas del cerebro que utilizamos para percibir objetos y aquéllas que usamos para imaginar objetos se superponen. De esta manera, un hecho imaginado los suficientemente vívido puede dejar en nuestro cerebro la misma marca o similar que un hecho realmente ocurrido.

Cuando la memoria almacena lo percibido o lo imaginado, algunas de las zonas cerebrales implicadas en el esfuerzo coinciden. Según los expertos, este hecho hace que nos resulte difícil, pasado algún tiempo, determinar si ciertas cosas han pasado o no, si nos hemos imaginado alguna situación determinada o si, por el contrario, la hemos vivido realmente. Durante el estudio, publicado en la edición de octubre/04 de la revista Psychological Science, los participantes tuvieron que imaginar una imagen visual por cada objeto que les nombraban. La otra mitad de estos objetos les fueron presentados en fotografías o imágenes. Además, se les pidió que emitieran juicios acerca de la medida de cada uno de los objetos. Por ejemplo, si la palabra era “gato”, tenían que decir si el gato era mayor o menor que una televisión. Las 3 partes del cerebro implicadas, (precuneus, corteza parietal inferior derecha y giro cingulado anterior) mostraron una gran respuesta en la fase del estudio en que se decían las palabras que luego eran recordadas como fotos, a pesar de que sólo habían sido imaginadas.
Asimismo, a través del escáner se podía prever qué imágenes serían recordadas y cuáles no, dada la actividad del hipocampo izquierdo y de la corteza prefrontal izquierda activados durante la imaginación o presentación de imágenes. Estas dos zonas del cerebro están altamente relacionadas con la creación de los contenidos de la memoria.
Del estudio se deriva que las imágenes mentales dejan una marca en el cerebro que, si es lo suficientemente fuerte, puede confundirse posteriormente con la marca dejada por imágenes realmente vistas. Por todo ello, tal como explica un comunicado de la Northwestern University, puede decirse que lo que han conseguido estos investigadores es una nueva evidencia de la existencia de los falsos recuerdos y, lo que es más importante, la observación de los procesos cerebrales que permiten su formación.

Las consecuencias del estudio no pasarán inadvertidas, ya que existe una amplia polémica en el campo de la psicología acerca de lo que se conoce como falsos recuerdos, muchas terapias psicológicas, particularmente indicadas en los casos de traumas infantiles, tienden a revivir recuerdos de esas experiencias para proceder a su curación mediante la integración consciente del trauma en la psicología del sujeto. Sin embargo, ha surgido una corriente, que puede personalizarse en la False Memory Syndrome Foundation, según la cual la recuperación de un recuerdo no significa que realmente haya ocurrido, que es lo que verificaron experimentalmente los investigadores de la Northwestern University con la ayuda de imágenes cerebrales de resonancia magnética.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La impermanencia



Es una de las enseñanzas fundamentales del budismo, según la cual todo lo que conocemos, trátese de experiencias interiores o del mundo externo, se encuentra en un estado de permanente cambio y transformación.
Tendemos a fijar una realidad, es decir la mente da forma fija e inmutable a los afectos, a los fenómenos y a las cosas olvidando el carácter esencialmente cambiante del mundo.
Por otro lado, hoy en día, hasta los niños saben que los objetos aparentemente sólidos, en realidad no lo son. La física cuántica ha descubierto que la naturaleza de la materia es extremadamente compleja, no es lo que pensábamos, lo que creemos que es sólido en realidad es vacío, vacuidad.
En el mundo del átomo y sus partículas no se puede hablar de alguna diferencia esencial entre la masa y la energía: lo que nos parece un estable e inerte cuerpo, en realidad es puro movimiento, aunque imperceptible a nuestros sentidos.
Las partículas atómicas desaparecen y aparecen todo el tiempo.
La sensación de solidez y de permanencia es pura interpretación de nuestros sentidos, limitados a una estrecha franja dentro del espectro de radiaciones percibidas, donde los objetos parecen estar separados entre si y dan la impresión de ser sólidos e inmutables.
Sin embargo, en los otros ámbitos de la vida, la impermanencia es algo que experimentamos a diario y de lo cual nos damos cuenta perfectamente y sin mayores esfuerzos.

En el budismo este transitorio carácter del mundo está representado mediante el uso de las diferentes figuras metafóricas: la impermanencia de las cosas como las nubes del otoño, el nacimiento y la muerte como una danza, o comparando a la vida humana con el reflejo de la luna en la gota que cuelga del pico del ave acuática.


El hecho de entender este proceso del constante cambio –personal e impersonal, interno y externo- puede ayudarnos a enfrentar los acontecimientos de la vida diaria: Nos separamos de los que amamos, vemos cómo las amistades pueden deteriorarse, cómo los enemigos pueden convertirse en nuestros mejores aliados, cómo las situaciones difíciles pueden redundar en beneficios y cómo, de igual manera, correr detrás de nuestras ilusiones resulta a la larga frustrante. Es importante reflexionar y meditar sobre esto, de hecho, es la cura para los apegos y sufrimientos excesivos.

Esta visión sobre la impermanencia, esta comprensión de la naturaleza cambiante de todo, se constituye en la mejor vía para comprender la naturaleza cambiante de nuestro propio ser: observando la impermanencia de las cosas del mundo, una vez que lleguemos a percibirnos como parte de él, resultará más fácil comprender nuestra propia transitoriedad personal.

lunes, 4 de agosto de 2008

Las distancias del universo



Para medir las distancias cósmicas se utiliza el año luz. Que equivale a la distancia recorrida por la luz en un año. Siendo la velocidad de la luz 300 000 kilómetros por segundo, un año luz equivale a unos 10 000 000 000 000 kilómetros, o sea 10 billones de km.

A la velocidad de la luz es posible dar siete vueltas y media a la Tierra en solo un segundo, y llegar a la Luna en un segundo y fracción.
Un rayo de luz emitido por el Sol tarda unos ocho minutos en llegar a la Tierra y aproximadamente una hora en llegar a Plutón, el planeta más distante en el Sistema Solar. Pero para las distancias características del Universo, la luz es bastante lenta; la estrella Alfa Centauri, una de las más cercanas a nosotros, se encuentra a distancia de cuatro años luz, lo cual quiere decir que la luz emitida por esa estrella tarda cuatro años en llegar hasta nosotros (actualmente la estamos viendo como era hace cuatro años). Alfa Centauri, (en la constelación del centauro) es nuestra vecina cercana...

Las estrellas se agrupan en galaxias, que son conjuntos de miles de millones de estrellas. Nuestro Sol es una estrella entre tantas otras y forma parte de una galaxia a la que llamamos Vía Láctea. La distancia del Sol al centro de nuestra galaxia es de unos 30 000 años luz, y un rayo de luz tardaría 100 000 años en recorrer la Vía Láctea de un extremo al otro. Pero aún estas son distancias mínimas comparadas con la vastedad del Universo.
La galaxia de Andrómeda es la vecina de la Vía Láctea y se encuentra a una distancia de 2 000 000 años luz. Nosotros la vemos hoy tal como era hace 2 000 000 años, cuando todavía no había hombres sobre la Tierra.

También las galaxias tienden a formar grupos que los astrónomos llaman cúmulos de galaxias: la Vía Láctea, Andrómeda y algunas otras galaxias más están agrupadas en el llamado Grupo Local. El cúmulo de Virgo por ejemplo, se encuentra a 30 000 000 años luz.

Hasta hace algunos años los astrónomos creían que los cúmulos de galaxias están distribuidos más o menos uniformemente por todo el Universo. Sin embargo, nuestra imagen del Universo ha cambiado progresivamente. Ahora sabemos que los cúmulos de galaxias tienden a agruparse en supercúmulos que llegan a medir unos 100 000 000 años luz. Pero lo más sorprendente es que, entre un supercúmulo y otro, existen enormes huecos de más de 200 000 000 años luz sin una sola galaxia visible. Muy recientemente se ha descubierto que la estructura del Universo a gran escala recuerda una esponja o una espuma jabonosa.